Opinión

Diálogo con amenazas: semana de confusiones

Siete días de marasmo. Siete días de no saber. De informaciones cambiantes, de incongruencias evidentes. Un país en pausa, con un referendo anunciado como muerto y una mesa de diálogo donde se conversa mientras en las calles matan gente, la ONU evalúa derechos humanos y los déspotas amenazan

Fotografía de portada: Prensa presidencial
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Esta es una semana confusa. La Cruz del Ávila está encendida y falta un mes para diciembre. El Presidente de la República estrena un programa de salsa. Al salir de un encuentro de diálogo con El Vaticano, el cual no se volverá a reunir sino hasta el 11 de noviembre, la canciller de la República le sonríe al secretario de la Mesa de la Unidad Democrática mientras le dice un muy imperialista “see you”. La marcha al Palacio de Miraflores es cancelada y la discusión sobre hechos que configuran una ruptura del orden establecido en la Constitución es diferida.

¿Alguien sabe hasta cuándo está diferida Venezuela?

Un país cuya capital acaba de transitar por el segundo mes más violento en lo que va de año no puede permitirse levantarse de una mesa de negociación y diálogo. Un país cuyo máximo líder en un mismo día afirme: “Nosotros no amenazamos a nadie” y luego le diga a un diputado que “la inmunidad no te salvará de un carcelazo”, tiene que someterse a un juicio político y, en nuestra opinión, también médico.

Un país en su peor crisis no puede diferir su descontento ante su cuerpo diplomático que acude al Examen Periódico Universal de DDHH de la ONU para decir que en Venezuela el Gobierno garantiza plenamente la libertad de expresión, entrega más de un millón de medicinas al día, y que todo relator de derechos humanos que desee visitar el país podrá hacerlo siempre y cuando “no tengan posiciones parcializadas ni hagan utilización política de los derechos humanos”.

Es decir nunca.

Es un absurdo darle días al Gobierno para que cumpla. ¡El Gobierno ha tenido casi 6.500 días para cumplirles a los venezolanos! Es una bofetada que se libere un puñado de presos políticos sin que el Gobierno admita que son perseguidos y que hay una falta absoluta de autonomía del Poder Judicial. Lo realmente criminal es que un Presidente de la República, el único con partida de nacimiento por sentencia, diga que quien llame a marchar a Miraflores es un delincuente. ¿No es confuso que la Revolución Bolivariana haya hecho todo por mermar la propiedad privada y considere privado un palacio que le pertenece a 30 millones de venezolanos?

Si confiamos en los buenos oficios del representante de El Vaticano, y la MUD considera necesario irse por el diálogo, entonces se tiene que amarrar a su silla y no diferir la traída de platos que considera necesario servir en la mesa. Un país en crisis humanitaria, sin elecciones, con una inflación sofocante y una Constitución que es letra muerta no puede, si así ha querido convenir, levantarse de una mesa de diálogo. A fin de cuentas, en los días de plazo que le dieron al Gobierno, el Presidente de la República se levantó de la mesa y se fue a prender un pino navideño y hablar sobre los aportes de Tito Rodríguez al género de la salsa. ¿O es que esos puntos también estaban incluidos en el menú?

Una semana confusa sin duda… y aún no ha terminado.

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