Entrevista

Descubriendo a Valentina Quintero, del timbo al tambo

Criada en un ambiente donde la familia era lo más importante, nunca se interesó por la política, pero sí por el periodismo. Conoce los rincones de Venezuela, pero aún afirma que siempre hay más por descubrir. Su historia es de tesón e identidad. Junto a María Corina Machado son las dos únicas venezolanas que figuran en la lista de las 100 mujeres más influyentes del mundo publicada por la BBC de Londres

Fotografías: Cortesía Valentina Quintero
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Aunque se conoce al país de cabo a rabo, Valentina Quintero no sólo ha explorado los 916.445 km2 de territorio nacional, también ha pasado por las diferentes facetas de su profesión, desde el periódico, la radio y la televisión hasta el periodismo de denuncia e investigación. Es un ícono del turismo nacional y sus seguidores se lo hacen saber a diario por las redes sociales, cuando le proponen innumerables veces que, en un próximo gobierno, asuma el cargo de Ministra de Turismo. Pero ella se niega, dice que ese no es un requisito indispensable para convertir a Venezuela en el gran destino turístico sostenible de América.

ValentinaQuintero-cita6El lunes 19 de noviembre de 2018, BBC publicó la lista de las 100 mujeres inspiradoras e influyentes de 2018 en la que Quintero figura. “Valentina se ha dedicado a mostrarle a los venezolanos cada rincón de su país, escribiendo y presentando programas de televisión sobre turismo y temas ambientales”, reseña la plataforma británica.

Con el hashtag #SembradaEnVenezuela, ella firma todas sus publicaciones y hoy nos cuenta en primera persona, parte de lo que ha sido su vida desde que era una niña.

Familia que permanece unida…

Yo estudié Comunicación Social, básicamente, de la manera más frívola. Yo quería ser como Lois Lane, la novia de Superman. Además, en mi casa nunca se metieron en nada de lo que nosotros íbamos a hacer. Solamente teníamos que estudiar, punto. Pero si algo tuvimos por cataratas, fue amor de mi papá y de mi mamá. Nosotros somos cinco hermanos, unidísimos de toda la vida. Yo soy la del medio. Inés y Antonio son mis hermanos menores, Susana y Cristóbal, son los mayores. Nos casamos todos en nueve meses, una cosa loquísima porque fui la primera. Inés es historiadora, Susana estudió publicidad y mercadeo, Antonio es diseñador gráfico y Cristóbal es ingeniero de minas.

Nos criamos en una finca que quedaba por Los Teques y yo creo que esa fue de las épocas más ricas de la infancia, porque teníamos gallinas, patos, caballos, una vaca, un cochino que se llamaba Toponcho, una venadita que se llamaba Bambalina, teníamos nuestra perra, había un montón de matas de naranja… También teníamos una casa en Chichiriviche de la Costa e íbamos muchísimo. Si algo tenemos es el sentido de unión, de equipo. En las horas de la comida, todo se hacía en función de lo que se iba a preparar. Todo el mundo participaba en el menú, todo el mundo opinaba. Eso fue algo que nos inculcaron en la casa, tuvimos muchos momentos que eran como sagrados para la familia. Los fines de semana nos íbamos de paseo o de viaje. Mi papá hablaba siempre de los siete: mis cinco hermanos, mi mamá y él, que trabajaba como comerciante. Él fue el primero en empotrar cocinas en Venezuela.

ValentinaQuintero-cita5Mi mamá, por otro lado, fue ama de casa, pero escribía en El Siglo de Maracay y era del voluntariado “Las damas azules”, que trabajaba en los hospitales de la ciudad. También tuvo un costurero con las monjitas para ayudar a la gente. Ella siempre fue muy expresiva y recuerdo que nos hacía buscar cinco palabras para que las utilizáramos en las conversaciones. Mi mamá fue una gran lectora, por lo que empezamos a leer desde muy pequeñas. Su papá, nuestro abuelo, era abogado. Fue miembro de la Academia de Ciencias Políticas y de la Academia de la Lengua. A él le parecía imperdonable que se cometieran errores ortográficos. Fue un gran cultor del lenguaje, imagínate que cuando nos casamos, el regalo que nos dio fue el Diccionario de la Real Academia de la Lengua. Aún lo tengo.

