Entrevista

El Caracazo: ¿conspiración de Hugo Chávez?

Las causas de las protestas, que iniciaron el 27 de febrero de 1989 y que terminaron en sangre, se indexan a aumentos de la gasolina y el pasaje de transporte. Pero en los cuarteles se creyó en la conspiración, en el descontento atizado hasta salirse de control, y con un nombre que luego se apropió de la fecha para justificar su propia intentona: Hugo Chávez

Fotografía: Francisco Solórzano "Frasso"
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El 23 de febrero de 2012, antes de uno de sus acostumbrados viajes a Cuba, Hugo Chávez hizo una cadena audiovisual; habló del golpe de Estado de 1992 y mencionó al general de División (retirado) Manuel Heinz Azpúrua, entonces jefe de la Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención (Disip). “Estuvo detrás de mí como cinco años”, dijo Chávez refiriéndose al general. “Y cada vez que terminaba el interrogatorio, me decía: ‘puedes irte, Chávez, un día cometerás un pecadillo. Yo te agarro algún día’”. Remató asegurando que después del 4 de febrero, ya consumado el golpe de Estado, Heinz le había dicho: “Lo felicito, Chávez, no pudimos detener esto”. “Es que no lo iban a detener, mi General”, dijo el expresidente que le había contestado al superior, “ni que me hubieran arrestado a mí, o a Arias, o al otro. Esto no lo paraba nadie”.

Con este fragmento contacté al general y le pedí una entrevista para que comentara las afirmaciones del expresidente. Y así lo hizo —para desmentir muchos de lo dicho por Chávez. Pero no hablamos exclusivamente de la intentona del 92, que Chávez encabezara. También abordamos los sucesos de febrero de 1989, no solo porque Heinz Azpúrua se contó entre sus protagonistas —en ese momento era el Jefe del Comando Estratégico del Ejército acantonado en Caracas—, sino porque desde su perspectiva las protestas de los días 27 y 28 de febrero y primeros días de marzo de 1989 fueron tan violentas como se ha dicho… pero no tan espontáneas como se han querido presentar. Además, desde su punto de vista, el llamado Caracazo, de febrero del 89, está vinculado con la insurrección del 92.

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“En febrero de 1989 se produjo una conmoción popular generalizada causada por una gravísima y masiva alteración del orden público, caracterizada al comienzo de aquel día 27 de febrero, por múltiples actos de protesta sorprendentemente violentos —aparentemente espontáneos, aunque sospechosamente coincidentes”, escribió el general Manuel Heinz Azpúrua en un informe que me envió en aquella ocasión.

“Actos de protesta sospechosamente coincidentes”. Cuando le pregunté a qué se refería con esta sugerencia, dijo que siempre había pensado que los hechos del Caracazo no habían sido espontáneos. Por lo menos, no en su origen. Para Heinz Azpúrua el descontento por el aumento de la gasolina y, en general, por la crisis económica del momento, había sido atizado por grupos interesados en crear caos, a quienes la situación se le fue de las manos por la intervención abrupta e incontrolable de la delincuencia.

“Ahí estaba la mano de la extrema izquierda”

Desde su perspectiva, después de estimular la protesta inicial en diversos puntos de Caracas, “el control y dirección de la casi totalidad de las acciones violentas estuvo a cargo de la delincuencia y hampa común. La participación tardía e inconexa de grupos anárquicos, como de costumbre, de la extrema izquierda no logró ni siquiera un control parcial de las acciones de violencia. No tuvieron la más mínima posibilidad de activar la soñada vanguardia revolucionaria, ni tampoco la consiguiente dirección táctica de aquellas acciones, solo actuaron como francotiradores con el propósito de crear pánico y caos en la población volcada a las calles en acciones de saqueo y destrucción”.

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Muchas páginas más adelante puede leerse en ese informe de Heinz Azpúrua que “luego de que su causa fuera sobreseída por el Presidente de la República, Rafael Caldera, en 1994, el oficial retirado Hugo Chávez Frías en sus discursos públicos ha pretendido, insistentemente, justificar el delito cometido de sublevación militar —golpe de Estado— como una respuesta a los sucesos del 27 y 28 de febrero”.

