Íconos

Jenny la del barrio soy

¨Yo tenía muy poco, y ahora tengo mucho. No importa a dónde vaya, yo sé de donde vengo. Del sur del Bronx¨ cantaba J-Lo, por el 2001, en un par de botas Timberland diseñadas por Manolo Blahnik, bañada en diamantes y en un yate anclado en la Riviera Francesa, con Ben Affleck de la mano 

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Selena, la cantante chicana de leotardos púrpura y a quien nadie conocía más allá de las fronteras del Río Grande, se convirtió en una leyenda musical al ser asesinada por su «birrionda» manager. Sin quererlo, y después de su muerte, ella hizo de Jennifer López una estrella.

No es que la voluptuosa “niuyorriqueña” ha tenido la carrera más exitosa de Hollywood, muy al contrario. No hay nadie que esté más lejos de obtener un Oscar. Sin embargo, ese numerito cantando el «Biri-bidi-bom-bom» creó un monstruo que desencadenaría la invasión latina, a finales de los noventa, en el mundo del espectáculo.

Sin-título-1

No existe nadie en Latinoamérica que no haya soñado con la López. Desde los gays de la generación Y2K, quienes bailaron descamisados entre luces estroboscópicas al ritmo de Wating for Tonite, hasta las sifrinitas guarras que «sandunguean» al escuchar On the Floor. También los hombres hetero le dan las gracias por su trasero que genera fantasías y por construir el fenómeno Kardashian, antes de que ellas mismas supieran que existían. Topcitos con una teta medio al aire, jeans a la cadera, vestidos reveladores, bling bling y extensiones de pelo. Zarcillos candelabros, o mejor aún, aros gigantes, y el mejor accesorio: un novio rapero con más ego que talento. J-Lo lo hizo primero, con más clase y sin sex-tape.

I’m Real

Jennifer y Madonna tienen mucho en común. Incluso el poder para regenerarse. Ambas comenzaron como bailarinas y siguieron sus carreras como cantantes y hasta actrices. Tienen líneas de ropa de dudosa reputación y una increíble afición por enrollarse con los bailarines de su troupe. López ha sabido aprovecharse de su curvilínea figura y pasó de ser una simplona bailarina de relleno a la diva latina más importante que jamás haya existido. Cambiando la dirección de su estilo, pero siempre manteniéndose fiel a sus orígenes ¨callejeros¨, se ha convertido en un verdadero ícono de la moda.

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Cuando era novia de Sean “Puff Daddy” Combs ─o como se llame ahora─ el estilo de Jenny era en su totalidad de chica “hiphopera”.  Obsesionada por arroparse en ropas blancas, usar bandanas en la cabeza y los terribles conjuntos deportivos en terciopelo rosado, combinados con tacones de aguja. Después de los tiros y la separación, J-Lo tomó un rumbo más proxeneta chic. Enormes fedoras, caftanes y pieles se volvieron de rigeur y los diamantes aumentaron considerablemente su tamaño.

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Con un vestido Versace ─si es que se puede llamar así a un pedazo de chiffon estampado─ vivió el momento más icónico de su carrera durante la entrega de los premios Grammy del 2000. Revelador pero sin ser obsceno. Cuenta la leyenda que para evitar fallos de vestuario, Jennifer estaba completamente momificada con papel adhesivo doble faz. Uno de los looks más importantes de la historia del mundo del entretenimiento.

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Ya con 45 años, dos hijos, tres divorcios y una miríada de amantes con la mitad de su edad, la sexy latina se convirtió en la MILF from the Block. Luego de aburrirse montones con Marc Anthony, volvió más reveladora que nunca. En este viaje por Cougar Town buscando su «papi», embutirse en leotardos cubiertos de strass se ha vuelto la costumbre. Y mientras el escote se alargue y los shorts se acorten, dejando al trasero como punto focal por excelencia, la fiesta continúa.

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