Lo que no tiene doliente, no funciona

Yo no incursioné en la política como lo hizo Inés, mi hermana, que militó en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Aunque cada vez que Teodoro Petkoff fue candidato, voté por él, pero no tuve una militancia, para nada.

Me fui a estudiar a Boston con la Beca Gran Mariscal de Ayacucho, en la época de Carlos Andrés Pérez y trabajé en la Biblioteca Nacional, con Virginia Betancourt, cuando regresé, porque así lo deseaba yo. Esos ocho años fueron de los mejores aprendizajes que pude tener por la manera tan vehemente de Virginia de trabajar, la rigurosidad, la pasión…

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Cada vez que íbamos a empezar con algún proyecto, ella decía: “Las cosas tienen que tener un doliente, porque lo que no tiene doliente no funciona, no se da” y eso yo lo tengo como una máxima en mi vida. También, el hecho de no aceptar un “no” por respuesta. Me enseñó que si uno quiere hacer algo nunca debe desistir. Uno debe hacerlo, no importa cómo, pero hay que hacerlo.

Inés, la historiadora, la sabia

Mi hermana más cercana es Inés. Porque además, nosotras nos llevamos menos de un año. Pasamos 16 días con la misma edad. Yo, cada vez que me preguntan por alguien a quien admire, digo que esa es mi hermanita. Y siempre hablo de ella como Inés, mi hermana, la historiadora, la sabia.

Cuando ella estaba metida de frente en el MIR, yo estaba en los Estados Unidos y cuando regresé, ya tenía a Arianna y cada quien andaba en lo suyo. Después el MIR se dividió. Cuando hablamos de eso, Inés Mercedes es muy cómica, porque ella dice que ha sufrido mucho en esta vida, porque ha pasado por no sé cuántos divorcios y una división de partido. Entonces siempre afirma que ella ha sufrido más que yo.

ValentinaQuintero-cita4Cuando éramos chamas, andábamos muchísimo juntas. Yo salía con los muchachos del San Ignacio, Inés con los de La Salle. Siempre dormimos juntas, compartíamos la ropa. Ahora no tanto, ella es más alta que yo. Aunque todavía, cuando ella tiene un evento, viene, se lleva zapatos y prendas mías. Nosotras somos súper unidas. Inés cocina muy bien, yo no cocino nada. En las reuniones familiares ella cocina y yo pongo la casa. Siempre hemos hecho equipo y te puedo decir que no tenemos ni un solo episodio de un pleito o de una distancia. Nunca.

Educar para la libertad

Yo me divorcié porque cuando tienes un hijo, tu vida da un vuelco total y yo me sentía profundamente responsable por aquella criatura que acababa de nacer. Yo me decía “si la dejo en un sofá y no me ocupo, se muere”. O sea, depende única y exclusivamente de mí. Y desde ese momento tú empiezas a ser profundamente frágil y vulnerable, porque cualquier cosa que le pase a tu hija te destruye. Que por qué el papá nunca se hizo cargo debe ser una pregunta que se le haga a él, porque a mí siempre me pareció incomprensible que no se ocupara. Hasta el sol de hoy me lo pregunto, y sobre todo se lo pregunta su hija. Asumir la maternidad de esa manera suponía que era una responsabilidad de dos, y si no era responsabilidad suya, para qué iba a cargar con ese señor… si ya yo tenía suficiente responsabilidad y compromiso con mi hija como para estar cargando con él.

En un primer momento fue complicado. Yo creo que ahora, que lo veo desde la distancia, puedo decir que tal vez el 70% de las madres en este país criaron a sus hijas solas. Pero yo no veo eso como un acto de heroísmo, sino sencillamente es algo que haces y ya, te entrompas y se acabó, no hay ningún cuestionamiento. La verdad es que yo pienso que lo único que hay que hacer es una alianza con esa criatura.

ValentinaQuintero-cita3Desde que Arianna era chiquita, yo la eduqué para la libertad. Para que fuera una muchachita bien segura, para que fuera capaz de tomar decisiones propias. Y Arianna siempre supo si las cosas se podían hacer o no, si no teníamos carro, si no teníamos comida. No tuvimos ninguna relación protectora sobre la realidad. Si éramos nosotras dos, íbamos a ser nosotras dos. Era una cosa que teníamos que enfrentar juntas. Además, yo siempre he tenido muy buenas amigas, las del colegio, que fueron absolutamente incondicionales conmigo en esa época. Entonces, Arianna se acostumbró a que cualquiera de ellas la podría buscar en la guardería o en el colegio.

