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Ana Isabel Otero y las donaciones que salvan bebés

La desnutrición y mala alimentación de niños y adolescentes tocó la fibra de Ana Isabel Otero, directora de Analiticom. En respuesta, creó la fundación Comparte por una vida, encargada de donar fórmulas, leche, complementos nutricionales a no mayores de 15 años en hospitales y albergues. En menos de tres meses, se convirtió en un caso de éxito, superando expectativas y alcances. Actualmente, la fundación atiende 32 centros de salud del país

Fotografías: Héctor Trejo
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A Ana Isabel Otero solo le bastó una noticia desafortunada para proponerse llenar cientos de estómagos vacíos a través de su fundación Comparte por una vida. Su detonante: enterarse de que solo ocho de 38 niños en el Hospital J. M. de los Ríos recibían fórmulas lácteas, consecuencia del desabastecimiento alimenticio —como lo reseñó El Nacional el pasado 5 de abril de este año. Para Otero, directora de la agencia digital Analiticom y también madre de un niño de seis años, era inconcebible el hecho. Su instinto la llevó a confirmarlo. “Fue un shock para mí. Yo pensé ‘esto tiene que ser mentira, tiene que haber amarillismo por algún lado’”, hasta que presenció las permanentes penurias por las que pasan los jóvenes pacientes en dicho recinto pediátrico.

“No puedo saber que un niño no está comiendo, que se puede morir de hambre y no hacer nada”, afirma con la noticia aún en mente. Sensibilizada desde entonces como madre y ciudadana, Otero ha puesto la alimentación de niños y adolescentes como una de sus prioridades. No hay día en que no visite alguno de los hospitales y albergues que atiende con su fundación. Comparte por una vida busca recolectar donativos nacionales e internacionales de fórmulas, leche, suplementos y demás artículos alimenticios para atacar la desnutrición y malnutrición de la juventud venezolana en situación de precariedad.

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Sus conocimientos adquiridos estando a la cabeza de Analiticom confluyeron en el proyecto que jamás planificó involucrarse. Otero y su equipo idearon una campaña con la que pudiera suplir la deficiencia de fórmulas para los niños internados en el Hospital J. M. de los Ríos. La idea se forjó entre la escasez generalizada de alimentos, la dificultad para hallar el producto regulado y su necesidad de aportar su granito de arena. En cuestión de semanas, la campaña se volvió viral. Cuando iniciaron en abril de este año, el J. M. de los Ríos fue su punto de partida. Actualmente, Comparte por una vida atiende 32 centros hospitalarios en distintos puntos del país, como Caracas, Guarenas, La Guaira, Barquisimeto, Acarigua, Barinas, Guanare, Valencia, Maracaibo, Trujillo. Incluso, se desplaza a sitios remotos como Guayana, en el estado Bolívar, donde las necesidades son imposibles de ignorar para los miembros de la fundación. «Yo no estoy buscando restregarle en la cara a nadie los problemas de salud con nuestra labora ni por nuestras redes, yo lo que quiero es ayudar», explica su fundadora.

Aunque nos ha costado un poco llegar a Guayana! Muy pronto estaremos ahí

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“Más allá de si tienes un pote de leche que puedas dar, siempre puedes aportar algo. Con compartir la información ya haces la diferencia”, aclara. El mensaje fue claro para los venezolanos, dentro y fuera del país. Desde donaciones hasta campañas mediáticas han signado el orgánico crecimiento de la joven fundación. Franco de Vita, Patricia Zavala, Erika de la Vega, Ana María Simon, Shannon de Lima, Camila Canabal son algunas de las personalidades criollas también sensibilizadas y motivadas a colaborar. Incluso, “artistas internacionales que me han tocado la puerta, me han llamado por teléfono, se han preocupado por la situación. Muchos de ellos incluso donan de manera anónima”. Alejandro Sanz y Marc Anthony forman parte de la lista con su aparición en la colecta especial acaecida en Miami, Estados Unidos. 300 litros de la leche recolectada corresponden al aporte del cantante español, “y nadie lo llamó, solo se apareció con eso”, cuenta Otero, aún perpleja.

