Opinión

De todas formas despediremos a Nicolás

El referéndum revocatorio es el derecho constitucional que insufla de esperanza al país. No importa cuánto se tarde Tibisay Lucena en aceptar las legalidades que toda Venezuela sabía menos ella y Jorge Rodríguez. El cambio se va a producir, incluso con Reverol como ministro de Interior y Justicia

Toto revocar Maduro
Composición fotográfica: Víctor Amaya
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Lo más insólito en el camino hacia el referéndum para despedir a Nicolás Maduro es que, entre la fecha en que la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) le entregó las firmas al Consejo Nacional Electoral (CNE) y la fecha en que este organismo dijo que se había cumplido el 1% exigible en los 24 estados del país, a Tibisay Lucena le dio chance de hacerse un cambio de look. Eso demuestra dos cosas sobre esta nefasta revolución. La primera es que todo lo que dice la Constitución Nacional sobre los tiempos es mera sugerencia. La segunda es que la señora Lucena sabe dónde conseguir tinte de pelo.

Esto de tener a todo un país achantado le queda muy mal al chavismo. Cuando Hugo Chávez quería meter preso a alguien, solo tenía que decir: “Me lo meten preso y me la dan 30 años”. Así todo un comando de bulldogs obedientes envueltos en pasamontañas se dirigían a casa de algún honesto para arruinarle su vida de la manera más deshonesta posible. Cuando Nicolás Maduro se encabronó porque Obama decidió sancionar a Venezuela por drogadicta, logró conseguir, según él, 10 millones de firmas en rechazo al decreto. Encima consiguió cajas de cartón. Sortario el Nicolás. En Venezuela no hay cartón ni para almacenar huevos.

En Venezuela no funciona el lema “lo que es bueno para el pavo es bueno para la pava”. Primero porque el pavo está carísimo. Aquí lo único bueno es lo que le convenga a la Revolución. Esto incluye los tiempos, algunos acelerados, como las sentencias en tiempo récord que dicta la Sala Constitucional para contravenir cualquier ley salida de la Asamblea Nacional (AN) y algunos eternos como el juicio inexplicable a Antonio Ledezma. El referéndum revocatorio a Nicolás Maduro entra en esta última categoría.

Es curioso, pero si al gobierno le diera por revocar a Henrique Capriles de la gobernación de Miranda, no cabe la menor duda de que el referéndum sería más express que un secuestro tipo martes. Nada de días hábiles, ni continuos ni vencimiento de lapsos. Si Henrique Capriles llegase a ser objeto de un referéndum promulgado por el gobierno, en menos de lo que se tarda en cambiarse de una guayabera neo-Columbia azul por una neo-Columbia amarilla, ya estaría más botado que disidente embarazada en un rally del funesto Donald Trump.

Chúo Torrealba le entregó las primeras firmas al Consejo Nacional Electoral el 2 de mayo. Se lee mayo. Tibisay Lucena se pronunció el 1 de agosto. Se lee agosto. 91 días para decirle al pueblo de Venezuela, casi que con desgano, lo que ya todo un pueblo, salvo Jorge Rodríguez, sabía: “Está bien, pues. Salgan a recolectar su 20%”. La tardanza de este pronunciamiento es una bofetada a más a 30 millones de venezolanos arrinconados por no más de 300 “venezolanos” en el poder que creen que con el bullying y la dilación de repente se nos olvida que queremos un cambio.

Es imposible que Venezuela olvide. El nombramiento de Néstor Reverol como Ministro de Interior y Justicia, acusado por los Estados Unidos de narcotráfico, le echa más leña al fuego al descaro de hacer esperar a un pueblo inconforme que ha sido burlado de derechos que legítimamente le corresponden. El referéndum revocatorio es uno de estos derechos. Que la señora Lucena cambie de look todas las veces que quiera mientras deja a todo un país en vilo. De todas formas despediremos a Nicolás.

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