Viajes

Las dos caras de Anzoátegui

Al borde del Caribe se tejen historias humanas de empeño y de resignación. Quienes hacen vida en Lechería y Puerto La Cruz saben diferenciar perfectamente ambas localidades, mientras abren sus puertas a los turistas que llegan a esas costas. Si bien cada vez menos "gringos" se ven por el lugar, no hay descanso para quienes ofrecen el fruto de su trabajo a propios y extraños

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Desde otros lugares del país suelen creer que Lechería y Puerto La Cruz quedan una dentro de la otra. En realidad son dos ciudades distintas, tanto así que en la primera suele ganar la oposición y en la otra el oficialismo cuando de elecciones se trata. Pero ambas forman una línea en común, horizonte de mar, arena y desorden, piezas claves del andamio turístico del estado Anzoátegui, que hasta ahora no ha logrado materializar todos sus logros urbanos. En los últimos años estas ciudades han padecido los males de la provincia: una escasez de comida, medicamentos y servicios básicos que empezó mucho antes que en la capital del país.

¿Qué ofrecen, entonces, al turista o al visitante circunstancial? Además de una criminalidad creciente, playas contaminadas y la inflación que allana a todo el país, el norte el estado Anzoátegui procura sobrevivir a la realidad a través de sus consabidas gracias naturales, desde el cerro El Morro hasta el Paseo La Cruz y El Mar —otrora Paseo Colón—, lugares aderezados con un bazar de sabores chinos, árabes, italianos y criollos, pero también gracias a la gente que no abandona proyectos y que a diario consuma la pequeña victoria de una jornada laboral contra todos los pronósticos.

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Librería Más libros, en la avenida principal de Lechería, nació con la idea de que la zona contara con la figura del librero más allá del elemental vendedor de libros, especialmente cuando estos locales en la zona se pueden contar con los dedos de una sola mano. Hermana de Entre Libros de Los Palos Grandes, en 2009 pasó a manos de su actual dueña, Sahily Silva, que decidió seguir con el proyecto de reunir a lectores y público en general en un recinto placentero. “Sí, la gente lee en Anzoátegui ―acota enfática Silva― más de lo que suele creerse. Necesitamos espacios para que las personas se congreguen alrededor del hecho artístico, porque esa es una forma de construir una sociedad instruida y provechosa. Esta librería también ha servido de escenario para charlas, conciertos, recitales y exposiciones, como una forma, además, de que la gente que no suele leer se acerque a los libros, que descubran que esto no tiene por qué ser aburrido”. Las dificultades son estrictas como la muerte y los impuestos, pero esto no significa que Silva y su equipo desistan: “Sobran los apuros ―señala Paola Soto, una de las jóvenes libreras que además es comunicadora social― hay que perseguir a los editores y distribuidores para que manden los libros y con el drama de las divisas hemos tenido que traer la mercancía como podemos, incluso buscándola debajo de las piedras. Pero uno encuentra la forma, y aquí estamos, haciendo lo posible para que el lector oriental tenga disponible variedad de editoriales”.

A Más Libros asisten lectores de toda índole, desde jóvenes en busca de clásicos o novedades recientes hasta el señor que requiere publicaciones de corte político, pasando por los devoradores de autoayuda o del fitness. “Yo creo que es mejor que la gente lea sobre dietas saludables o cómo tener confianza en sí mismo, a que no lea en lo absoluto. Además, una vez que asisten a la librería, nunca se sabe, empiezan buscando una cosa y se llevan otra, lo importante es que la gente sepa que estos lugares existen y que leer es una forma de crecer también”, añade Silva, que anuncia una agenda de eventos bastante nutrida para el resto del año, entre músicos y autores invitados a tomar los espacios.

