Íconos

La esperanza o soberbia de Leopoldo López

Muchas páginas se han escrito para descifrar las ambiciones y actuaciones del exalcalde de Chacao. Verdades o mentiras, el Tribunal Supremo de Justicia otorgó el beneficio de casa por cárcel, en julio de 2017, argumentando razones de salud, a pesar de que el gobierno había insistido tantas veces en su buen semblante. Para algunos es un mártir de la causa democrática pero para otros es un estratega que aprovechó las aciagas condiciones de 2014 para calentar su liderazgo y lograr ser Presidente. Mientras espera por llegar al Palacio de Miraflores, actualmente vive en condición de huésped en la embajada de España tras haber salido la madrugada del 30 de abril de 2019 en la "Operación libertad"

Leopoldo López
Harold Escalona
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“Leopoldo López es uno de los líderes de la oposición venezolana y un preso político”, así han coreado sus seguidores por doquier. Los más extremistas o alucinados lo encumbran como la opción del cambio democrático. Cimero. Para quienes comulgan, sin embargo, con los ideales revolucionarios es simplemente un conspirador y acaso golpista. Indistintamente de las posturas de tirios y troyanos, López detenta en su expediente un gobierno exitoso en la Alcaldía de Chacao lo mismo que la fundación del partido Voluntad Popular. Es el hombre de Harvard pero también el que se entregó —¿inmoló?— el 18 de febrero de 2014 ante la GNB y Diosdado Cabello, en medio de protestas y muertes estudiantiles. Cada cual en sus trincheras, con los pertrechos de guerra unos y con las banderas y pañuelos blancos otros, la entonces turbamulta devino en más separación cuando no odio. “Pese a la división, a mí no me gusta hablar de oposición u oficialista. Mi enfoque es que somos uno. Un mismo pueblo. Mi enfoque es llegar a todo aquel que quiere vivir un país distinto”, teje con avilantez los lazos, aunque invisibles, de la obligatoria reconciliación nacional.

Fue el recluso de Ramo Verde, el que incluso detrás de los barrotes denunció el oprobio que le infligieron sus esbirros y verdugos. El que siempre se ha sentido diana de ataque. El perseguido. El violentado. “Sí. Y además yo divido los ataques en tres ámbitos: físicos, legales y morales. Cuando ves un documental de 45 minutos, que lo pasan por el Canal 8, dedicados a crear mentiras y difamar directamente a mi persona, a mi familia, a lo que ha sido nuestra trayectoria y a la organización política a la cual yo pertenezco, esto es literalmente parte de una película, tal como se ha hecho en otros países para atacar al adversario político. Eso era lo que hacía Montesinos en Perú. Es lo que se hace en regímenes donde no hay igualdad de todos ante la ley. En donde se utilizan los tentáculos del Estado para criminalizar y eliminar políticamente a personas que pueden representar una alternativa”, discurrió seguro quien hacía marcada disyunción de la política sustentada en el populismo. “¿Qué tipo de alternativa estamos pidiendo nosotros? Una desde los hechos. No una desde los discursos ni desde las promesas milagrosas”.

El verbo de Leopoldo López no se arredraba y aún no se arredra de las disertaciones que muchos ven como palabrerías de enjundia y retórica. Sus planteamientos de los ayeres y mañanas son firmes y sostenidos en el tiempo. Por momentos, el Leopoldo de 2006, en gestión como alcalde, se cruza en zipizape con el Leopoldo que estuvo secuestrado y sin libertad. “Me motiva la convicción de que podemos cambiar a Venezuela. Yo estoy convencido de que podemos vivir en un mejor país. Yo estoy convencido de que podemos lograr el entusiasmo de millones de venezolanos y de apostar por una alternativa distinta a lo que estamos viviendo ahora. Esta no va a surgir de la crítica, de lo efímero. Esa esperanza colectiva que tenemos que construir va a nacer de la posibilidad de presentar cambios”, oreó en una entrevista a revista Clímax en julio de 2006 y aún se mantiene incólume. Vigente.

Leopoldo es también quien ha pretendido la Presidencia. Su meta siempre en lontananza. No desmaya en su empeño de hacerse del palco principal de Miraflores. Es el hombre que ni por las destelladas de Chávez o Maduro ha perdido la fe. “Para mí lo más importante en las políticas públicas efectivas es que ellas ayuden a evitar que nosotros caigamos en la desesperanza. Porque que el peor enemigo que tenemos es la desesperanza”. Hoy, pese a los contubernios del alma y de las trastadas que lo vuelven a sacar de los escenarios reales de combate —aunque su voz y figura están más que nunca en el candelero y boca de tutilimundi, hasta Bill Clinton y Barack Obama se pronunciaron a su favor— López no tiene garantizado el triunfo. “Estar preso por razones políticas produce una solidaridad entre todos los ciudadanos, que no necesariamente se traduce en liderazgo. En todo caso, el tiempo lo dirá”, desgranó el secretario general de un partido de la Mesa de la Unidad Democrática que, por prudencia, cuidó su identidad para un artículo del periodista Pedro Pablo Peñaloza, publicado en el portal web El Estímulo. “Es un mártir de la oposición, un símbolo de la resistencia que ha elevado su perfil internacional. ¿Qué pasará con él? No sé. Se la jugó. De allí puede salir directo a Miraflores o ser una página más de la historia”.

Si ha avanzado o no en su ambición de arrogarse la banda del tricolor, a despecho de los escollos y escarpaduras del sendero, es irrelevante para sus detractores incluso dentro de la MUD. Para algunos, él no es más que un aprovechador. “Quiso cobrar protagonismo en las protestas de 2014”. Las manifestaciones que comenzaron como una convocatoria en contra de la represión por parte del gobernador Vielma Mora a los estudiantes de Táchira y el denuesto a las muertes de Bassil Da Costa y Juan Montoya terminaron en la bullanguería de “La Salida” propuesta por López, María Corina Machado y Antonio Ledezma. El primero, no obstante, se rehúsa a renunciar a su sueño —aun cuando por ahora no consiga la estratagema del jaque mate. “Quieren anularme políticamente porque yo represento un enemigo político. A mí me inhabilitan porque yo puedo ganar elecciones”, alza su bandera.

En Ramo Verde pasó hambre y soportó el acoso de la soledad y las cuatro paredes. En un reto constante con la autoridad que lo mantuvo aislado del resto de los encarcelados, grabó audios y videos y escribió mensajes dedicados a sus seguidores y, su aspiración, al vulgo nacional. «Debemos demostrar que somos demasiados», indicó en una carta hecha pública en mayo de 2014 en la cual advirtió el peligro de que se consiga «una falsa paz a punta de plomo».

En diciembre de ese año sostuvo que «cada aislamiento, cada golpiza, cada abuso, cada manipulación de los procesos judiciales lejos de desanimarnos, nos ha fortalecido». En 2015, los registros fueron audiovisuales. En mayo, confesó -a través de un compañero de partido- su vida carcelaria: “Monté un plan de estudio y formación con énfasis en historia de Venezuela, economía y petróleo y biografía de distintos personajes y líderes de la historia universal. En la tarde trato de alimentar mi alma con la música y me he dedicado a tocar el cuatro, lo que se ha convertido en un desafío, porque debo reconocer que nunca había tocado un instrumento musical y tampoco tengo (aunque quiero pensar que sí lo tenía) mucho oído para la música”.

Sentenciado a cumplir condena de 13 años y nueve meses de prisión, tan solo tres meses menos de la pena máxima que podía recibir, se mantiene firme: el último preso político en salir debe ser él, es su postura.

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