Íconos

Inocente Carreño, compositor de toda una vida

El maestro Inocente Carreño (1919), uno de los músicos venezolanos más importantes del siglo XX, falleció este miércoles 29 de junio a sus 96 años. Fue el autor de un sinfín de temas populares y de obras académicas. Con una centuria casi acumulada, ostentó innumerables reconocimientos como el Premio Nacional de Música (1989) y fue fundador de la Escuela Prudencio Esaá. Esta es su última entrevista

Texto: Ángel Ricardo Gómez | Fotografía: Fabiola Ferrero
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“Yo llegué a Caracas en 1932. Era una ciudad pequeña, la llamaban ‘La ciudad de los techos rojos’, no había edificios, sino las casas de la época, con tejas. Esa fue la Caracas que yo vi. Catia tenía una laguna y la gente iba los domingos a pasear en los botecitos, ¡figúrese usted! (…) El Silencio era el barrio más feo, al lado del Teatro Municipal. Había prostitutas, ladrones, vagabundos… y después Isaías Medina Angarita acabó con ese barrio y construyó los bloques, en el año 43. Por cierto, Medina entró al Gobierno en el 41 e instauró la cédula de identidad, ¡Venezuela no tenía identificación!, ¿usted sabe cuál es mi número de cédula? ¡22.284! Yo la saqué en 1943, tenía 23 años. Es decir, que me tardé dos años para sacar la cédula”.

He sido un observador de la Caracas moderna. Marcos Pérez Jiménez construyó las torres del Centro Simón Bolívar, las industrias de Guayana, la Universidad Central de Venezuela, los estadios… Fue una dictadura feroz, pero había comida. Nunca en el país había habido una situación como esta de ahora, ¡ni cuando Juan Vicente Gómez, que fue también un dictador terrible!”.

“Nací en Porlamar (estado Nueva Esparta) faltando tres días para 1920. Mi madre tuvo que viajar cuando yo tenía cinco años, y yo quedé con mi abuela Mauricia, que llamábamos ‘Güicha’. Fuimos cinco hermanos: Francisco (1910-1965), Remedios del Valle (1928), Judith (1930-2014), Juan Bautista (1932) y yo”.

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“Empecé en una escuelita de pueblo. Como mi tío y mi hermano habían pertenecido a la banda de Porlamar quizás me oyeron cantar y me metieron en la banda, chiquito, como de ocho años, y empecé con los platillos, después con el redoblante, el corno y luego agarré la trompeta. Cuando tenía 10 años ya tocaba la trompeta en las retretas, así que cuando llegué a Caracas con 12 años, ya leía música, pero yo no seguí estudiando porque como éramos muy pobres, mi hermano Francisco trabajaba en una zapatería y yo me ponía a ayudarlo para ganarnos ocho bolívares diarios”.

“Margarita era un pueblo muy lejano. Pasaba un vapor, esos barcos que tenían una chimenea, por Pampatar que era el puerto hondo de aquella época. ¿Usted sabe cuánto tardamos de Margarita a La Guaira? Ocho días navegando, en un barco de vela sin motor”.

Vicente Emilio Sojo: de maestro a compadre

“Yo salí de cuarto grado y no seguí. La primaria la terminé como a los 20 años porque el maestro Vicente Emilio Sojo me dijo, ‘Haga su primaria para darle su diploma de compositor’, porque eso equivalía a un bachillerato”.

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“En 1935, un señor que tocaba en la Banda Marcial de Caracas me vio tocando trompeta y me recomendó estudiar en la escuela de música y empecé ya con 15 años, pero ya yo sabía, yo el solfeo lo hice en dos años, cuando la mayoría lo hacía en cuatro. Después el profesor de solfeo, como yo solfeaba muy bien, me recomendó con el maestro Sojo, y el maestro me aceptó a regañadientes, yo no sé por qué. Ya eran sus alumnos Antonio Estévez, Evencio Castellanos, el maestro Ángel Sauce…”.

“Cuando llegué a Caracas formé un grupo con mi hermano Francisco y un tío. Íbamos en tren a La Guaira para dar serenatas, ‘Las bellas noches de Maiquetía, en mi memoria se grabarán…’ (…) Iba también a la radio a cantar, a la Broadcasting Caracas, que era la única que existía, lo hacía como aficionado, más que todo para aparecer. Un día, yendo a la radio, formamos el Trío Caribe, Pedro Paiva Ravengar, Luis Villasana y yo”.

