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Cenicienta: el bullying no va pa’l baile

Este viernes, Venezuela se une al estreno mundial de la nueva película de Disney La Cenicienta ─o como la llamaría Corín Tellado: Mi bono alimentario. La clásica historia de la muchacha de servicio que se convierte en princesa vuelve a las pantallas con actores de carne y hueso, después de 65 años de que el mundo la conociera en su versión animada

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Una película espectacular que hace uso de todos los elementos de la exitosa fórmula que descubrió Walt Disney: personajes memorables, visuales fantásticos y un corto animado de Frozen antes de comenzar el film.

Analizando la historia de La Cenicienta, escrita por Charles Perrault en 1697, es un relato poco interesante. A fin de cuentas, la versión moderna sería la de una chica castigada por su madrastra, que se escapó a una fiesta con un vestido prestado, conoció en el guateque a un tipo al que le “peloteó” toda la noche y terminó largándose a las 12:00 a.m. porque le dolían los pies. Algo que ocurre cada viernes de quincena.

Sin embargo, en el cuento original, Cenicienta es marginada por su madrastra y obligada a trabajar como una criada. ¿Abandona su casa? ¿Forma un sindicato? ¿Denuncia a sus hermanastras ante la Inspectoría del Trabajo por mala paga? No. Simplemente se deja humillar ante los vilipendios de su familia, sin dejar que eso la afecte porque cree fervientemente en la bondad. Eso es lo que la hace memorable el cuento. La narrativa deja ver que la protagonista está un poco loca, pues mantiene constantemente conversaciones con ratones, pero ese es otro punto.

Es la bondad de Cenicienta la que la convierte en un personaje infantil admirable. Aun cuando al final se casa con el príncipe, convirtiéndose en la trepadora social más grande de la historia y se toma el tiempo de perdonar a su madrastra. “Donde hay generosidad, hay bondad y donde hay bondad hay magia”, dice la nueva película de Disney. ¿Es cursi esa afirmación? Totalmente. Pero en un mundo lleno de personajes que, como la madrastra, actúan como acosadores, hace falta exaltar la bondad del más débil.

La bondad no está de moda hoy en día. La arremetida de la madrastra a la Cenicienta no dista de lo que hacen cientos de niños en sus colegios. Incluso se parece mucho a lo que ciertos gobiernos le hacen a su pueblo. El bullying, ese nefasto acoso físico y psicológico de manera continuada, se ha propagado como una epidemia. No se alaba la hazaña de aquel que quiere un mundo mejor, sino que se exalta a aquel que hace todo lo posible por quedarse solo con el mundo que él quiere.

Tomemos a Venezuela como ejemplo. Al baile de hoy solo asisten los enchufados, en carrozas con escoltas y vestidos de pies a cabeza de privilegio. ¿Qué bondad ni qué bondad? Mientras Cenicienta hace la cola en el supermercado, porque no hay arroz para la cena.

La figura de la madrastra parece haber triunfado en los corrientes. En la película, ella solo le presta atención a sus propios intereses. Considera que sus hijastras son el mejor partido y hace todo para que ellas le roben el corazón al príncipe. En Venezuela no hay príncipes. Hay solo condecoraciones, como lo debe saber el flamante ─y muy sancionado─ nuevo Ministro de Interior y Justicia. ¿Quien le impuso esa condecoración? Un bully que trata a Venezuela como la madrastra trataba a Cenicienta.

La moral de todo cuento infantil siempre encuentra la manera de repetirse en la vida. No importa cómo se desarrolle la historia, al final el Emperador estará desnudo, el pastorcito que gritaba “¡Lobo!” será devorado por la bestia peluda y la tortuga le ganará a la liebre. El mundo es de los que creemos en la bondad y somos nosotros los que, tarde o temprano, estaremos de moda. El que sienta que tiene el poder eterno y crea que el bullying es una forma majestuosa de comportarse en la vida, que se vea reflejado en la madrastra. El que entienda de bondad, que se calce su zapato.

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