Crónica

Fotografiar prepagos: los retratos de la carne

El negocio de la prostitución es tan amplio como el catálogo de nalgas, curvas y tetas que oferta. Se ramifica. Los fotógrafos son parte de este comercio de orgasmo de alquiler. Toman las imágenes que luego se exponen ante los clientes ávidos de cuerpos retocados

Fotografía: Alejandro Cremades
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Ella escogió llamarse Ariana. Le parece sexy, llamativo, conquistador. Está convencida de tener las curvas necesarias, las proporciones correctas, los labios deseados para hacer dinero “fácil”, o al menos rápido. Lleva varias semanas buscando cómo entrar al mercado del cuerpo, e invirtiendo en lencería, maquillaje, perfumes de imitación y, por supuesto, en voluntad, arrojo, lo más caro. Le falta la imagen. Para ello debe apartar, al menos, entre 5 y 10 mil bolívares para una sesión que le dejará unas 8 fotografías.

Marcos —nombre protegido— se reconoce como “fotógrafo de prepagos”. Su trabajo es de los más buscados en Caracas, donde lleva más de una década retratando pieles. “Lo primero que piden las chicas es que uno le mande 4 o 5 fotos. Con eso, al ver el trabajo, se convencen”, dice quien prefiere no decir su nombre real porque “también hago trabajo corporativo, obras de teatro, eventos de fundaciones, imagínate si en el Celarg o en sitios así se enteran de eso”. Ariana lo contactó por Twitter. Ella es una de los 125 mil seguidores que acumula la cuenta @sexyvenezuela en la red del pajarito desde su estreno hace 4 años.

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Cuando por fin hablan, el veterano —que comenzó en el negocio “usando una de esas cámaras Sony Mavica, las que llevaban un diskette, imagínate”— le da las pautas, recomendaciones y exigencias del trabajo. “Yo busco conocer a la persona antes, tener una reunión previa para saber quién es antes de aparecerme con los equipos y ponerlos en riesgo. Y lo primero es buscar un sitio seguro. Yo les recomiendo hacer la sesión en un hotel, como el Aladdin o el Dallas Suites. Lo pagan ellas. Hay varios en los que ya me conocen”, dice el responsable del obturador.

Ariana se deja llevar. Confía en el hombre que ha inmortalizado en digital a cientos antes que ella. El día de la sesión, llega con una maleta de ropa y un acompañante, quizá un novio, quizá un manager. Ella nunca lo aclara. “Es un culito ahí”, simplifica Marcos sobre el joven al que pide no opinar, mantenerse al margen, para evitar “empastelar la cosa”. Mientras ella se cambia, él prepara las luces. Equipo mínimo: “un paraguas, un rebotador, más nada”. La primera mitad del dinero acordado cambia de manos antes del primer click, en efectivo y para un solo bolsillo porque “yo no uso asistente, no me hace falta y así es más confidencial”. El pago siempre será en billetes porque “en la comida no se mete el machete, aunque sea tentador con algunas de esa mujeres espectaculares pero eso ya sería perder el respeto. Hay que tener ética”, se ufana.

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Ropa interior, solo abajo. Brazos sobre los pezones. La timidez aún gana. Marcos se da cuenta de que Ariana es principiante y comienza a guiarla. “Cuando ya tienen 4 sesiones saben cuál es su mejor ángulo pero antes hay que irles diciendo”, admite. Al terminar la sesión, le prometerá la entrega de las imágenes retocadas, a cambio de la segunda tajada de efectivo. Ella las mandará a páginas web dedicadas al mercadeo del cuerpo, de “masajistas”, clasificados del sexo. Ella volverá relativamente pronto, sin esperar los seis u ocho meses que usualmente tarda Marcos en reencontrarse con alguna de sus clientes. Tan solo cuatro meses después la transacción se repetirá porque ella estará operada y habrá cambiado su cabello. “Tengo que refrescar mi imagen”, será su razón.

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Las chicas “explotadas” son las que más venden. Es obvio. Pero no todas las dedicadas al oficio más antiguo del mundo, como lo llaman algunos, pueden exhibir carnes moldeadas. Tal cosa no es tanto problema en Venezuela, donde la cirugía es casi tan acudida como las colas con productos regulados. Solo en 2013, en el país se hicieron 231.742 operaciones con fines cosméticos, 634 por día, 26 cada hora, en promedio, según la Asociación Internacional de Cirugía Plástica —ISAPS por sus siglas en inglés. De esas, unas 38.500 personas recibieron un par de implantes de senos. Tal inversión, las fotografiadas buscan recuperarla, realzando el resultado. Y las que no han pagado “igual buscan verse como si estuvieran operadas, por eso uno busca resaltar con un sostén tipo push up, o con poses determinadas que combinadas con la ropa den la ilusión de que las tiene un poquito más grandes”, afirma Marcos. «Uno se convierte como en asesor de imagen. Le dices que vaya arreglada y peinada, con las manos hechas y no como una loca”, suscribe también Ernesto, otro fotógrafo dedicado a retratar ninfas o nínfulas.

