Investigación

Emigrantes venezolanos: construir país desde afuera

Aunque emigrar es un proceso doloroso y difícil, no es menos cierto que la llamada “diáspora criolla” está dejando muy en alto el nombre de Venezuela. Hay miles de ejemplos de éxito que reivindican al país y que comprueban que se puede construir nacionalidad incluso desde la ausencia

Composición fotográfica: Andrea Tosta
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El fenómeno de la emigración es reciente para los venezolanos. En décadas anteriores hubo pequeños flujos marcados por eventos puntuales: viernes negro, Caracazo, los golpes de febrero y de noviembre de 1992 y la crisis bancaria de 1994. Pero el gran movimiento de salida se da los últimos 17 años. Tomás Páez, sociólogo venezolano, se ha dedicado a estudiar el tema. Él, desde Madrid, Chipilo Pulido, en París, y un equipo de trabajo en ambas ciudades encuestaron y trabajaron con un vasto número de venezolanos arraigados en cinco continentes. Los resultados quedan recogidos en un libro: La voz de la diáspora venezolana. Más de un millón de venezolanos se ha asentado en 40 países del mundo. Allí trabajaban, estudian, hacen familia. A muchos les ha tocado reinventarse profesionalmente. ¿Quiénes son los miles de hombres y mujeres que lejos de sus casas también construyen país? ¿Cómo se vive la venezolanidad desde afuera con éxito y dejando una bandera en alto? A continuación algunos ejemplos.

Edgar Rodríguez. Arepa Olé. Madrid

Edgar aterrizó en Madrid en 2006 para estudiar pero la devaluación del bolívar lo obligó a compatibilizar estudios y trabajo. Fue camarero, motorizado, repartidor, albañil. En Venezuela tenía un abasto y sentía la necesidad de hacer algo por su cuenta. Lo contrataron en una casa de cambio y con la seguridad de un sueldo estable se lanza. “Soy inventor, no puedo estar quieto. Abrí Kiosko venezolano, una distribuidora de productos del país: chucherías, refrescos, harina, creé la revista yosoyvenezolano.com y organicé un concierto de Servando y Florentino”, dice. Un día vio que un bar que conocía, cerró. El espacio quedó libre. Lo tuvo claro. Abrió una arepera. Así nace Arepa Olé, una local de arepas clásicas y arepas adaptadas al gusto español. “La más solicitada por el venezolano es la pelúa y por el español la reina pepeada. También hemos casado a la arepa con los sabores de aquí, de jamón serrano con tomate y de queso de cabra con cebolla caramelizada”.

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Arepa Olé tuvo tanto éxito que Edgar abrió una segunda en plena Plaza Mayor de Madrid y que se ha convertido en un espacio de eventos. Allí se han presentado Laureano Márquez y Emilio Lovera. Viene en camino un tercer local y la venta de franquicias. Arepa Olé también tiene un Food Truck.

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“Nosotros creemos en la integración al país de arraigo y en la expansión de nuestra cultura. Que nuestra venezolanidad no nos encierre sino que nos haga volar”. Edgar ha puesto a rodar nuestra arepa.

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María Nevett. Gelatería Paradiso. Cartagena

A María no le gusta pensar que se fue. Prefiere verse saltando. ¿Por qué saltaste? “El bolívar perdía valor y mis ahorros también. Decidí invertir en un apartamento. La cercanía geográfica hizo que me decidiera por Colombia”, comenta María.

No conocía el país. El primer contacto fue Bogotá. Exploró y, al regresar a Caracas, su amigo Simón Alberto Consalvi le dijo: “ve a Cartagena. Te vas a enamorar”. Y así fue.

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Había leído la biografía que Gerald Martin escribió de García Márquez y caminó la ciudad como quien recorre los renglones que leyó. Descubre que no hay heladerías y vuelve a Caracas con la idea de abrir la primera de Cartagena. “Quería hacer un local donde la gente fuera feliz, nadie se divorcia sobre un helado”.

Hecha la decisión, toma dos maletas y va a Cartagena por tierra.El avión me daba la idea de frontera, de fuga, el bus no”. Llega en agosto y en diciembre abre Gelatería Paradiso, una heladería especializada en helados costeños. La decoró como un salón de té de una Cartagena antigua. “Creo que el salón de té es parte de mi imaginario infantil. Mis padres vivieron en Francia en tiempos de guerra y el tema estaba presente. De niña jugaba con muñecas que tenían padres muertos. Yo las invitaba a un salón de té para que recuperaran la sonrisa”, dice.

