Sucesos

Carlos José Moreno, el dolor que no deja de hacer mella

Carlos José Moreno Barón cayó en la plaza La Estrella el 19 de abril de 2017. Un balazo en la frente le detuvo la vida, días antes de llegar a la mayoría de edad. A un año, su madre vive con el dolor a flor de piel. Como si hubiera sido ayer que le llegó la noticia de que el más pequeño de la casa había fallecido. Recuerda la mañana de aquel miércoles como un día normal, pero que se convirtió en desgracia: su hijo salió a un partido de fútbol y la muerte se lo tropezó

PORTADA: HÉCTOR TREJO (ARCHIVO) | FOTOS EN EL TEXTO: AP, VÍCTOR AMAYA, ANDREA BALLESTEROS
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Ha pasado un año y Ana Marisel Barón todavía siente que su corazón se le desgarra de las entrañas cuando piensa en su hijo Carlos. Los domingos de descanso se le convirtieron en días para ir al cementerio a visitar una tumba. La alegría que reinaba en las cuatro paredes de su hogar se transformó en soledad y en profundo silencio. Los abrazos los cambió por un par de contemplaciones a las fotos. El centro de su existencia perdió el eje. Cada día se convence a sí misma que debe seguir viviendo, pero la mayoría de las veces no logra asimilar que su retoño se fue para no volver.

El 19 de abril de 2017 una bala en la cabeza le apagó la vida a Carlos José Moreno Barón, de 17 años, y su madre todavía lo llora con la misma desesperanza, como si la noticia la hubiera recibido hace pocas horas. Le arrancaron algo, ya no se siente completa. Para ella, todo cambió. “Yo me levanto a cualquier hora de la noche y lo único que hago es pensar en él. Salgo a trabajar porque tengo que hacer mis actividades. Pero nada es igual, me falta mi muchacho”. No hay consuelo que valga.

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Las protestas contra el gobierno de Nicolás Maduro iniciaron el 1 de abril de hace un año, luego de que el Tribunal Supremo de Justicia emitiera dos sentencias que le arrebataron los poderes a la Asamblea Nacional, de mayoría opositora. Las manifestaciones callejeras se extendieron hasta cuatro meses después. Marchas fueron sinónimo de represión. Y la fuerza de los cuerpos de seguridad se tradujo en muertes.

El primero fue Jairo Ortiz en el estado Miranda. A él le siguieron cuatro caídos más, uno en el estado Carabobo y tres en Lara. Carlos José Moreno fue el sexto, el primero en Caracas. Un año después de que el joven cursante de su primer año de Economía en la Universidad Central de Venezuela (UCV) abandonara las aulas para siempre, el dolor sigue haciendo mella en la familia que recuerda la convocatoria a “la mamá de todas las marchas”. En la capital, la movilización pretendía llegar a la Defensoría del Pueblo, en el centro de la ciudad, desde 26 puntos distintos. La plaza La Estrella, en San Bernandino, formaba parte de la ruta.

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Era feriado y Carlos se levantó temprano. Fue al cuarto de su madre y se acostó a su lado. Le notificó que iría a Chuao a jugar fútbol con unos amigos y ella, para no perder la costumbre en consentirlo siempre que pudiera, le prometió que haría arepas para que se las comiera en el desayuno. Pero el apuro no lo dejó llenarse el estómago.

Ya me están llamando.
Conchale, Carlos, no vayas a ir a la marcha mira que es peligroso.
Te lo juro que no voy a la marcha, ¿acaso estoy vestido como para ir a una marcha?

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La vestimenta deportiva fortalecía el argumento. Agarró efectivo, recibió la bendición y salió de su casa ubicada en La Candelaria, cercana a la Cruz Roja. “Ve por el buen camino”, fueron las últimas palabras que le soltó su madre. Ana Marisel se acostó nuevamente a ver televisión.

La primera señal llegó a los pocos minutos, aunque nadie la reconoció como una alerta. “Mamá, mataron a un chamo”, le contó su hija Alejandra. “Ay, otro más”, solo atinó a pensar. El nombre del joven no había salido en las noticias y nada advertía su identidad. El presentimiento de madre, ese que se manifiesta cuando algo no anda bien, no estuvo ese día. A los 10 minutos llamaron del Hospital de Clínicas Caracas.

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¿Usted es la mamá de Carlos José? Le estamos llamando por algo referente a su hijo. ¿Puede venir a la clínica?
Claro.
No vaya a venir sola.

La mujer con entonces 51 años no imaginaba la magnitud de lo ocurrido. La voz apacible del médico tampoco la ayudaba a comprender. “Yo lo que pensaba era que había tenido algún inconveniente con algún guardia y lo estaban resguardando allá». Ningún pensamiento negativo cruzó por su mente. ¿O tal vez no quería pensar nada negativo? No sabe con claridad. Se fue caminando hasta el centro de salud junto a sus otros dos hijos.

