Arte

Construir una familia desde el aire

Desde que Corina Sucre y Daniel Sierralta aprendieron a volar su promesa es desafiar la gravedad todos los días. Con danza y acrobacias llegaron a Hong Kong y ahora, con una tercera integrante, se coronaron como ganadores del Championship of Performing Arts 2018 en California, Estados Unidos

FOTOGRAFÍA: Cortesía Acrofamily
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Corina y Daniel deben quedarse despiertos en las noches para hablar con sus familias en Caracas porque mientras sea más tarde para ellos, más temprano será para quienes están a 12 horas de diferencia horaria. Hong Kong no está cerca de su hogar, y lo sabían desde que recibieron aquella llamada que terminó en mudanza y en clases de yoga al otro lado del mundo. Con la incertidumbre y el sueño de una familia acróbata a cuestas, emprendieron un viaje que terminó en Asia.

Jugar con lo desconocido es algo que les emociona, apenas aprenden una de sus rutinas no piensan dos veces en agregarle algún movimiento. Uno más difícil. Para ellos todo comenzó en dúo. Se conocieron en la Escuela del Taller de Danza Caracas, ella dando clases y él siguiendo los pasos que le enseñaba. Los dos recuerdan sentirse atraídos por el baile desde una edad temprana y aunque para Daniel la gimnasia lo catapultó a la danza, para Corina fue la última el resorte que la acercó a las acrobacias.

cita 4 acrofamily“Nos conocimos hace más de 13 años. Estudiábamos en la Universidad Central de Venezuela. Corina es licenciada en Letras y yo estaba estudiando Arte, pero quise tomar lecciones de danza para aprender a moverme mejor. Ella daba clases en la Escuela del Taller de Danza Caracas. Una amiga nos presentó, me metí en el taller y luego empezamos a salir”, cuenta Daniel. Con el tiempo desarrollaron una propuesta propia, que bebía de las rutinas del circo y de habilidades acrobáticas. Así crearon una empresa y comenzaron a ofrecer espectáculos privados. Y no les iba mal, pero tampoco podían ahorrar. Así que comenzaron a mirar otros horizontes.

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Inicialmente pensaban irse a Estados Unidos a seguir estudiando yoga, luego de pasar una temporada en Mysore, India, que les permitió optar por una certificación internacional como profesores a escala mundial en 2012. “Cuando eres bailarín, siempre estás investigando otros métodos para mejorar tu condicionamiento físico, así es como conocimos el pilates y el yoga. Siempre fue parte de nuestra rutina y eventualmente decidimos enseñarlo. El deseo de querer dar un mejor servicio nos llevó a viajar a la India como para llegar a la fuente del conocimiento”, razona Daniel.

Ahora trabajan juntos en Hong Kong, desde que fueron convocados a mostrar sus habilidades físicas. Así, tuvieron que priorizar el circo, las acrobacias. “Yo siempre me moví desde niña. Ahora tengo 35 años y de esos, 33 han sido bailando. La vida me ha llevado a explorar distintos tipos de movimiento. El entrenamiento que tenemos como bailarines tiene mucho que ver con las piernas y el de quienes hacen circo es muy cercano a aprender a volar. Fue un proceso de crecimiento mental y psicológico para aprender a despegarme de la tierra y abrazar el aire”.

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Para Daniel fue distinto. Siempre quiso ser parte del circo y se sentía atraído por las artes escénicas desde pequeño. “La danza fue una herramienta que me ayudó a entender mucho mejor cómo mover mi cuerpo, lo que yo venía haciendo era un nivel introductorio de gimnasia y ahí pude conocer distintas disciplinas de circo, trabajo de dúo, de adagio que es como contrapesos. Siempre es un trabajo integral cuando haces circo contemporáneo”.

El nacimiento de la «acrofamily»

Ainara tiene nueve años, le gusta leer y pasa la mayor parte del tiempo en el aire. Para Corina y Daniel, sus padres, su llegada significó la materialización de una familia que podía verse unida tanto en fotos como en el escenario. Con la tercera integrante, la aventura dejó de ser únicamente de dos para abrir las puertas a trucos más avanzados. La niña se educa en casa, en lo formal y en lo artístico.

Gateó en estudios de danza porque sus papás nunca dejaron de bailar. Daniel cuenta orgulloso que para su hija “ha sido algo bastante natural encontrar que hay quienes se trepan. Ella canta, baila, toca instrumentos. Ha estado estimulada desde pequeña. Nos dice que quiere seguir haciendo esto cuando esté grande”.

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Corina también confiesa que es importante que su hija tome decisiones, siempre y cuando sean cosas acordes a su edad. “Ella ha sido criada en la onda de ir tomando decisiones desde donde pueda. Ainara sabe un poco de teclado, ukelele, cuatro, canta. Ha estado en musicales porque cuando estás en escena, no puedes decir que solo haces circo. Nosotros somos performers, somos intérpretes, no es solo del circo, es la danza, la actuación, la música”.

Pero ni volando la niña se salva de las matemáticas, las ciencias sociales o la geografía, un pénsum doméstico que se completa con contorsión, danza, pintura y canto. “Ha tenido una formación artística amplia y completa, la idea es seguir explorando. Hay mucho por aprender. Lo bueno es que tenemos toda la vida para hacerlo”, dice Corina, animada.

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En julio de 2018, decidieron poner a prueba todo lo que construyen en trío y se inscribieron en el World Championship of Performing Arts, que se realizó en California, Estados Unidos. Ainara también participó como solista en la competencia. El conjunto logró alcanzar el máximo premio en las categorías Danza acrobática, Actos de variedad con menos de tres props y Acto de variedad de tres pisos. Por su cuenta, la niña se alzó con tres medallas -oro, plata y bronce- en Contorsión avanzada, Danza de flexibilidad y Contorsión abierta.

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En Hong Kong han hecho vida. Sostiene Daniel que desde allí quieren presentarse en otros lugares del mundo. Su hija, entretanto, quiere llegar al Cirque du Soleil, y parte del camino está andado pues dentro de los jurados de la competencia donde destacaron había representantes de la aclamada compañía canadiense. “Lo que pasa es que todavía no contratan niños, pero ya veremos. Uno nunca sabe lo que puede pasar”, dice su papá. “Pienso que las cosas van materializándose poco a poco. Uno va atrayendo las cosas que nos pasan con nuestros pensamientos. Sentir al circo tan cerca es inevitable para nosotros”, cierra Corina.

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