Tuvo tres primeros espaldarazos: el diseñador Marc Jacobs, asiduo a la ciudad, encargó helados; la revista Caras le hizo un reportaje y la familia presidencial colombiana visitó el local… Entonces María le comentó a la primera dama, María Clementina de Santos, que tiene interés por devolverle al país todo lo que le ha dado. Se vinculó así a Desplazados por la violencia, una ONG que trabaja con campesinos agricultores y recolectores y que se convierten en sus proveedores de frutas.

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Durante la crisis en la frontera colombo venezolana el presidente Santos dio un discurso en el que habla de las relaciones bilaterales, destacó el trabajo de María y le otorgó la nacionalidad por decreto. El alcalde de Cartagena le dio las llaves de la ciudad y la declaró hija adoptiva. María se siente complacida con lo que sucede alrededor de su heladería. “Busco mantener la cultura genuina cartagenera. Para ello no solo hago helados típicos de la zona, hurgo también en otra época, en los sabores de una infancia feliz y nublosa”.

La gente le decía“cuando yo era niña comía un helado de agua de coco”. María rescató las recetas oralmente. Se propuso a hacer magia y lo logró.  Los cartageneros se emocionan. “Mi idea es tener una heladería que me haga feliz y me de para vivir. Eso tengo. Cuando me preguntan ‘¿a qué hora sales del trabajo?’, pienso ‘¿qué trabajo?’. Cada día es una sorpresa y un reto. No sé cómo me veo en un futuro y eso me encanta”.

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José Luis Beneyto. Fotógrafo. Madrid / México / Estados Unidos

José Luis vio que las cosas comenzaban a torcerse en 1998, pero estaba contento en Caracas. Trabajaba en tiendas de ropa y participaba en la movida cultural de la ciudad. Entonces, Zara anuncia que abrirá sus puertas en Venezuela y lo contrata como gerente con 42 personas a su cargo. Luego, la trasnacional lo envía a entrenarse en La Coruña, España, por tres meses. Allí sintió sus raíces. Le encantó lo que vio.

Durante el entrenamiento preguntó qué harían si pasaba algo en Venezuela. Contestaron que la solidez de la firma le permitía soportar una década en condiciones adversas. Pero el panorama del país se enturbiaba más: el deslave, las marchas, el paro petrolero, la devaluación, y su sueldo quedó reducido a la cuarta parte. “El 11 de abril fue mi ‘hasta aquí’. Le dije a mis padres: ustedes me dieron una educación maravillosa y un pasaporte. Le voy a sacar la chicha a ambas cosas”. Ya hacía sus pinitos en fotografía.

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Investigó las mejores escuelas y se fue a España con sus ahorros. “Emigrar es duro, tienes que empezar de abajo. El primer año fue difícil. Estudiaba de día y trabajaba de noche como camarero en un restaurant con show drag. El día que cogí un plato sucio me sentí muy mal pero me acostumbré. Fui creciendo. Cambié mi forma de pensar. Fue la mejor decisión de mi vida. Aunque siempre queda dentro de uno la pregunta ¿por qué tuve que dejar aquello?”.

Comenzó a estudiar con los principales maestros de la fotografía contemporánea: García Alix, Madoz, García Rodero. Esta última le mostró fotos que a él le sonaban familiares. Eran paisajes venezolanos, específicamente de Sorte, en Yaracuy. Al graduarse, lo premiaron con el galardón Fotógrafo futuro. Sintió el premio como un reconocimiento pero también como una señal: vas por buen camino.

“Decidí quedarme un año más y otro y otro. Puse un estudio. Conocí a mi esposo. Pasan lo años y ya no te vas. Sigo conectado a Venezuela afectivamente y a través del trabajo, hago campañas gratuitas como para la Fundación Techo de Chacao. También hice una campaña para el 60 cumpleaños de cuadernos Caribe, para mí muy especial porque crecí con ellos. Siento que mi labor es exponer fuera de nuestras fronteras lo que pasa en el país”.

José Luis es personal y profesionalmente la suma de lo que le han dado Venezuela y Europa. “Los latinos crecemos en una explosiva riqueza visual y los europeos en la complejidad estimulante de movimientos como el Renacimiento y el Barroco. España y los viajes en el continente me dieron el componente cultural que completó mi mirada”.

