Ciudad

Autobuses desaparecen cuando se va el sol

Los transportistas lo reconocen sin pudores: después de las siete de la noche el número de unidades que presta servicio cae considerablemente hasta que ya no queda ninguna a las nueve. Los usuarios saben que después de esa hora corren el riesgo de quedarse varados, mientras que los conductores advierten sobre el colapso inminente del sector 

Portada: Antonio Hernández | Fotografías en el texto: Jesús Barreto
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Son las 6:30 de la tarde y la cola crece en Chacaíto. Ingrid aguarda. Está bien vestida porque ese día tuvo una entrevista de trabajo; pero el autobús que debe llevarla a Terrazas del Club Hípico nada que aparece. Más gente se suma a la fila. Van a Cumbres de Curumo, Santa Fe, Valle Arriba, Las Minas. Cada destino es atendido por una ruta distinta del Bloque de Conductores de Chacaíto-Baruta. El ambiente es hostil. Las aceras rotas y la basura que se acumula en los alrededores de la parada no ayudan a aligerar la espera. Tampoco lo hace que anochezca. El caos hizo que Ingrid bautizara el sitio como Tijuana.

Ese día, cuando por fin apareció la camionetica, el fiscal de la ruta informó que quienes iban a Santa Cruz debían subirse con los pasajeros que se dirigían a Terrazas del Club Hípico. “Ahora hay que esperar mucho tiempo, son muy pocas unidades y se demoran. A las seis o las siete los encargados de las líneas comienzan a pegar gritos que explican cómo varias rutas terminan convertidas en una sola”, señala la mujer. Ingrid puede pasar hasta treinta minutos en la fila, y después de todo ese tiempo igual ir colgada y en tacones de la puerta de la unidad.

Lo resume en que el bloque de transportistas trabaja como si estuvieran “en emergencia”. No exagera: lo están. Julio César Herrera, representante de la Sociedad Civil Unión Baruta-Chacaíto, declaró que de una flota de 171 unidades solo prestan servicio entre 45 y 50. De noche el déficit se nota más. El tiempo de espera en las paradas se alarga y el temor a quedarse varado aumenta.

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Alexandra Palma para ahorrarse el susto prefiere caminar; es vecina de El Valle. El drama del transporte público no discrimina y se extiende en toda la ciudad.  Atrás quedaron los tiempos en que por una cuestión de seguridad, y hasta comodidad, sorteaba las tres cuadras que separan su edificio de la estación de Metro de El Valle en un carrito. “Hasta hace menos de un año eran las camioneticas las que esperaban a la gente, eran tantas que se hacía una fila que obstruía un canal de la avenida Intercomunal. Ahora es al revés, la avenida se llena de gente que espera. No hay buses, así que más vale caminar”. No obstante, ella misma reconoce que no todos pueden hacerlo. “De El Valle a Los Jardines es lejos. Es obligatorio tomar un transporte porque es peligroso”. Hasta hace poco tiempo, hasta las 9:00 de la noche era seguro que iban a encontrar una unidad que los trasladara. Ahora el asunto es una lotería en la que hay muy poco chance de ganar.

La espera se sazona con oscuridad. El alumbrado público es inexistente en el área. Apenas las luces del barrio San Andrés brindan un poco de tranquilidad. Ni las salidas del Metro, ni la plaza de El Valle ofrecen algo de iluminación.

José Luis Montoya, presidente de la Central Única de Carros Libres y Por Puestos, advierte que si en el día se ha reducido en casi un 80% el número de unidades disponibles –que hasta hace un año rondaban las 25.000–, de noche desaparecen después de las 7:00 pm y ya a las 9:00 pm es difícil encontrar algún vehículo. “Tenemos una crisis de repuestos y autopartes; y de noche hay que sumarle a eso el tema de la inseguridad. Yo calculo que en un mes la crisis será mayor”. Alertan el inminente colapso del sector para el mes de diciembre.

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A caminar

Tan solo 24,1% de la población en Caracas se desplaza en vehículos particulares. Un estudio de movilidad en la ciudad presentado por el Instituto Metropolitano de Transporte en 2013 señala que al día en la capital se realizan 4.966.136 viajes. De ese total 57,45% se hace en transporte público y 18,47% a pie. Para Marianela Pérez la estadística se invirtió. La vendedora trabaja en la esquina de El Chorro, en la avenida Universidad y vive en La Pastora; un trayecto que fácilmente podía sortearse en unos 20 minutos; ese tiempo ahora se le ha convertido en una hora u hora y veinte en el peor de los casos.

