Entrevista

Chúo Torrealba, el papaúpa de la MUD

Chúo Torrealba se dedica a la política ¿El día entero? ¿Casi toda su vida? Pero dice que no milita porque sabe por experiencia que en los partidos se pierde mucho tiempo “en la maraña interna de las organizaciones”. Luego del 6D se muestra como secretario ejecutivo y exitoso de la plataforma unitaria que consiguió la victoria por mayoría calificada para una nueva Asamblea Nacional

FOTOGRAFÍA: ALEJANDRO CREMADES
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–¿De dónde salió usted?

Vengo del 23 de enero y de Caricuao. Vengo de mis preciosos viejos, Laureano Torrealba y Marina Rodríguez. Papá se vino caminando desde Güiripa a Caracas para hacerse obrero. Hizo mil cosas hasta que fue a parar a la industria metalmecánica. Fue contactado por el Partido Comunista de Venezuela, que alguna vez fue una organización de impecables credenciales democráticas obtenidas en la lucha contra Gómez y Pérez Jiménez. El PCV junto a AD eran las fuerzas fundamentales contra las dictaduras. El partido incorporó a Laureano Torrealba. Llegó a ser secretario sindical nacional y miembro del buró político del PCV, junto a los sindicalistas Eloy Torres, Cruz Villegas y Carlos Arturo Pardo.

Y Marina venía de Aroa. Su padre, mi abuelo, trabajaba en las minas que alguna vez fueron del Libertador. Estuvo allí hasta que dejaron de producir. Entonces se marchó con su familia a Cocorote y allí se dedicó a la agricultura, que no daba lo suficiente para mantener a 11 hijos. Los mayores empezaron a irse a Caracas para trabajar y ayudar a los que venían detrás. Mi madre era la segunda. Vino y consiguió un puesto en la industria textil, concretamente en la Textilera Lanex. Hacía casimires. Allí se hizo defensora de sus compañeras obreras y terminó siendo dirigente sindical. Ahí también fue contactada por el PCV y se transformó en dirigente comunista. Soy, pues, hijo de la lucha política, porque en ella se conocieron mis padres y en ella crecí.

–¿Cómo resumiría sus años de infancia y primera juventud?

Yo nací en 1958. Clandestinidad, persecución de la Seguridad Nacional. Prisión y exilio de papá. Lo sacaban del país y se regresaba hasta nadando. Mis padres separados por esas circunstancias. Se reencontraron al final de la dictadura. Luego vino la errada decisión del PCV de ir a la guerrilla, con la que los dirigentes obreros no estaban de acuerdo, pero que acataron con disciplina. Volvió la persecución. Nos mudamos muchas veces. Vivimos en sitios que ni recuerdo, pero sí sé que en Ciudad Bolívar casi morimos mi mamá y yo por el hambre y el calor. Nos dio una anemia que casi nos mata. Terminamos en Valencia, donde mi mamá tenía familia que nos dio apoyo y solidaridad. Vivíamos en uno de los barrios del sur, un lugar muy duro, muy precario. En el año 68, regresamos a Caracas porque el partido movió a papá para que participara en el UPA —Unión Para Avanzar— pero ya ese es otro cuento…

–¿Qué le queda de esos años duros?

Un gran respeto por la gente, por lo solidaria que sé que puede ser; por aquel venezolano que decía con orgullo que era pobre pero honrado y que tenía la certeza de que a punta de estudio, esfuerzo y trabajo podía salir adelante. Me dejó una solidaridad a prueba de bomba con los presos políticos. Yo, que recuero lo que era ir a visitar a mi papá en los calabozos de la Digepol, no puedo ver una foto de Simonovis sin estremecerme. Me queda la certeza de que uno tiene que hacer lo que buenamente cree que tiene que hacer por su país. No hablo de abstracciones sino de privaciones y de riesgos.

Me queda saber que mi primo Ramón era obrero de la General Motor, con su salario de obrero especializado levantó nueve hijos y el que quiso estudiar lo hizo y el que quiso estudiar en la UCV se graduó. Y muchos pasaron de barrios en el oeste a urbanizaciones este de Caracas. Movilidad social y movilidad urbana del oeste al este. No necesito estudiar Sociología para saber esto. Yo lo viví con mi familia. Y me queda la certeza de que el cemento que mantiene unida a una familia es el amor. Yo tuve esa estructura. El resentimiento es cemento para mantener unida una pandilla.

