Cultura

La bohemia de Bellas Artes en dos tiempos

En las líneas que siguen se presentan dos fotografías de un mismo espacio urbano, un eje cultural que agrupa al Teatro Teresa Carreño, la sede de Rajatabla y el edificio donde ahora funciona la Universidad de las Artes. El lector sacará sus propias conclusiones

Texto: Ángel Ricardo Gómez | Fotografía de portada: Adriana L. Fernández | Fotografías dentro del texto: Archivo El Nacional y Adriana L. Fernández
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Un viejo ejemplar de la revista Entreacto que editaba Amigos del Teatro Teresa Carreño, constituye una radiografía de lo que era la vida cultural caraqueña de los años 90. El número 71, de junio-julio de 1994, tiene en portada al maestro Vicente Nebrada por sus 50 años de vida artística. Al abrir sus páginas —papel glasé, a color— hay reseñas del disco compacto Grandes interpretaciones del Coro del Teatro Teresa Carreño y del ciclo de conferencias sobre ópera, así como promoción de los talleres vacacionales para niños en el Teatro Teresa Carreño (TTC); un trabajo destaca los diez años del Festival de Jóvenes Coreógrafos, y además de la entrevista central a Nebrada, hay una nota que asoma la posibilidad de que la alemana Pina Bausch, máxima representante de la danza teatro, regrese a Venezuela luego de su primera visita en 1980.

Se anuncian diversos espectáculos en la sala Ríos Reyna: el 13 de agosto, el trompetista estadounidense Chuck Mangione, del 6 al 11 de septiembre el II Congreso Latinoamericano de Danza “Embaile 94” y del 22 al 25 de septiembre la ópera venezolana Los martirios de Colón. La sala José Félix Ribas, por su parte, tiene en su grilla de programación a Rosa Virginia Chacín, dos funciones de zarzuela y la Camerata Coral de Puerto Rico.

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Hay un sector privado que apoya iniciativas culturales a juzgar por las páginas de publicidad de Absolut, Telcel, Fundación Banco Consolidado, Banco Venezolano de Crédito, Restaurante La Rotisserie del Caracas Hilton y Old Parr.

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El Teatro Teresa Carreño, proyectado por los arquitectos Tomás Sanabria, Dietrich Kunckel y Jesús Sandoval, se inaugura en 1983 bajo el mandato de Luis Herrera Campins. El mismo año, Gustavo Legórburu diseña especialmente para el Ateneo de Caracas el edificio que está al lado. Así que ambos espacios se convierten en la amalgama perfecta para unir el entonces llamado Museo de Arte Contemporáneo Sofía Ímber y toda la vida cultural de Parque Central hacia el oeste, con la dinámica del Museo de Bellas Artes y Museo de Ciencias, hacia el este, Parque Los Caobos.

Aquella zona se convierte en un hervidero de artistas e intelectuales, así como el punto de encuentro por excelencia de la bohemia caraqueña, donde podía encontrarse un escritor con un dirigente político, un actor internacional con un transeúnte cualquiera.

Marco Santaella trabajó en el Café del Ateneo como empleado y concesionario desde 1984 hasta 1997. El lugar se llamó Salambó en sus primeros años, por la novela de Flaubert, “pero fue también por un bar muy loco que yo conocí en Berlín… y me gustaba el nombre”, confiesa vía correo electrónico Santaella, hoy radicado en Estados Unidos.

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“En las navidades se llenaba de gente y había un ambiente muy festivo y alegre. Durante los Festival Internacional de Teatro de Caracas (FITC) la gente abarrotaba el Ateneo. A veces teníamos que cerrar la puerta porque no cabía más gente, era agobiante, y no podías atender bien a todo el mundo, se hacía pequeño el espacio. Montábamos unos kioscos que nos facilitaba Polar para vender cerveza en la primera planta y así desahogar al café”, relata.