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Pero no es solo ausencia de tejido adiposo lo único que ocupa a los retratistas, sino el exceso. “A las gorditas las pones de espalda, o las arrodillas. Uno va jugando dependiendo del cuerpo que cada chica tenga. Con esas uno aprovecha de resaltar que tiene los seños grandes porque esto es un producto y hay que buscar lo que sea más comercial”. Marcos detalla que muchas poses “atrevidas” son aceptadas por las clientas justamente porque no se les verá la cara. “Técnicamente nadie sabrá que son ellas, así que se desinhiben un poco más”, suma Ernesto.

Otras estrategias son tomar fotos con una iluminación suave “para que no se vea tanto detalle”, y luego pasar al retoque digital. “Lo primero que piden quitar, en la parte estética, son las estrías. A veces hay que recortar la cintura y el pompis ponerlo más curvo. Esos son las correcciones básicas”, pormenoriza Marcos.

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En una conocida web caraqueña de clasificados de “masajistas” puede haber publicadas en un día 98 chicas “independientes”, aparte de las anunciadas bajo el auspicio de algún “estudio”. La primera semana de agosto de 2015, de ese casi centenar de mujeres, solo una se atrevía a mostrar el rostro en cada una de las 12 gráficas que acompañaban su nombre y descripción: “Modelo erótica. Masaje Inglés. Experta en cambio de rol”. El resto escogió ocultar su cara, bien con una pose que la ocultase, bien con la intervención de la fotografía para incluir algún destello de luz. Por si quedan dudas: masaje inglés es sadomasoquismo.

No es una norma, según confirma el dueño de uno de los portales nacionales. Suele ser indicación de la anunciada. “La gente es muy celosa con eso, y las chicas piden revisar todas las fotos porque no quieren ser identificadas”, confirma Ernesto. “No todas las fotos pueden ser de espaldas, es obvio. Por eso las intervenimos. Usualmente con ellas hay cierta confianza, están tranquilas de que uno no va a hacer circular la foto sin cubrirle la cara”, añade.

Pero no es lo único que piden ocultar. Cualquier seña de identidad vale el misterio. Mucho antes de retocar el cuerpo para realzar la mercancía, primero hay que borrar. “Ellas quieren quitar los tatuajes y cualquier cosa que las delate ante algún conocido. Piden quitar lunares, marcas, cicatrices, de todo”, confirma Marcos.

Rubén, el nombre ficticio que se asigna el encargado de la web, dice que las normas son muy sencillas. “No se puede mostrar las partes íntimas de nadie”. Y los fotógrafos cumplen. Ambos colegas, por separado, aseguran que se trata, además, de una cuestión de estética. “Las páginas no permiten fotos explícitas”, dice Marcos, y Ernesto completa: “la imaginación y el morbo hacen el resto”.

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De las web más tradicionales en este mercado, ninguna obliga a contratar tal o cual retratista. “En todo caso podemos recomendar a los que mejor conocemos. No son muchos, de todas maneras, los que se dedican bien a esto. Usualmente las muchachas llegan con todo listo: book, nombre, tarifas y la ficha que describe quiénes son y qué ofrecen”. Marcos aclara que algunos portales han comenzado a pautar sus propias fotos, y eso ha disminuido el mercado “porque te ofrecen la publicación y la imagen de una vez”. Su caso es al contrario: comenzó fotografiando y terminó teniendo su propio catálogo público a través de @sexyvenezuela donde promociona chicas directamente en Twitter. Pero además, sus clientas pueden ser vistas en, al menos, cinco sitios digitales.

La excepción a todas las reglas son las “modelos” trans. Se ofertan como “damas de apariencia” y en sus características no puede faltar una medida: la dotación. Ellas sí muestran el rostro, siempre. “Tienen la obligación de mostrar qué tan femeninas son. Y eso va más allá de un cuerpazo, unas piernotas o tremendas tetas. La cara es fundamental”, explica Armando, uno de los pocos fotógrafos del medio que se dedica a retratar a las que, asegura, son las ofertantes más despampanantes de las vitrinas digitales. Su nombre, el real, pasa de mano en mano entre las trans que convidan servicios a tres bandas: activo, pasivo, versátil.

“Ellas saben que juegan en otra liga. No se comparan con las mujeres naturales sino con su competencia directa y con sus amigas. Las trans son otro mundo, pana”, se explaya el fotógrafo que –asegura- tan solo en contadas ocasiones ha visto a alguna cliente en estado de erección. “Las restricciones usualmente son las mismas en todas las web: no pueden mostrar lo de allá abajo. Pero sí me ha pasado que me han pedido hacer fotos más explícitas, especialmente para sus sitios web propios”, amplía.