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Verlo caer

Ese día, a María Emilia Jorge la mandaron a reportar la marcha opositora en La Pastora. La periodista fue hasta allá, pero en el sector del municipio Libertador no ocurría nada relevante. Ahí la gente no se arriesgó a salir. “Me imagino que por la cantidad de autobuses chavistas que pararon a ambos lados de la avenida Baralt y el número absurdo de guardias nacionales que custodiaban el Tribunal Supremo de Justicia”. Le cambiaron el destino: “vete a El Paraíso que los están reprimiendo”. Su terquedad la hizo querer pasar primero por la plaza La Estrella para “ver el ambiente y seguir”. El destino le tenía otro plan.

En camino al lugar, vio alrededor de 15 motorizados con pasamontañas y lentes negros. En principio, no los vislumbró como una gran amenaza. “Pensé que simplemente rondarían la concentración para asustar y dispersar. La idea comeflor número dos”.

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Escuchó detonaciones y se paralizó de pies a cabeza, como siempre le ocurría cuando se hallaba en tiroteos. Para su suerte, la gente que corría en busca de refugio la arrastró hasta un sitio alejada del peligro. “Cuando todo se calmó, regresé a buscar al motorizado con el que andaba y vi cómo la diputada Gaby Arellano ayudaba a montar en una moto al muchacho que murió de un balazo en la cabeza. Se llamaba Carlos Moreno. Seguía vivo y lo llevaron a Clínicas Caracas”.

El cuerpo de Carlos cayó al lado de Jean Mayora. El coordinador político del municipio Sucre por el partido Voluntad Popular había ido hasta la plaza con la diputada Gaby Arellano para concentrarse con los manifestantes y unirse a la movilización. Cuando llegó, en el lugar no había más de 15 personas. A los minutos, la gente abarrotaba la vía.

Con un megáfono en la mano mientras mantenía contacto directo con una sala situacional de la organización, Mayora vio cuando desde la calle que conecta con la avenida Panteón bajaron tres motorizados con sendos parrilleros y se pararon a mitad de la avenida. “Tenían toda la apariencia de colectivos: vestidos de negros y caras tapadas”, cuenta el activista. La multitud se alarma y algunos empiezan a levantar barricadas. “No corramos, nosotros somos más”, gritó el político.

Carloscita3Mayora relata que todo ocurrió muy rápido. Los motorizados lanzaron artefactos explosivos y dos bombas lacrimógenas. Dos o tres dispararon al aire.“Yo me agacho y cuando me volteó, veo los pies de Carlos que estaban moviéndose. Empecé a gritar: ‘¿Quién me ayuda? A este chamo le dio un ataque epiléptico’. Luego le veo el tiro en la cabeza”. Sintió miedo.

Una doctora apareció entre la multitud y determinó rápidamente que el muchacho tenía signos vitales. Entre varios lo montaron en una moto. “Su cuerpo no tenía fuerza. Era un tiro en la frente y la parte de atrás era una tapa que se abría. Cuando lo vi pensé ‘este chamo no sobrevive’. Yo estaba en shock, no fue a 20 metros, sino literalmente a mi lado. Y un tiro en la cabeza”. Eran alrededor de las 10:30 am y el suelo estaba bañado en sangre. El líder de Voluntad Popular avisó a la sala situacional: había un muerto en plaza La Estrella.

El dirigente del partido de Leopoldo López ha pasado por la zona en varias oportunidades desde lo ocurrido. Para él, la película se repite todos los días en su cabeza y no logra comprender algunas escenas. “Ahí tuvo que haber una cuarta persona escondida. ¿Cómo es que la bala sube y cae? Llama la atención porque ellos no dispararon en línea recta, recuerdo claramente ver las hojas de los árboles caer. Había alguien escondido en un punto selectivo”, afirma un año después de lo sucedido. Desde ese día, “empezaron a sembrar el miedo en Caracas”.

“No pudimos hacer nada”

“Su hijo tiene un disparo en la cabeza”, le dijeron los médicos a Ana Marisel cuando pisó la sala de emergencias de Clínicas Caracas, ubicado en la avenida Panteón. Tuvo oportunidad de ver al menor de sus vástagos, sedado y a la espera de un neurocirujano para hacerle una operación. Pero ella quería saber la verdad, pidió a los doctores un diagnóstico y la respuesta no fue esperanzadora: o quedaba parapléjico o se iba a morir. Le prometieron hacer lo que estuviera a su alcance. “Yo estaba ahí, lo estaba viendo y yo todavía no podía creer que me estaba pasando eso”, cuenta la mujer.

Carlosfoto3 En realidad, el ingreso a la clínica ocurrió pasadas las 11 de la mañana, y los familiares arribaron cerca de las 12 del mediodía. En los pasillos de la clínica Ana Marisel perdió la noción del tiempo. La espera se sintió como de 45 minutos, pero no logra precisar. Allí lloró, rezó, caminó de un lado a otro. Vio llegar a familiares, periodistas, heridos. Afuera, los equipos de reporteros buscaban confirmaciones. Ya se tenía el nombre y la edad del muchacho confirmadas, luego de un primer reporte que erraba la edad escuchado por una transmisión de radio de la PNB, que custodiaba el lugar. No había información oficial. Nadie hablaba.