El general Heinz Azpúrua nunca se creyó, por cierto, que la desaparición por tres días del entonces mayor Hugo Chávez, precisamente las jornadas de horror de febrero y marzo del 89, se debiera a una lechina, como reportó sin que luego fuera objeto de una constatación por inteligencia militar.

Conspiró en 1986 y en 1987

Las sospechas de Heinz Azpúrua no se limitaban a una conexión entre los sucesos de los febreros del 89 y del 92. Para él, los malos pasos de Chávez podían rastrearse desde antes. Desde octubre de 1986 —cuando Heinz era director de Inteligencia del Ejército— se comprobó la actividad conspirativa de Hugo Chávez, al frente de un pequeño grupo de oficiales subalternos en Guárico y Apure.

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Informado Jaime Lusinchi, entonces presidente, de la grave irregularidad, instruyó a la DIM, a cargo del almirante Rodríguez Citraro, para llevar adelante las indagaciones correspondientes. “Chávez fue removido del cargo de Comandante del Escamoto ‘Farfan’, en Elorza, y destinado al de director de la Granja Militar Santa Rosa, en el Alto Apure, donde permaneció un año, hasta que en agosto de 1987, el Comandante del Ejército, general Italo Alliegro, lo envió a San Juan de los Morros como ayudante del general Arnoldo Rodríguez Ochoa, funciones que ejerció hasta que en diciembre de 1989 se detectó una nueva conspiración, esta vez de Mayores, para neutralizar al Cuerpo de Generales del Ejército en su reunión mensual”, recordó Heinz.

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Por instrucciones del ministro de Defensa, general Filmo López, Chávez y los otros oficiales fueron convocados a una entrevista individual con Heinz, entonces Inspector General del Ejército. “Hice preguntas pero no fue formalmente un interrogatorio”. En esa ocasión, Chávez fue pasado a Auxiliar de Asuntos Civiles en la Brigada de Cazadores en Maturín. “En verdad, Chávez nunca fue sometido a una medida restrictiva de libertad antes del 4 de febrero de 1992, cuando fue detenido y confinado a la DIM”.

Pero también en 1988

En octubre de 1988 ocurrió algo muy raro cuya dilucidación cayó también en manos de Heinz Azpúrua: dos columnas de vehículos blindados salieron sin autorización legal de la sede del Batallón de tanques “Juan Pablo Ayala”, en Fuerte Tiuna, con rumbo a la Residencia Presidencial La Viñeta y al Ministerio de Relaciones Interiores.

Era la noche del miércoles 26 de octubre de 1988, el presidente Jaime Lusinchi se encontraba en viaje oficial en el Uruguay. Su ministro de Relaciones Interiores, Simón Alberto Consalvi, había quedado encargado de la Presidencia y seguía despachando desde el Ministerio de Relaciones Interiores. Se había hospedado, eso sí, en La Viñeta, que está ubicada en el Círculo Militar, en Los Próceres.

Según investigó el general Manuel Heinz Azpúrua, quien en octubre de 1988 ocupaba el cargo de Jefe del Comando Estratégico del Ejército y Comandante de Fuerte Tiuna, y fue encargado de elaborar un informe detallado, los blindados salieron del batallón Ayala en cumplimiento de órdenes dadas por el mayor (Ej.) José Domingo Soler Zambrano, “violentando las más elementales normas legales y disposiciones establecidas para el movimiento de unidades militares”.

“En horas tempranas de esa noche del miércoles 26 de octubre de 1988 el mayor José Domingo Soler Zambrano, Comandante Accidental del Batallón Ayala, se vio comprometido en una conspiración cuyo plan de operaciones tenía como misión específica secuestrar al ciudadano Simón Alberto Consalvi dentro de la residencia presidencial La Viñeta, por su condición de Presidente Encargado de la República”, escribió Heinz Azpúrua.

