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¿Existe un Harvey Weinstein venezolano?

El escándalo del productor estadounidense ha destapado la olla sobre lo que suele ser un secreto a voces que trasciende las fronteras de Hollywood. En Venezuela, también existen personajes asociados a la llamada operación colchón, aunque las denuncias aún no salten de las sábanas

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The New York Times puso al productor Harvey Weinstein en el ojo del huracán, al hacer público lo que parecía ser un secreto conocido por muchos: el acoso sexual al que sometió a innumerables actrices –al menos 44–, aprovechándose del poder que ostentaba dentro de la industria hollywoodense. Cintas taquilleras, múltiples nominaciones al premio Oscar -39 nominaciones y 14 estatuillas en las principales categorías, para un total de 81 premios de la Academia-, convirtieron al ejecutivo de 65 años en un tótem intocable y temible, muy temible.

Sin embargo, las denuncias iniciales generaron un efecto eco y otras voces han ido sumándose al coro que retrata el modus operandi del neoyorquino. Muchas de ellas han admitido que el asunto era secreto a voces en los corrillos de la industria cinematográfica, y hasta su amigo Quentin Tarantino reconoció haber estado al tanto de las fechorías del productor. La junta directiva de la empresa del magnate, The Weinstein Company, decidió expulsarlo de sus filas igual que la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas –que aún cuenta entre sus filas a Bill Cosby y Mel Gibson–, al tiempo que su esposa lo dejó, las policías de Nueva York, Los Ángeles y Londres abrieron investigaciones en su contra, y hasta el presidente francés Emmanuel Macron ha propuesto retirarle la orden Caballero de la Legión de Honor que recibió de su antecesor Francois Hollande, en 2012.

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El escándalo Weinstein ha tenido repercusión mundial. Desde otras latitudes han surgido relatos que hablan de una práctica generalizada en el medio artístico. En las redes se impulsó la etiqueta #MeToo, con escalofriantes relatos de abusos sexuales a mujeres de todas las edades y localidades. Recientemente, el cantante galés Tom Jones, símbolo sexy de los años 60, aseguró que el mundo de la música no ha estado exento de este tipo de situaciones. El intérprete de “Sex Bomb” relató que incluso él, en los inicios de su carrera, fue víctima de acoso, aunque huyó de la propuesta indecente.

En Venezuela no hay Hollywood. Pero algunas de sus prácticas vaya que se copian. A lo largo de los años son muchos los cuentos relacionados con lo que se ha conocido históricamente como “operación colchón”, es decir, el “agradecimiento” de oportunidades a través de “favores” sexuales. Estas son algunas de esas historias, casos que han surgido porque las víctimas ya no están para defenderse, y otros en los que no hay pruebas que blinden la difusión. Por eso se omiten los nombres, pero no los indicios.

Mientras en Rusia dos actrices han salido en defensa del productor justificando los abusos sexuales en el mundo del cine, con la estrella Lubov Tolkalina afirmando que “si él tiene poder y lo usa de esta manera creo que está bien”, pues al fin y al cabo “una mujer siempre es culpable si hay acoso sexual, y si esto pasa y eres una mujer de verdad entonces no se lo dices a nadie”, en Caracas no son pocos los que tendrían que quedarse en silencio visto el largo de ciertos rabos de paja. Porque Harvey Weinstein no está solo, y en Venezuela tiene su reflejo.

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Relatos salvajes

A finales de los años 70 y durante la siguiente década, por los predios de Quinta Crespo, un joven actor lucía un Rolex de oro con iniciales grabadas. Las malas lenguas aseguraban en aquella época que había sido el obsequio del diminuto padrino que le había dado la oportunidad de su vida al convertirlo en protagonista emergente de una exitosa telenovela, tras la renuncia del galán original que iniciaba carrera en el exterior. Desde entonces, su crédito estelar apareció en un proyecto detrás de otro. Y aunque llevaba sangre artística, el apoyo fue definitivo para su cambio de estatus en la pequeña pantalla.

También cerca del mercado capitalino era prácticamente una norma que las narradoras de noticias resultaran intocables, después de haber sido (a)probadas por un altísimo ejecutivo que las mantenía en pantalla mientras cumplieran con sus deberes… fuera de ella.

