Teatro

Francis Rueda: "Ahora sé que no voy a pasar desapercibida"

Tras 52 años de carrera artística, la actriz venezolana ganó el pasado viernes el Premio Nacional de Teatro. La veterana de 68 años de edad cree que con el talento se nace y añora de las nuevas generaciones el compromiso y la entrega que exige el oficio. Apoya las iniciativas del gobierno nacional y confiesa que no desea regresar a la TV

TEXTO: FABIANA ORTEGA | FOTOGRAFÍAS: ALEJANDRO CREMADES
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Una actriz debe tener —además de pasión—la preparación necesaria y la sensibilidad suficiente para poder encarnar y meterse en la piel de otro personaje; para poder identificar las emociones, trabajarlas, canalizarlas y luego exteriorizarlas. Requiere extraviarse y  hallarse al mismo tiempo para luego entonces tratar de conocer y entender al ser humano que, al final, será siempre la materia prima en la creación de cualquier pieza teatral o personaje. En esta misma dinámica ha estado por más de 52 años la actriz venezolana Francis Rueda, quien por décadas fue uno de los rostros que exhibió la hoy extinta cadena de televisión RCTV en su cartel de novelas como La señora de Cárdenas (1977); Pura sangre (1999); Mi prima ciela (2007), por nombrar algunas, y que a lo largo del tiempo ha permanecido fiel al cine y al teatro.

“Este es un trabajo para toda la vida”, dice hoy la veterana de 68 años de edad, que el pasado viernes 22 de septiembre fue galardonada con el Premio Nacional de Teatro, uno de los Premios Nacionales de Cultura que se entregan desde 1970, oportunidad en la que se le adjudicó al dramaturgo Rodolfo Santana, cuando la concesión correspondía al Ministerio de Educación. Desde 2001 éste se entrega de manera bianual y lo otorga el Ministerio para la Cultura, a través de la Fundación Casa del Artista, para exaltar a diversas personalidades y creadores artísticos que contribuyan a la creación, rescate y mantenimiento en relación a la cultura venezolana. Aún no se ha fijado la fecha de la ceremonia. Hasta ahora, la actriz solo tiene el veredicto.

Cien obras de teatro, 12 largometrajes, y numerosas telenovelas, reafirman la inquebrantable pasión que tiene Rueda por la actuación y el compromiso que adquirió desde su adolescencia, cuando por empeño y tenacidad, aún no teniendo la edad necesaria, logró ingresar a la Escuela Juana Sujo, con la complicidad de su amiga, la actriz Doris Wells.

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Aunque inició a los 16 años en la escena nacional, tras maravillarse en un primer encuentro con el Teatro Nacional, los reconocimientos a su entrega, compromiso y plenitud artística comenzaron cuando contaba con 33 años de edad, en 1986, momento en el que recibió el Premio Municipal de Teatro César Rengifo, del que se adueñó hasta 1989. Desde entonces, además de los aplausos que ha recibido por sus ilustres actuaciones en cada función teatral, también han sido numerosos los reconocimientos que ha obtenido por parte del gremio, entre los que destacan por su trayectoria el Premio Juana Sujo (1988) y el Premio María Teresa Castillo (1989); así como también el Premio ANAC 2006, por su actuación en la película El Caracazo, de Román Chalbaud. Aunque cada galardón lo recibe y agradece con emoción, admite que el Premio Nacional de Teatro— que ahora la coloca en el mismo sitial de quienes en su momento también fueron sus primeros maestros — ha sido el más importante de su vida y lo equipara a lo que simboliza un Oscar para un actor de cine. “Este premio representa muchísimo para mí porque me dice que no fue en vano todos los años que le dediqué al teatro. Ahora sé que no voy a pasar desapercibida”, expresa la actriz al tiempo que confiesa que este galardón (que también lo recibió en 1999 su difunto esposo, Gilberto Pinto) lo esperaba desde años atrás.

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“He sido postulada desde 2003 y siempre me decían ‘¡Quedaste con el ganador, Francis! ¡Quedaste con el ganador, Francis!’, ‘¡Por un punto!’…hasta que por fin me tocó a mí. ¿Tardío? Sí. Pero no importa. El tiempo de Dios es perfecto y creo es el momento más apropiado para recibirlo. Estoy más madura”, asegura.

Para Rueda, la actuación es un don innato que viene adherido —casi— al ser humano: “Yo siempre lo he dicho, aunque me cuestionen: ‘uno nace, no se hace’. Uno nace con eso. Yo siento que nací con eso porque cuando yo estudiaba primaria yo no me pelaba ningún acto de los que hacían y yo montaba mis obras y las dirigía y tenía una capacidad para el baile y para cantar impresionante. Osea, yo nací con eso. Además, cuando tu das clases, como pedagoga, a los dos meses sabes quién puede funcionar y quién no. Puede tener toda la disposición del mundo y las ganas pero si no tienes talento, ahí no hay nada que hacer”, explica la actriz que en sus rutinas además de los ejercicios vocales y de respiración, también incluyen serie de abdominales y saltadillas. “Yo hago de todo para mantenerme enérgica. Este es un trabajo demasiado exigente”, agrega.

