Salud

Embarazo precoz: soltar a Nenuco por un bebé de verdad

Venezuela se ubica solo por debajo de África Subsahariana como el país con más embarazos precoces registrados de acuerdo a la Unicef. Una realidad desoladora para una revolución que juró cuidar a los jóvenes y más pequeños. Niñas que no dejan de ser niñas y se vuelven mamás

Publicidad

Uno de los asuntos que desde hace un tiempo ha generado alarmas es la cantidad de niñas y jóvenes que quedan embarazadas. El informe más reciente de Unicef, Estado Mundial de la Infancia 2015, señala que entre 2008 y 2012 la tasa de partos fue de 101 por cada 1.000 adolescentes de 15 a 19 años de edad. El número es menor que el de los países de África Subsahariana, cuyo promedio es de 124 por cada 1.000, pero mayor que el de América Latina y el Caribe, que se ubica en 74.

Esta es una situación que se ha agravado con el paso de los años. El documento de Unicef y el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), publicado en 2014, señala que el número de nacimientos de madres jóvenes aumentó en 8,8% entre 2000 y 2012. A eso se suma el peligro de los abortos clandestinos. “El informe del Comité de Derechos Humanos, en relación con el Pacto de Derechos Civiles y Políticos, señala que se debe garantizar la interrupción voluntaria del embarazo, para evitar los abortos riesgosos. No hace referencia específicamente a las adolescentes, pero si consideramos la alta tasa de embarazos en estas edades, entonces debería crearse una política especializada”, dice Rodríguez.

Ciertamente, los datos demuestran que los planes no han sido efectivos. El informe que presentó la Red de Derechos Humanos de Niños, Niñas y Adolescentes al Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la Organización de Naciones Unidas (ONU), para la evaluación de este año, cita a un representante del Ministerio de Salud: en 2012, de los 70 centros especializados en educación sexual y reproductiva para jóvenes, solo estaban en funcionamiento 23. A eso habría que añadir la Misión Hijos de Venezuela —ahora perteneciente a la Gran Misión Hogares de Venezuela—, creada en 2011 para ofrecer un subsidio a las mujeres embarazadas menores de 19 años y a las madres con hijos menores de edad o con discapacidad. “Preocupa que este aporte meramente económico no se ha complementado con estrategias de apoyo y acompañamiento —control de salud, control de niño sano, escolaridad, etc.—, y además no se ha implementado un programa de prevención de embarazos adolescentes con alcance nacional”, señala el informe.

Las complicaciones no quedan allí. A esta lista se debe agregar una gruesa madeja de otros problemas que sufren las jóvenes embarazadas en Venezuela: la escasez de medicinas, las fallas en los servicios especializados en hospitales públicos, la mortalidad infantil —que, si bien se ha reducido sustancialmente, no se ha erradicado por completo—, las escuelas públicas en mal estado, las fallas de profesores en algunas áreas del conocimiento, la violencia escolar y, entre otras cosas, el cambio de los estudios por la vida laboral. Por eso, ante este panorama no quedan dudas: la infancia venezolana sufre las consecuencias del olvido y la falta de coherencia.

Publicidad
Publicidad