Pérez sale del trabajo a la 5:30 pm y sortea el kilómetro de distancia que hay entre El Chorro y la plaza de La Candelaria a pie. En vez de avanzar hacia su casa retrocede para llegar hasta la parada en la que más fácilmente podrá abordar una unidad. “Cuando subo a la avenida Urdaneta los carros pasan llenos, si es que pasan, y no me puedo montar. Prefiero ir a La Candelaria porque ahí se baja más gente”. De esa línea que cubre el recorrido de Petare a La Pastora ha escuchado decir a los conductores que de 123 unidades solo están prestando servicio 24.

Sabe que a las 7:30 pm ya no va a encontrar un autobús que la deje cerca de su casa. Así que en algunas oportunidades ha tenido que tomar cualquier bus, quedarse en las cercanías de Miraflores y caminar casi hasta Lídice. “Es otro factor que deteriora la calidad de vida. Uno tiene que andar apurado en lo que empieza a oscurecer, ligar que se pare la camioneta; o correr detrás de ella para subirse todo amorochado. A veces a ese estrés se suma el aviso de que va a llegar el CLAP y hay que apurarse más para llegar a recibir la caja”. Otras tantas veces el conductor de la unidad ve la aglomeración de gente en las paradas improvisadas y sigue de largo.

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Hugo Ocando, representante del Comando Intergremial de Transportistas, afirma que si en Caracas se nota la escasez de unidades en el interior es más grave. “Hay que rendir los carros. Tenemos unidades que trabajan con los cauchos lisos, así que nada más ruedan medio día. Eso permite que el cambio de aceite que se hacía cada 30 días ahora se haga cada 60. Hay otras unidades que trabajan un día sí y otro no”. Además alerta sobre la desaparición de líneas de transporte –en Caracas hay 325 organizaciones– y sobre la proliferación de unidades piratas.

“Nada más en Catia cinco han desaparecido y muchas están a punto de desaparecer. Si no hay insumos cómo trabajan. Hay choferes que se están yendo al interior porque la tarifa más baja se cobra en Caracas. En Táchira si se pasa de un municipio a otro se cobran hasta 1.500 bolívares. En cambio, todas las regulaciones del país caen sobre los transportistas de aquí”, argumenta el representante gremial. “El transportista termina subsidiando al estudiante, al de la tercera edad, a la persona con discapacidad, y hasta a los desempleados. Se está humillando al gremio, los transportistas van a desaparecer y se va a afectar aún más la calidad de vida de los usuarios”.

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Sufrir en la periferia

Jesús Barreto vive en los Valles del Tuy. Allá su drama del transporte nocturno ha sido escalonado. En noviembre del año pasado las líneas de transporte que recogían a los pasajeros en la Estación Cúa o General Ezequiel Zamora del Sistema Ferroviario Tuy Medio acordaron en noviembre de 2016 que solo prestarían servicio hasta las 7:30 pm. Alegaron que se debía a la inseguridad y a la dificultad para conseguir cauchos y repuestos. De este modo se proponían alargar la vida útil de las camioneticas.

La solución entonces fueron las unidades rojas del Sitssa. Debía espera hasta una hora en la estación a que el Yutong apareciera. De lo contrario las opciones eran irse en taxi o en una de esas unidades que en teoría solo trabajaba hasta las 7:30pm, pero que se quedaba pirateando cobrando hasta el doble del pasaje regulado. El Sitssa apenas cobraba 50 bolívares. “A veces tenía que esperar hasta las 9:00 pm, porque esa era la opción barata”.

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En junio la opción barata desapareció. La explicación que recibieron los usuarios fue que la ruta fue eliminada debido a las guarimbas. “Eso no tenía sentido porque por allá no había protestas. Después alegaron que esas unidades estaban supliendo a otras rutas donde los vehículos fueron vandalizados. De tres rutas solo quedó la que va a Tácata, que es una zona rural”.

Ahora Barreto pasó de pagar 50 bolívares a 3.500 cuando no le queda más remedio que tomar un taxi. Las unidades que cobran la tarifa de 280 restringieron aún más su horario y solo se les ve hasta las 6:00 pm. “Las unidades piratas cobran lo que les da la gana sin que exista ningún tipo de control. He escuchado el caso de personas que se tienen que quedar a dormir en la estación porque no les alcanza para pagar ni el pirata, ni el taxi que los lleve a sus casas”. Para colmo se ha encontrado con pick-up y hasta camiones volteo cobrando lo que sea en las noches para llevar a los usuarios desesperados hasta sus destinos.

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