En la unión està la fuerza. Un gran momento @camilacanabal @erikadlvoficial @anaiotero @patriciazavalan @shadelima @anamariasimon   Una foto publicada por #CompartePorUnaVida VENEZUELA (@comparteporunavida) el

Lo que inició como una iniciativa de donaciones dentro del país, se sostiene nueve meses luego con insumos del extranjero. Giselle Buenaño, miembro de la fundación, presencia a diario cómo llegan marcas que desaparecieron de los anaqueles criollos años atrás, incluso muchas que desconoce: «90% de las cosas que repartimos vienen de fuera, allí está nuestro sustento. Aunque tenemos cada vez más puntos de recolección alrededor del mundo, nuestra colonia madre sigue siendo Miami, en Estados Unidos».

Comparte por una vida tiene centros de acopio en 16 lugares del mundo, donde la sensibilidad de los venezolanos que emigraron se exacerba exponencialmente. El espectro es variado: reciben donaciones que provienen de ciudades con grandes concentraciones de venezolanos -Miami, Panamá, Bogotá o Madrid- hasta de sitios no convencionales para la emigración criolla, como Sprinfield y Rhode Island, en Estados Unidos, o República Dominicana. «Al principio la gente que vive en Venezuela colaboraba con una leche que le sobraba. Tenía dos fórmulas, daba una. Ahorita, a nadie le sobra y no hay dónde comprar las cosas. El grueso de las cosas que repartimos, que es la leche, no hay ya en el país para regalar. Nuestro sustento viene de afuera», explica Otero. Aunque mantiene su base de operaciones en Caracas, Comparte por una vida no subsistiría sin el apoyo internacional. La fundación también posee una plataforma de GoFundMe, utilizada para realizar compras en Estados Unidos de fórmulas o complementos nutricionales que, por lo general, no se donan por su alto costo.

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«Siempre tenemos que estar recordándole a la gente que existimos posteando lo que hacemos en nuestras redes, mostrando que lo que recibimos realmente llega a los niños. Si no, la gente se olvida y abandona los puntos de recolección de donaciones», explica Otero. Además de quienes reciben la ayuda directamente, lo más de 26 mil seguidores que acumulan en Instagram también son su responsabilidad.

Quién no se enamora de esta sonrisa? Ángeles que nos cruzamos en el camino. Hospital Domingo Luciani. Caracas. Diciembre 2016

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Delimitar su rango de acción ha sido el éxito de la campaña. “Estamos concentrados en solo alimentación, solo para niños y solo para hospitales y albergues”. Con un riguroso control de inventario, Otero y los once miembros de la fundación trabajan de la mano de médicos y colaboradores para alimentar a los pacientes dependiendo de sus necesidades. Acertar en la entrega de los donativos es el punto y parte de la fundación. Aunque inició con la recolección de fórmulas, el espectro se fue abriendo a medida que Otero descubría una latente necesidad nutricional a todos los niveles de la niñez, por lo que complementos como PediaSure, Ensure y Enterex se sumaron a la lista, también teteros y compotas flexibles. Hoy en día, Comparte por una vida atiende desde recién nacidos hasta adolescentes en estado de desnutrición.

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A pesar de tener un foco claro, quienes se solidarizan con la causa lo hacen como mejor les parece. Se evidencia en el almacén de la fundación, donde saltan a la vista pañales para adultos, cajas de colores, colonias, incluso licuadoras o enlatados de salsa de pasta. «Siempre hay una forma de canalizar las cosas que no distribuimos nosotros a través de otras fundaciones. Se nota que los venezolanos que están fuera quieren colaborar. Están lejos, pero no ausentes», agrega Buenaño. Para Otero, la ayuda entre fundaciones es hacer comunidad, «nosotros no buscamos ser el centro de atención. Tenemos que aliarnos con fundaciones si queremos ser eficientes».  Así lo hicieron con la fundación Santa en las calles, por ejemplo, al que entregaron ropa y juguetes, colaboraciones que se desviaban del foco nutricional.

