Literatura

Gabriel Payares: “Cuando uno se muda de país, se le extravía el interlocutor”

Radicado en Buenos Aires desde 2014, este escritor venezolano, que apenas tiene 35 años, lanza en tierras australes su segundo libro de relatos, Lo Irreparable. Topó con los libros siendo muy pequeño, pero es con los talleres de Monteávila como comienza a trabajar de modo profesional. Allí publicó su primera obra, y ya prepara una tercera. Siente fascinación por el cine de masas, especialmente por las pelis de zombis. Hay algo de su prosa ya empeñado en esta línea creativa. Le toma más de dos años cada obra. Tiene claro que escribir no implica hacerse rico. Para nada

texto; Alejandro Ramírez Morón @aleramirezve | Cortesía
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 Gabriel Payares llegó a Buenos Aires hace cuatro años. Es venezolano, pero –como tantos– no aguantó más. Acaba de publicar su tercer libro de relatos, titulado Lo Irreparable (Corregidor), el cual se comenzó en Venezuela y encontró su punto final entre los fríos australes. Allí confluyen cuentos diversos como “Para Elisa” o “Los Payasos”, que hablan de aquello que sencillamente “es como es”, y por eso es irreparable. Ni bueno, ni malo. Sólo irreparable.

“El amor es uno de los temas centrales del libro. Pero no como un ideal, o una cosa óptima que es preciso alcanzar, o preservar. No. El amor como algo que sólo ocurre. Como ocurren los terremotos o la lluvia”, se va por la calle del medio este autor de 35 años, cuya primera novela sobre la mesa de noche fue Tiburón, el célebre thriller de Peter Benchley. Confiesa que siente una gran fascinación por el cine de masas, especialmente por las películas de zombis. “Ya tengo algunas cosas escritas, en ese sentido, inclusive”, adelanta.

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Dice que sus padres no eran particularmente lectores, pero en su casa “siempre hubo libros”, por lo cual el encuentro con los mismos era más o menos inminente. La prosa de Ednodio Quintero lo marcó de manera especial, y luego abrevarían en los textos de José Ignacio Cabrujas y poetas como Eugenio Montejo. Confiesa haber sido especialmente marcado por los ensayos de Arturo Uslar Pietri. También está influido por Victoria De Stefano, quien a su vez lo ha llevado a otros autores.

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Vida de inmigrante

En Buenos Aires vive con su novia, y come de un trabajo que tiene que ver “remotamente con las letras”. Dicta talleres pequeños de manera eventual, pero remarca que en la patria de Jorge Luis Borges los escritores venezolanos no son la prioridad de lectores o analistas. A la par, escribe lentamente, como suele ser su hábito. “Cada libro me toma más de dos años”, indica, y precisa que ya su pluma se afana en una próxima obra.

No ha sido fácil para Payares contar el dolor de los venezolanos en tierras argentinas. Ni tampoco llevar a texto una versión en prosa del drama del cual proviene. “En cierto modo, cuando uno se muda de país, se le extravía el interlocutor”, apela a una imagen prístina para explicar su desconcierto. Se le ha pegado un poco el acento porteño, y también las maneras. “Me ha tocado ver cómo crece de forma exponencial la cantidad de venezolanos que llegan acá”, afirma.

Payares-cita3Para Payares, en este orden de ideas, la obra de un escritor debe remitir a ciertas construcciones teóricas. O sea, se le antoja un poco estéril la pluma que hace de la narrativa una simple crónica. Piensa que un escritor debe plantear ideas a la par de historias. Esto es lo difícil de relatar desde el Sur del Río Bravo la debacle roja rojita. “Son muchas y muy diversas las posturas que puede adoptar, y no creo que uno debe decirle a nadie cómo pensar las cosas”, toma distancia.

Odiar esto o aquello

La portada de Lo Irreparable es sexy y magnética. Un negro prieto despacha una bocanada robusta entre los labios gruesos. Recuerdo de la estética de aquella célebre cinta francesa llamada El Odio (La Haine), de Mathieu Kassovitz. “Sí, es posible que haya cierta cercanía porque se trata de una película que relata la violencia de la periferia de París, y la fotografía Beto Gutiérrez también explora esa cosa étnica”, expone el autor.

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El libro toma su nombre de un fragmento de Giorgio Agamben: “Lo irreparable es que las cosas sean como son, en este o aquel modo, asignadas sin remedio a su manera de ser. Irreparables son los estados de las cosas, tal como ellos son: tristes o ligeros, atroces o felices. Como el mundo es, como tú eres, esto es lo irreparable”.

En la tapa de la obra también un trozo de Baudelaire: “¿Podemos ahogar el viejo, el prolongado remordimiento, que vive, se agita y se retuerce, y se nutre de nosotros como el gusano de los muertos, como de la encina la oruga? (…) ¡Lo irreparable roe con su diente maldito!”

Payares-cita2¿De dónde saliste tú?

Un extracto de “Los Payasos”, el cuarto de los ocho cuentos que componen el tomo, dice: “Del resto, a decir verdad, no hay más que un montón de muertos en vida, tan abstraídos de todo y de sí que es inútil aprenderse sus nombres: duran poco y es como si nunca estuvieran. Lo único bueno de estar encerrado con ellos es que uno pasa completamente desapercibido: basta con callarse la boca y caminar”. La foto lúgubre de un asilo para viejos.

La obra de Payares es un retrato nítido de Caracas, del ser venezolano, pero desde un ojo –si se quiere– a la vez culto y malandro, irreverente y fino a un tiempo. Ya ganó antes el concurso de Monteávila Editores, que le publicó el libro Cuando bajaron las aguas.

El autor recuerda que el escritor “vive en su mundo, pero la literatura es otra cosa, y más aún el mercado editorial”. Es decir, es lógico que él quisiera llegar a vivir de las letras, pero no parece muy dispuesto a hacer concesiones a la taquilla para ello. “No. No tengo planes de comprar una mansión”, responde con tono seco y elegante, cuando se le pregunta sobre sus expectativas de ventas. Parece un escritor a gusto consigo mismo. En paz con su conciencia.

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