Perfil

La historia que Héctor Rodríguez no quiere contar

Distintas voces apuntan a que la "esperanza blanca" del chavismo, en el caso de que la comunidad internacional logre que en Venezuela se realicen unas elecciones democráticas, la encarna Héctor Rodríguez. Su perfil no es tan ruinoso como el de su jefe político, aunque sí arrastraría su legado económico y social. El actual gobernador de Miranda fue consentido de Hugo Chávez y ahora es aliado de Nicolás Maduro. No le gusta que hablen de él, ni bien ni mal, es "hermético", pero esa delicada piel contrasta con la fortaleza y habilidad para convertirse en figura de la renovación roja. Su carrera en la política ha sido meteórica y acelerada. En una década pasó de ser “líder estudiantil” a mandar en uno de los estados más importantes del país

Texto: Andreína Itriago y Víctor Amaya | Portada: AP | Fotografías en el texto: Dagne Cobo (El Estímulo), Twitter Héctor Rodriguez, Agencias
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A las 10:12 pm del 15 de octubre de 2017, Héctor Rodríguez escuchaba atentamente a la presidenta del Consejo Nacional Electoral, Tibisay Lucena, ofrecer los resultados de las elecciones regionales. Lo acompañaban unas quince personas en una habitación sencilla, de paredes, piso y techo blancos, bajo la iluminación de luces fluorescentes. 11 estados ya habían sido anunciados, con nueve victorias para el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).

Cuando finalmente llegó el turno de Miranda y Lucena mencionó a Héctor de primero, comenzó la celebración. Él pidió prestar atención a la información completa, esperar la apoteosis. Lucena dijo que había obtenido 51,54% de los votos (con el 95,8% de transmisión). El ahora gobernador electo se enserió. El porcentaje correspondía a 622.226 electores, y un “uff” se escapó de sus labios. Los mordió levemente. Luego comenzó a asentir. La sonrisa en su rostro, sin embargo, no apareció sino hasta que la presidenta del CNE terminó de decir el porcentaje de votos que obtuvo su contrincante en esta elección, Carlos Ocariz: 543.822 votos (45.92%)

Héctor Vicente levantó el brazo derecho con el puño cerrado. Chocó palmas con la persona a su derecha, luego a su izquierda y algunos más. Mientras, su mano izquierda acariciaba la pierna de su esposa, Dubraska Moreno, heredera de «una familia militante, de izquierda», como él mismo confesó. Ella -que no pudo apoyarlo con el voto pues está inscrita en Bolívar para sumarle un sufragio en 2015 y participó de su equipo de comunicaciones en 2017- se había mantenido de pie detrás de él, y cada tanto le acariciaba. Se besaron y los demás comenzaron a gritar: “Ju, ju, ju, ju”. Él se unió al coro que mutó a repetir “Héctor, Héctor”. Hubo aplausos.

En 30 segundos, el nieto de Perucho Cuevas y de Chucha, como los conocen de cariño en Río Chico, supo que sería el próximo gobernador del estado que lo vio nacer. Ese día, el heredero de Pedro Vicente Rodríguez -exviceministro de Participación en el despacho de Educación, luego defensor en la Defensoría del Pueblo y también rector de la Universidad Politécnica Territorial de Barlovento “Argelia Laya”- votó en la Escuela Rafael Arévalo González, en la calle Venezuela de la localidad barloventeña. La noche del 14 de octubre de 2017 la pintaron para recibirlo.

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Rodríguez cuenta poco de él en sus escritos y declaraciones. Pero una vez, durante el noveno aniversario de la Misión José Gregorio Hernández, reveló: “Yo soy una persona con discapacidad, producto de un accidente en moto, y estoy beneficiado por esta misión”. El incidente ocurrió en febrero 2010 cuando viajaba como parrillero de uno de sus escoltas y se estrellaron contra un camión y otro vehículo. El entonces ministro del Deporte sufrió una lesión en una pierna, que lo obligó a movilizarse con muletas durante algún tiempo. El mismísimo Hugo Chávez diría públicamente que “no iba poco a poco” y que fue “un encontronazo”.

Pero más allá de esto, es poco lo que el gobernador de 37 años ha revelado de sí mismo, de su vida y de quién es. Sus amigos de la Universidad Central de Venezuela (UCV), donde se graduó de Abogado, lo definen como una persona “bastante hermética”.

