Entrevista

El cuento de hadas de Ram Martínez

Ram Martínez ha conquistado agencias de moda lo mismo que páginas en publicaciones como Vogue y Vanity Fair. Su lente particular, de elación y sueños, lo ha llevado a sondear las profundidades de su oficio. También razón de ser. Con una segunda exposición en camino, y cientos de proyectos sin realizar, el fotógrafo venezolano pisa duro para alcanzar su meta internacional

FOTOGRAFÍA: MARCO MENDOZA
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Érase una vez un muchachito que nació en la ciudad de Barquisimeto. Inquieto de maneras y de alegres sentidos, sobre todo la vista. Creció rápido, como por arte de magia. Vivió en Madrid, también en Bogotá y actualmente reside en Ciudad de México. De todos estos lugares, solo siente a Caracas su casa. Se confiesa un enamorado absoluto de la ciudad capital, con su caos, sus colores y sus historias. Aunque la suya, no comenzó allí.
Este es el cuento de Ram Martínez. No fue fotógrafo siempre. Es egresado del Instituto Universitario de Tecnología Antonio José de Sucre de su ciudad natal, donde estudió Comunicaciones Publicitarias. Título en mano, Ram dios sus pinitos profesionales en agencias de publicidad y en revistas haciendo las veces de creativo y diseñador gráfico. Era una época de bonanza en el área de comunicaciones. “Se hacía mucha producción. 85% de los programas eran productos nacionales”, afirma Ram. La televisión se ganó su corazón pero también la producción de eventos. Todavía la fotografía no escalaba su mente. El tiempo lo cambiaría.
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Se vio obligado a regresar a Barquisimeto. En 2004, trabajaba en Televén como parte del programa Zona Creativa de Daniela Kosán. La situación política del país —era plena época del referéndum presidencial al expresidente Hugo Chávez— lo obligó a dejar el canal y a Caracas —su mayor dolor. “A mi familia no le va a gustar que eche este cuento. Pero es que yo solo quería estar en Caracas”, confiesa Ram entre risas.
En la ciudad de la música y de los crepúsculos, su inquietud o pulsión natural rebullía. “Siempre estaba buscando qué hacer. Nunca he estado parado. Así que me decidí por una serie de fotos. Comencé a experimentar”, recuerda. El resultado fue una fotografía donde su figura se repetía 18 veces, como teniendo un encuentro grupal de sí mismo. El resultado lo complació y quienes lo veían lo consideraban: “Algo súper inusual, ingenioso, novedoso”.
Uno de sus amigos quedó particularmente impresionado con la imagen. Sin el conocimiento o consentimiento de su autor, se la mostró al Director del Museo de Barquisimeto, Julio Bolívar. La respuesta aplacó cualquier incordio. “Bolívar me dijo que tenía que mandar esa fotografía a una galería o a algún museo para exponerla. Me explicó que era una especie de competencia. Las personas mandan sus imágenes y ellos deciden lo que se expone y lo que no”. Con su muestra Ram triunfó; el Salón de Aragua de Venezuela lo contactó para exponer su fotografía. De allí en adelante, todo comenzó a prosperar para él. Fue un gran paso no solo para su carrera, sino para sí mismo: “La fotografía me salvó de mi tristeza. Me ocupó mentalmente. Me regresó a mí mismo”.
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No hay brujas malas ni maestros
Ram nunca estudió fotografía. Tal vez eso permitió que se desarrollara una perspectiva única, impulsada por su creatividad por encima de las reglas clásicas del obturador. “Yo nunca tuve un profesor, así que hacía lo que quería”, expone el fotógrafo. Comenzó por la fotografía experimental, pero decidió dedicarse un tiempo a la documental. Una de las series que más recuerda fue la que compiló retratos de personas de edad avanzada en zonas rurales. En ella aplicó un elemento distintivo, característico de su visión artística: mientras muchos fotógrafos retocan para embellecer la imagen, enfocar ciertas áreas, Ram utilizó las herramientas de retoque para exagerar las arrugas de sus personajes. “Yo quería cosas más llamativas”, explica.