Al otro lado de la ciudad, se repetía el instinto paternalista entre ejecutivos de la industria televisiva. Rumores de la época aseguran que un cantante encontró la máxima felicidad al obtener el triunfo en un festival internacional, gracias a la plataforma diseñada por el poderoso productor de variedades que lo cobijó. Más allá de sus incuestionables condiciones vocales, la fortuna no le había sonreído hasta el momento en que se puso en manos del hacedor con nombre de rey inglés que compartía nómina con otro influyente personaje.

Este último, al estilo Harry Potter, usaba su varita mágica para crear oportunidades que permitieran la exposición de quienes les resultaban afines. Ocurrió con un chamo que, al ser lanzado como solista, estuvo al frente de importantes cuadros musicales hasta que el deseo de proyectarse internacionalmente lo instaló en territorio colombiano. Y otro que tuvo más repercusión en la radio, pero también decidió emigrar –en este caso a suelo español- cuando las puertas se le cerraron. La lista continuó con un titulado en belleza que afinaba bien y que se convirtió en ficha fija de distintos programas, llegando incluso a incursionar en el terreno de la animación. Y también suma la historia de un joven talento que mostró su versatilidad al saltar de la actuación a la música, explotando sus habilidades como productor.

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Estos cuentos de la cripta tienen otro capítulo ambientado en Bárcenas. En este caso, el armador de elencos daba prioridad a un aspecto: la belleza. Si alguien actuaba o no, resultaba de menor importancia. Tras el chequeo de fotografías y la conversación en persona, llegaba la prueba definitiva para los preseleccionados: una cita más íntima en el apartamento de La Salle. Así, cuenta la leyenda, comenzó la carrera de un galán que decidió apartarse de la actuación para moverse en terrenos más escabrosos.

Más allá de las cámaras

Historias como estas no solo ocurrieron en sets de grabación de televisión. Los concursos de belleza, especialmente los masculinos, también han permitido que los “pescadores de talento” lo hagan en río revuelto. Algunas denuncias han surgido sin consecuencias legales, aunque logrando cierto centimetraje y haciendo mella en el prestigio de eventos venidos a menos. Al subir el cerro, y no precisamente por Sabas Nieves, son muchos los rumores que circulan por los pasillos y que se asocian con las “sorpresivas” figuraciones de candidatos que no aparecen en las quinielas. Un finalista de reciente edición recibió un plus en sus aspiraciones de ser animador al contar con el apoyo de un ejecutivo muy activo en las redes sociales, quien años antes incluyó en su tribu de afectos a un prometedor actor.

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Otro míster aparece por aquí y por allá, en televisión o en teatro, gracias a las gestiones de un mentor de muy bajo perfil, perteneciente a una familia bien relacionada, quien incluso da la cola a aspirantes que se mueven a pie. Y está el caso contrario, un ganador castigado con el silencio y el olvido por negarse a realizar ciertas actividades que no figuraban en las cláusulas del contrato.

En el boom musical de los 80, fue comidilla el apoyo incondicional que recibió una de las figuras femeninas más emblemáticas, gracias a su más que estrecha relación con un mandamás del sello disquero que funcionaba en Concresa. Aunque reinó el chisme, se impuso el talento de un nombre que permanece en el recuerdo de una generación.

En el terreno de la música también existe el caso de un ejecutivo disquero de importante proyección mediática que gusta discutir las condiciones contractuales entre sábanas. Para contar con su apoyo, los aspirantes a desarrollar una carrera frente al micrófono deben estar dispuestos a complacer determinadas apetencias.

Hasta ahora, la estrechez del medio artístico venezolano y la consecuente ausencia de oportunidades ha sido el factor cómplice de quienes han decidido buscar otros horizontes para eludir las presiones de quienes llevan las riendas de la industria y de quienes han respondido al acoso como un trámite necesario para hacerse un nombre en el mundo del entretenimiento.

Nadie, eso sí, se atreve a denunciar. Los Harvey Weinstein venezolanos siguen protegidos por el silencio de sus víctimas y la complicidad de los enterados.

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