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Charles Aznavour, la tenaz voz de la canción francesa

El cantante Charles Aznavour, fallecido en la madrugada del lunes 1 de octubre a los 94 años, se alzó a la fama mundial a pesar de una voz y físico atípicos que no le impidieron consagrarse con sus nostálgicas melodías como el último gigante de la canción francesa del siglo XX

TEXTO: AGENCIAS | FOTOGRAFÍAS: EFE Y AFP
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Charles Aznavour tenía condiciones poco propicias para ser una estrella del espectáculo: era bajito, sin formación musical y con un timbre de voz limitado. Le decían que era demasiado feo y que no podía cantar. Pero este gigante de 165 centímetros apodado «Aznovoice» por sus críticos -en un juego de palabras en inglés por «has no voice», no tiene voz-, vendió más de 180 millones de discos en ocho décadas de una carrera maratónica que nunca abandonó. Ha pasado a la historia como un monumento de la «chanson française».

Aznavour, cuyos cabellos canosos le aportaban una irresistible aura de veneración, falleció a los 94 años, y estuvo presente en los escenarios hasta sus últimos días, reflejo de su tenacidad, con la que superó obstáculos ante los que la mayoría habrían desistido.

Si su avanzada edad no le impidió seguir dando conciertos, tampoco sus limitaciones de partida le frenaron para bordar una excepcional carrera que le encumbró al olimpo de los cantantes de lengua francesa, donde también están Johnny Hallyday (1943-2017), Serge Gaingsbourg (1928-1991), Jacques Brel (1929-1978) y la propia Edith Piaf (1915-1963).

Fallece el cantante francés Aznavour a los 94 años

«¿Cuáles eran mis puntos débiles? Mi voz, mi estatura (no llegaba a 1,65 metros), mis gestos, mi falta de cultura e instrucción, mi falta de personalidad», reconocía Aznavour. «Pero tenacidad no me faltaba y fue eso lo que compensó», explicaba el compositor e intérprete, que vendió en vida más de 150 millones de discos todo el mundo, tenía más de 1.200 canciones y más de 250 discos publicados.

El Frank Sinatra francés de origen armenio se jactaba de haber grabado en los pesados discos de pasta de 78 revoluciones hasta los CD, pasando por los LP de vinilo, que inmortalizaron más de 800 canciones compuestas por él mismo, incluyendo unas 70 en español. «Si debe perdurar algo de mí o de mi trabajo, mis discos serán ampliamente suficientes», escribió Aznavour en su libro autobiográfico «De una puerta a la otra», publicado en 2011.

De «La Bohême» a «Que c’est triste Venise» (Venecia sin ti, en español), sus recitales en el mundo entero seguían convocando a miles de incondicionales que aplaudían sus grandes éxitos melódicos sobre el amor o el paso del tiempo.

Al igual que la de Charles Trenet (1913-2001), la popularidad de Aznavour trascendió edades y clases sociales, aunque sin llegar a entrar verdaderamente en el firmamento literario de cantautores como George Brassens, Leo Ferré o Jacques Brel.

Pero Aznavour fue ante todo el embajador de la canción francesa en el mundo, y en ese rol accedía a cantar en cualquier idioma: español, italiano, alemán, inglés, ruso… Cantó para papas, reyes o presidentes. En 1998, la cadena de televisión CNN y la revista Time lo coronaron «artista del siglo».

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Cuando la edad comenzó a ponerle límites, Aznavour no se dio por enterado. Usaba un taburete alto en el escenario y respaldaba su memoria con un apuntador electrónico. Poco antes de su muerte, había estado de gira en Japón y tenía previsto actuar este mes en Bruselas y cantar en Ereván en la cumbre de la Francofonía, el 11 y 12 de octubre, por invitación del presidente francés Emmanuel Macron. 

Bajo el ala de Edith Piaf

Nacido el 22 de mayo de 1924 en la calle Assas de París cerca del jardín de Luxemburgo, con el nombre de Shahnourh Varinag Aznavourian, su padre Mischa Aznavourian y su madre Knar Baghdassarian eran de origen armenio. Cuenta la leyenda que al nacer la partera no pudo pronunciar el nombre que le querían dar sus padres -Shahnourh-, y lo convirtió de inmediato a un Charles más francés.

