Entrevista

Protagonistas bien ensayadas

Nina Rancel, María Alesia Machado y Mariana Marval irrumpen en la escena local con lo que gustan hacer: fingir, encarnar pieles, usurpar identidades, estudiar simulacros. Están prestadas a eso de “hacer las veces de”. Son actrices y con fuerza se apoderan de espacios para llevar y elevar su teatro

Fotografía: Hector Trejo
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Nina Rancel, María Alesia Machado y Mariana Marval, tres nombres pero con una misma profesión y pasión: la actuación. Pero también comparten acaso un resentimiento: en casa sus familiares admiran a Bono —lo mismo que a Meryl Streep— pero ay si una de estas niñas de casa —bien educadas, hasta saben poner una mesa correcta— se les ocurre ser artista. El grito al cielo. El «caramba ¿qué he hecho?». Pero ellas a lo suyo. Es decir, a las tablas, a los telones, a los parlamentos, a las afectaciones. En fin: a las emociones. Dentro de cada una habita esa chispa que las empuja a la ovación y al reflector, pero no por adulación. Por mero y simple reconocimiento… ego, no. Es una necesidad de expresión. Es su forma de contar historias, de hacer del cuerpo arte.

Todas sintieron esa corazonada desde muy temprana edad, la que firmemente les apuntó cuál sería el norte. Algunas de ellas se preguntan: ¿por qué elegí esta carrera? ¿Por qué complicarme y llevarle la contraria a todos? Hasta que se montan en un escenario y cualquier duda se borra. “Mucha mierda”, se desean, porque la función siempre, siempre, debe continuar. Y ellas en paz. Nacieron para eso, para encarnar a alguien más, para serlo todo al mismo tiempo. En el mundo del histrión pareciera no haber atajos; la perseverancia, la constancia y el entusiasmo son necesarios para no caer. Cada una desde su trinchera hace lo propio. Nina se dedica tiempo completo a la actuación, María Alesia propicia sus propios encuentros con el arte y Mariana es capaz de hacer de su ardor un trabajo.

Las tres son esas “niñas bien” que rompieron los paradigmas dentro de sus grupos de amigas. A ellas les picó el mosquito del teatro —ese que se incuba en lugares bohemios y clandestinos para empantanarse de los claroscuros de la vida. Le echan pichón y buscan romper el molde, el prejuicio de que no se puede vivir del teatro. Saben que el camino no es fácil. Mas forman parte de una nueva camada de actrices venezolanas que está decidida a jugárselas todas. Comprenden que en un país con tantas diferencias, el teatro no es solo una puerta que se abre para conocer cada vez más a los seres humanos, sino también es la oportunidad de reconciliación y búsqueda de semejanzas.

Nina Rancel, prestada a la ficción

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Nina Rancel hace de su vida un teatro. Su gestualidad, voz y melena quieren ser vistos hasta la última butaca ¡Ay de quién ose ignorarla! No necesita de las tablas para proyectarse. Busca el brillo con o sin las candelejas del show. Siempre supo que le gustaba el espectáculo y, pese a que eligió una profesión en la que debe interpretar a otro, su búsqueda por ser auténtica no descansa. Cuenta que, a los dos años, vio una película de Shirley Temple y le dijo a su mamá: “quiero ser como ella”. Las palabras de esa pequeña buscaron materializarse cuando por golpe del destino sus padres la mandaron a perfeccionar el inglés en New York. “Me metieron en un campamento de actuación para que se me pegara el acento gringo”, dice Rancel con esbozos de picardía. Entonces ocurrió el milagro: el de la vocación. Lo supo. Regresó e hizo suyo el auditorio del colegio donde se graduó en Caracas, Mater Salvatoris. Allí fueron sus primeras interpretaciones.

Atrás quedaron esos escarceos, esa pueril voluntad. Hoy sabe convencida de que la actuación es su carrera. Es de esas que cambió los fines de semana de playa por las funciones a las seis de la tarde. Las oficinas por ensayos, talleres, presentaciones y grabaciones. Es de las que se dedica al arte tiempo completo. “La primera vez que grabé un corto le dije a mi misma: estoy donde quiero estar”. Desde entonces, asume el reto de interpretar a mujeres distintas a lo que suele ser. Participó en el primer corto de zombies del país, Zacarías 14:12. En las tablas estuvo en La verdadera historia de Ronald Mcdonalds dirigida por Vladimir Vera, en Casting Express de Marcos Purroy, Crimen y Castigo de Juan Souki, y en el cine se le verá próximamente en Tamara de Elia Schneider. Agrega: “cada vez que interpreto a un personaje, que no se parece a mí, conozco más al ser humano. Es todo un reto ser alguien más”. Y como no le basta conocerse a si misma, admite que es de las historias ajenas que puede inspirarse y aprender de la vida y sus artimañas.

