Semblanza

César Miguel Rondón reverencia la libertad

Su oficio ha sido narrar noticias, historias, realidades, ficciones, canciones y libertades. Son los relatos que lo han acompañado en su vida y que ha brindado a los otros, sin importar formatos. César Miguel Rondón es un venezolano indiscutible, comprometido con la democracia y con los ritmos del país

Fotografía: www.cesarmiguelrondon.com
Publicidad

Pieza única del rompecabezas del país. Su consistente perfil no encaja en los estereotipos que pretenden la ridiculizada homogeneización del adversario, ni se amolda dócilmente a las etiquetas, ni siquiera las de la publicidad y el mercado, para mayor incomodidad de aquellos cuya bitácora es aquel manual añoso y amarillento; y la brújula, el pares o nones. En esta hora cochambrosa y desprovista, le resultará fatigoso al gobierno lidiar con su inalterable credibilidad —la que lo blinda en las actuales circunstancias guerreristas— y con su fama, que es consenso, de hombre sensato. Promotores de la polarización la emprenden —y les sale el tiro por la culata— contra una figura de indiscutible popularidad —la suya hecha a pulso, no de golpe—, difícil de reducir y encasillar, sobre la que rebota sin horadar el epíteto de escuálido o cualquier otro del neolenguaje sectario y peyorativo que conjugan. Con un hombre de palabra han topado.

Le han reclamado al periodista estricto, y de impecable trayectoria, que no debió tolerar la respuesta supuestamente ofensiva del alcalde de Cúcuta —al que entrevistó el 22 de septiembre. Él expresaría su parecer sobre la realidad venezolana. Exaltados los censores, ay, han vociferado que debió haberle salido al paso, atajarlo, contradecirlo —extraña lección de periodismo la que intenta ofrecer Conatel en un comunicado desconcertante, temerario. “¡Si es que es venezolano de verdad!”. También le han dicho extranjero. Nacido en México por circunstancias políticas, el exilio en tiempos de dictadura perezjimenista —los nueve minutos de la editorial del 25 de septiembre que dedica en Circuito Éxitos a su biografía y a su pena son excepcionales—, César Miguel Rondón, hijo del embajador César Rondón Lovera, conductor radial —no presidente—, se sabe, con todas las de la ley, venezolano por nacimiento, y “por vida”.

cita4

Lo único que consiguieron los adversarios de la libertad de expresión, del ejercicio democrático, de la verdad que lee y comenta diariamente el dueño de las mañanas fue que el gesto se convirtiera en boomerang. Solo ha servido para reiterar las dudas sobre la nacionalidad de Nicolás Maduro, cuya partida de nacimiento es una ausencia más en la puesta en escena de la escasez.

Tiene que incomodarles, sí, este hombre —tan parecido en la fisonomía a aquel personaje de animación El Crítico, y crítico de cine fue— que se escabulle del cliché, al que no le van los moldes supuestamente repudiables del imaginario chavista.

Ávido lector y curioso de saber, como todo buen periodista. “Comparte cada hallazgo, deducción e información con deleite, creo que no se da cuenta de que es un profesor”, dice la productora de Unión Radio, Valentina Maninat, desde Estados Unidos. Tiene estudios de Filosofía. Detenta un talante liviano, no lacónico ni grave, lo mismo que un aura cálida y accesible —si la luz cenital lo persigue, él no voltea engolosinado a verla. Con duende para la comunicación, este contrincante del rojo que fue, no intenta, por cierto, congraciarse con la platea para obtener votos. El dilema está servido, pues. Su buena labia se le planta al pretendido control de contenidos.

Sobrio, observador del huracán por oficio, desdeñoso del escándalo y sin aspiraciones político partidistas, César Miguel Rondón, confirman los más cercanos, es un hombre de centro y centrado, celoso de su intimidad que mantiene a buen resguardo. Y es en casa donde se reúne con amigos, que son muchos, donde ve películas, que le encanta, y ejerce de anfitrión de la bohemia tempranera y en horario diurno, con su característico don de gentes y con la apuesta de siempre: persistir. Reverenciar la libertad que le es propia. Genética. Seña personal.

cita3

Insomne impenitente, madrugar es parte de su trabajo. A las 4 arranca su jornada. Adora un habano a las 5 quien dista del empaque del acérrimo intelectual —si ello fuera objetabl. Encarna, vaya, la figura del todoterreno. Sabe de vinos y practica tenis, casillas mediante, pero su pasión es el béisbol y su obsesión fundamental, además de Venezuela, es la música. Tiene este melómano el Ipod mejor surtido que imaginarse pueda. Oye lo más reciente de los compositores favoritos del jazz y, claro, la salsa. Promotor de espectáculos de sabor tropical con boleros o guaguancó. Entrañable de los más en el mundo de la canción popular, posiblemente y con total entusiasmo sus detractores hayan leído El libro de la salsa, crónica de la música del Caribe urbano. Es la biblia. ¿Cómo que no es venezolano?

