Investigación

Adopción de niños: carrera de obstáculos

La emoción puede más que la sangre y, también, que el largo camino burocrático para adoptar a un niño o adolescente. Más de un año de diligencias puede conducir a un primer encuentro entre desconocidos que buscarán conectarse. Entre la magia y la frustración, pasando por el "esto es lo que hay"

Texto: Gabriela Rojas
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La escena del primer encuentro la ha recreado cien veces en su cabeza. Se imagina el día en el que recibirá esa llamada tan esperada, piensa en lo que le va a decir, en cómo se va a presentar, en el regalito que le quiere dar. Keyla decidió comenzar el proceso de adopción de un niño o niña, lo que venga. Sabe que el recorrido no será fácil y aún más para ella porque no lo hará en pareja. Quiere ser madre soltera, por convicción. Nada la desanima: ni las críticas de su entorno, ni la abultada lista de requisitos a cumplir, ni el tiempo que deba esperar, que se asume extenso. Asegura que todo valdrá la pena el día que su hijo o hija llegue a casa.

La idea de adoptar nació luego de una dura separación, consecuencia de lo que califica como “tres años dolorosos sin poder embarazarnos. Entendimos de mala manera que no teníamos el mismo concepto de ser padres y eso es irreconciliable”, recuerda sobre el que pensaba, hace un lustro, sería su compañero de vida. Ahora Keyla ha ha estado preparándose durante meses para dar el paso, averiguando qué debe hacer, cuáles son los requisitos que debe cumplir y, lo que considera más importante, “preparando mi vida para recibir a mi hijo”.

Así como ella, una larga lista de personas esperan ansiosos el momento de esa llamada que los llevará a conocer a quienes llevarán su apellido, herencia sin sangre. Pero ese contacto telefónico puede tardar entre seis meses y un año como mínimo, tiempo dedicado al proceso legal y psicológico que involucra al Instituto Autónomo Consejo Nacional de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes (Idena), los Consejos Municipales de Protección, Tribunales, casas de abrigo, y varios equipos multidisciplinarios de evaluación que determinarán la idoneidad de esos padres para adoptar, luego de explorar sus motivaciones. La emoción, el hilo de electricidad por la espalda, deberá esperar a confirmar cada paso del proceso. La emoción, la expectativa y el deseo deben ser más fuertes que el paso del reloj, del calendario, de la frustración.

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Afinidad de papel

Las adopciones legales en Venezuela inician, todas, en el mismo lugar: la Oficina Nacional de Adopciones, adscrita al Idena. En alguna de sus 24 oficinas deberá entregarse la primera pesada carpeta de requisitos exigidos para ser evaluados. En paralelo, las casas de abrigo informan a la Oficina Nacional de Adopciones de cada estado cuando les llega un niño susceptible de buscar un nuevo hogar. Allí se unen a niños que tienen más tiempo en los albergues siguen creciendo, viviendo, y esperando a que se logren candidatos viables, decididos por un tribunal.

Los suspiros de Keyla, su emoción por el primer encuentro, se acumulan durante un año, y debe estar preparada para que sea mucho más. Keidy Sánchez, directora sociolegal de Hogar Bambi -organización que atiende a niños y jóvenes sin familia desde 1992 en alianza con el Estado-, confirma que no menos de 12 meses tardaría ese primer cara a cara, incluso cuando cada etapa anterior del proceso se supere con relativa agilidad, más la excepción que la norma. “Los niños no deberían permanecer más de dos años en una casa de abrigo pero hay algunos que permanecen cuatro y cinco años institucionalizados. Afortunadamente estamos cambiando ese paradigma”, señala Sánchez e indica que en 2014 egresaron 69 niños y adolescentes de Hogar Bambi, de los cuales 38 niños fueron con familias sustitutas, incluyendo dos con 10 y 11 años de edad.

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Cuando por fin se consiguen rasgos de afinidad entre un niño y un solicitante, se realiza la propuesta a la familia y se efectúa un «emparentamiento técnico o administrativo». Es la última parada antes de conocerlo. “Después de que el tribunal decide, los padres vienen a conocer a su hijo por primera vez. Llegan sin haberlo visto nunca, ni siquiera en fotos, sin saber sus características fisionómicas. Ese día apenas comparten unos 20 minutos, es un encuentro sencillo, pero muchas veces allí ocurre la magia”, cuenta Sánchez.

José Gregorio Fernandez es padre de dos adolescentes adoptados y también director de Proadopción, una ONG dedicada a sensibilizar a los padres sobre las condiciones emocionales que implica adoptar y a acompañarlos durante cada etapa. Cuenta que, por su labor y su propia historia, ha visto y experimentado una y otra vez el momento del hechizo sin varita mágica. “La mayoría de estos niños sufren problemas de salud, han sido maltratados o tienen carencias afectivas pero cuando los padres se enamoran de ellos, ya nada importa. Son sus hijos y están dispuestos a darles todo lo que necesitan porque ya los aman, los han esperado por mucho tiempo”.

