Opinión

¿Cómo argumentan los chavistas?

Quienes apoyan al régimen no quieren perder una discusión en la que se les hable de los peores flancos del gobierno. Así es el chavismo. Y para eso utilizan una estrategia falaz pero efectiva similar al del nacionalismo blanco estadounidense. Aquí va la explicación

Miguel Gutiérrez |EFE
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A muchos les ha parecido irónico que el 15 de febrero Jorge Rodríguez haya denunciado por corrupción en Twitter a Alejandro Betancourt, la cabeza detrás de Derwick, una empresa que sobrefacturó miles de millones de dólares al Estado plegado de chavistas por unas plantas eléctricas que ya ni funcionan, de acuerdo a una denuncia publicada en Armando.info. Extremadamente irónico, pues Rodríguez también fue vicepresidente cuando ocurrió y los altos funcionarios del Estado no fueron estafados, sino que fueron parte de la estafa.

Creo, no obstante, que la cuestión no es tan sencilla. A lo largo de la posmodernidad hemos aprendido que no todos compartimos las mismas lógicas, las mismas ideas sobre qué califica como válido y qué no. Ni siquiera si vivimos en un mismo país, una misma ciudad.

Especulemos, pues: ¿por qué sacar a relucir esto concuerda con un “tengo la razón” del chavismo?, ¿cómo argumentan los chavistas?

Iniciemos por la coherencia del mensajero, de los mensajeros. Acusar a la oposición y a ciertos empresarios de corruptos a partir de una trama en la que el gobierno se vio bastante involucrado, pareciera ser un acto de escupir al cielo. Pero entender al chavismo como un programa político estructurado, basado en datos y argumentos a esta altura resulta demasiado ingenuo. Bien ilustran Pedro M. Rodríguez y Janette García Pérez en un artículo titulado El culto a Chávez o el chavismo como religión que:

“…en el 2013, en la Parroquia 23 de enero inauguraron el jueves Santo una capilla a la cual le dieron el nombre de “Santo Hugo Chávez”. Recientemente (…) María Estrella Uribe, en el contexto del III Congreso del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), el partido más importante pro gobierno, le cambió la letra al “Padre Nuestro” y se la dedicó al expresidente de la República, Hugo Chávez. El diputado del PSUV, Andrik Cordero declaró para el diario Aporrea (…): “Hablar de Chávez es hablar de un Santo, ese hombre dejó de ser terrenal sin duda, estaba en otro plano, su visión era impresionante y futurista, quién podía ver lo que Chávez veía, solo Jesús, o alguien enviado por Dios, nadie más”.

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Es decir, que Chávez ha trascendido a una figura mesiánica, que su partido se transformó en una iglesia.  Y estos casos de 2013 se han replicado de varias maneras hasta el día de hoy.

¿A qué voy con esto? Pues, a que los chavistas se sustentan de forma fideísta. Y como explica Alvin Plantinga en Reason and Belief in God, un buen fideísta “urges reliance on faith rather than reason, in matters philosophical and religious; and he may go on to disparage and denigrate reason [insta a depender de la fe en vez de la razón en temas filosóficos y religiosos; y puede llegar a denigrar y desestimar la razón].”

Está muy claro que el chavismo ha perdido mucho apoyo, pero quienes lo defienden en el presente lo hacen ante el hambre y la crisis económica que ha producido una mala gestión gubernamental, así como quienes defienden al catolicismo conocen las historias de la Inquisición, la pedofilia y la neutralidad ante dictaduras opresivas. La lealtad al líder y a su mensaje, la identidad asumida como esencia y no como elección, van mucho más allá de cualquier tragedia, siempre tomada como error o accidente.

Pero el chavismo sí entiende que del otro lado se piensa de otra forma. Que para quienes se les han opuesto, los datos sobre la inseguridad, la pobreza y la corrupción son necesarios para consolidarse como identidad; que las creencias políticas y las propuestas sobre cómo gobernar se han sustituido por una pragmática más o menos consensuada. De tal modo, los chavistas han construido o seguido una forma de argumentar –a mi parecer, falaz, pero indudablemente efectiva– que se acopla a las premisas de quienes los denuncian y les otorga una posición en que perder pareciera imposible.

Esa forma de argumentar la podemos conocer a través de Ian Danskin, un youtuber que se hace llamar de izquierda y quien, seguramente sin quererlo, nos ha dado claves para entender ciertas jugadas del chavismo. En un vídeo titulado The Alt-Right Playbook: Never Play Defense, Danskin nos explica cómo el alt-right –el movimiento nacionalista blanco que se ha desarrollado online en los Estados Unidos y ha apoyado a Donald Trump– se cree victorioso en cada debate. Me parece válida y relevante la referencia, pues las peroratas sobre Bolívar y la patria denotan el nacionalismo más intenso entre los chavistas y la cuestión racial, presente en sus discursos y acciones contra los judíos y los hijos de inmigrantes europeos, también compone su identidad. ¡Ni hablar del seguimiento al líder carismático, que se expresa entre insultos y alabanzas a algún pasado!

En concreto, Never Play Defense nos muestra que, ante justificaciones muy bien hiladas sobre ciertas posturas o denuncias importantes hacia el contrario, el adversario alt-right responderá con una acusación sobre otro tema que delate un error, una incoherencia, un silencio.

