Investigación

Colectivos bolivarianos: músculo armado de la revolución

En Caracas hay más de 80 colectivos en guardia. Todos hacen vida hacia el centro y el Oeste de la ciudad. Están armados. Pero además de enfundar pistolas de altísimo calibre, para arremeter contra quienes atenten contra el proceso revolucionario, aseguran que su labor es social dentro de su localidad

Fotografía: Fabiola Ferrero
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En Caracas existen, por lo menos, 80 colectivos armados dispersos entre el Oeste y el centro de la ciudad. No obstante, sus líderes, con mayor trayectoria en esto de la lucha armada, no puedan enumerarlos ni tampoco dar referencia de quiénes y cuántos los comandan. Que la policía científica tampoco tenga mayor información demuestra una aguda anarquía.

Entre los más conocidos figuran unos diez: Tupamaro, Carapaica, José Leonardo Chirinos, Alexis Vive, 5 de Marzo, La Piedrita, Montarz, Simón Bolívar, Colectivo del Guarataro y Tres Raíces. No hubo acceso a ellos. Luego de la muerte del cabecilla de 5 de Marzo, José Miguel Odreman, los voceros hicieron mutis. Chito. No se habla. En cambio sí se sabe el numéro de integrantes. De acuerdo a las fuentes consultadas, solo estos diez grupos podrían reunir un ejército de al menos 500 personas armadas. Y si el promedio se mantiene, los 80 colectivos podrían sumar un total de 4 mil paramilitares.

El sociólogo Roberto Briceño León, director del Observatorio Venezolano de la Violencia, declaró a la agencia de noticias DPA: “Los colectivos son grupos paramilitares de izquierda con el aval del gobierno, que no hace nada ante ellos. Son brigadas de choque que en momentos puede utilizar”.

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A la espera de la diana

No hablar. Esa es la orden que tienen los mandamases con más trayectoria dentro de los colectivos. “Todo está muy confuso desde que mataron a Odreman, el martes de la semana pasada —7 de octubre. Desde el gobierno nos pididieron no decir nada. Tú sabes cómo se bate el cobre aquí, así que mejor esperamos a que esta marea se calme. Porque tampoco es seguro que te vengas hasta el 23 de Enero”, soltó un informante a la revista. Vive en los famosos bloques construidos en tiempos de Pérez Jiménez. Forma parte de unos de los grupos de la zona. Está activo y en espera de próximas señas.

Su claridad y preocupación a cualquiera asustan. Entre silencios, demuestra que hay una fractura. Un cambio en el discurso. “De Odreman tampoco te puedo comentar ahorita. Era un combatiente que quieren tildar de malandro. Nosotros no somos criminales. Somos luchadores sociales. Defendemos nuestro territorio y lo limpiamos de narcotraficantes, asesinos. Eso es lo que hacemos. Y claro, si nos toca, también salimos a defender la revolución”, advierte, no sin antes espetar: “No me vayas a citar. Tú sabes cómo es todo. Tú sabes que sí estamos armados y tenemos entrenamiento”. Pero no responde qué clase de entrenamiento.

Sin embargo, antes, cuando no había ese cruce de órdenes para desarticular o defender colectivos, sí conversaban abiertamente con nombre y apellido. Discurrían con orgullo, contaban las anécdotas de sus horas en el llano venezolano para adiestrarse en el arte de los fusiles y el combate urbano. Muchos en esas filas paramilitares han pasado semanas aprendiendo a manejar motos de alta cilindrada, a disparar armas cortas y largas y hasta a cómo colocar un selector de tiro en una pistola automática para que escupa balas como una ametralladora.

Saben de homicidios tanto como de defender la revolución que inició su comandante, el fallecido presidente Hugo Chávez. Uno de los adalides de un grupo que se autodenominó El Colectivo, y que opera por los predios de El Guarataro, definió a su banda de la siguiente manera:

“Somos un grupo de motorizados, más de 30, todos empistolados, apoyando prácticamante la Revolución, porque esa vida de malandreo no nos lleva a nada. Lo que nos lleva es a que nos busquen, a pagar multa, a que los policías le quiten real a uno, a que lo maten en cualquier parte o lo siembren a uno… La policía mata y siembra arma, así uno no ande en nada, pero para justificar el homicidio.

Ahorita andamos tranquilos, con armas, pero tranquilos. Estamos apoyando la Revolución, hemos cambiado. Nosotros somos un grupo de motorizados que apoya las marchas, que nos gusta apoyarlas en campañas. Ayudamos a que el casco central de Caracas permanezca tranquilo o llegamos y calmamos las mareas si quieren echar broma, estamos tranquilos. La Revolución es algo bonito. Me ha ayudado. Las misiones, las ayudas, estar pendiente de otro, el ocio no nos jode, tenemos algo qué hacer. La revolución nos da algo qué hacer.

Nosotros no somos ningunos policías, ni parecidos a ellos. Tú sabes que hay malos y mala conducta; bueno nosotros somos peores que ellos. Nosotros somos más malos que el hampa. Si ellos quieren portarse mal, nosotros llegamos y los aboyamos, los atropellamos y tienen que quedarse tranquilos”.

Dice la proclama.

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¿Y de dónde salen las armas?

Los dirigentes de los colectivos no hablan abiertamente de quiénes son sus proveedores. Pero hay expertos que argumentan que por acción u omisión la responsabilidad es del Estado venezolano.

El sociólogo Luis Cedeño, coordinador de la Asociación Civil Paz Activa, en una entrevista que le concedió a DPA dijo: “Tienen que tener recursos para financiarse. Podrían venir del Estado, que los apoya en general, porque también están los colectivos culturales. No quiero decir que los recursos que el gobierno le da se usan para comprar armamento”.

Además agregó: “esos grupos ejercen un control paramilitar ante la ausencia policial. Ejercen una autoridad y se nutren de puntos de peaje cobrando dinero. Controlan a los grupos delincuenciales, probablemente controlan el microtráfico de drogas de la zona y evitan que hayan mayores conflictividades… una tarea pendiente que tiene el gobierno: eliminar estas tropas porque se trata de un tema de seguridad nacional”.

Otros expertos, que prefieren mantener su nombre anónimo, estiman que Chávez los vio como la vía para perpetuarse en el poder debido a la fuerza e influjo que proyectaban en los barrios, sobre todo los de Caracas. Como consecuencia de ello, algunos, cuya ideología se basaba en la democracia y en la solidaridad, se desvirtuaron y se conviritieron en ejércitos paramilitares autónomos.

Durante las últimas semanas, han llegado a manos de funcionarios de la policía científica expedientes de algunos líderes de estos colectivos. La orden, según trascendió extraoficlamente, es comenzar a desarticularlos. “Las directrices llegaron desde alguna línea pesada del propio gobierno. Uno tiene que cumplir la encomienda, que en este caso es meterloss preso… si no se resisten”.

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