De lo documental, pasó al glam. Camaleónico ojo o más bien entrenamiento de consumo, despilfarro que inunda cada costado de la sociedad. Ardid que ya Andy Warhol explotaba, vendía. La moda pasó a ser su interés, quizá también acicate económico para adueñarse no solo de su nombre sino también del dinero que pronto ganaría. Madrid le presentó el relámpago, el festejo, el modelo. “Trabajé con distintas marcas de ropa, fotografié a actores y bailaores. Fueron grandes oportunidades”, recuerda. Con estas primeras tomas, su book rompía fuentes por las bellas caras y los bellos cuerpos. Sí, la moda es su propósito.
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Volvió a su paraíso terrenal. “Caracas era increíble. Me entendía más con la gente de la ciudad. Hay un punto de vista muy diferente que no hay en otra parte que no sea Caracas”. Su rinconcito de solaz también sirvió de escenario para exhibir su primer gran proyecto: una exposición individual donde combinaría el melange de imágenes que guardaba. Tenía millones de ideas diferentes para el tema central, hasta que nació Fairy Tales. “Así como los músicos escuchan música, los escritores leen otras obras, yo mínimo una vez por semana me dedico a buscar imágenes de fotógrafos reconocidos”, revela Ram. En una de esas búsquedas encontró las fotografías de Tim Walker, quien trabajó en una de las campañas de Carolina Herrera. De ellas obtuvo la inspiración para su muestra.
Fairy Tales está compuesto por 13 fotografías en total. Su presentación se inauguró en la Galería Fernando Zubillaga del Centro de Arte Los Galpones en el año 2012. La exposición narra una historia de fantasías en la que cada elemento busca generar una sensación específica, jugando con las proporciones, lo onírico y los detalles. Para ejecutarla no se valió del fotomontaje, todo se produjo en la realidad.
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Y fue feliz para siempre
Fairy Tales tuvo su propio final feliz. En el 2013, por su trabajo, Ram resultó uno de los 10 ganadores de la competencia anual de Exposure, creada por la organización artística SeeMee de Nueva York. Luego, en el 2014, fue seleccionado como artista latinoamericano para ser promocionado por la asociación sin fines de lucro NUIT D’ETE de Francia, para utilizar una de sus fotografías de Fairy Tales como imagen principal de la primera muestra del festival de cortometrajes iberoamericanos IMAGO.
La popularidad de sus imágenes comenzó a abrirle terreno en el ámbito internacional. Es un fotógrafo inusual en contraste con un mundo donde Instagram parece ser la plataforma predilecta para los adeptos de las imágenes. “Para mí Instagram es una vía de comunicación, pero no es la verdadera plataforma. Yo creo que el esfuerzo de las fotografías debe ser más que postearlas Prefiero verlas impresas en una pared”, admite Ram. Es su toque único que ha hecho que muchos comiencen a interesarse en su trabajo. Pronto, revistas como Vogue y más recientemente Vanity Fair se clavarían su ojo entrenado en él.
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Consiguió el trabajo en Vogue después de conocer a una mujer joven en Nueva York mientras mostraba su portafolio. El encuentro fue muy corto, poco particular. No pudo contener su sorpresa cuando unos meses más tardes, justo recién llegado a la ciudad de México, lo llamó la misma mujer para ofrecerle un puesto como fotógrafo de la sección de belleza de la revista. Él aceptó sin pensarlo dos veces.
Las noticias buenas siguieron llegando. Fanático confesado de Vanity Fair, la emoción lo embargó enteramente cuando recibió la llamada fortuita que le ofrecía ser colaborador de la revista. Actualmente trabaja para ambas publicaciones, además de otras editoriales de moda y agencias de comunicación. Todavía hoy en día sigue inquieto, buscando cómo seguir creciendo. Sueña en un futuro con Carolina Herrera, capturar sus tejidos, faralaos y perfumes lumínicos. También se pierde en la meta de montar su segunda exposición individual, una muestra “mucho más sencilla en producción, pero igual de bella y onírica”. Como de ensueños son sus amores con su oficio. Relación dialéctica que se agota o marchita y vuelve a nacer. “Sin la fotografía no puedo vivir. Es la relación amor-odio más fuerte que he tenido. Es como pelear con tu novia, pero igual la amas y no puedes vivir sin ella. Es la relación más larga que he tenido y que tenga, probablemente”.
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