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La sombra de la UCV

De su infancia e historia familiar se sabe poco. Aun así, el 16 de octubre de 2017, un día después de que resultara electo gobernador, su padre Pedro Vicente reveló varios detalles interesantes en una publicación en Facebook. Contó que su nacimiento se adelantó un mes, al 26 de marzo de 1982, y que el “ochomesino” nació en el hospital de Río Chico,  con Tiburón, de Rubén Blades, de soundtrack. También que estudió en el Jardín Franciscano, y que allí discutía con el maestro que le reclamaba por retrasarse en la fila, ante la necesidad de atar la trenza del zapato para impedir algún accidente. Lo describe como un hombre planificado, organizado, visionario y soñador en un escrito cuya honestidad es puesta en duda por otros de ese clan familiar.

Allegados del mandatario mirandino dijeron a Clímax que del primer matrimonio de su padre, del cual es primogénito, tiene un hermano menor; mientras que dos medias hermanas son el fruto de las dos siguientes uniones de su papá. Cuentan que su papá no fue una constante en su vida, que durante algunos años hubo un alejamiento. Entonces él quedó al cuidado de su mamá, la maestra Jazmín Castro. Durante su infancia también vivió en Margarita y hasta fuera del país.

Otra fuente familiar, no obstante, argumenta que su papá, el educador Pedro Vicente Rodríguez, retomó la relación con el hijo cuando trabajaba en el Consejo Electoral, «y por eso su madre de crianza fue Jazmín Jaimes». Se trata de una funcionaria de carrera en la institución que compartió labores con el progenitor de Héctor y que más adelante asumió en 2015 la dirección regional del Poder Electoral en el estado Miranda, hasta 2016 cuando salió jubilada. «Cayó en desgracia con el PSUV», cuentan los corrillos de Plaza Caracas. Ocurrió justo después de que la oposición sumó el 1% de firmas para la solicitud de un revocatorio presidencial, apunta un dirigente de la Mesa de la Unidad.

Pedro Vicente Rodríguez fue mencionado en 2011 en un reportaje de Últimas Noticias firmado por José Chávez Morales que revelaba irregularidades en un traspaso de dineros públicos en el Ministerio de Educación. “Yo ya entregué el cargo y no voy a responder ninguna pregunta”, respondió al ser consultado por el periodista. Ese mismo año, según su Linkedin, había vuelto al CNE, del que se jubiló en 2015. Pero su gusto por lo electoral no merma, y por eso cursa un postgrado en Especialización en Procesos y Sistemas Electorales en la misma UCV. Por otra parte, en Río Chico hay quien masculla otro comentario: el candidato descuidó a sus abuelos, de 101 y 89 años, y solo los atendió durante la campaña electoral de 2017. Una vitrina.

Y aunque Héctor siempre ha sido, como dicen sus profesores de la UCV, “bien centrado en la izquierda, chavista”, no toda su familia lo acompaña. De hecho, en su entorno siempre ha habido gente de oposición. A la que era su “compinche” en la casa que vence la sombra la definen como una mujer “ultraescuálida”. Y él mismo ha afirmado que «tengo amigos que no coinciden conmigo en la forma de ver la política, la amistad va más allá de eso (…) Familiares, incluso, tengo una tía opositora, tengo amigos como Stalin o como Pizarro, tengo compañeros de clase que son opositores y nos queremos muchísimo».

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De su paso por la universidad abunda información, no toda verificada. Usuarios de Twitter han denunciado que está en deuda con la institución, que se graduó “de broma” y que le tomó 10 años hacerlo. Otros afirman que “lo graduaron” y que imponía el terror en la casa de estudios. Un compañero de clases dice a Clímax que  lo llegó a ver relacionándose con fascinerosos y violentos. También hay quienes lo recuerdan como un muchacho sencillo, humilde y trabajador, que disfrutaba de las empanadas de la Facultad de Ingeniería, mientras “despotricaba” de los ricos.

Pero versiones confirmadas las dan sus profesores en al menos cuatro materias, con relatos más cercanos a lo que cuenta el segundo grupo de tuiteros. Revelan a Clímax, sin decir sus nombres, que el joven era respetuoso, simpático, inteligente, cumplidor, disciplinado, puntual, constante y hasta caballeroso. De hecho, manifiestan haber quedado “boquiabiertos” cuando lo vieron por primera vez desempeñar su rol de jefe de bancada parlamentaria del Gran Polo Patriótico (GPP) y asumir intransigencias, pero también entienden que “le tocaba ser así”.

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Algunos compañeros de aulas también sueltan que Héctor es “totalmente diferente” al muchacho que conocieron en la UCV, excepto en la determinación. Justamente, el factor impulsor de su carrera que lo ha llevado a ser la autoridad de uno de los estados más apetecibles del país. De ellos, sus amigos de la universidad, algunos siguen en contacto con él, aunque ahora lo ven como una persona más distante y seria, “que siempre espera que la gente le pida algo”. Pero hace siete años era “el único negro que no baila tambor”. Así le decían, en broma, a quien tenía a los ritmos afroamericanos como preferencia, junto con la salsa, aunque no supiera mover el esqueleto siguiendo la clave.

