Deporte

El sumo en Venezuela se queda flaco

Lejos de la envergadura de los mastodónticos combatientes de Japón, deportistas como Walter Rivas respiran el sumo en Venezuela. Buscan un espacio en el mapa del milenario deporte japonés, pero tienen un rival de muchísimo peso: la crisis económica

Fotografías: AFP
Publicidad

«¿Sumo en Venezuela? Sí. Acá en Venezuela se hace sumo», pregunta y se responde a sí mismo Duglexer González, conocido como ‘King Musampa’, uno de los primeros practicantes de la disciplina en el país caribeño y, ahora, dirigente de la federación fundada en 2012.

«Luchamos contra los tabúes y los altos costos», comenta Musampa, uno de los responsables de que la beisbolera Venezuela empezara a hablar tímidamente de sumo; aunque el béisbol, el fútbol, el baloncesto y el boxeo dominen la escena. «No somos simplemente gordos», subraya tajante.

Sin embargo, el camino elegido no es fácil cuando escasean los alimentos básicos y los precios escalan exponencialmente por la hiperinflación. «Peleo en la categoría de 115 kilos y siempre estoy por debajo del peso, 20 ó 15 kilos por debajo», relata Rivas, de 1,74 metros de estatura y 90 kilos de músculo sólido. Hace dos años se coronó campeón sudamericano.

Según Marianella Herrera, médico e integrante de la ONG Observatorio Venezolano de la Salud, los venezolanos pierden, en promedio, 18 kilos de peso debido a la crisis alimentaria. La también profesora de la Universidad Central de Venezuela dijo en septiembre de 2018 que ha disminuido el consumo de proteína y se ha aumentado el de granos. “Hemos reducido de una forma dramática el consumo de proteína, hay un aumento de consumo de granos porque las cajas CLAP traen este alimento”.

La Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi) de 2017 indica que el 80% de los hogares del país están en “inseguridad alimentaria” lo que generó una marcada pérdida de peso en gran parte de la población. La dieta del venezolano el año pasado prácticamente se basó en arroz y tubérculos. Cuando se presentó ese estudio, en febrero de 2018, Herrera afirmó que «en promedio los venezolanos han perdido 11 kilos de peso, incluso en el estrato que pudiera tener mayor seguridad alimentaria la pérdida de peso es de 10 kilos”. Los datos confirman que 64% de los consultados aseguran estar más delgados y 89,4% manifiesta que sus ingresos no les alcanza para adquirir alimentos.

El asunto tiene antecedentes. Un año antes, en 2017, la Encovi reportó que durante 2016 el 72,7% de los venezolanos perdió peso, en un promedio de 8,7 kilos (9 kg entre los más pobres). En aquel momento, Maritza Landaeta, miembro de la Fundación Bengoa, destacó que 9,6 millones de personas ingirieron dos o menos comidas al día durante el período estudiado.

Sumo-foto4

El único país donde se practica sumo profesional es Japón, con sus monumentales yokozunas enzarzados en el ‘dohyo’, círculo donde combaten. Menos ritual, el sumo aficionado, con la aspiración de convertirse en deporte olímpico, se practica en las categorías -85 kg, -115 kg y +115 kg en la rama masculina y -65 kg, -85 kg y +85 kg en la femenina.

Las necesidades hipercalóricas marcan a los atletas de las divisiones más altas. Un hombre de la categoría máxima, en ciclos competitivos, necesita unas 10.000 calorías diarias, explica Musampa. Requiere de cinco a seis comidas diarias, con porciones de 250 o 300 gramos de proteínas en cada una, vegetales y frutas. El consumo en una mujer de la mayor división se ubica entre 6.500 y 7.500 calorías, agrega Musampa, mientras observa una práctica en el estadio Brígido Iriarte, en Caracas.

«Lo que haya»

La selección venezolana de sumo tiene respaldo del Instituto Nacional de Deportes (IND) para cubrir las necesidades nutricionales de sus integrantes en fase competitiva; pero la situación se complica cuando no hay torneos.

«Cuando hay un campeonato importante uno ingiere más calorías, más proteínas, para estar un poquito más en el peso, pero como está la situación uno tiene que comer lo que haya», explica Rivas, quien se gana la vida como instructor en un gimnasio de la ciudad de Barquisimeto.

Cubrir la canasta básica alimentaria en Venezuela requiere 11 salarios mínimos, según el privado Centro de Documentación y Análisis de los Trabajadores; pero la alimentación no es el único problema que enfrentan estos luchadores.

Sumo-foto1

Por falta de recursos Venezuela canceló su participación en el último Campeonato Sudamericano en septiembre pasado en Sao Paulo, Brasil, meca de los deportes de combate en América Latina. «Nos tocó», lamentó Musampa, refiriéndose a la epidemia de forfaits -derrotas por incomparecencia- que golpea al deporte venezolano por dificultades presupuestarias y falta de boletos aéreos en medio del éxodo masivo de aerolíneas por deudas estatales.

Representaciones venezolanas de boxeo, voleibol, sóftbol y esgrima, entre otras, han dado forfait en competencias internacionales. Incluso sucedió en el ciclo hacia los Juegos Olímpicos Tokio-2020 con el boxeador Yoel Finol, medallista de plata en Río-2016.

«Con más roce competitivo, podemos lograr grandes cosas», alega Eukaris Pereira, una de las sumistas que debió suspender su participación.

Ganando espacios

El sumo se estrenó en Venezuela en 2012, con el primer campeonato nacional, en Maracay. «Fuimos la primera generación de sumotoris en el país. Veníamos de otras disciplinas: lucha, judo, sambo», recuerda Musampa, quien entonces competía con sus 130 kilos y una señal de identidad: un tatuaje del fallecido expresidente socialista Hugo Chávez que cubre su brazo izquierdo.

Ahora, ya retirado, Musampa es vicepresidente de la naciente federación. «Hoy tenemos 36 clubes, asociaciones y atletas de talla mundialista como María Cedello», medallista en eventos internacionales, sostiene.

Sumo-foto2

Poco a poco se fueron sumando atletas. «Un amigo me estaba invitando desde hace tiempo. Me cohibía porque había que usar el mawachi», cuenta -riendo- Rivas, refiriéndose al característico cinturón que usan los sumistas.

El sumo, intentando ganar terreno, ha organizado exhibiciones en zonas populares, pues sus dirigentes creen que puede ser una «herramienta» para el trabajo social.»Hemos llegado a espacios donde no pensábamos que se podía llegar», celebra Musampa.

Publicidad
Publicidad