Ciudad

Caracas está más fea y olvidada

Mucho antes de la crisis humanitaria que se vive en el país comenzó el deterioro de la capital. Servicios esenciales como la limpieza de drenajes, la sustitución de tuberías o el mantenimiento del alumbrado público no se cumplen a cabalidad. La consecuencia es una ciudad fea, llena de pozos y de huecos peligrosos donde peatones sucumben a la desidia

Fotografías: Cristian Hernández
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Caracas está fea. Luce opaca. Aunque el sol brille más que nunca la ciudad está gris. El hollín de los carros se quedó adherido a las paredes y ni la lluvia más recia lo despega. Está sucia. Hay basura en las aceras; pero ahí no se queda, los desperdicios se meten en los brocales y tapan los desagües. Caracas también está inundada. Cada hueco en el asfalto deviene pozo. Nadie se ocupa de drenarlos. Se forman entonces las lagunas. El agua estancada se quedará ahí hasta que el sol haga lo suyo y se cumpla el ciclo del agua. La ciudad está hostil y quien la padece es el ciudadano.
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Caracas no tiene dolientes. “Pareciera que nos estamos acostumbrando”, dice el mototaxista José Bejarano. Es petareño y la calle debajo del elevado de Palo Verde es su suplicio y también súcubo. La atraviesa todos los días para ir trabajar. O más bien “rustiquea” encima de ella. El asfalto allí no está nivelado. Dibuja ondas, como si se anduviera por encima del mar, en lugar de manejando sobre el pavimento. “Esto es lo peor de lo peor”, asegura. Allí lidia no solo con el temor a perder un caucho, sino también con el caos de la Redoma de Petare. A un lado tiene vendedores, al otro —pegados al muro del elevado— hombres hundiendo el aliento en los desechos. Hace calor, pero no es el clima, es el tubo de escape de todos los vehículos que tiene a su alrededor. Se enciman, casi lo tumban. La calle ya no es el mejor ejemplo de lo urbano ni de lo público. Bejarano se arrepiente de su anterior afirmación en la misma avenida Francisco de Miranda, esta vez a la altura de La California: “Esto también está feo”, asevera. Repite lo mismo en Los Dos Caminos. Al salir del distribuidor de Santa Cecilia y subir junto al centro comercial Millenium. El asfalto no está liso. Varios cráteres retan su pericia. El único punto a favor en esa área es que controlaron el bote de agua, hasta entonces incesante, que contribuía para que se abrieran esos huecos. El mototaxista no se acostumbra, aunque su oficio haga que tenga medidos muchos de los huecos que dificultan el tránsito en la capital.
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En Candelaria, muy cerca de la plaza, entre las esquinas de Ferrenquin a La Cruz hay otra calle para corcovear. “Había un bote de agua que duró como un mes o mes y medio. Le llamábamos la fuente de la Candelaria. Lo acaban de tapar, pero aquí quedaron no los cráteres de la Luna, sino los de Marte, porque nada más asfaltaron el pedacito en donde estaba el hueco. Primero vino Hidrocapital y arregló la tubería, pero luego cubrieron eso con tierra. Llovió y se formó un barrial. Al día siguiente vino la Alcaldía de Libertador y asfaltó ese pedacito nada más”, relata Jefferson Andueza, que trabaja como vigilante en un hotel ubicado frente al sitio.
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El estudio titulado Análisis de los Servicios de Agua Potable y Alcantarillado Sanitario en el Área Metropolitana de Caracas, presentado por el Instituto Metropolitano de Urbanismo, determinó que se desperdicia entre 25% y 30% del agua potable que llega al área metropolitana: de ese total 65% se pierde dentro de las viviendas, industrias o empresas y el restante se fuga en las calles. Por eso es frecuente ver las vías de la ciudad agujereadas y hundidas. La cifra es alarmante, si se lleva a número duros, se pierden, en promedio, 5.000 litros por segundo, que equivalen a 18.000.000 de litros de agua cada hora y 432.000.000 litros por día. Es decir que cada 21 días se pierde la cantidad de agua total que puede almacenar el embalse de La Mariposa. Las tuberías del área metropolitana hace rato que se vencieron. Fueron instaladas en la década de 1950 y la mayoría tiene 50 años de vida útil. Van para 20 años trabajando de más.