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Las chicas de apariencia están obligadas a convencer. “Por eso usan vestimenta más llamativa, más erótica. No basta con unas pantaletas bonitas o sexys, tienen que ser más producidas. El maquillaje es fundamental, y el uso de iluminación profesional es más requerido. Tú las ves, son fotos mejor hechas, hasta con utilería”, considera Armando sobre su trabajo. Por eso, más allá de los retoques “que en este caso siempre hay, siempre”, han optado por pedir retratos más naturales. Armando cuenta que no pocas de sus clientes le han confesado que lo contratan menos “porque se hacen selfies. Una foto tomada con un celular que las muestre bien femeninas son percibidas como más honestas que una sesión de las que hacemos nosotros”. De hecho, en la web de anuncios caraqueños de 25 trans anunciadas, la quinta parte exhibe retratos hechos con su celular, y otras tantas hacen lo propio con fotografías tomadas por un tercero pero sin una producción tan exigente. “Buscan verse al natural, como se supone la verás en la habitación”, desliza quien ha sentido una baja en su negocio con las dotadas, mínimo, pero baja al fin. En contraste, ninguna de las 98 “biológicas” publicadas en el mismo portal se retrataron con su móvil.

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El mercado de Diego es distinto. Lo suyo son las chicas que alimentan de fotografías sus propias redes. “Por allí se abren camino, se posicionan y terminan trabajando en un mercado de ejecutivos, de alto calibre”, relata quien también está imbuido en este negocio desde varios lustros. Su lente apunta a mujeres más “exclusivas”, una manera de decir que mueven más dinero en un mercado contradictorio: “underground pero de alto nivel”. A él solo llegan por referencias, porque “saben que uno es profesional y mantiene la distancia. Uno no anda pendiente de ningún final feliz”.

El retratista cuenta que muchas de las muchachas “parecen salidas del Mater Salvatoris, de entre 19 y 24 años, y hasta me piden que me voltee cuando se van a cambiar”, Además, suelta que alguna incluso asiste a las sesiones acompañada “por su mamá”, que la apoya como vedette. “Ellas nunca dicen que son prepago, sino modelos”. A Ernesto lo buscan para hacerlas ver como que no son una mera mercancía. “Mi trabajo es buscar su lado más sexy sin exponer sus partes íntimas, para que su imagen quede ‘limpia’. Siempre me dicen que no quieren quedar con cara de puta”. Cuenta el fotógrafo que sus clientes le piden celeridad, entregar las fotos rápido. “Por eso trabajamos en estudio es más rápido y más seguro. Hay casos donde algunas con contactos valiosos consiguen avionetas y casas privadas para hacer exteriores”. Eso sí, él no fotografía en hoteles, “a menos que sea una suite de un hotel cinco estrellas”.

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Diego admite que esas chicas encontraron el santo grial: las redes sociales. “Una selfie vale más que 10 fotos. No es indispensable un fotógrafo para tener 350 mil seguidores. Lo que necesitas es mostrar, ser atrevida y explotar tu intimidad al máximo”. Sin embargo, asegura que su trabajo no ha disminuido porque muchas veces sus fotografías sirven para mostrar poses y detalles que solo un tercero puede retratar. “Pero ellas saben que necesitas es mostrar, ser atrevida y exponer tu intimidad al máximo”.  Se trata de vedettes que pueden cobrar 500 dólares por entregarse a otro cuerpo.

Marcos sí ha sentido disminuido su mercado de trabajo. Las chicas abaratan costos, se toman selfies, prefieren las redes sociales o dejan que otras chicas las fotografíen. “Yo hago quizá dos clientes a la semana. A veces unas 8 mensuales”, calcula. Ernesto es más duro con las razones: “ahora hay mucho pirata por ahí, y uno lo ve en las cosas que se publican que se ven son de un estudio chimbo y hasta hacen montajes. Es horrible, pero súper barato”.

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Para él “el aprendizaje nunca termina. Uno ve las técnicas, las tendencias, las formas de iluminar. Por ejemplo, ahora es más orientada a la iluminación débil, como más romántica, aunque he visto a algunos usando fotos tipo estudio fondo blanco, porque es más rápido que hacer una pequeña preproducción”.

Diego cree que las damas de compañía descubrieron cómo ahorrar costos y aprovechar las nuevas plataformas. “El poder de las prepago hoy depende de lo que muestren. No importa la cara ni lo que hagas, sino la imagen. Una chama se masturba y en el momento justo del orgasmo toma el teléfono y se graba gimiendo y mostrando todo y, al subirlo, ese gritico puede darle 100 mil seguidores de una”.

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