Tampoco lo recuerdan como un fanático de los deportes, vaya ironía para quien se desempeñó como Ministro en esa área y fue señalado de «cadivismo deportivo» en 2013. «Ese no ha jugado ni metras», habría dicho su padre.

Tocado por el jefe

Héctor Rodríguez se graduó de abogado en 2008. Ese mismo año, fue designado por el expresidente Hugo Chávez –de quien, ha dicho en varias oportunidades, se considera un hijo– como ministro para el Despacho de la Presidencia. Desempeñó el cargo durante cuatro meses.

Dicen que fue el mismísimo Chávez quien, en años anteriores, dio la orden de que lo buscaran en la UCV “para que saliera a la lucha de calle”. Entre 2004 y 2005, el aún estudiante se movió en las arenas de la política universitaria: fue presidente del Centro de Estudiantes de la Escuela de Derecho, con el movimiento Proyecto Integración Estudiantil 54 (PIE54) y luego alcanzó la Secretaría de Reivindicaciones de la Federación de Centros de Universitarios.

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Sus fronteras políticas se ampliaron más allá de los linderos de la Ciudad Universitaria en 2007 cuando su rostro inundó las pantallas de televisión, en cadena nacional. Fue su primera visita al recinto que ocuparía casi 10 años después como diputado electo por Bolívar. En la Asamblea Nacional, en pleno apogeo del Movimiento Estudiantil, se enfrentó en un debate –que terminó no siéndolo– con los líderes estudiantiles de oposición como Yon Goicoechea.

Héctor continuó su formación con una Especialización en Gobierno y Políticas Públicas, también en la UCV. A diferencia de la carrera de pregrado, en esta nueva etapa sí sacó buenas calificaciones y destacó en una promoción predominantemente chavista por su análisis político crítico. Sin embargo, testigos aseguran que aún no ha entregado el trabajo final, por lo que el título sigue pendiente. «Me arrepiento de no haber estudiado más, aprovechar más mi tiempo de formación», dijo en febrero de 2017.

Ese postgrado coincidió con el desempeño de cargos importantes: el de viceministro de Políticas Estudiantiles, en 2009; y el de vicerrector de Asuntos Sociales de la Universidad Nacional Experimental Politécnica de la Fuerza Armada Bolivariana (Unefa), de la que ha sido profesor. Por esta última labor, por cierto, sus colegas no le dan mucho mérito.

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Luego vinieron otros roles más políticos: ministro para el Deporte, en 2010; segundo vicepresidente para el Área Social, en 2011; ministro de la Juventud, en 2013; y ministro para la Educación, en 2014, cuando admitió el déficit de maestros para “las tres marías” –química, física y matemáticas–. En 2015 lo mudaron a Bolívar para lanzarlo como candidato a un curul por esa región del sur. Logrado el cometido, por haber encabezado la lista, fue nombrado jefe de bancada del PSUV en el Legislativo.

Que no hablen, ni mal

En el Parlamento, Héctor Rodríguez reveló una faceta agresiva que, hasta el momento, muchos de quienes lo conocen dicen que no habían visto. Cuando al diputado opositor Rafael Guzmán llamó “vampira” a Tania Díaz, recordando el apodo que le dio a la diputada el propio Mario Silva, Héctor salió en su defensa y casi se caen a golpes. La ahora constituyentista y el gobernador de Falcón, Víctor Clark, eran sus “amigos más cercanos” en la Asamblea Nacional, según refieren algunos funcionarios de ese cuerpo.

A Héctor no le gusta que hablen mal de él. Al diputado Américo de Grazia lo denunció por difamación ante el Ministerio Público, luego de que este lo acusara, en una sesión, de haber alquilado ocho pisos de la clínica El Ávila para el nacimiento de uno de sus dos hijos, a quienes «tratamos de no exponerlos públicamente», como le dijo a Analítica. En el centro asistencial niegan tal versión y no descartan que el alumbramiento haya ocurrido en la clínica Leopoldo Aguerrevere, también en Caracas.

Rodríguez también denunció al entonces gobernador Liborio Guarulla por supuestas amenazas recibidas por parte del “indio” durante una sesión de la AN en la que el entonces gobernador de Amazonas le soltó, al pasarle cerca: “Vamos a ver si en unos meses sigues vivo”. Preludio del Dabucurí. Entonces el parlamentario pesuvista lo responsabilizó de cualquier incidente en el que pudiera verse involucrado él o su familia. Ya en 2013 había ocurrido su primera demanda legal, cuando enfiló contra Ismael García por comentarios en su contra. Y en 2017 ocurrió de nuevo.