Y a propósito de exigencias, Rueda confiesa que lo que busca en un nuevo actor es disciplina, entrega y compromiso. Reconoce el camino que han labrado algunos de sus alumnos: Rossana Hernández y Gabriel Agüero en la Caja de Fósforos, en Colinas de Bello Monte. Aunque identifica talento en algunos jóvenes que supervisa en la Fundación Rajatabla, y de quienes se convierte en espectadora en una que otra obra en cartelera, añora responsabilidad en las nuevas generaciones. “Yo creo que, y no meto a todos en el mismo saco, se ha perdido la ética. Yo he tenido compañeros, sobre todo jóvenes, que llegan 15 minutos antes de la obra y se los digo, aunque me odien, ‘el teatro es algo serio’. Tienes que llegar dos horas antes porque tienes que reconocer el espacio que vas a utilizar en esa función. Yo en El pez que fuma (original de Román Chalbaud) tenía que manipular tantos elementos y tenía que llevar tantas cosas a mi sitio, que yo llegaba dos horas antes para poder manipularlos y a los 15 minutos ya estaba listo. Me tomo mi tiempo para repasar mi letra, maquillarme con calma en mi camerino y todo con tranquilidad para que luego estés tranquilo y puedas entrar con esa misma tranquilidad a escena. Y es gente más joven y no puede ser”, señala la actriz que se ha presentado, jura, en todos los teatros del país.

Rueda sostiene que una de las claves para el éxito en su carrera ha sido desligarse de cualquier referencia anterior: “Yo empiezo de cero todos mis trabajos. De que no he hecho cosas atrás  y eso me ha ayudado muchísimo en mi carrera porque es como una cosa nueva: un nuevo director, una nueva obra”.

Cuando trabaja un personaje, explica que se involucra lo más que pueda en cada palabra y cada línea. “Esos libretos no los suelto. Mi esposo (Pinto) era súper organizado y pulcro con los suyos; yo no. El mío siempre lo encontrarás lleno de grasa, arrugado, manoseado, roto, rayado todo. ¡Yo vivo con eso! Paso letra bañándome, en el metro y cuando voy caminando… porque yo soy así: ciudadana de a pie. Yo me monto en Metro y también me ves maniobrando en las camioneticas”, explica la veterana que además saca a colación una anécdota de este año cuando —desenfadadamente, según relata— tuvo que agarrar un mototaxi para llegar a tiempo al Teatro Teresa Carreño donde cumplía función con la pieza El pez que fuma (versionada por Ibrahim Guerra), en el marco del Festival de Teatro de Caracas de este año.

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A propósito de este tipo de eventos, Rueda —que actualmente pertenece a Centro Nacional de Teatro— celebra las iniciativas del gobierno nacional. “Ya el subsidio no existe. Ahora existe el Circuito de Teatro. Ellos te compran las funciones y te ubican en Caracas y en el interior. A mí me han comprado varias y me ha ido bien. Eso me parece estupendo”, dice al explicar que añora la época de Festivales Internacionales de Teatro, cuando Carlos Giménez —fundaodr de Rajatabla. Alaba, no obstante, que el Estado organice el Festival de Caracas, liderado por el exministro Freddy Ñáñez, «que me parece es un trabajador incansable, eso es muy enriquecedor. Me parece muy importante que nos nutramos de las propuestas de países como Argentina, España, México, Chile y Uruguay».

Sobre las nuevas modalidades de disfrutar del teatro, como por ejemplo el “microteatro” Rueda difiere: “Yo no lo cuestiono. A veces a mí me dicen ‘Francis, métete. Se puede hacer real’ y yo no lo cuestiono ni lo critico. A mí me han llamado 800 mil veces y no lo hago. No me gusta. Yo no hago teatro así por dinero y he tenido la suerte que me he mantenido y que he vivido de esto. Yo le he permanecido fiel al teatro que hago”.

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¿Y la televisión?

—Ahorita no estoy para sufrimiento. A estas alturas de mi vida quiero estar tranquila y seguir haciendo teatro. Recibí una propuesta y dije que no.

De momento, Francis Rueda continúa sumergida en las funciones de Troyanas Nuestras (una inspiración  de  su  director, Costa  Palamides, en los escritos de Esquilo, Sófocles y Eurípides) que presenta en el Teatro Nacional, mientras que participa en el rodaje de Parque Central, de Luis Alberto Lamata, con quién también trabajó en 1991, en Jericó.

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