La periodista encubierta

Yo tengo años diciendo que al Estado no le interesa el turismo y empecé en 1986 con un suplemento (Manual de ociosidades). Además porque fueron cosas muy cómicas, una vez yo me vestí como de turista gringa, me puse un sombrero y convencí a una gente del aeropuerto a que me dejara entrar para salir con maletas. En ese momento, había una denuncia con la cosa de los taxistas que cobraban en dólares con los extranjeros y los matraqueaban. Y fue buenísimo, hicimos una denuncia, además fue en portada con doble página, y fue absolutamente periodístico.

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También, hicimos otro trabajo cuando empezó el SIDA, que había tan poco conocimiento. Yo me fui con William Dumont, que trabajaba como asistente, y con un fotógrafo para Sabana Grande. Yo andaba con William y yo decía que él tenía SIDA. Nos sentamos en El Papagayo, que era una fuente de soda en el Centro Comercial Chacaíto, y le digo a la muchacha: “Mira, toma tus precauciones porque él tiene SIDA”. Ella se sorprendió, le sirvió agua en un vaso de cartón y él pidió uno de vidrio. Cuando ella lo fue a recoger, lo agarró con dos servilletas y lo tiró a la basura. Después nos metimos en una tienda y nadie lo quería atender. Había muchísima ignorancia sobre ese tema en el mundo.

Bitácora, el proyecto

Los Oteyza eran muy amigos de Peter Bottome, que era el dueño de Radio Caracas. Ellos tenían un proyecto sobre un programa que habían hecho en una isla del Caribe. Peter le dijo que por qué no hacían uno sobre turismo en Venezuela y que por qué no me llamaban a mí, que ya tenía como 10 años escribiendo el Manual de Ociosidades para El Nacional.

Desde el principio acordamos que fuera un programa periodístico que, cuando la gente lo viera, supiera cómo llegar a ese sitio. Queríamos estimular el sentido de arraigo en Venezuela, porque en esa época se viajaba muchísimo al exterior. Queríamos que conocieran el país.

ValentinaQuintero-cita2Fuimos bien cautos, hicimos un programa de media hora que salía una vez al mes. Nos dieron el horario de los domingos a las 8 de la mañana, y eso hizo que nadie en Radio Caracas pensara que éramos unos intrusos. Carlos (Oteyza) dijo para hacer algo de altísima calidad, por lo que el sonido era impecable y la fotografía preciosa.

El primer programa fue en el llano, en un hato que ya no existe, en el estado Apure; después otro fue por las costas de Vargas. Luego salimos a vender el proyecto. En 1996 saqué la primera edición de mi guía, que se vendía en los supermercados con una cesta de harina Pan y arroz Primor. Bitácora fue siempre súper chola, un viaje muy rápido, porque eran 22 minutos. Ahora, con Dos de viaje son 40 minutos. Claro, aunque en ese momento había menos cosas que denunciar… pero, nada, igual las había y lo hacía.

Sembrada en Venezuela

Yo no extraño mi casa. Para mi toda Venezuela es mi hogar. En cualquier parte yo me siento en casa, me encanta amanecer en un sitio distinto. A mí me parece chévere cuando todas las noches dormimos en lugares distintos. Este es mi país, donde yo me crié, donde yo estudié, donde yo trabajo y donde tengo cosas que hacer. Es donde me siento bien.

ValentinaQuintero-cita1A mí me parece que quienes queremos ver bien a Venezuela somos los que tenemos que estar aquí, no quienes la destruyen y la maltratan. Nosotros toda la vida viajamos por Venezuela, con mi mamá y mi papá. Fuimos para Margarita, Mérida, el llano, yo recuerdo que fui la primera vez a Canaima en el año 1964, cuando tenía 10 años. Cuando me casé también andaba por toda Venezuela acampando con mis amigos.

Ahorita, aunque ya conozco bastante, siempre estoy descubriendo otras cosas, siempre hay sitios distintos. Los viajes nunca son iguales ni repetitivos. Cuando yo me siento apagada o con un enorme desaliento y desesperanza, yo me voy a un viaje y se me quita. La naturaleza siempre me sana, siempre me da respuestas.

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