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Pero más que demandar, a Héctor le gusta escribir. Y lo hace bien. Entre el 16 de abril de 2009 y el 12 de agosto de 2013, actualizó frecuentemente un blog con temas relacionados, principalmente, con educación, deporte, historia, asuntos internacionales y medioambientales. Ahí, desde la que denominó su trinchera, luchó con palabras contra los medios de comunicación privados, el capitalismo, líderes estudiantiles “de la derecha”, las universidades autónomas e incluso contra personalidades como Manuel Rosales, Henrique Capriles  y Barack Obama.

De todas las entradas del blog –en el que aunque no contesta los comentarios negativos, aún no los ha borrado– destacan dos: una sentida carta que escribió al expresidente Chávez el 7 de marzo de 2013, con la que fácilmente podría convencer hasta al más antichavista; y una que titula Yo quiero un gobernador, del 29 de diciembre de 2012, en la cual expone el tipo de gobernador que, tras el proceso electoral de ese año, quería para Miranda, su estado. “Quiero un gobernador que quiera ser gobernador, que se dedique, durante los cuatro años de gobierno, a recorrer mi estado, a trabajar con la gente de mi estado, a tratar de mejorar mi estado y no a recorrer el país y usar los recursos de la gobernación para tratar de llegar a Miraflores”, dice, al final del texto.

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El 2 de octubre de 2017, antes de que se convirtiera en el nuevo gobernador de Miranda, la periodista Shirley Varnagy le preguntó en una entrevista por el Circuito Onda si tenía aspiración presidencial. Rodríguez le contestó: “Mi camino me ha ido llevando. Fui ministro y diputado sin trabajar para ese objetivo. Para mí lo más importante es trabajar para que mis hijos vivan en un país tranquilo, con paz y seguridad”.

Durante su campaña por la gobernación de Miranda, prescindió del color rojo del chavismo, que ha confesado es su favorito pues es «apasionado», y tampoco se le vio aprovechando «los ojitos de Chávez». Se vistió siempre de azul, sacó el discurso de la «guerra económica» de sus palabras y admitió que el país atraviesa por «muchos problemas» que «entre todos» pueden ser resueltos. Todo ello, empaquetado con un jingle de campaña bailable. Pero el día en que ganó la gobernación, volvió a enfundarse de rojo: una chaqueta sobre la camisa azul, todo un mensaje.

Un análisis de Franz Von Bergen en El Estímulo, afirma que el mandatario mirandino es de la corriente chavista que respalda a Nicolás Maduro, pero con buenas relaciones con Tareck El Aissami. “Tienen nexos fuertes con miembros del Ejecutivo. Héctor Rodríguez y Víctor Clark son parte de una generación de dirigentes jóvenes a los que el Jefe de Estado les ha dado más poder y confianza (…) Dirige la Juventud del PSUV, donde ha tenido que cohabitar con una tendencia andina muy cercana a El Aissami que, sin embargo, quedó algo debilitada el domingo, pues uno de sus representantes, Jheyson Guzmán, perdió la gobernación de Mérida”. Afirma también que la cercanía que tuvo con Chávez le dio cierta autonomía. “Por eso, a pesar de tener buena relación con Maduro, no está totalmente casado con una facción, algo que puede jugar muy a su favor de cara al futuro”.

La palabra del tiempo pudiera concretarse. Llegado 2019 Héctor Rodríguez comienza a ganar notoriedad como la figura que pudiera representar al chavismo en el caso de una elección presidencial que trate de desentrañar la crisis política nacional. “Héctor Rodríguez es una figura que agrada; lo ven como un tipo diferente de chavista, abierto al diálogo y capaz de encantar a los miembros de la oposición que una vez fueron partidarios de Chávez”, dice Felix Seijas, director de la encuestadora Delphos, a Bloomberg. “Si se maneja de manera adecuada, podría convertirse en una figura que daría vida al chavismo y lo volvería competitivo”.

El gobernador mirandino, de hablar pausado convocando al encuentro de posiciones, es uno de los enviados del oficialismo a las negociaciones con la oposición venezolana amparadas por el gobierno de Noruega. Allí se discutirán posibles escenarios electorales, incluyendo aquellos en los que Nicolás Maduro no se presente como abanderado, quizá porque el propio PSUV lo considere un peso muerto visto su rechazo de más de 80% según recientes estudios de opinión, como el divulgado por la UCAB. “Con el surgimiento de un joven líder como Juan Guaidó, la única opción que queda es Héctor Rodríguez”, indica el politólogo Luis Salamanca de la Universidad Central de Venezuela en Caracas. “Si se acuerda una elección democrática, Rodríguez sería el candidato”.

Amanecerá y veremos.

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