La empresa no da el ejemplo ni siquiera en su alrededor. Del Sistema de Bombeo Termópilas, en La Pastora, brota el agua limpia, y moja un basurero. “No es Hidrocapital, sino hidrocriminal”, declara Manuel Hernández, habitante de El Junquito que ha visto como por su sector abundan estos botes, sin que la hidrológica los repare. “Cerca de la antigua cárcel de El Junquito, abrieron un hueco y lo dejaron así, después fueron más arriba y abrieron otro, y ahí están. No hicieron nada, puro abrir el hueco”. Hernández trabaja en La Hoyada. Vende jabones en una acera. O al menos trata. Justo en el sitio en el que suele instalar su tarantín se abrió un boquete. Esta vez no por culpa de la empresa estatal, sino del aseo urbano: “Vino el camión una noche a recoger la basura y se paró sobre la acera. Ya va para un mes que se abrió la tronera y nadie ha venido, seguro no lo harán hasta que empiecen las elecciones”. El hueco obliga a los peatones a pegarse contra la pared o a lanzarse a la calle. Y se ha convertido en basurero improvisado. En este mes, Hernández solo ha visto a un distraído caer dentro de él. “Uno trabaja aquí y eso da mal aspecto, esperamos que lo reparen”, reclama.
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Bajo el elevado de San Bernardino hay una laguna. Los mototaxistas que trabajan a su alrededor dicen que se formó hace tres meses y que no hay manera que el agua se vaya porque comenzaron las lluvias. “La tormenta Brett pasó por aquí. Está ciudad está olvidada. Nada sirve, está hecha un desastre”, subraya Manuel Villarreal con pesimismo. “Ahorita está bajito. Hay momentos en los que la laguna se monta en la acera y ocupa toda la cuadra”. Así como las tuberías están vencidas, los drenajes tampoco reciben mantenimiento. El Colegio de Ingeniero de Venezuela advirtió en 2016 que 55% de la red de drenajes de la ciudad, tanto en vías municipales como expresas, está obstruida. Tapadas con basura, escombros y hasta de restos de asfalto. Las zonas más críticas serían la Redoma de La India, Caricuao, Antímano, Agua de Maíz, Petare, San Martín, Artigas, Las Mercedes, Bello Monte, San Bernardino, El Marqués y La Castellana.
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La ciudad se volvió en contra. El alumbrado público es otro que brilla por su ausencia y la oscuridad abre espacios a la delincuencia. Avenidas principales y calles transversales están a oscuras. En la avenida Libertador, por ejemplo, falla la iluminación de la parte baja, instalada cuando inauguraron el mural Uracoa de Mateo Manaure, en 2012. Hubo un tiempo en que el propio mural recibía mantenimiento preventivo y correctivo con cierta frecuencia. Pero eso también quedó en el pasado. El mural vial de mosaico vítreo más largo del mundo —con 3.000 metros lineales de longitud— está abandonado, grafiteado, sucio y chamuscado. Junto a la quinta escalera —dirección oeste-este— se cayó un buen trozo.
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El Metro, que hace un par de décadas era una tacita de plata, también está sucio. Ya no solo en los andenes. También en los trenes, cuyos pisos están manchados porque hace rato que nadie respeta la norma del sistema que dice que está prohibido consumir alimentos y bebidas. En la superficie las aceras están desniveladas, las alcantarillas levantadas y los pasos de cebra descoloridos. La lista de males es larga.
