Internacional

Animales en zonas de guerra se convierten en enemigos

Para combatir las enfermedades en los animales se necesita un diagnóstico previo. Algo que queda fuera del alcance de los veterinarios en zonas de conflicto como Siria, Sudán, Turquía. En estos países el fenómeno se vuelve "invisible" mientras males y graves padecimientos de mascotas azotan a comunidades enteras y a la  población civil

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Como en otros lugares, la guerra en Siria ha llevado al colapso de los sistemas veterinarios, lo que aumenta el riesgo de que esas enfermedades se propaguen.

A pocos kilómetros de la frontera, en el valle de la Bekaa −Líbano−, el ganadero Jaled Meflh está atento por lo que pueda pasarle a sus vacas, cabras y ovejas de las que vive.

Ve llegar a los refugiados sirios con sus animales y, aunque de vez en cuando estallan brotes de diversos virus en la zona, no puede asegurar que estas personas traigan consigo enfermedades contagiosas a pesar del peligro existente.

Ante esa incertidumbre, las autoridades locales trabajan con la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura −FAO− para incrementar la vacunación y los sistemas de prevención en general.

«Hemos empezado a ver mejoras como la menor mortalidad de las crías recién nacidas o el aumento de la producción de leche», declaró a Efe Meflh por Internet, al tiempo que reconoce que todavía persisten otros problemas como el hecho de que las hembras no amamantan bien a sus hijos por algún tipo de enfermedad o carencia nutricional.

El responsable de Veterinaria de la FAO Juan Lubroth destaca que, en esas situaciones en las que falta información, solo pueden actuar guiándose por sus «sospechas».

«Los sistemas veterinarios no están funcionando en épocas de guerra civil. Los países colindantes donde sí hay cierta estabilidad informan a las organizaciones internacionales sobre lo que está ocurriendo y nos damos cuenta de que hay una fuente −de contagio−, que puede ser Sudán del Sur, Siria u otro lugar», apunta.

Además, advierte de que las enfermedades transfronterizas de animales, algunas de las cuales pueden afectar a la salud pública, son «bastante explosivas» y suelen dejar una alta mortalidad cuando entran en un rebaño no vacunado.

Cuando esos animales contraen alguna enfermedad, «no sabemos si el brote es pequeño o se está controlando porque no podemos tener contacto con nuestras contrapartes» en los países afectados, indica el especialista.

Muestra además su preocupación por la posible incidencia de la brucelosis −transmisible a través de la leche sin pasteurizar, el ordeño o el manejo de los animales− en los pequeños rumiantes en Siria y los últimos brotes de viruela ovina en Turquía o Grecia.

Lubroth destaca que «normalmente no se verían esas enfermedades a no ser que pase algo en el medio ambiente por cambio climático, guerra civil, comercio o traslado de refugiados».

Precisamente el movimiento de la población también ha dispersado virus como el de la gripe aviar en el Sudeste Asiático.

Frente a ese mapa de amenazas persistentes, la FAO y la Organización Mundial de Sanidad Animal −OIE− presentaron esta semana una campaña para erradicar antes de 2030 una plaga conocida como la peste de los pequeños rumiantes, presente en unos 70 países de Asia, África y Oriente Medio.

Se calcula que su desaparición supondría un ahorro de unos 2.000 millones de dólares anuales, teniendo en cuenta que los cerca de 2.100 millones de esos animales en el mundo −el 80 % de ellos en regiones afectadas− son un activo importante para un tercio de los hogares rurales pobres de los países en desarrollo.

El reto pretende imitar el éxito conseguido en 2011, cuando se consiguió extinguir por primera vez una enfermedad animal: la peste bovina.

Para erradicar una enfermedad animal, Lubroth explica que es básico conocer la epidemiología, emplear herramientas como vacunas o ensayos de diagnósticos fáciles de utilizar, y actuar con compromiso político, aspecto en el que −dice− «a veces fallamos».

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