Crónica

Aderson La Cruz, la hazaña del Niño Bolívar

Aderson La Cruz tiene 11 años y se asume un Libertador. Al menos durante los minutos en que las cámaras lo enfocan cuando, frente a ministros y demás personalidades, lanza una proclama para honrar al padre de la patria. Ocurre en fechas patrias, en las que el de La Vega desayuna lo que puede para enfundarse charreteras

Niño Bolívar
Kaoru Yonekura
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―Tiene que ser perfecto.

Es la orden que Aderson La Cruz se da a sí mismo todos los días y durante dos horas cuando se cree Simón Bolívar. No juega a Los superhéroes, ni ensaya un acto para su liceo, ni paga una promesa hecha al padre de la patria, sino que será el Niño Bolívar del acto oficial delante de ministros, militares, la nación, la América toda. Él tiene 11 años y el 17 de diciembre le tocó interpetar al mismísimo Libertador frente a él, en el Panteón Nacional. Ser Bolívar no es un juego de niños.

Para Eillyn y Daniel, padres de Aderson, han sido demasiados días reorganizando sus rutinas laborales y momentos familiares

Aderson La Cruz recibió la Última proclama del Libertador el 1 de noviembre de 189 años después y, a diferencia de los colombianos de 1830, se alegró: el llamado fue el anuncio de que estiman sus esfuerzos para cuidar la postura con el vaivén de las charreteras, el caminar con botas resbaladizas sobre un mármol recién pulido y el esmero en la pronunciación de verbos ajenos y antiquísimos como si del habla actual se tratara. Una vez más, Aderson repetirá el triunfo del 17 de diciembre de 2018, del 24 de junio y del 24 de julio de 2019 también.

Aderson La Cruz, niño Bolívar

―Pero en el ensayo del viernes me regañaron porque lo estaba haciendo mal.

Toda hazaña tiene sus tropiezos. En ese primer ensayo del acto central en el Panteón, Aderson flaqueó: perdió la entereza militar durante su discurso y abrió tanto la boca para cuidar su dicción que arrugó la cara. El niño no era Bolívar y el gabinete ministerial conformado por sus hermanitos, su chihuahua y los peluches de envergadura no lo advirtieron durante las sesiones en el cuarto. Pero el maestro Joel Herrera corrigió los detalles de inmediato.

―Es que los ensayos me dan fastidio. Estoy emocionado, pero cansado.

No puede ser de otra manera. Es lunes. Este segundo ensayo en el Panteón, y último antes del acto central, está precedido por un almuerzo de pan dulce con huevo, un viaje en moto desde la casa en el sector Los Cangilones de La Vega, una espera de casi dos horas y seis semanas en las cuales los ensayos fueron parte de la rutina de tareas escolares, exigencias del bachillerato, servicio a la comunidad, encuentros con los amigos, traumas del bullying, cuidado de los hermanos, arreglos de la casa y movimientos subversivos del agua.

Una y otra vez, los dos minutos de la proclama se vuelven algo más de una hora y media con entradas y salidas del Mausoleo

Aderson La Cruz, niño Bolívar

Para Eillyn y Daniel, padres de Aderson, han sido demasiados días reorganizando sus rutinas laborales y momentos familiares. Se han convertido en maestros autodidactas de actuación. Se han encomendado al Supremo Autor para no desfallecer en el camino y así lanzarse a la gesta sin mayor interés de la felicidad de su hijo: “No le pagan. No nos pagan. No nos dan una caja de comida. Si a él le gusta, si quiere seguir surgiendo, va a tener siempre el apoyo de nosotros. Ojalá se acuerden de darle algo cumple año”, comenta Daniel.

“Es lo mismo del año pasado. Conoces los puntos de las cámaras. El punto focal va a ser el frente”

Para ser el Niño Bolívar no basta con parecerse y caber en el vestuario hecho a la medida del niño anterior. Hay que hacer de la historia del prócer una aventura capaz de empequeñecer las dificultades y engrandecer la ilusión de ser actor, animador, comediante, cantante y basquetbolista. Hay leer y releer, aunque no se tenga el hábito ni el gusto. Caminar. Repetir y repetir. Equivocarse y remontar con la convicción de quien juró compromiso en el Monte Sacro. Ajustar y pulir. Escuchar las instrucciones con atención para corregir y corregir hasta lograrlo: “Repasa la letra. Busca al personaje en la situación. Ese es el texto cuando Bolívar recuerda toda su gesta libertaria. Siente el texto”, indica el profe Joel apenas llega.

Aderson La Cruz, niño Bolívar

Una y otra vez, los dos minutos de la proclama se vuelven algo más de una hora y media con entradas y salidas del Mausoleo. Los militares desdoblan y doblan la bandera. La banda marcial marca los pasos de la marcha del tricolor. El pequeño héroe no se acobarda ante el hombre cuya voz resuena en los actos patrióticos. Es inmutable ante la llegada de la artillería pesada de la televisión.

Para ser el Niño Bolívar no basta con parecerse y caber en el vestuario hecho a la medida del niño anterior

Desprecia el cansancio y se aferra al anhelo del pollo frito que le prepara su mamá cuando culmina sus batallas más insignes. Se pasea por el espacio como quien anda en sus campos. Pone ímpetu en toda palabra y cada frase suena a decreto. Sus pasos son suaves, cortos y firmes. Domina la escena con elegancia. Mira la escultura y se detiene en cada detalle: pose, brazos, manos, dedos, sin saber que se deslumbra ante la precisión de Tenerani. “Es lo mismo del año pasado. Conoces los puntos de las cámaras. El punto focal va a ser el frente”, repasa el profe. Lo único que podría hacer temblar a Aderson es que aparezca la profe de inglés para disparar una tarea.

El segundo ensayo es casi perfecto.

―Ya llevo experiencia. Cuando yo empecé, me daba miedo porque había muchas personas, ¡pero igualito siento inseguridad! ¡Mi novia me va a ver!

Al mediodía del 17, como en cada ocasión en la que es convocado, bastarán dos minutos para consolidar los más de cuarenta días de brío. Serán dos minutos en los cuales Aderson, más que el Niño Bolívar, será un Bolívar más pequeño que el propio, pero con su misma valentía y grandilocuencia. Entonces, recitará su primera proclama para expresar el amor hacia ésta, su gran aventura.

―Hay que estar serio en estas cosas, si no, no te sale perfecto.

Aderson La Cruz, niño Bolívar

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