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Por enredos que darían para una trama apasionante, la movida se convirtió en un “fiasco que le evitó al país un gran problema”. El plan se descubrió y los involucrados fueron investigados. Todos los involucrados. “Conversando por aquellos días de 1988 con Rodríguez Ochoa hablamos de Chávez. Recordemos que Chávez, entonces, ocupaba el cargo de ayudante personal de Rodríguez Ochoa en el Consejo de Seguridad y Defensa. Le dije que su ayudante no estaba siendo investigado por lo de los blindados… pero le propuse que diera instrucciones al Mayor para que pasara por mi oficina cuando quisiera”, me escribió Heinz Azpúrua en correo electrónico del 11 de marzo de 2012.

“Chávez se presentó a mi oficina en Fuerte Tiuna, sede del Comando Estratégico del Ejército, en menos de dos de horas. De entrada, expresó su contrariedad por estar siendo investigado por su vinculación con lo de los blindados, lo cual negó de manera absoluta. Aseguró que, de continuar las averiguaciones sobre su persona, se vería obligado a solicitar la baja del servicio activo”.

Mayor Soler, aquí lo busca Chávez… otra vez

“Seguí haciéndole preguntas y entonces me informó de su visita al Batallón Ayala la semana anterior a los sucesos, en cumplimiento de instrucciones dadas por su jefe, el general Rodríguez Ochoa, quien, según me dijo, le había encomendado que se presentara en el Batallón de Tanques Ayala para ayudar a resolver un problema de tipo familiar de un efectivo de tropa que prestaba servicio militar allí”.

“Quedé sorprendido ante esta revelación de Chávez. Esa comisión no tenía sentido. Así que apenas Chávez se retiró de mi oficina, me fui a la sede del Batallón Ayala. Al revisar el Libro de Visitantes, que lleva el Oficial de la Prevención —guardia apostada a la puerta de entrada al Cuartel—, comprobé que no estaba registrada la entrada de Chávez. Pero luego interrogué individualmente a cada uno de los profesionales que prestaban la Guardia de Prevención y pude comprobar que el mayor Chávez sí había visitado la Unidad no una sino muchas veces. Y casi siempre al mayor Soler”, narra Heinz.

El mayor (Ej.) José Domingo Soler Zambrano ocupaba el cargo de Segundo Comandante del Batallón de Tanques Juan Pablo Ayala Nro. 44; y el día del intento de secuestro a Consalvi, él ejercía accidentalmente el cargo de primer comandante del Batallón. “Descubrí que la noche del jueves 27 de octubre ocurrió que un Policía Militar de guardia en la estación de Gasolina del IPSFAN, del lado de la Autopista Valle-Coche, observó un vehículo detenido al lado de la cerca perimetral y al conductor en actitud sospechosa. El PM se acercó, conversó con el conductor del vehículo y le tomó la identificación de la placa del auto, resultando propietario del vehículo el ciudadano Hugo Rafael Chávez Frías”.

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“La información relacionada con el vehículo la procesó el Departamento de Investigación Criminal de la Policía Militar, en coordinación con Tránsito Terrestre. Pero, al parecer, alguien le informó a Chávez que yo iba tras él, pues el viernes al mediodía el general Rodríguez Ochoa me llamó por teléfono para reclamarme que al mayor Chávez otra vez lo estaban ‘investigando sin ninguna razón’. Y agregó que, cumpliendo un orden suya la semana anterior, el mayor había estado en el Batallón Ayala “con el encargo de arreglar el problema familiar de un conscripto”.

El 4 febrero de 1992, el general Arnaldo Rodríguez Ochoa se desempeñaba como director del PAMI, el célebre proyecto social del gobierno de Pérez. Fue él quien llamó a Chávez a las 4:30 am a la Planicie para pedirle que se rindiera. “Chávez”, le dijo, “ya son muchos los muertos y heridos. Evita un mayor derramamiento de sangre. Piensa en tu responsabilidad”.

Efectivamente, Chávez se rindió.

El general Manuel Heinz Azpúrua murió el 10 de septiembre 2012. Dos años antes había sido acusado por los delitos de homicidio calificado en grado de cómplice necesario y quebrantamiento de pactos y convenios internacionales. En otro correo se refirió a esto despachando el asunto aludiendo a “la sumisión perruna del Ministerio Público y los Tribunales”.

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