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Santaella recuerda entre los personajes que frecuentaban el Salambó a Carlos Giménez y toda la compañía Rajatabla, Héctor Myerston, Orlando Urdaneta, Rolando Peña “El Principe Negro”, Fausto Verdial, Armando Gota, Cayito Aponte, Ibsen Martínez, José Ignacio Cabrujas… “También pasaron por allí Mario Vargas Llosa, Juan Luis Guerra, Celia Cruz y María Betania”, agrega.

Vilma Ramia, quien fuera coordinadora y directora de la Galería Los Espacios Cálidos del Ateneo de Caracas (1983-1989), suma personalidades a la lista de Santaella. “Gabriel García Márquez, Jorge Luis Borges, Salvador Garmendia, Isaac Chocrón, Enrique Hernández D´Jesús, Luis Camilo Guevara, Caupolicán Ovalles, Vicente Gerbasi, Rafael Arráiz Lucca, Ramón Palomares, Rafael Cadenas, Miyó Vestrini, Adriano González León… y un larguísimo etcétera”.

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Los políticos también frecuentaban mucho el Ateneo, según Ramia. Américo Martín, Teodoro Petkoff, Argelia Laya, Luis Beltrán Prieto Figueroa, José Vicente Rangel, Moisés Moleiro, Luis Herrera Campins, Ludovico Silva y Carlos Raúl Hernández, salen a relucir en la lista de la gerente cultural y actriz.

Santaella recuerda solo un episodio de inseguridad. Un hombre los esperaba una mañana armado y lo sometió a él y a algunos empleados, para robarse el dinero de las ventas del día anterior. En general, el local estaba abierto desde el mediodía hasta las 10 de la noche aproximadamente.

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El Café Rajatabla

Entre el Ateneo y el Teatro Teresa Carreño había un rincón para la movida underground caraqueña en la que también podían encontrarse personalidades del arte y la política. William López, actual presidente de la Fundación Rajatabla y uno de los fundadores de la compañía de Carlos Giménez, recuerda que por allí pasaron desde Rafael Caldera y Has Newman, hasta Jorge Rodríguez, Érika Farías y Juan Barreto. “Al Café Rajatabla fueron los más famosos directores de teatro del mundo e igual actores y actrices. Por ejemplo, Núria Espert, quien se acaba de ganar el premio Princesa de Asturias de las Artes; Jack Lang, quien fue ministro de cultura de Francia; Paco Rabal, Verónica Forqué, Norma Aleandro…”, recuerda López.

Eso sí, a las 3:00 de la mañana, Pedro Pineda, actor y encargado del Café Rajatabla, desenfundaba un machete y lo hacía echar chispas contra el piso para “sacar” a la gente del lugar. Y decía: “¡Buenas noches, mis señores / Yo me llamo Pedro Antonio / y les pido por favor / que se me vayan pa’l coño!».

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Así lo recuerda William López, quien agrega: “En ese momento Pedro le daba un planazo a una mesa que sonaba como un disparo, y la gente riéndose, hacía una algarabía. Ese acto lo llegaron a grabar los colombianos, australianos, españoles, que venían a los festivales”. Una española le preguntó una vez a Pedro Pineda a cuántos había degollado y este le respondió, que eso no era un acto de violencia sino que el público se lo pedía a diario para despedir al café, según López.

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Era tanta la fama de Rajatabla en el ámbito internacional que muchos turistas querían visitar la sede de la compañía en Caracas. Igualmente, el roce que brindaba bianualmente el Festival Internacional de Teatro de Caracas, mantenía al Café Rajatabla en sintonía con lo que ocurría en el ámbito artístico mundial.

Hernán Colmenares, periodista que llevó por algunos años las relaciones públicas del FITC, recuerda por ejemplo la actuación del argentino Salvador Walter, mejor conocido como Batato Barea y su Club del Clown, así como los innumerables café concerts y performance que ocurrían en el Café Rajatabla. “Hay que recordar La Barra del Ateneo, que también fue un punto de encuentro. El Ateneo tuvo su propia revista, Papeles; un grupo teatral, había tertulias… El Ateneo era el lugar de encuentro de la intelectualidad venezolana. Lamentablemente, ya no es así, el Café del Ateneo se fue extinguiendo y el Ateneo comenzó a extinguirse también”, comenta Colmenares.