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El trabajo y la disciplina constante de José Luis han dado frutos. Es director de la revista Lovely the mag, sus clientes son revistas de moda líderes, trabaja en Latinoamérica y Brasil con HBO en las campañas de promoción a nivel mundial de sus series y es fotógrafo para firmas de alta costura como Azedine Alaia, Lacroix, Chanel. “En el 2014 gané el premio Lux. Lo otorga la asociación de fotógrafos y es como el Goya de la fotografía. Me siento feliz y reconocido por mis colegas”.

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Irene Zibert. Food Marketing. Valencia

“Ahora he sido consciente de mi temeridad y de lo que significaba pretender un desarrollo profesional fuera de mi país. El balance lo he sacado 12 años después. Era descabellado empezar en una ciudad tan difícil como Valencia (España). El tamaño del reto exigió un gran esfuerzo pero nunca pensé que era una quimera. En mi cabeza siempre resuena la palabra resistir”. Irene llegó a España sin planes. Corría el año 2000. Su destino era Italia pero una carambola cambió su ruta.

Empezó de cero y sin enlaces en una ciudad en la que hasta el 2008 era raro ver extranjeros. “En lo personal y social fue grato, en lo laboral muy espeso”. En Venezuela trabajó en el Museo Sofía Imber, fue programadora del canal clásico de Radio Nacional y coordinadora de producción de la Orquesta Simón Bolívar. Su último trabajo fue en la redacción de las revistas Producto Light y Escape. Allí mantuvo una conversación que sin saberlo sería herramienta esencial para su nueva andadura en otras tierras: el gastrónomo Alberto Soria le habló del movimiento “Slow Food”. Una vez en su nuevo destino, Irene se comunicó con las personas a cargo del movimiento en Italia y llega a un acuerdo: representará el movimiento en Valencia y reconvertirá la marca y las submarcas en España.

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Se lanza por cuenta propia y crea Food Marketing, una consultora de comunicación. “Costó entrar porque no es un servicio clásico pero la casualidad fue sumando clientes temáticos”. Abre el abanico del movimiento Slow y lo lleva al periodismo Slow, Slow marketing, Slow style y Slow living. “No tomé en cuenta las diferencias en la interculturalidad como traba porque yo venía de una sociedad plural. Tuve que hacer muchas variaciones en el camino. Después del esfuerzo alcanzas reconocimiento pero estás tan exhausto que no logras disfrutarlo. A veces paras y miras hacia atrás y te sorprendes”.

Su nombre y el de la compañía crecieron, se expandieron y se hicieron sólidos en el mercado. “El equipaje de venezolana me ha ayudado: la tozudez, la persistencia, el no rendirse. La búsqueda de realización personal y profesional está en nuestro espíritu. Somos abiertos, emprendedores, plurales. Estamos formados en competitividad. Venimos de un país que nos daba todo pero que nos exigía también. El nivel de exigencia aumenta cuando lo trasladas aquí”.

Los medios comenzaron a admirar su desempeño y a invitarla a relatar su experiencia en programas de radio. Gustó tanto que Valencia Radio la fichó y ahora tiene un espacio semanal en el que habla del movimiento que fundamenta su actividad laboral. “Me gusta reivindicar el nombre de los venezolanos y de Venezuela. Me encanta cuando me preguntan ‘de dónde eres’. Por eso me amo hablar en la radio: que se oiga mi acento, que haya un cantar diferente al de aquí. Sentir que Venezuela suena en la radio”.

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Manuel Silva Ferrer y Silvia Cabrera. Comunicadores. Berlín

Manuel y Silvia llegaron a Berlín sin intención de dejar Venezuela. Profesionalmente estaban asentados: Silvia presentaba el noticiero en Venevisión y Manuel trabajaba en el Conac. Sus planes pasaban por estudiar doctorado y aprender de la experiencia de vivir un tiempo en otra parte del mundo. Ganan una beca del DAAD, institución alemana de intercambio académico y, cuando el 11 de abril se radicaliza la situación, se van con la idea de regresar.

Iban a Caracas con regularidad. En uno de esos viajes entre ambos países, a la vuelta en Berlín, se dieron cuenta de que ya no podían volver. “Yo no me fui del país. Estuve entrando y saliendo hasta que se me cerró la puerta. Salimos en el 2003 pero nos transformamos en emigrantes  en el 2010”.