Magia tutelada

Esa “chispa”, el momento de enganche afectivo es esencial para sellar el largo camino que padres e hijos comenzarán a andar juntos. Pero puede no ocurrir, algo que los solicitantes muchas veces ni siquiera consideran. Keyla está segura que el momento será mágico pero “los adultos tenemos la idea de que estamos eligiendo a los niños pero en la realidad no es así. Nosotros somos los candidatos y ellos son quienes eligen”, aclara el director de Proadopción. El equipo de Hogar Bambi, por ejemplo, tiene protocolos progresivos para dar inicio al emparentamiento. “Si el niño no se siente cómodo o no hay empatía, no podemos obligarlo. Tuvimos un caso en el que los padres llegaron a conocer a la niña y aunque lo intentamos de distintas maneras, no hubo forma de que se diera con la mamá, lamentablemente tuvimos que recomendar que la adopción no era favorable”, recuerda Keidy Sánchez.

La historia se cuenta distinta cuando es a través de los ojos de quien lleva meses o años dentro de un albergue, sin padres. “El primer encuentro lo hacemos de manera que no sospeche y le decimos que son unos padrinos que quieren compartir un rato», dice la directora sociolegal de Hogar Bambi. lo hacen así para no generar mayores expectativas o presiones, priorizando el bienestar de los menores. Pero la rutina se impone, el comentario de pasillo, la viveza de ver y reconocer lo que sucede, especialmente si ya el calendario acumula años de vida y mayor capacidad de entendimiento del entorno. Sánchez admite que «los niños son muy sabios y apenas se dan cuenta de que una trabajadora social lidera el proceso, ya saben que esos dos son un papá y una mamá”.

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El director de Proadopción considera que, más allá del trámite legal, lo más difícil de manejar es la expectativa de la gente, “lo primero que le decimos a las personas es que evalúen sus expectativas porque, claro que hay niños en condiciones de adoptabilidad pero si las personas se enfrascan en que quieren que sea un bebé, perfectamente sano, que tenga tales características físicas, pues ellos mismos se la están poniendo difícil porque los niños son los que están, no los que ellos quieren”.

La adopción es monitoreada. Según las normas, los encuentros entre padres e hijos se hacen progresivos, aumentando su ocurrencia hasta llegar a la convivencia en el hogar, ordenada por un juez. Luego, durante los primeros seis meses, habrá seguimiento y finalmente un decreto final de adopción que permitirá hacer del apellido el vínculo legal común.

Las sombras de la burocracia

El encuentro efectivo entre padres e hijos es la historia luminosa de un relato que tiene su lado oscuro: los retrasos, la burocracia, las dificultades. Entre ellas, el problema en la sistematización de los datos que complica el seguimiento para mejorar los procesos. El informe alternativo de la Red por los Derechos Humanos de los Niños, Niñas y Adolescentes (Redhnna) presentado en 2013 señala que no hay “suficientes datos oficiales confiables y públicos sobre la magnitud y caracterización sociojurídica de los Niños, Niñas y Adolescentes (NNA) separados de sus familias de origen”. El documento muestra, por ejemplo, que en el período 2002 a 2006 el Idena registró 2.925 niños y 993 adolescentes en Entidades de Atención; pero esos datos oficiales no concuerdan con los del Distrito Metropolitano de Caracas donde, según sus registros, no hubo ningún caso durante el año 2005.

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El informe elaborado por la Redhnna destaca que la Memoria y Cuenta presentada por la Defensoría del Pueblo en el año 2011 reporta 244 Entidades de Atención en todo el país, sin especificar si son privadas o públicas, en las cuales permanecían 3.147 NNA. Pero la Memoria y Cuenta del Idena de ese mismo año, revea la existencia de 1.681 muchachos más con respecto a 2010, aunque no se puede determinar si fue por un aumento real de casos o porque el origen de los datos de ambos organismos son distintos aunque reflejen una misma realidad.

“Es un proceso que puede llegar a ser muy frustrante porque lo influye la desinformación que lo rodea. Las personas se quedan con la idea de que adoptar es sumamente complicado y refuerzan ese mito. El problema es que terminan validando los caminos verdes, que es lo que queremos evitar. A eso se suma que los padres, las familias e incluso el Estado consideran la adopción como el último recurso porque hay que mantener hasta el final el derecho de los niños a estar con sus familias de origen”, explica José Gregorio Fernández, director general de Proadopción, quien advierte que promover una política de adopción encuentra obstáculos en la percepción social de que por encima de todo es preferible mantener la consanguinidad.

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