Las facetas de Mariana Marval

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Mariana tiene temple y no titubea. Su piel aterciopelada y traslucida delata lo que siente. Su dulzura evidente no detiene el espíritu de empresaria que le brota por los ojos. Se le ve por las tablas pero también se le escucha en su programa de radio en Hot 94.1. Detallarla es una oda a las facetas, Mariana lo reconoce y entre risas dice: “sí, puedo tener muchas versiones de mí sin dejar de ser yo”. Sin embargo, desde lejos se divisa una única y decida mujer.

Marval interpretó a Heidi en maternal. Imaginó praderas y cantó al frente del público, así fue que se enamoró del escenario. A los 21 años quedó seleccionada en la productora de musicales Palo de agua para ser parte del elenco de Jesucristo Superestrella y El violinista sobre el tejado. Tras cuatros años de giras, se armó de coraje y apostó por estudiar teatro musical en Inglaterra. Allí afinó todas las cuerdas de su carrera. Su talento innato por la música, el baile y la actuación tomaron técnica y disciplina. Por tres años disfrutó del escenario londinense, allá era conocida por los stand up comedy. “Esa era mi mejor cara de payasa, allá me conocían por ser la venezolana cómica”, comenta Mariana. De regreso a Venezuela quiso mostrar lo que había aprendido en tierras extranjeras y empezó a dar clases de actuación. Después junto a su socia Claudia Salazar, de Clas producciones, fundó la Escuela de teatro musical en el Centro Cultural de Chacao. Desde entonces vive para enseñar lo que aprendió y para compartirse con el público. Actualmente, se le puede ver actuando en Diario de una bruja enamorada, una obra infantil en Teatrex. También se puede sintonizar por Hot 94.1 en Doble o nada.

María Alesia Machado, estudiado simulacro

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No sabe cómo explicar lo que siente cuando actúa, tampoco darle palabras al guáramo que desarrolló para perseguir sus sueños. María Alesia reconoce en los fingimientos los espacios donde ella se reconoce a sí misma y no deja que nadie lo impida. ¿Cuántas personas encuentran un lugar así? “Sabes que es para ti porque, a pesar de que tienes todo en tu contra y que miles de dudas te acechan, hay algo en ti que te susurra al oído: continúa”, dice con convicción. Como una niña ilusionada, cuando Machado habla del tema se le alumbra la mirada. No puede dejar de entusiasmarse con su elección profesional. Conserva el espíritu de quien espera mucho más detrás del horizonte. No se permite gaguear cuando de sus metas habla y no lo hizo la mañana siguiente de haberse graduado como comunicadora social, cuando enfrentó a su mamá y le dijo que quería estudiar actuación. Fue allí cuando emprendió su viaje al HB Studio en New York, escuela fundada por Uta Hagen y Herbert Berghof.

Después de las grandes lecciones —que por cierto, muchas ya había aprendido en el Gimnasio de Actores de Matilda Corral— regresó a Caracas e hizo acto de presencia en aquello que reza “Dios los crea y ellos se unen”. Hizo un buen team con un grupo de amigas que estaban por las mismas andanzas: buscar espacios de creación y presentación. Ellas no esperaron a que un famoso director las llamara, tampoco quedar en el casting. Propiciaron su propio encuentro con la suerte. “Junto a otras tres actrices, María Gabriela Díaz, Diana Díaz, Carla Muller, fundamos 4×4 producciones” dice María Alesia. “Nosotros abrimos espacios donde no los hay. Intentamos sembrar la semilla del arte donde vamos. Queremos que Caracas sea una ciudad más creativa, que nos incite a pensar en cada cuadra”, agrega con entusiasmo. Hasta ahora, con sus tres amigas y socias ha montado obras teatrales como Las Mirabal dirigida por Haydee Faverola, Ctrl, Alt, Del y Te dejo la corona.

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