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“Tenemos una logística, porque si no, no vale la pena. ¿Para qué vas a ir a entregar una vez y después no entregar más nunca? La idea es hacer esto recurrente. Si no, le pones la curita un día y no puedes realmente resolver”, argumenta, decidida. En una visita personalizada con los especialistas en nutrición del hospital, se discuten las necesidades alimenticias y el número de beneficiados. Entonces, Comparte por una vida entra en escena y se ceden las donaciones por una cantidad limitada de días —entre dos y tres en promedio. Buenaño explica que las entregan en bolsas negras, para suprimir tentaciones. Aunque ante ojos ajenos pueda parecer mezquino, es su forma de evitar que los esfuerzos de más de cien colaboradores alrededor del globo caigan en manos del contrabando. “No entregamos cantidades muy grandes en nuestras visitas para evitar, no solo el bachaqueo, sino también la tentación. No es que la gente en los hospitales no tiene fórmulas, es que nadie tiene y no nos gusta alimentar los mercados negros”, remata Otero.

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Los hospitales infantiles no escapan de la situación de insalubridad y escasez de insumos médicos y alimentos que han opacado su interior. Además, el verde olivo invade espacios que deberían colorearse del clásico azul pastel de los uniformes médicos. Este panorama no detiene a Otero, ni le intimida. Su causa es aceptada y celebrada, sin importar colores ni políticas. “Nos reciben bien desde la milicia que está en la puerta hasta la doctora de nutrición. Quizá la primera vez, la milicia se queda como que ‘quiénes son estas’, pero ya cuando nos han visto dos o tres veces y saben que lo que hacemos es alimentar a posiblemente sus hijos y sobrinos, nos saludan, nos abrazan”.

Son pocas las trabas que los miembros de la fundación encuentran en su camino. Otero se ha visto en la necesidad de pelear por la integridad de sus maletas en requisas de la Guardia Nacional Bolivariana cuando viaja para donar insumos en el interior del país. Las defiende como si las fórmulas que transporta fuesen para su hija. Solo el Hospital Universitario de Caracas rechazó la colaboración de Comparte por una vida. La administradora egresada de la Universidad Metropolitana (2005) lo atribuye al momento en que se ofreció la ayuda, enmarcado en la noticia de las muertes de neonatos por la proliferación de hongos en incubadoras. Sin embargo, no busca protagonismo. “Al final no me importa si soy yo o no soy yo la que entrega la fórmula, con tal de que se entregue”. Tampoco busca enterarse de trabas aduaneras al traer los donativos recopilados en el exterior, en el supuesto caso de existir alguna: “No indago mucho en cómo entran los productos al país. Los recibo y ya”. Su interés es genuino.

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La permanencia del proyecto es un hecho para Otero. «Lo seguiremos haciendo dentro de la posibilidad de seguir ayudando a aliviar la desnutrición infantil», alega. Llegar a suplir el déficit alimenticio en todos los centros hospitalarios del país es su meta, «o acercarme lo más que pueda», ríe. Su perspectiva a mediano plazo le garantiza que, a pesar de haber surgido de una emergencia, Comparte por una vida “no creo que sea algo que vaya a morir independientemente de lo que a nivel económico y político pase”. Queda un largo camino educativo que recorrer, según la creadora.

Mientras, su filosofía y plan de acción se mantienen: “Si tú vas a estar acá en Venezuela, tienes todo el derecho a quejarte, pero no puedes quedarte sentado. Si te vas a quejar, tienes que buscar la manera de resolver algo positivo. El foco de nosotros es resolver un pedazo del problema en la medida de lo posible”. Con todos los centros hospitalarios nacionales como norte, Otero continúa llevando la fórmula de cada día a los hospitales y albergues que atiende, llenando barrigas y contentado corazones.

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