Tres reporteros lograron entrar hasta el sótano donde estaba la familia Moreno. Andrea Ballesteros por El Estímulo, Julett Pineda por Efecto Cocuyo y Víctor Amaya, por TalCual. Alejandra, la hermana de Carlos, quiso hablar. Relató cómo había sido la mañana, que se enteraron porque el joven tenía ficha médica con los datos de contacto en ese centro de salud y que los médicos les habían dicho que la operación podía ser larga. Hasta ese momento no había desenlace. Carloscita2El ambiente en aquella fría e iluminada sala era de tensión. Ana Marisel era consolada por familiares, le daban ánimo, le decían que Carlos saldría bien. No quiso hablar a la prensa, y los reporteros tampoco insistieron. Todos prefirieron recopilar los datos, y esperar, hacerse invisibles para, además, evitar ser desalojados del lugar.

A la 1:25 PM los familiares fueron convocados por los médicos para la sala de urgencias. Afuera solo se escuchó un alarido de dolor. La madre gritó más de una vez. Carlos José había muerto. «No aguantó el quirófano», dijo un doctor. El muchacho dejó de respirar en la mesa de operaciones. “Me dijeron ‘no pudimos hacer nada, su hijo tuvo un paro’ y yo le preguntaba: ‘¿Cómo me va a decir que o pudo hacer nada?’. Sus oídos no daban crédito a lo que resonaba en ellos.

La madre quiso verlo por última vez. Abrazó el cuerpo, lo beso, “estaba como dormido”. Le dijo lo que había repetido tantas veces al verlo, jamás con la idea de que sería una última.“Dios te bendiga siempre”. El acta de defunción reza que la causa de deceso fue un politraumatismo craneoencefálico en el lado izquierdo. Ella solo ve una cosa: un balazo se lo llevó.

Con el dolor a cuestas

El mismo día de su muerte, los familiares de Carlos fueron hasta la sede del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) a introducir la denuncia. Un grupo de uniformados de ese organismo, así como representantes del Ministerio Público, ya habían estado en la clínica levantando información sobre el suceso. La investigación quedó a cargo de las fiscalías 79° nacional y 55° del Área Metropolitana de Caracas. Un mes después del suceso, el fiscal encargado del caso le notificó que “el que accionó el arma está preso, junto a tres más”.

El 18 de mayo de 2017, el Tribunal 9º de Control de Caracas dictó privativa de libertad al oficial jefe de la Policía del municipio Sucre (Polisucre) Jonathan Ramón Camacho Delgado, de 35 años de edad, según informó el ministro de Interior, Néstor Reverol. Detalló que el individuo, de alias “Jonathan 38”, pertenecía al grupo de colectivos denominado 5 de Marzo, pertenecientes al sector San José de Cotiza.

El otro imputado fue Alexander Linares, por homicidio calificado, lesiones y agavillamiento. Desde entonces peranece recluido en a cárcel El Rodeo III. “El que accionó el arma, el que presuntamente se escondió en un container de basura, está preso. Hay tres más detenidos”, cuenta Ana Marisel. El juicio todavía no se ha iniciado.

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A la madre de Carlos siempre le preguntan si su hijo fue a la marcha opositora de aquel 19 de abril. Hasta la fecha, no lo sabe con exactitud. “No se si él se iba a conseguir con una persona allá o se acercó a ver”. Ya no importa tampoco.

Mientras espera por justicia, la madre del muchacho se siente a la deriva. “La gente te dice palabras para que uno se sienta bien y yo se las agradezco. Pero no hay nada que satisfaga esa ausencia. Yo tenía mi sueño de tener a mis hijos y hacerlos personas de bien. Ese sueño se fue”.

Un año después, el cuarto de Carlos Moreno está casi intacto, asegura. Solo sus ropas salieron de las gavetas para ir a parar en casa de conocidos, familiares o de niños de bajos recursos. “No estamos en una situación fácil. Yo no puedo tener ropa de él ahí sabiendo que alguien más la necesita”. Confiesa que a veces visita la habitación “para sentirlo cerca”. Aunque no encuentre sus ojos, aquellos marrones claros.

Este 19 de abril de 2018, Ana Marisel va a recordar a su hijo donde le arrebataron la vida a ambos, en la plaza La Estrella de San Bernandino. “Él cayó ahí”, dice con voz entrecortada. Suelta que el tiempo hará que asimile el dolor. “Supongo”, agrega. Ella va casi todos los domingos al Cementerio del Este a visitar a su hijo. Este 22 de abril no será la excepción: Carlos José Moreno estaría cumpliendo 19 años.

 

 

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