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La ciudad no deja de ser prioridad
Las defensas de la avenida Francisco de Miranda faltan en varios sectores. Los utilizan los manifestantes, miembros de la resistencia, para defenderse de la arremetida de la Guardia y de la Policía Nacional Bolivariana. Lo mismo hacen estos muchachos con el mobiliario urbano, las vallas publicitarias, y los mojones y las defensas de la avenida Victoria, que figura en toda su extensión en la lista de bienes patrimoniales del municipio Libertador.
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En la autopista del Este, a la altura del Distribuidor Santa Fe, individuos en motos incendiaron vallas y tumbaron postes, un habitante de la zona reporta que alrededor de una docena. “Es un peligro, tanta oscuridad atrae a la delincuencia. Hay que rescatar la Caracas de antes, todo lo bueno, porque ahora estamos de mal en peor”. Tanto allí como en Altamira el asfalto está manchado de negro en los lugares en que encienden las barricadas. Al igual que en la avenida Río de Janeiro —entre Las Mercedes y Bello Monte—donde ni la lluvia apaga algunas fogatas.
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En estos tiempos de guarimba pareciera que la ciudad pasa a segundo plano, pero no es así. Orlando Marín, director del Instituto de Estudios Regionales y Urbanos de la Universidad Simón Bolívar, subraya que no se puede dejar por fuera la infraestructura: “Es importante mantener lo que tenemos, verlo como un tesoro y cuidarlo”. El arquitecto y diseñador urbano Enrique Larrañaga reconoce que en este momento se puede decir que las prioridades son otras. No obstante, puntualiza que el abandono de la ciudad comenzó antes de la actual crisis. “El gobierno nacional no ha hecho nada importante por Caracas casi desde la inauguración del Metro, o la sede de la Galería de Arte Nacional que no se ha completado. El espacio público está desatendido, y este gobierno solo ha promovido el Mausoleo de Simón Bolívar y la Misión Vivienda, mientras que los gobiernos municipales tampoco han hecho demasiado”.
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Larrañaga menciona ejemplos: la Plaza Alfredo Sadel en Las Mercedes, el edificio del registro en Chacao, la Plaza de Los Palos Grandes y algunas intervenciones en zonas de barrio en Libertador. “Falta coordinación. A la Alcaldía Metropolitana que es la responsable de esto también le sustrajeron competencias, para dárselas al Gobierno de Distrito Capital. ¿Cuántos jefes de gobierno van desde que se creó en 2009? Ese es un indicador de la importancia de la ciudad capital para el Gobierno central. Es imposible en cinco o seis meses hacer planteamientos de políticas públicas”. El arquitecto señala que tanto el sistema de tuberías como el alumbrado son competencias del Gobierno Central ya que le fueron arrebatadas a la municipalidad “y no quedó muy claro qué tiene que hacer cada ente, lo que está claro es que no han hecho su trabajo”.
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Fernando Castro, vicepresidente del Consejo Venezolano de Urbanismo, enfatiza en que el ciudadano no puede prescindir de la inversión en la infraestructura de la ciudad. “Hay que ir al fondo de la crisis. No es cierto que ocurra por falta de recursos. Es resultado de querer imponer un modelo de administración de la ciudad que está fuera de lo que dice la Constitución. Se neutraliza la capacidad de gestión de los municipios y se nombran a dedo autoridades paralelas. Eso causa un daño letal a la hora de hacer ciudad”. Afirma que es falso que solo el Estado pueda cubrir las necesidades de crecimiento, desarrollo e infraestructura de servicios de las ciudades y llevar bienestar. “Ni puede solo el sector privado, ni puede solo el público. Deben actuar en conjunto el Estado, los privados y sobre todo debe haber seguridad jurídica; porque la población va a seguir creciendo aunque se pare por decreto el desarrollo”.
Larrañaga es optimista. Ve en el caos la oportunidad para que “los ciudadanos no permitan volver a ser ignorados y ofendidos de esta manera y para que los profesionales del área no callen. La ventaja es que esta ciudad está hecha y por hacer. Hay que aprovechar eso”. Sin asco o temor de rozar la calle.]]>

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