–Su programa “Radar de los barrios” salió de la pantalla cuando la planta que lo transmitía fue adquirida por empresarios de quienes se dice que son miembros de la boliburguesía. ¿Tiene algún comentario?

No. La salida de nuestros programas de la pantalla de Globovisión es una oportunidad para seguir creciendo, para seguir reinventándonos. De hecho, el “Radar de los barrios” se está reconvirtiendo para dar paso a dos nuevas estructuras de servicio público: Una Agencia Comunitaria de Noticias y una Universidad Comunitaria, que serán nuestro regalo a Venezuela en el 2014.

–¿Cómo llega al periodismo?

Yo siempre había querido aprender para comunicar. Por eso estudié Historia en el Pedagógico de Caracas. En 1973 me separé del PCV y luego me vinculé al MAD y en 1984 me fui de todo eso. Dejé de respetar lo que estaba haciendo. Entonces, como también cuestionaba que los profesores de izquierda usaran el aula como extensión de sus arengas ideológicas, dejé la cátedra. Y en 1986 entré a la UCV a estudiar Comunicación Social.

Mi primera incursión fue en el periodismo institucional. En el 90, un amigo a quien habían nombrado jefe de Publicidad del Censo, me contrata. Se retira y quedé yo en el cargo. En la entonces llamada Oficina Central de Estadísticas e Informática empecé a interactuar con la data de este país. Me di cuenta de que cosas que yo venía repitiendo eran inexactitudes o meras falsedades. Conocí, por ejemplo, que el porcentaje de población venezolana que tenía acceso a agua potable era superior al 90%, solo superado en la región por Costa Rica. Descubrí que la expectativa de vida había crecido notablemente, que los niños nacían con mucho más peso y talla y que los viejos morían mucho más tarde que en los años de la dictadura. Comprendí, a la vista de los indicadores, que todo ese incremento no solo en la expectativa sino en la calidad de vida de los venezolanos había ocurrido porque en los tempranos años 60 la democracia venezolana había desarrollado cuatro políticas fundamentales: una política petrolera nacionalista; la política de sustitución de importaciones; la democratización de la educación preservando su calidad; y la política sanitaria, que convirtió a muchos hospitales venezolanos en centros de referencia internacional.

De resto trabajé en publicidad. Brindé asesoría comunicacional a proyectos de políticas públicas en diversas áreas. Fui asesor comunicacional de un gran ministro de Educación, como lo fue Antonio Luis Cárdenas Colmenter; también presté apoyo comunicacional al proyecto de habilitación integral de barrios, liderado desde el CONAVI por Josefina Baldó y Federico Villanueva.

Desde el año 2005, dirijo y conduzco el “Radar de los barrios” por Radio Caracas Radio; desde 2007 y hasta 2013 produzco, dirijo y conduzco su versión en TV; y desde 2009 hasta agosto del 2013 hago lo mismo en Del dicho al hecho. Mantengo una página dominical en el diario La voz y hacemos activismo ciudadano en el mundo 2.0 a través de nuestro blog y nuestra presencia en Twitter.

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–Desde su perspectiva ¿Qué pasó el 8D, día de las más recientes elecciones municipales?
El 8D el pueblo venezolano insistió en utilizar el arma del hombre libre: el voto como mecanismo para dirimir diferencias y construir convivencia, a pesar de que esta cita electoral se produjo en medio de una inmensa crisis económica y de una ola de violencia social estimulada directamente por el gobierno. A pesar de las brutales provocaciones del oficialismo —y de los cantos de sirena de reducidos grupitos que dicen que “estos comunistas no salen con votos”— el pueblo venezolano salió a votar. Una participación del 58 % es muy importante en una elección municipal, en Venezuela y en todas partes. Eso es lo primero que hay que registrar.

