Historia

Efigies en los billetes: gusto de megalómanos

Venezuela está a punto de incluir nuevos ejemplares en su cono monetario. A pesar de los rumores, no incluirá la efigie de Hugo Chávez en ninguno de ellos. No sería raro que sus herederos en el poder hubiesen querido estamparlo en papel moneda y ponerlo en manos del pueblo. Así, no se alejarían de otros ejemplos de la historia

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Desde el 15 de diciembre comenzará la incorporación de nuevos billetes al cono monetario. El Banco Central de Venezuela confirmó que la nueva familia comenzará en 500 y terminará en 20 mil.  Desde hace meses, cuando comenzaron los rumores de la impresión de nuevos billetes, se especulaba que alguno de ellos pueda llevar la cara de Hugo Chávez. Pero que la cara del expresidente aparezca en ellos no es nada nuevo para el mundo de los dictadores megalómanos, valga la redundancia.

La delirante historia de Mobutu Sese Seko, dictador de Zaire durante 32 años, ha ocupado páginas en la reciente historia africana. Según cita el sitio web Blog de Banderas, “célebre no sólo por su sombrero de piel de leopardo que en las culturas bantú del centro de África es característico de los reyes y emperadores, el régimen de Mobutu fue la materialización misma de la cleptocracia. Este buen señor robó tanto dinero de las arcas del Zaire que entre 1965 y 1997 amasó una fortuna de cerca de 5.000 millones de dólares. Claro, todo esto mientras su país se convertía en uno de los más pobres del mundo a pesar de tener uno de los subsuelos más ricos del planeta”.

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Como dictador, además de ladrón, Mobutu tenía un ego sobredimensionado. Éste lo llevó a imprimir su estampa en el billete de 20.000 zaires. El país estaba arruinado, pero él tenía sus arcas suizas llenas y su efigie en el billete. Cuando finalmente Mobutu fue derrocado en 1997 por Laurent-Désiré Kabila, el país estaba en tal estado de ruina que no había dinero para imprimir los nuevos.

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Kabila, una vez en el poder, quiso borrar a Mobutu de la memoria colectiva del país, pero ahí estaban los billetes. La solución que implementó fue rápida e ingeniosa: mandó a abrir un hueco en todos los billetes para sacar de una vez y para siempre la cara de Mobutu. No sólo caen las estatuas de los dictadores. También terminan siendo un hueco donde una vez estuvo su estampa.

Saddam Hussein tampoco escapó a la tentación de poner su cara en los billetes. Las leyendas urbanas cuentan que en la residencia presidencial tenía una máquina que imprimía los billetes y que su hijo Uday la manejaba con maestría. Pero la fortuna personal de Hussein no estaba en dinares, sino en dólares. Se calcula que rondaba los veinte mil millones. Esos billetes verdes causan una fascinación enfermiza en los dictadores, sus familias y acólitos. Para el resto, dinares devaluados.

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Pues bien, esos devaluadísimos billetes con la efigie de Saddam Hussein que los subyugados iraquíes llevaron en sus bolsillos durante más de diez años, terminaron en una gigantesca hoguera. Antes de eso, los habían marcado con tinta roja para inutilizarlos. Los pocos que quedaron son ahora un elemento curioso en manos de coleccionistas y vendiéndose en sitios como e-Bay.

Franco, en España, puso en circulación monedas de todas las denominaciones de pesetas con el sello “Francisco Franco, caudillo de España por la gracia de Dios”. Hasta a Dios metió en el asunto. Es bien conocida la relación de Franco con el Opus Dei. Es que estos dictadores hacen uso de cualquier estrategia para manipular a sus pueblos, los mismos que los alaban y luego terminan juzgándolos en ordalías populares.

Sin embargo, hay excepciones como la de Mao Tse Tung, que al día de hoy permanece en todos los billetes de yuanes. El líder de la llamada “Revolución Cultural” y del “Gran Salto Adelante” que causó –según cifras no oficiales, no las hay- entre 40 y 65 millones de muertos, continúa siendo un referente, si no en las políticas de su país, en los billetes. Wikipedia reseña que “el 13 de marzo de 2006, la BBC informó que algunos delegados a un cuerpo consultivo en la Asamblea Popular Nacional de la República Popular China habían propuesto incluir a Sun Yat-sen y a Deng Xiaoping en los billetes de banco”. La propuesta, sin embargo, no se ha llevado a cabo.