“Lo primero que recuerdo haber compuesto fue la música de un vals llamado El engaño, de un amigo mío de Margarita. La primera canción que compuse se llama Ha salido el sol, porque Caracas era muy fría y llovía con frecuencia; otra se llama El valle está triste: ‘El valle se ha llenado de tristeza / las aves han cesado de cantar…’, y no recuerdo más porque yo no las grababa. Mi canción más conocida es Mañanita pueblerina, de 1937, que por cierto, hay gente que le cambia la letra. Es: ‘Linda mañanita de mi pueblo / olorosa a sol y a lecha fresca…’, no ‘olorosa a flor’”. cita4

“Recuerdo que le hice un tema a las Conservas Cubagua, que después transformé en canción popular con letra de Andrés Eloy Blanco. Un día el maestro Sojo me agarró y me dijo, ‘¿Vas a estudiar composición o vas a estar haciendo canciones populares?’ (…) Después con el tiempo el maestro Sojo fue mi compadre, él bautizó a mi hijo Inocente Emilio, que está en Francia, y se llama así por Vicente Emilio”.

“Esos dos archivadores que usted ve allí están llenos de mis composiciones. Yo tengo obras sinfónicas, para orquesta completa, para cuerdas solas, para orquestas de cámara, cuartetos, tríos, quintetos, cuarteto con piano, quinteto de vientos, sonata para violín y piano, para chelo y piano, sonata para oboe… Tengo un Réquiem o misa de muertos en diez movimientos”.

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“Una obra no se puede componer en un día, pueden pasar uno o tres meses, el Concierto para Corno y Orquesta que escuchamos, me tomó dos meses hacerlo, en 1954. Margariteña es un poema sinfónico. Sí, es mi obra más conocida, pero es muy complicada, muy lejana. Hay que buscar un coro, ensayar los solistas… Eso sí, todas mis obras las estrené dirigiéndolas yo, la única que no he dirigido es una pequeña ópera que me dirigió Alfredo Rugeles”.

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“Adelante a luchar miliciano…”

“En 1946 yo estudiaba con el maestro Sojo, que era de Guatire como Rómulo Betancourt, ellos eran amigos. Y un día el maestro me dice, ‘Margariteño, ven acá. Aquí hay un poema de Andrés Eloy, para hacerle un himno al partido. Quiero que usted me haga un himno que yo lo voy a revisar a ver si vale la pena’. Lo hice y le gustó. Yo creo que fue a él a quien se lo encargaron, y él no se quiso meter en eso”.

“Para mí, fue un honor hacer la música del himno de Acción Democrática (AD). Figúrese, todavía lo cantan. Ahí lo tengo grabado por Carlos Almenar Otero. Es un bello himno. Muchos dijeron que se parecía a La Marsellesa, pero yo conozco ese tema y no tiene nada que ver”.

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“Soy fundador de AD —allí está el documento— junto a Gonzalo Barrios, Carlos Andrés Pérez… Rómulo Betancourt me envió una carta en mis 60 años donde me dice (lee): ‘Ha vivido usted sin aspavientos y con naturalidad (…) Se ha entregado a su arte con afán creativo y la música no ha sido para usted una manera de evadir la responsabilidad de ciudadano, ha sido y es un venezolano demócrata que es la única manera decente de ser un venezolano integral”.

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“¿Adeco es adeco hasta que se muere? Parece que sí, y fíjese, está resurgiendo el partido…”.

Un hombre humilde

“El Sistema de Orquestas es fantástico, yo soy amigo de José Antonio Abreu, le llevo como 15 años, muchas de mis obras están allá. De ahí han salido grandes directores como Gustavo Dudamel, Christian Vásquez, Dietrich Paredes… pero El Sistema no toca sino La Cantata Criolla de Estévez, una de Aldemaro, otra de Evencio… Debería tocar más repertorio de los autores venezolanos”.

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“No le tengo miedo a la muerte; yo lo que tengo es un gran amor a la vida, aunque yo sé que estoy en el final. Ahorita no me siento bien, siento un malestar, ya no escucho por este oído (derecho) pero hago ejercicio todos los días (…) La palabra ‘viejo’ a mí no me suena. Yo me siento como de 80 años, mis manos siempre están calientes, hago gimnasia, ejercicios de la vista, no necesito anteojos sino para leer… Rezo en la mañana, le doy gracias a Dios por el nuevo día…”.

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“Me gustaría que me recordaran como una persona humilde, tranquila, aguantadora, eso sí, orgulloso de lo que soy y de lo que valgo, sin echármela de nada. Una cosa que no me gusta es que me tuteen, los médicos siempre tienen problema conmigo porque me quieren tratar de ‘tú’, pero a mí eso no me cae bien, porque yo a nadie tuteo”.

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“Quisiera ver a una Venezuela con un sistema democrático como el que vivimos por mucho tiempo. Esto de ahora no se había visto aquí, ¡que la gente tenga que comprar por el terminal de la cédula! Aquí nunca faltaba nada. Por cierto, yo a Hugo Chávez lo detesté desde que salió derrotado por la televisión (1992)”.

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“Yo sí me siento profeta en mi tierra. Me han dado tanto que yo no creo que merezca tanto”.

Al cerrar esta, su última entrevista, el maestro Inocente Carreño se sentó al piano y aunque dijo no ser un ejecutante del instrumento, sus manos se posaron en el teclado y bailaron sobre las blancas y negras para interpretar «Mi amor va hacia ti», junto a su esposa.

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