Su familia de inmigrantes huyó de las persecuciones turcas y se habían instalado temporalmente en la capital francesa mientras se preparaban a emprender un viaje a Estados Unidos que jamás realizarían. «París es la ciudad de mi infancia, Erevan la de mis raíces», aseguraba Aznavour, que siempre reivindicó con orgullo sus raíces armenias que condimentaron con un toque de melancolía hasta la más alegre de sus canciones.

Sus padres eran amantes del mundo del espectáculo y le inculcaron el aprecio por la música, el teatro y el cine a sus hijos Aida y Charles mientras alternaban trabajos en restaurantes y en el sector textil. Como Piaf, Aznavour era un «chico de la calle» que tuvo que dejar los estudios muy pronto. Su formación autodidacta siempre la presentó como un motivo de orgullo. A los 9 años ensayaba solo frente a un espejo y decidió cambiar el apellido paterno Aznavourian por el patronímico artístico Aznavour.

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Al término de la Segunda Guerra Mundial, su encuentro con el pianista Pierre Roche marcó el inicio de sus trabajos musicales, aunque es su relación con el editor musical Raoul Breton la que acabó siendo crucial para su carrera. Aunque la fortuna tardó en llegar, le sonrió por primera vez en 1946 cuando llamó la atención de la cantante Edith Piaf, que lo embarcó al año siguiente en una gira por Estados Unidos.

En los años 50, Aznavour se lanzó como intérprete. En medio de críticas al timbre de su voz y a su falta de magnetismo sobre el escenario, el cantante tardó varios años en sentirse reconocido. Persistió en su determinación, más fuerte que aquel «velo de niebla» que cubría el timbre de su voz. Y que finalmente terminó siendo su sello inconfundible y una de las llaves del éxito.

Un recital en Casablanca en 1956 cambió su destino. A partir de entonces, se subió a los más prestigiosos escenarios de París, como el Olympia y el Alhambra. Con temas como «Sur ma vie» y «Je m’voyais déjà», su carrera despegaba finalmente, cuando ya contaba con 36 años.

En la pantalla grande

La gloria mundial llegó en los años 1960, con algunos de sus grandes éxitos: «Les comédiens», «Hier encore», «Il faut savoir»… En esa época tomó por asalto el Carnegie Hall de Nueva York, antes de una gira mundial que lo catapultó a la fama con canciones como «La Mamma», que retomaron otros grandes del escenario como Ray Charles, Liza Minnelli o Fred Astaire.

Aznavour apareció también en la pantalla grande, en «Disparen al pianista» de François Truffaut, y luego en «And then there were none» (1974), inspirada en la novela de Agatha Christie «Diez negritos».

En la década siguiente, se adentró en temas más novedosos y sensibles para la época, como el de la homosexualidad en «Comme ils disent» (1972).

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Padre de una hija y de dos hijos procedentes de dos matrimonios anteriores, Aznavour encontró la estabilidad emocional con la sueca Ulla Thorsell, con la que tuvo otros tres vástagos (dos niños y una niña). Después de vivir en Suiza y Estados Unidos, se implicó en la reconstrucción de Armenia, tras el terremoto que asoló ese país en 1988 y mató 25.000 personas sólo en la ciudad de Spitak. El cantante fundó entonces el comité «Aznavour for Armenia», para recaudar fondos. Antes de viajar al lugar escribe la canción humanitaria «For you Armenia», que se grabó con 90 artistas (incluidos Gilbert Bécaud y Johnny Hallyday) vendiendo más de un millón de copias. Aznavour fue luego nombrado embajador permanente de Unesco en Armenia.

El cantante prosiguió en los 90 y en los 2000 su intenso ritmo de conciertos, tanto nacionales, como internacionales.

Entre sus numerosos reconocimientos, destaca la estrella que luce desde 2017 en el exclusivo paseo de la fama de Hollywood en Los Ángeles.

En una entrevista a la agencia Efe en 2016, desveló el secreto de su longevidad en los escenarios: «Una mezcla de trabajo duro, de creer en lo que haces, de no seguir modas efímeras, de apostar siempre por la calidad o, como artista, de nunca subestimar o perder contacto con el público. Nosotros no somos nada sin el público».

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