También habrán visto las telenovelas que ha escrito —Ligia Elena, Nacho, El sol sale para todos, Y la Luna también, Ka Ina y Las Amazonas, versionada, exportada e hiperexitosa— y concederán que quien desmenuza la actualidad en un ejercicio cotidiano de hiperrealidad sin mazos ni gritos, no hay necesidad. Este devoto de las caraotas y voraz comedor de queso blanco y fresco, afecto a la buena cocina, nunca ha estado metido en un guiso. Que sus tantos años de conductor, productor, hacedor de la radio no dependen de un revocatorio sino de su perspicacia y de sus bien aperadas cuerdas vocales —súmese al buen timbre, la correcta dicción y la sintaxis apropiada. Se sienta desde hace muchos años en una silla que no tiene tornillos ni imanes, acaso buenos cuentos. Que los sutiles escarceos verbales frente al micrófono, que es suyo, en cerrada competencia con su amigo Iván Loscher —con quien condujo La flor en el ojal, un programa en el que revelaban, en medio de esto y aquello, honduras de música— lo harían merecedor del remoquete de La Voz. ¿Quién dijo chito?

Exigente, inquieto per sé —“a los productores nos cuesta seguirle el trote”, añade Maninat—, estable de emociones, solidario, ameno conversador, entusiasta de las congas y bailarín si apremia, organizado y padre devoto; con cada vástago sostiene una relación peculiar, una conexión como de hijo único. Nadie duda de que también podrían adjudicarle el apodo de Número 1, pero se apuraría la platea a acotar que es encantador pero que no necesita su ego del adictivo hábito alimenticio de la seducción. Es respetuoso de la mujer, “su más fiel admirador”, percibe Maninat. “Si recuerdas, la famosa editorial del 25 hace apología a una dama luchadora, Rosa Elena Tejeda, su madre”.

cita2

Es también guionista de cine. Escribió para las películas El secreto, Desnudo con naranjas, Cangrejo II, Galarraga, béisbol, puro béisbol. Narrador de Maestra vida, segunda ópera de salsa de la historia, escrita por Rubén Blades y Willie Colón. Es hijo de un preso político y de una mujer de coraje que, como Scarlett O’Hara, con las cortinas de casa se hizo un vestido de novia y celebró su boda rodando en su bici por las calles de Propatria, al regreso del acto civil —sin luna de miel— que protagonizaron ella y su ahora esposo en la penitenciaría de San Juan de los Morros donde César Rondón Lovera era preso político.

“Cuando el 23 de enero de 1958 nos avisaron que había caído la dictadura, mis padres brincaron como niños alborozados, entendí entonces que la libertad es una fiesta”, dice el ahijado de Andrés Eloy Blanco, dice César Miguel Rondón Tejeda, suerte de bien patrimonial que no ceja, dice el compañero de Leonardo Padrón en el espectáculo de despecho que ahora montan en el BOD de nombre tenaz, a cuento, decidor: El club de los porfiaos. “El lleno es total”, dice Padrón del evento que hace guiños de amor, entre otros, en la hora aciaga. Porque porfiaos somos todos. Es nuestra vocación, nuestra decisión, los porfiaos hacemos el país. ¿Quién lo duda?

Amenazado como el que más –“esta actitud del ciudadano César Miguel Rondón y del Circuito Éxitos Unión Radio expresa una línea editorial irresponsable y peligrosa que, amparada nuevamente en el uso de la libertad de expresión, derecho completamente garantizado en nuestro país, pretende criminalizar y descalificar ante la opinión pública la legítima defensa de los intereses de la República Bolivariana de Venezuela…”-, César Miguel Rondón en cualquier caso y sin titubeos, sigue. Sigue reconstruyendo, sigue armando las piezas, sigue en el puzzle, sigue en lo que adora: la historia. “Quizá lo miran desde que en su programa le habló del régimen a Vanessa Davis y ella se incomodó por el término”, sustenta Marcelino Bisbal. “Sin duda los coloca en el espejo pero al César lo que es del César”, dice Manuel Malaver y continúa: “César Miguel Rondón es un valor de todos y un valeroso, le digo a Floralicia —Anzola, su esposa— y a sus hijos que no están solos”.

cita1

Publicidad
Publicidad