De tal forma, en vez de dar respuesta sobre errores o creencias maliciosas, el alt-right asume un rol dominante al insistir en señalamientos que siembren dudas sobre su oponente, dudas que si bien pueden causar risas en quienes son leales a su bando, pueden alejar a un espectador poco convencido de quienes cree que lo representan mejor. “Never play defense is a strategy that looks past language to posture [nunca jugar a la defensiva es una estrategia que mira más allá del lenguaje, hacia la postura]”, dice Danskin, y recordemos que en Occidente, lenguaje y razón parten de la misma palabra: logos. No hace falta vindicarte con palabras si la fe en el proyecto que apoyas no las requiere; pero si quienes te adversan las necesitan para edificarse, lo que queda es quitarles el sentido para que caigan por el barranco.

El chavismo juega de la misma manera. No importa si Chávez y su gente estaban en el poder cuando Alejandro Betancourt se robó millones; lo importante es que entre sus antagonistas, que toman la corrupción como uno de los motivos de nuestra crisis y se presentan como antónimos a la dictadura, hay vínculos con personas que son cara de la corrupción. En demasiados casos las religiones han alterado sus posturas y borrado sus crueldades con el pasar del tiempo para no perder adeptos. Igualmente, los chavistas han implementado reformas económicas y tratado a ex ministros que fueron importantes como la nada para quedarse en Miraflores. Hacerse el loco no es un problema cuando la cordura se entiende como otra cultura.

Se pueden resaltar más casos. El 1 diciembre de 2019, Roberto Deniz reveló en Armando.info los vínculos entre Alex Saab, empresario que guía las políticas alimentarias de Nicolás Maduro, y un puñado de diputados del bando opositor de la Asamblea Nacional. En una sesión de la Asamblea que se dio dos días después, los diputados chavistas preguntaron a gritos “¿dónde están los reales?” a la hora de discutir soluciones para la malversación de unos fondos de la ayuda humanitaria en Colombia que se delató mucho antes, como si los reales que un tipo cercano a su líder pasó a sus enemigos no tuviesen valor alguno. Ante un acontecimiento que causó desilusión, escepticismo y rabia entre venezolanos que marcharon en pro de Juan Guaidó; ante un caso excelentemente documentado que probó tratos entre personajes que se codean con el gabinete de Maduro y sujetos que han tenido roles importantes en partidos que se le oponen, el chavismo optó por insistir en la incoherencia de los otros antes de revisar la suya.

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La Iglesia Católica presenta al Papa como una figura infalible, pero reconoce que sus devotos probablemente pequen. El chavismo solo reconoce en Chávez la autoridad moral: quienes nombró para sucederlo son como obispos, tienen cierta autonomía, pueden fallar pero tiene más sentido seguirlos como parte de algo grande que dejarlos por pequeñeces; los demás también pecan mucho, se vuelven irrelevantes si se les va de las manos o si el alto clero los señala pueden perdonarse si se arrepienten o actúan en pro de la congregación.

Otro ejemplo: ¿cuántas veces no se ha tildado a la coalición de partidos contrarios a Chávez de golpistas? En alocuciones presidenciales, documentales y propaganda para el extranjero se han remarcado los sucesos de abril de 2002 para ridiculizar las denuncias sobre lo anti-democrático del chavismo. No obstante, la fecha en que Chávez se hizo conocido a través de un golpe de Estado indiscutible se celebra en los espacios dominados por la dictadura. La hazaña del líder se justifica y proclama, sus palabras y motivos son sagrados. Pero si el enemigo la toma como una acción inmoral, toca hacerle ver las inmoralidades similares en las que ha participado para quebrarlo.

Según Danskin, en una discusión entre alguien del alt-right y tú si fueras demócrata –en este caso, entre un chavista y tú, si fueras de Vente o Primero Justicia o Voluntad Popular–, el primero “says his short quippy statement, and you give your detailed rebuttal. He then picks a single point from your response, and attacks that as the new subject [dice su breve y cómica declaración y tú lo refutas detalladamente. Después escoge un solo punto de tu respuesta y la ataca como el nuevo tema].” ¿No es esto precisamente lo que ocurre cuando en foros internacionales, en ocasiones de protestas masivas en Venezuela, se acusa de fascistas a quienes exigen una democracia plena?

Creo que podemos dejar la especulación hasta aquí. Si enumerase todos los casos en que chavistas han actuado de forma fideísta y olvidado los huecos en sus ropas para señalar los de los otros, este texto no tendría cabida en ningún portal. Es clara la conclusión: el chavismo nunca juega a la defensiva, no le importa, buscar que dude de sí mismo y se descomponga con argumentos irrefutables solo traerá más acusaciones en tu contra. Acusaciones que parten de un grupo que no comparte tus premisas, pero que las conoce lo suficiente para devolverte la duda con fuerza.

Quienes sustentan a la dictadura argumentan así: juegan en tu tablero sin usar sus fichas, se presentan desnudos y buscan desnudarte sabiendo que el pudor no existe para su barra más brava. Por eso, dialogar con chavistas y decirle cosas a la cara nunca ha dado resultado. Por eso, creo, generar un cambio en el país no se dará hablando con quienes se ríen de nosotros, sino con quienes han perdido toda razón para reír.

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