Humor

Diario de un indigente

El alcohol, el alcohol me tiene aquí ¡Cómo me gusta! Lástima que haga daño. Sé que mi estado es irreversible y antes de que no pueda escribir, quisiera dejar testimonio de mi vida de “sancochero” y recoge latas

Texto Claudio Nazoa
Publicidad

Día I: Creo que perdí muchas cosas: mi familia, mi trabajo, mis antiguos amigos, todo. Antes, yo iba por la autopista en esa cola que ahora me es ajena. ¡Qué ironía! Yo siempre vi como cosa extraña a esos seres que habitan las autopistas y en este instante, soy uno de ellos: un recoge latas, un indigente, un peludo nauseabundo. Todos mis amigos son unos parias. Compartimos alcohol y sancochos, que preparamos con lo que podemos recoger o robar. Ya no me baño. Duermo en un cartón. No temo que me asalten porque nada tengo. Soy menos que el asfalto y la cuneta de la autopista donde vivo. Mi única responsabilidad es recoger restos de pollo y yuca en las polleras: sobras.

Día IV: Ayer le salvé la vida a un perrito ¡Pobres perros! hay gente mala que disfruta arrollándolos. El perrito me cogió cariño y ahora vive conmigo en ninguna parte.
Me levanto creo que a las ocho. Nunca sé la hora, ¿para qué? Voy por el hombrillo de la autopista recogiendo latas y cartones hasta que me canso. En la noche, todos tenemos una novia demente que nos acompaña de vez en cuando.

Día CXXV: Antes, cuando era gente, leía el periódico. Ahora no me interesa sino para arroparme y protegerme del frío. Sin embargo, por curiosidad, el otro día me puse a revisar unos diarios que íbamos a vender y me enteré de la muerte de un amigo que trabajaba en la oficina. Mi ex- murió de un infarto fulminante ¡Qué sarcástica puede ser la vida! Él siempre fue un hombre excesivamente sano. No tomaba, hacía ejercicios y, además, era vegetariano. No entiendo nada. Él, muerto sano, y yo, muerto en vida.

Un año después: Pasé días soñando con mi mujer y mis hijas: pulcramente vestido, estaba sentado en una mesa con abundante comida y vino. Mis hijas levantaban copas de cristal. Llorando, decían: ¡salud papá! El sueño se tornaba en pesadilla porque mi copa estaba pegada a la mesa y no podía levantarla. Me angustié y al despertar traté de ir a mi antigua casa, pero salió mal. Toqué la puerta y mis hijas no me reconocieron. Gritaron pidiendo auxilio. Varios vecinos me cayeron a palos. Estoy adolorido. Creo que tengo un dedo fracturado.

Tiempo indefinido: Ayer murió un indigente. Era mi amigo. Compartíamos lo que recogíamos. No le hemos avisado a nadie porque nos da miedo que la policía crea que lo matamos. Él decía que era ruso. Ahora está allí, tirado, y el único que lo acompaña es su perro “Almohada” —que fue su amigo fiel durante estos dos últimos años. Hoy prepararemos el sancocho lejos de aquí. Traté de llevarme al perro pero no quiso dejar a su amo. Lo lame con la esperanza de revivirlo. Aúlla Almohada. Lloro por los dos ¡Salud hijas!…

Ilustración: Yonel Hernández

Publicidad
Publicidad