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Un golpe de timón

En las elecciones de 1998 gana la presidencia Hugo Chávez y su primer contacto con sus electores fue precisamente al frente del Teatro Teresa Carreño, que se convirtió desde entonces en la principal tribuna para actos oficiales y proselitistas. En 2009, su Gobierno anuncia que no se le renovará el comodato al Ateneo de Caracas, institución que debe desalojar el edificio que ocupó desde 1983. En su lugar queda la Universidad Experimental de las Artes (Unearte).

Rajatabla sigue funcionando en su sede pero desaparece el Café. El espacio donde funcionaba el Salambo pasó a ser un salón multimedia para los estudiantes y surgió Verde, una lunchería-heladería que opera durante el año académico, de hecho, todo el edificio funciona de octubre a julio, con vacaciones durante agosto y septiembre. Tampoco existe La Barra del Ateneo.

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La bohemia se ha trasladado a un restaurante ubicado en el Teresa Carreño desde 2014, cuyo nombre es La Patana Cultural, que surgió en Mérida en 1995, como concepto que exalta a la trova y a la llamada “canción necesaria”, aunque se presenta música en vivo de todas las tendencias, y se ofrecen deliciosas pizzas y tragos típicos venezolanos con base en cocuy, miche andino y ron, además de cervezas. A veces está tan lleno que la gente se sienta en las escaleras cercanas solo para escuchar la música de la Poesía, Canela y Miel, el ensamble Guayoyo o la Séptima Bohemia.

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En 2011 se crea el llamado Eje del Buen Vivir en los jardines traseros del Museo de Ciencias, que colinda con el edificio diseñado por Legórburu y el Teatro Teresa Carreño. Fue un verdadero acierto la propuesta paisajística y el emplazamiento de ocho pequeños locales con precios accesibles, que hacen del espacio un refugio acogedor.

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En diciembre de 2015, se cierra el corredor urbano debido a la inseguridad de la zona, según le explican a los concesionarios. Tras cinco meses de incertidumbre para los emprendedores, se ha anunciado que para este viernes tres de junio reabren siete locales que conforman el espacio. Así lo informó Fabio Serrano, dueño del Restaurante Viejo Puente, quien afirma que se aprovechará el marco del Festival de Teatro de Caracas para la reinauguración, en un horario de 3 a 10 pm, con la expectativa de ir ampliándolo.

En el primer semestre de 2016 el Teatro Teresa Carreño ha presentado Mi sueño, interpretado por el Grupo de Artistas con Discapacidad de China, un ciclo de siete conciertos en el marco del 40° Aniversario de la sala José Félix Ribas, la quinta temporada de Teresa Danza Contemporánea, una versión de Carmen de Bizet con danza, teatro y circo, y temporadas del ballet Coppelia y de las óperas Gertrudis y Tosca, sin contar los conciertos de Vasallos de Venezuela y la llamada Fiesta del Son y la Rumba, el Día de las Madres, que reunió a José Alberto “El Canario, el Septeto Santiaguero, Eduardo “Tiburón” Morales, voz del famoso Son 14 de Cuba; El Sonero Clásico del Caribe, La Séptima Bohemia, Francisco Pacheco, Santiago “Alacrán” Tovar y Canelita Medina.

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El Festival de Teatro de Caracas inaugura el primer fin de semana de junio en el Complejo Cultural, con una versión de La Cantata Criolla, y ya se anuncia el ballet Don Quijote para julio. El Teresa Carreño, no obstante, ha tenido que habilitar un transporte nocturno para personal técnico y artístico hasta la estación del metro de Plaza Venezuela, ya que el trecho del teatro a la estación de Bellas Artes está en penumbras, solo y asediado por el hampa.

Cambiaron algunos actores, también los públicos, no se ven a los intelectuales de la revolución, ni Farruco Sexto ni Tarek Wiliam Saab ni a Juan Barreto. Pero lo que nunca cambia es la necesidad de cultura y esparcimiento de los ciudadanos, es en la cultura donde está la clave para el desarrollo de las naciones.

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