Íconos

Borges, constructor de ficciones

Un constructor de imaginarios que asesinó a las palabras redundantes y que, a pesar de su muerte hace 30 años, sigue vivo entre letras. Sus historias vaticinaron realidades que para su tiempo histórico, solo vivían en la ficción de sus páginas

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Han pasado 30 años de la muerte Jorge Luis Borges, quien falleció el 14 de junio de 1986. No necesita presentación, el trabajo literario del ensayista, cuentista y poeta bonaerense ha recorrido el mundo y conquistado editoriales y miles de páginas. Más allá del número de publicaciones vendidas, Borges redefinió laberintos verbales. Su obra devino antídoto para la mortalidad.

Él, que pactó con lo infinito y convirtió a los sentimientos en matemáticas, logró darle un lugar a cada palabra. Comenzó desde muy joven en el mundo de la lectura. A los nueve años ya se había paseado con el Quijote en inglés y su adolescencia transcurrió de la mano de autores italianos y franceses. Su perfil políglota lo llevó a poder captar ritmos, formas y sintaxis —que fecundaron más tarde su escritura contemporánea.

La escritora Gisela Kozak afirma que Borges supo adaptarse a todas las corrientes de la época para crear una propia. “Hizo de sus textos —como Borges y yo, El Aleph y La Biblioteca de Babel— monumentos de la ficción. Salían del imaginario borgeano y nadaban en terrenos filosóficos, simbólicos, fantasiosos y literarios”.

“Su afán por las palabras justas obligó a los escritores ‘postborges’ a eliminar redundancias y las páginas de más”, vuelve. Aunque algunos todavía pequen por gula y sucumban ante el placer de querer decirlo casi todo.

Este hombre, que mantuvo viva la fantasía, se apegó tanto a la ficción que quiso hacer hasta de su propia imagen una invención quimérica. En palabras del cuentista Rodrigo Blanco Calderón: “a él le gustaba ficcionar quién era, trabajaba la dualidad de ser dos personas en una misma. Es por eso que es conocido como falsificador de su propia existencia”. Kozak comenta que Borges nunca tuvo un discurso uniforme en sus entrevistas. “Siempre jugó a responder lo que más le provocara en el momento, haciendo de su figura un personaje”. Por otro lado, el poeta Alexis Romero, comenta que Jorge Luis satirizaba a los escritores que buscaban reconocimiento. “Para él, era más relevante la obra que quien la escribía” concluye.

Sus últimos años transcurrieron en la oscuridad de la ceguera. Su dolencia no privó a su lectoría de mundos sensacionales y asombrosos. A pesar de que su estampa, en las últimas entrevistas televisadas, era la de un hombre vulnerable ante la vida. “Todavía se colaba la imagen de un ser humano que se dedicó más que a vivir, a leer”, afirma Calderón.

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