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El hambre acosa a los camiones de basura

Hurgar desechos para conseguir comida se ha hecho frecuente para algunos, pero la crisis escala. Cuando el estómago cruje y la acera no es suficiente, los camiones de basura se convierten en botín. Adultos, adolescentes y hasta niños se trepan sin temor a la tolva del recolector y buscan y rebuscan hasta que encuentran algo que masticar. Algunos, los más osados, hasta amenazan a los trabajadores del aseo urbano

Fotografías: Cristian Hernández
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Alberto sabe lo que es vivir del negocio de la basura. Tiene tres años trabajando como “ayudante” en Supra Caracas, la empresa de recolección de desechos del municipio Libertador. Es de los que viajan guindados en la parte de atrás del camión recolector, de los que se bajan junto a cada montículo de desperdicios para recogerlos y arrojarlos al vehículo. Alberto también es uno de los que mira de frente las caras de hambre de quienes hurgan en la basura buscando algo para comer.

Pasa cada vez más frecuencia. El acoso a los desechos no se limita a las bolsas arrumbadas en el piso o depositadas en los contenedores. Los camiones de basura también llevan el botín. No importa si es de día o de noche. Los “ayudantes” en la recolección han aprendido a lidiar con los malos olores, y con el hambre ajena. También con el miedo a quienes escarban entre los desperdicios, si les arrebatan algún trozo de comida.

Alberto ha resuelto darles la libertad de revisar. Más cuando quienes buscan son niños. Cuenta que hace tres meses estaba por Catia, en su ruta habitual, cuando varios pequeños, de seis o siete años de edad, se metieron en la tolva del camión. No le tuvieron miedo al brazo mecánico que achata los desechos, ni asco a lo que pudieran encontrarse. Como una tromba, se metieron, revisaron y se fueron. “Era un riesgo, les hubiese podido pasar algo malo, pero cómo le dices a un niño de esos que no”, se pregunta el recolector. Él lo vio en Catia, pero asegura que sucede en todos lados: en Antímano, en Carapita, o en Candelaria.

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En zonas más pudientes de Caracas también pasa. Eritza Liendo, vecina de Los Palos Grandes, cuenta que presenció el acoso a uno de los camiones el 7 de noviembre alrededor de las 9:30 am: “Mujeres, niños y adolescentes estaban esperando el camión de la basura. Portando carretillas, iban recogiendo las bolsas negras llenas de basura, de desperdicios. Bajaron en procesión desde El Rey David persiguiendo las sobras y cuando, por fin, el camión se detuvo se armó un festín”. Tanto fue su asombro que compartió la historia en Facebook. En su muro escribió: “Mirándonos con recelo, empezaron a escarbar y a comer, a escarbar y a comer, a escarbar y a comer… Sólo tiraron de nuevo a la trituradora del camión una bolsa con conchas podridas de naranja. Todo esto sin dejar de mirarnos, y yo sentí miedo. No era sólo la putrefacción que emanaba del camión por la comida descompuesta. Eran también esas miradas descompuestas por el resentimiento que emanaba de tanta miseria”.

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La inseguridad alimentaria en el acceso es de 93% en los pobres, de acuerdo con los resultados de la Encuesta sobre Condiciones de Vida Venezuela (Encovi) 2015, referidos a la alimentación; mientras que los síntomas de angustia y tristeza se manifestaron en 29 y 23 por ciento de los entrevistados, respectivamente, según el mismo sondeo.

En Altamira y La Castellana también se ha visto la escena, indica uno de los empleados de la empresa SRR (Servicio de Recolección de Residuos), que desde 2015 asumió la recolección de desechos en Chacao. La misma Liendo relata que el 12 de noviembre en la mañana volvió a ver al grupo cargados con sus carretillas de basura.

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Josefina Campos también los ha visto varias veces. Pero el grupo lo conforman exclusivamente niños que, a sus ojos, no pisan aún la adolescencia. Nunca se ha atrevido a hablarles. Los ve a través del vidrio de su parabrisas. Compara la destreza del grupo con la de los monos, por la habilidad que tienen para brincar sobre el camión de basura, cuando el vehículo atraviesa la avenida Rómulo Gallegos. “La primera vez que los vi eran tres, iban guindados a los lados del camión. Después los volví a ver ayudando a los tipos del camión a recoger la basura mientras aprovechaban para buscar, y luego mi esposo los vio en Horizonte, también en la Rómulo Gallegos, y eran los mismos señores del aseo quienes les estaban dando de una vez unas bolsas con comida sacadas de los desperdicios”.

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Alberto justifica el accionar de sus colegas del municipio Sucre: “Somos seres humanos. Hay que ser comprensivos y entender las necesidades de la gente”. Describe a los menesterosos como personas bien vestidas, padres o madres de familia “como tú o como yo”. En el Centro Comercial Caracas, en Montalbán, no se topó con adultos sino con estudiantes de bachillerato. “Llevaban su camisa beige, había niñas incluso, y nos quitaban las bolsas de las manos”, recuerda.

No es de extrañar que esto suceda cuando, también de acuerdo a la Encovi, la mitad de los no pobres cruzó la línea hacia la pobreza en 2015. En el capítulo referido a pobreza y misiones sociales, revelaron que la pobreza reciente se ubicó en 47,1%. La clase media se esfuma, les tocó bajar de escalón. Todos los pobres no extremos de 2014 ahora son pobres extremos; y la mitad de los no pobres de 2014 se convirtieron en pobres en 2015.

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Esta pobreza se asocia directamente al ingreso y 87% de los consultados en el estudio -a cargo de las universidades Católica Andrés Bello, Central de Venezuela y Simón Bolívar- afirmó que no tienen suficientes ingresos para la compra de alimentos. Los números de la Encovi se movieron significativamente de un año para otro. En la medición de 2014 los hogares en pobreza llegaban a 48,4% y en el caso de las personas a 52,6%. En 2015 esos porcentajes se incrementaron: 73% de los hogares del país y 76% de los venezolanos están en pobreza por ingresos.

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No siempre hay empatía. Orlando Useche, recolector de la ruta de Artigas, dice que han intentado pelear con ellos por la basura: “Uno trabaja rápido y a veces toca ponerse rudo. Si te apendejeas te joden. No se les puede dar la espalda, incluso a la gente que uno ve bien vestida”.

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Para otro conductor de un camión este constante escarbar entre la basura en busca de comida se ha convertido en algo normal de mirar. “En la avenida Urdaneta y la Candelaria persiguen el camión. Está desatada esa vaina”. Dice que son hombres, mujeres bonitas, feas, flacas, gordas, bien vestidas o mal vestidas, los que lo han amenazado de palabra para que no sigan recogiendo los desperdicios. “Antes nada más eran los piedreros o lateros”. Una pequeñez junto al drama de comer basura es que su trabajo se ha hecho más complicado. Explica que cuando su camión entrompa Candelaria, alrededor de las 7:00 pm, lo que se consigue es una ruta de basura desperdigada por el suelo. Es producto de la premura por romper las bolsas de los famélicos. Sigue hablando y concluye: “Son malandros de la basura”.

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