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Turkmenistán es un caso que merece mención por lo rocambolesco. La página Culturizando.com  reseña parte de las excentricidades de Saparmyrat Ataýewiç Nyýazow, presidente vitalicio y líder de todos los turcomanos, como le gustaba que lo llamaran.  Estas excentricidades  incluyen haber sustituido la palabra “pan” por “Gurbansoltanedzhe”, que era el nombre de su madre. Rebautizar el pueblo de Krasnovodsk en el mar Caspio como Türkmenbaşy, en su honor. Rebautizar (¡de nuevo!) los meses de enero y abril, que pasaron a llevar los nombres de Türkmenbaşy y de su difunta madre, Gurbansoltanedzhe, respectivamente. Cambiar la fiesta nacional al 12 de febrero, día de su cumpleaños. Sin incluir el sinnúmero de estatuas bañadas en oro de su figura que hizo colocar a lo largo y ancho de su país.

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En el tema de la moneda, Nyýazow también tuvo su historia. Los billetes lo mostraban canoso, como estaba.  Pero un día decidió teñirse el pelo de negro y mandó a cambiar todas sus fotos oficiales. Los billetes eran un problema. Reseña Blog de Banderas blogdebanderas.com: “Nyýazow ordenó que todos los billetes del país fueran rediseñados para poder aparecer rejuvenecido y con el pelo negro. El problema fue que la orden la dio en el segundo semestre de 2006 y él murió el 21 de diciembre de ese mismo año… Conclusión: nunca vio los nuevos billetes de Turkmenistán en los que se veía joven, como siempre había querido ser… Pero no todo estaba perdido. El señor Gurbanguly Berdimuhamedow, quien no sólo fue el sucesor de Nyýazow, sino que además se cree que es su hijo bastardo, decidió honrar la memoria de su padre… digo, del padre de la patria y nuevamente ordenó rediseñar los billetes del país para incluir la famosísima foto del Nyýazow rejuvenecido. En 2009 estuvo listo el diseño pero antes de enviarlo a imprenta, Berdimuhamedow decidió cancelar la impresión y modificó nuevamente los billetes. Conclusión: la foto del Nyýazow joven nunca pudo ser manoseada por todos y cada uno de los turcomanos mientras hacían sus transacciones diarias”.

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En la antigua Birmania, Ne Win, líder de la Junta Militar que gobernó y arruinó al país entre 1962 y 1988, no sólo colocó su efigie en los billetes, sino que como era supersticioso en grado superlativo y tenía numerólogos como asesores,  introdujo billetes con denominaciones extrañas, como las  de 15,35 y 75 kyats que, más tarde, cuando su numerólogo favorito le reveló que su número de la suerte era el 9, los reemplazó por nuevas denominaciones de 9,45 y 90 kyats. Lo peor de esta historia es que cuando Ne Win sacó los nuevos billetes múltiplos de 9, simplemente decretó que los anteriores no tenían validez. Millones de birmanos perdieron los ahorros de toda su vida por el capricho de un dictador.

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Volviendo al caso de Venezuela, ni siquiera Antonio Guzmán Blanco, Juan Vicente Gómez o Marcos Pérez Jiménez tuvieron la osadía de colocar su efigie en los billetes.  Acuñaron medallas conmemorativas con sus caras, pero no se atrevieron a más. Ese honor se lo dejaron a los próceres de la independencia.

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Si los nuevos billetes salen con la efigie de Hugo Chávez, como se piensa, será un nuevo atropello a la memoria de nuestros libertadores. Pero en último caso, la verdad es que la moneda venezolana debería llamarse “chávez” en vez de “bolívar”, para que cada vez que un venezolano la use, recuerde quién destruyó nuestra economía. El problema no es poner a Chávez. El problema es dejar a Bolívar y que la moneda que durante muchos años fue la más fuerte del mundo y que ahora no vale nada, lleve su nombre. Hay que cambiarle el nombre. Cuestión de justicia.

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