Investigación

Bera: imperio en dos ruedas

En apenas una década, Bera pasó de ser una tienda de motos de segunda mano a una industria con dos plantas que produce más de 230.000 unidades al año. Sus envidiables relaciones con el gobierno le han servido para obtener prebendas únicas en el sector y diversificar un negocio que cunde y atropella las calles

Infografía: Nathalie Saad
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Si algo ha caracterizado el vertiginoso aumento del parque nacional de motos es la rapidez con que se levantó el sector industrial de estos jumentos de dos ruedas —que han inundado las calles de Venezuela incluso con violencia. Y una empresa despunta en particular: Bera. La marca, tras consolidarse como la segunda del mercado, aspira a mucho más. Está amparada por una demanda que parece no tener límites y por relaciones con instancias de poder que van desde el Municipio José Félix Rivas, La Victoria, y la Alcaldía de Aragua, hasta el gobierno nacional. Son tan sólidas que se da el tupé de ser la única ensambladora autorizada a importar todo el material de producción que requiera.

De historia breve pero minada de detalles, Bera nace en 1997 como una simple compra-venta de motos de segunda mano ubicada en la solariega ciudad de La Victoria, según consta en el Registro Mercantil Primero del estado Aragua. ¿Su propietario? Elías Beirouti Khouri: un joven parroquiano de ascendencia árabe que decidió probar suerte en un negocio poco explotado pero promisorio.

El tiempo le dio la dio la razón. El desmedido empuje que, desde el año 2000, tuvo el comercio de motos importadas, llevó a varios empresarios de buen olfato a presentar proyectos de ensamblaje —con miras a capitalizar parte de los recursos que se iban por la vía de la importación.

Beirouti —o Beiruti, según se lee en otros documentos civiles y mercantiles— fue uno de los que quiso hacerse industrial y en 2005 inscribió en el Registro Mercantil Primero del estado Yaracuy la Corporación KuriSam Bera, germen administrativo de la futura ensambladora de piezas chinas.

El nuevo imperio

“Tengo entendido que su familia, y en especial su suegro, ayudaron a Beirouti a darle forma a la fábrica”, asegura un allegado a la firma que prefiere el anonimato para cuidar sus estrechas relaciones con KuriSam. Además, la fuente recuerda que el empresario está unido en santo matrimonio con María Gabriela Ragusa, pimpollo de una familia clásica victoriana con raigambre y no pocos bienes de fortuna.

Sin embargo, la producción no arrancó sino cinco años después, tiempo en el cual la embrionaria ensambladora se dedicó a la lucrativa importación de unidades armadas que vendía como pan caliente por su bajo costo. El hecho despertó no pocas sospechas por las facilidades otorgadas al industrial de puerto.

De esa época datan los primeros rumores sobre los supuestos “verdaderos dueños” de Bera. Una lista que, como era de esperar, encabezaba Diosdado Cabello, seguido por los últimos gobernadores de Aragua, Rafael Isea y Tarek El Alssaimi, así como militares de alto rango. Cotilleo no más. Hasta el momento no se ha comprobado la participación de nadie ajeno al clan familiar en el rodante negocio.

Lo que sí es cierto es que en un santiamén Bera se convirtió un pequeño imperio. A principio de 2010 se inauguraba una modesta planta en la zona industria La Chapa. Apenas un año después, Beirouti volvía a convocar a la prensa para el corte de cinta de una segunda factoría en La Morita, entre Turmero y Maracay, que requirió la inyección de casi 64 millones de bolívares, cuatro veces más de lo invertido un año atrás.

“Nadie levanta una empresa de la noche a la mañana y menos si eres nuevo en el negocio. Para eso se necesita mucho dinero y contactos”, afirma otra fuente cercana al sector que también declara en condición de anonimato. Asevera que en el Ministerio de Industrias, cuya cabeza es el hermano de Diosdado Cabello, José David Cabello, reposa una investigación contra Bera por la importación de motos que pasaban por aduana como desarmadas, pero que en realidad llegaban listas para la venta.

De ello no se habla en el despecho de Cabello, pero lo que sí es un hecho es que Bera es la única firma que ha logrado una extensión de licencias de importación. A principios de enero, le fueron autorizados traer 80.000 kits de ensamblaje —previa entrega de dólares oficiales, claro—, pero luego de la reciente visita pastoral del Ministro de Industrias a la planta, le fue otorgado los 230.000 que inicialmente solicitaron para este año—todo gracias a una bula concedida por el vicepresidente Jorge Arreaza.

“Ello permitirá a la marca productora de la primera moto socialista del país dejar los malos tiempos”, suscribió Alí Almeida, Director de Capital Humano de Bera. La escasez de materia prima tocó las puertas de la empresa y la mantiene trabajando a menos de 40% de su capacidad.

Ramas y ramitas

“No sé de dónde saca dinero, pero Beirouti es dueño de muchos edificios en Panamá y tiene un montón de negocios en otros países”, suelta una de las fuentes anónimas consultadas, quien aclara que el grueso de las motos producidas en Venezuela dejan muy poco margen de ganancias para ello.

Poco o mucho el beneficio obtenido, el hecho es que Elías Beirouti aparece como director de al menos cuatro empresas registradas en la nación ístmica: Bera Moto Diseño, Beikho Trading Corporation, BKB Group, y Khobe Group. En estas tres últimas fungen como directores María Gabriela Ragusa, Carlos Ragusa y toda la prole Beirouti Khouri: José, Juan, David, Jesús y Andrés.

Dato curioso: con Andrés sería socio en BKB Internacional, cuya fachada comercial es Único Motos, firma que promete distribuir motos y accesorios de la marca homónima desde Río Grande hasta la Patagonia, pasando por el Caribe, China y Líbano. ¿Canibalismo para Bera? En la industria del motociclo se cree que es una simple extensión.

Socialismo en dos ruedas

Si su prioridad fue el mercado local, Bera siempre tuvo entre sus planes llevar a otros países sus motos low cost. Para ello anunció en 2013 la inversión de 2,7 millones de dólares para el levantamiento de una tercera planta que permitirá elevar la producción de 17.000 a 35.000 unidades al mes.

Y como las ideas y contactos no faltan, en ciernes está el proyecto de montar una cuarta planta para el ensamblaje de motocarros de carga, para lo cual según Alberto Espina, gerente general de la empresa, se conformará una empresa mixta con “una gobernación y una alcaldía amigas”. La socialista casa de gobierno yaracuyana sería la candidata.

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