Internacional

Arte callejero rompe el conservadurismo en Jordania

Colores, líneas, formas inusitadas. La capital de Jordania se llena de muestras de arte urbano. No son más de una decena, pero un puñado de grafiteros trabaja con empeño para dar vida a los sombrío muros de Ammán y sortear los tabúes de una sociedad conservadora para que su arte encuentre su lugar en Jordania

Fotografías: Khalil Mazraawi | AFP
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Desde que empezaron a aparecer, hace unos 10 años, los grafitis se multiplicaron en el centro de la ciudad y especialmente en Yabal Ammán y Yabal al Lueibdé, dos de los barrios más antiguos de la capital jordana, habitados principalmente por extranjeros. Así, los muros, las aceras y las largas escaleras de piedra de estos barrios fueron llenándose poco a poco de animales, flores, plantas o rostros humanos.

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«Nuestra ciudad es linda, pero todavía se le puede dar más vida, color», asegura Suhaib Atar, el grafitero más conocido del país. En un estacionamiento de Yabal Ammán, el artista de 25 años intenta «transformar los grandes muros de cemento sombríos en una especie de cuadro expresivo lleno de vida».

‘Líneas rojas’

No obstante, muestra de que a este arte le cuesta imponerse como forma de libre expresión en Jordania, Suhaib Atar señala que prefiere no hacer referencias en sus grafitis a cuestiones políticas o religiosas. «Evito este tipo de temas que pueden impactar a algunas personas que aún no entienden este arte», añade este estudiante con rastas de la universidad de Jordania.

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Suha Sultan, estudiante de Bellas Artes de 20 años, comparte esta recomendación. Recuerda un día en que unos viandantes la desairaron mientras estaba inmersa en su pasión del arte callejero con unos amigos. «Dibujaba un gran retrato de un hombre de una tribu cuando unos transeúntes me dieron una lección porque estaba en una escalera rodeada de hombres y me preguntaron secamente sobre el significado de mi grafiti», cuenta la joven, que asegura que ama dibujar desde la infancia.

En su opinión, Ammán está llena de espacios y muros sin espíritu a los que hay que darles vida. «Pero no es tan sencillo, porque para hacer grafitis se necesitan autorizaciones previas de la municipalidad o del propietario del inmueble y en la mayoría de las ocasiones nos enfrentamos a un rechazo o a la falta de aceptación de la sociedad», explica.

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Wisam Shadid, un grafitero de 42 años, considera incluso que hay «líneas rojas» a tener en cuenta en una sociedad tradicionalista en la que se incrimina generalmente la creación artística. «Pintamos la naturaleza, animales, retratos, pero no tocamos todas las cuestiones vinculadas con la moral», dice. «Antes, en las paredes de Ammán no había más que nombres de clubes (de fútbol), números de teléfono o mensajes personales de jóvenes a sus novias. Hoy intentamos difundir nuestro arte«, afirma Wisam mientras dibuja el rostro de una mujer.

Así, poco a poco, el arte callejero se va abriendo camino en la capital. «Añade colores a esta ciudad en la que todos los edificios son parecidos», celebra Phoebe Carter, una estadounidense que estudia árabe en el reino.

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