Lo segundo es que continuó el descenso electoral del proyecto totalitario. En el 2007, el oficialismo perdió el referendo constitucional; en 2008 perdió muchas de las alcaldías y gobernaciones más importantes; en 2010 perdió en el voto popular en las elecciones parlamentarias; en las presidenciales del 2012, la votación opositora se incrementó en dos millones de votos y redujo a la mitad la ventaja que Chávez le había sacado en las presidenciales anteriores; en las presidenciales del 2013 esa ventaja, de apenas 8 puntos, se redujo prácticamente a cero.
Pues bien, de las elecciones del 8D, el oficialismo sale con menos alcaldías y concejales. Mientras la Unidad Democrática emerge con muchas más alcaldías: 75, cuando antes controlaba más o menos 50. Tuvo muchísimos más concejales: 900, antes tenía unos 300. Eso sin contar con que en las alcaldías gobernadas por la oposición vive más del 63% del país…

–De acuerdo al comportamiento del liderazgo y del electorado ¿Qué le permite augurar para el futuro inmediato?
–El mandato del electorado al país político ha sido claro: “convivan, conversen, pónganse de acuerdo”. El 8D el oficialismo se graduó de minoría, pero es una minoría muy grande. También ese día el país no oficialista se graduó de mayoría, pero una mayoría aun no suficientemente cohesionada. Un país donde el oficialismo tiene el 48% y las fuerzas distintas al oficialismo suman el 52% es una sociedad obligada a entenderse. Así lo confirman muchísimas alcaldías, como las de Barquisimeto y La Victoria, donde el alcalde es de un bloque político y la mayoría de la cámara municipal, de otro. El pueblo les ha dicho: “¡Entiéndase!”. Si el mensaje hubiera sido “¡Mátense!”, no hubiera usado el voto.

Las reacciones del país político han sido hasta ahora de distinto signo: Capriles, la misma madrugada del domingo 8 para el lunes 9, llamó al necesario diálogo nacional en beneficio del pueblo. Por su parte, el bicéfalo liderazgo “gobiernero” —Maduro-Cabello— ha gastado tiempo, saliva y energía desestimando el logro opositor y tratando de “explicar” el 8D como un supuesto “triunfo” oficialista, sin entender que con las victorias ocurre lo mismo que con los chistes: si tienes que explicarlo es porque no funciona.

–¿Qué evaluación hace usted de las siguientes figuras: Henrique Capriles Radonski, Nicolás Maduro, Ramón Guillermo Aveledo? Y le propongo una cuarta que sea usted quien la menciones y analice.
–Henrique Capriles no solo es el líder formal de una alianza de partidos. También es el líder afectivo, el referente emocional del partido opositor. Como Jefe de Campaña de la Alternativa Democrática en las municipales, le retuvieron en tierra las avionetas donde viajaba, le bloquearon autopistas y carreteras para que no llegara a su destino, le decomisaron tarimas para que no tuviera desde donde hablarle al pueblo e incluso llegaron al intento de incendio del vehículo donde solía desplazarse… ¡Con él adentro! Aun así, logró el resultado de avance que hoy la Venezuela democrática puede inventariar.

Aveledo es la ponderación, la sobriedad, la consistencia, la credibilidad. Maduro es el desespero, la angustiosa lucha de mantenerse en el poder por el poder mismo, con un horizonte de futuro de horas, días, dispuesto siempre a sacrificar sectores enteros de la población o de la economía si eso resulta para él en unos minutos más en el poder. Es difícil ubicar otra figura interesante de analizar en el ámbito oficialista, ya que es demasiado plano, demasiado uniforme en su escaso peso social y su precariedad política. Quizá no para analizar sino para echar en falta valdría la pena referirse a Alí Rodríguez Araque. Es una gran lástima para el oficialismo que Alí no tenga diez años menos. Es decir, que no tengan activo a un político que sepa leer y escribir, que aun teniendo afinidad con los cubanos tenga con ellos una relación que no sea de subalterno y sepa que la política es algo más que hacer negocios.