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Tocó activar el plan B. La excelencia de la tesis doctoral de Manuel, El cuerpo dócil de la cultura. Poder, cultura y comunicación en los tiempos de Chávez, le abrió las puertas como investigador en la universidad. “Lo académico no ha sido fácil, no tenía background y tuve que empezar de cero. Me dedico a la investigación, principalmente al tema Venezuela. Ahora trabajo el petróleo en América Latina, sus paisajes y las representaciones en literatura y cine. No dejo de trabajar alrededor Venezuela pero aquí incluyo a Colombia, México y algo de Argentina y Ecuador. Hay reinventarse para seguir haciendo cosas por el país desde Berlín”.

La experiencia y la solidez de Silvia la llevaron a la televisión alemana. El canal DW estaba en su fase de expansión para América Latina. Se abre una puerta en la tele para ella y se convierte en el rostro del noticiero. Tuvo un programa llamado Berlín político y ahora uno de entrevistas llamado Agenda.

El compromiso que sienten por Venezuela persiste en Alemania. Ambos colaboraron con las elecciones primarias de la Mesa de Unidad Democrática (Mud) y fundaron la Asociación Pro Venezuela, iniciativa que promueve los derechos humanos y difunde información sobre la situación del país. Manuel publica en medios venezolanos para mantener el nexo y la voz presente. “Trabajo mis investigaciones sobre el país desde una experiencia doble del culturólogo y del emigrante. Tuve que salir de Venezuela para escribirla”.

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Arianne Alcorta. Periodista. Boston

Emigró a Sevilla con 15 años. El primer choque fue encontrar una ciudad que le pareció pequeña y cerrada. A pesar de su ascendencia española, acusó las diferencias culturales. No había visitado España. “Era muy raro ver a una chica latinoamericana en el colegio. Me sentí sin piso. Pensé: ‘si supero eso puedo comerme el mundo’. Sobreviví al cambio, abracé todo lo que venía con él, abrí mi mente y me abrí a Europa”.

Una vez graduada de bachillerato la familia vuelve a trasladarse, esta vez a Estados Unidos. Aplicó para Arquitectura porque exigía un índice alto para entrar y buscaba lograr retos y superarse a sí misma. “Nunca pensé en ser periodista. Aplicar para las universidades estadounidenses pasaba por escribir ensayos y me di cuenta de que me apasionaba la escritura. Fue la primera vez que pensé en periodismo”.

Se decide por la universidad de Miami y esa decisión delineó su futuro profesional. La universidad tiene un canal de televisión con programas en los que los estudiantes podían participar. Entre ellos un noticiero en español. Todo el trabajo es responsabilidad de los alumnos. “Me di cuenta de que me gustaba la tele y la actuación porque es como la escritura. Hice dos carreras: periodismo y teatro. La actuación me quitó la pena, me dio herramientas para acercarme a la gente y convencerla para entrevistas”.

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En 2014 comenzaron las protestas estudiantiles en Venezuela. Arianne estaba muy preocupada. El país le dolía. Su familia vivía en Chacao. La abuela se asfixiaba con las bombas lacrimógenas. “Me sentía impotente en la distancia y con la necesidad de hacer algo. Empecé a entrevistar vía internet a estudiantes heridos y subí las entrevistas a Youtube. Comenzaron a compartirse con rapidez. Seguí entrevistando y llegó un punto en el que tenía tanto material que decidí organizarlo como un video largo para narrar lo que acontecía. Se convirtió en un documental de 20 minutos que hice a lo largo de dos semanas. A la tercera semana lo subí y se hizo viral”.

Alcanzó medio millón de visitas y fue reseñando por The Miami Herald, El nuevo Herald y Radio Caracol, entre otros. Eso la impulsó. Ahora trabaja en noticieros de NBC y Telemundo en ambos idiomas. Para Arianne, el venezolano que emigra ve las dificultades y crece. “Las ganas te hacen cohete. Noto que la solidaridad es una virtud que nos caracteriza y que aumenta cuando uno sale del país. Buscamos la manera de ayudar y de contribuir positivamente al país que nos vio nacer. Es lo que quise dejar saber al mundo en mi documental Venezuela Fights for Freedom donde los estudiantes expresaban el sentido de lucha y lo que estaban dispuestos a hacer por su país”.

Arianne-Alcorta

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