Humor

El aporte de Venezuela al mundo que no dijo Migbelis

Quizás tenemos que agradecer el apretado vestido de Miss Venezuela, Migbelis Castellanos, durante el concurso Miss Universo. Si ese trapo color rubí no le hubiese apretado su contorneado estómago –ocasionando que el infame bullying de las redes sociales la bautizara como “Mig Belly”–, los jueces se hubieran decantado por ella

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De haber usado otro traje, Migbelis habría pasado al cuadro de las cinco finalistas y, con ello, al segmento de preguntas y respuestas. Olvidemos a las demás candidatas. Entendiendo que la pregunta final es “¿Cuál es la mayor contribución de tu país al mundo?” ¿Quién tiene más que perder que Venezuela?

La pregunta es, por todos los costados, sencilla. Miss Estados Unidos ha podido responder que la mayor contribución es la comunicación a través de la amplia gama de productos Apple. Colombia ha podido mencionar el café, Gabriel García Márquez, el vallenato, Juanes o Betty la fea. Pero eso no es respuesta de reina. El problema es que las mujeres de certámenes tienen diecinueve años y están muertas de hambre. En las elecciones no siempre gana la más inteligente. Regla que aplica incluso para contiendas que nada tienen que ver con belleza.

¿Qué habría respondido Migbelis Castellanos? En estos momentos de crisis y colas, donde nada positivo se vislumbra en nuestro futuro, ¿hay realmente una contribución venezolana al mundo? El petróleo no es. Si lo fuera, el Presidente de Venezuela no se hubiera ausentado 20 días de enero para viajar por el mundo pidiendo cacao. El modelo político-económico tampoco. Si no, empresas como Ford Motors no asumirían 800 millones de dólares en pérdidas por sus negocios en Venezuela.

¿Cuál es nuestro aporte a la humanidad? ¿Qué le ofrecemos al mundo en los corrientes, cuando ya no paramos la guerra en Sarajevo como lo hacíamos con la telenovela Kassandra, ni tenemos estudios significativos que contribuyan como lo hizo el Doctor Jacinto Convit con la lepra? Es quizás un alivio que Migbelis Castellanos no haya tenido que enfrentarse a una pregunta como esa. Hay una respuesta honesta, claro que la hay. Solo que el contexto de dicha respuesta duele.

Verán, la mayor contribución de Venezuela al mundo en estos momentos es su gente.

Según un estudio realizado por el sociólogo Tomás Páez, 1,6 millones de venezolanos han hecho maletas en los últimos quince años y caminado por el piso de Carlos Cruz Diez en el Aeropuerto Internacional Simón Bolívar. Cargan consigo la visa para un sueño que los separa de su lugar de nacimiento, no por falta de trabajo sino por la búsqueda de calidad de vida. «El 90% de ellos tiene grado universitario, el 40% maestría y el 14% doctorado», según afirma el estudio. El talento se nos escapa para contribuir con el mundo y con su fuga se cava lentamente la tumba del conocimiento.

La fuga de talento es un problema que enfrenta toda nación. Por décadas Venezuela importó talento y le abrió las puertas a una comunidad de inmigrantes que hicieron del araguaney su árbol y del tricolor su bandera. Hoy despiden a sus hijos y nietos que buscan escapar a las cifras del hampa y a las colas por leche. El consejo: “estudie mijo que eso es lo único que salva en la vida”, nos dijeron a todos cuando pequeños. El Estado tenía capital humano para hacer de Venezuela una tierra de profesionales responsables. Optó, en cambio, por profesionalizar la irresponsabilidad social y con ello les regaló a otros países lo mejor de Venezuela.

Quizás fue bueno que Migbelis Castellanos escogiera el infame vestido rojo y no otro. Lo que no pudo responder Miss Venezuela en el Miss Universo es que la mejor contribución de Venezuela para el mundo somos nosotros mismos. Y aunque esa simpática respuesta le habría ameritado un estruendoso aplauso en la ciudad de Doral, y quizás una octava corona universal de belleza, la realidad del contexto de la respuesta hubiera empañado la alegría.

Venezuela pierde todos los días a un profesional con talento. ¿Quién gana ahí? Con toda seguridad, no es Venezuela.

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