–¿Qué es lo que más sobrevalorado en la política venezolana y, por contraste, menos valorado?
En la política venezolana está muy sobrevalorada la “viveza”, el confundir la histeria con la historia y la creencia de que el desplante, el hablar “golpeao” o la gerencia de marketing sustituye el necesario conocimiento del país. Hay un problema de formación gravísimo. Antes los partidos eran escuelas de política, de alguna manera escuelas de ciudadanía. Hoy, el PSUV tiene una visión tan extranjera, tan antinacional de ese proceso, que los “intelectuales” que lo asesoran son alquilados en España. El Frente Francisco de Miranda forma sus activistas en Cuba y el proyecto de una Escuela de Cuadros lo están gestando en alianza con China. En la oposición, aunque los problemas son de otra naturaleza, también son severos: los antiguos partidos, venidos a menos, ya no forman de manera sistemática a sus cuadros; las organizaciones políticas emergentes, más franquicias que partidos verdaderos, ven la política más como una carrera en la que hay que tener suerte y conexiones que un apostolado que exige formación y entrega. Por eso, antes un político podía corromperse en décadas. Ahora lo hacen en meses.

–A partir de lo que usted ha visto desde el “Radar de los barrios”, ¿qué quieren los venezolanos?
–Este es un país mucho más homogéneo de lo que cabe suponer desde las atalayas de la polarización. Chavistas, opositores e independientes quieren un país que funcione, justo, solidario, inclusivo. Unos y otros quieren una Venezuela donde los precios no suban por el ascensor mientras los sueldos se arrastran por las escaleras; donde los hijos tengan iguales o mayores oportunidades que las que tuvieron sus padres y no al revés; donde la gente pueda vivir su vida en vez de temer por su vida.

Hace 15 años, cuando usted le preguntaba a una madre en el barrio qué quería para su hijo, ella declaraba su aspiración de que fuera médico, ingeniero o abogado. Ante esa pregunta, una madre en ese mismo barrio lo más probable es que responda: “Que no me lo maten”.
Desde 1999 hasta el año 2006, buena parte del país creyó que ese país anhelado era posible siguiendo la prédica de un líder carismático. Ese líder construyó una fórmula que durante mucho tiempo le funcionó: colonizar el Estado y ponerlo a su servicio, mientras enviaba a las empobrecidas mayorías un mensaje que mezclaba la gratificación simbólica con la material, proporción que variaba según la proximidad de una contienda electoral.

A partir de 2006, esa fórmula ha venido decayendo, y el oficialismo pasó de traficante de esperanzas a dispensador de excusas. Tras la desaparición física de Chávez, el país sigue esperando —ahora sin carisma, sin dinero y sin unidad de comando— lo que se le ofreció en 1998: nada más y nada menos que redención social. Pero ahora en el “balcón del pueblo” no está quien inspiraba confianza, sino quien genera duda. Chávez representaba un sueño. Maduro, una pantalla plana…

–¿Podría usted hacer un retrato robot del nuevo liderazgo necesario en Venezuela?
–El nuevo liderazgo venezolano tiene que estar casado con los pobres: la pobreza en Venezuela no es incidental sino mayoritaria, no es casual sino estructural. Siete de cada diez venezolanos vive en espacios económicamente deprimidos y socialmente segregados. Si ese nuevo liderazgo quiere ser democrático, debe pensar-con, actuar-con y generar resultados-para esa mayoría. Si ese nuevo liderazgo quiere ser poder y no solamente acceder al gobierno, debe ser progresista: un proyecto político democrático, para ser exitoso, debe estar referido al centro político de la sociedad. Y ese centro no es una categoría geográfica, un supuesto punto equidistante entre dos extremos. Es una categoría social, política y cultural. Es ese espacio donde la mayoría del país se encuentra y se reconoce. En Venezuela, desde los años 40 del siglo XX y con mucha mas fuerza desde finales de los 90, el centro político del país esta asociado a los valores y principios de la centro izquierda, del “progresismo”, de la justicia social.

Ese nuevo liderazgo debe ser, finalmente, ético. No santurrón. Se trata de que el líder exprese en su testimonio de vida lo que su discurso propone. Congruencia de pensar, decir y hacer. Así es, a mi juicio, el nuevo liderazgo que puede vencer en la presente circunstancia y construir una Venezuela económicamente productiva, socialmente justa y políticamente democrática.

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