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El cuarteto Cadenza nació el 8 de septiembre de 2012, nada más y nada menos que en el emblemático día de la Virgen del Valle, cuando sus integrantes se reunieron a pasarla bien y terminaron con un proyecto en común que este año promociona su primera producción musical, Ni tan clásico, donde la solemnidad de las cuerdas académicas su funden con los ritmos del pop y del rock. Integrado por José Meza (violín I), Roynel Domador (violín II), Gustavo Solé (viola) y Carlos Villalba (violoncelo), figura como uno de los valores de la escena musical de la región, formados en las filas de El Sistema Nacional de Orquestas, núcleo Anzoátegui. La búsqueda de una identidad propia los ha llevado desde Mahler y Beethoven hasta The Beatles o Coldplay, e incluso a versionar la banda sonora de Game of Thrones. «Queremos que, quienes soliciten a Cadenza, lo haga porque entienden que no van a ver a cuatro músicos sentados ―explica Meza― tocando música de ambientación, sino que con los instrumentos vamos a caminar entre el público, haciendo música que los va a emocionar, donde integramos elementos que visualmente causen una sensación muy distinta a la que están acostumbrados». La promoción de Ni tan clásico los ha tenido ocupados entre apariciones radiales y conciertos a la vista, actividades que llevan a cabo junto con sus respectivas profesiones en las áreas de ingeniería y administración. “En Anzoátegui hay talento de sobra ―aclara Meza con entusiasmo― pero como sucede en otros estados, la vida artística está secuestrada por la falta de plazas para ello. Necesitamos tantos teatros y auditorios, como locales y lugares para las bandas y grupos que quieran mostrar su trabajo”.

José “Cheo” Cariaco ha pasado los últimos veintidós —de sus treinta y ocho— años vendiendo jugos en una concurrida esquina de la calle Maneiro de Puerto la Cruz. Sirve alrededor de ochocientos vasos durante el día entre las 8 de la mañana y las 2 de la tarde, entre conversaciones, empanadas y las innumerables colas para adquirir productos que se forman alrededor. Se puede ver a gente de toda clase esperando su turno para ser atendidos, puesto que los jugos de Cheo son famosos por contar con las dosis precisas de hielo, azúcar y frutas. “Me ha ido bien con este negocio, pero siempre he querido montar una papelería, lo que pasa es que es muy difícil y costoso”, confiesa risueño, sorprendido ante la propuesta de ser entrevistado por alguien que ha comprado sus batidos desde hace quince años. La ciudad no siempre colabora, pero el ánimo de Cheo lo ha impulsado a mantenerse en su esquina. “A Puerto la cruz le falta de todo, para empezar un buen gobierno, como a todo el país. Hace años que no vienen los turistas extranjeros. Yo solía atender mucho gringo y mucho brasileño que se llevaban mis granizados, se volvían locos. Pero más nunca. Y es que cómo, si esto es un desastre”. Víctima de la escasez, se ha visto obligado a requerir los servicios de los revendedores para abastecerse con leche en polvo y azúcar. “Los clientes no siempre entienden que uno tiene que subir los precios por eso”.

Algo similar acontece en la vida de María Teresa Zabala, residente de la comunidad de Sierra Maestra, en Puerto la Cruz. Un día formalizó su gusto por la repostería asistiendo a un curso y de ahí saldría con una microempresa familiar que ya celebra sus cuatro años, Tortas Teresita. Lo que se hacía en la cocina de la casa tomó espacio hasta ocupar la planta baja de la residencia en la que se pueden servir hasta quince tortas diarias entre encargos y clientes que llegan a la puerta.  «Yo no le paro a cola, yo las hago con tal de conseguir los materiales, todos vamos y buscamos la forma de tener lo necesario. Y bueno, también compramos bajo cuerdas, bachaqueando, como quien dice. Lo más rudo es conseguir azúcar y leche. Pero hay que subir los precios a cada momento, y yo sé que la gente no siempre tiene dinero para comprarse una torta en 4 mil bolívares, pero a mí me toca subir los precios cada vez que compro todo aumentado». La familia se prepara con la adquisición de nuevos implementos porque también planean producir pan, tal como ha sucedido en otras casas aledañas que tomaron la iniciativa de comerciar este alimento por vía artesanal, mientras que las panaderías cada vez encuentran más dificultades para abastecerse de materia prima. “Nosotros venderíamos más si las cosas estuvieran mejor. Esta situación tiene que cambiar, la gente tiene que poner su granito de arena y tiene que venir un mejor gobierno”, sentenció mientras adornaba una de esas quince tortas diarias.

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El futuro anuncia más escasez y el colapso de los servicios básicos. Pero el ciudadano insiste en morir de pie, con las manos en la masa y el empeño a su favor. Si en algo coincidieron estos anzoatiguenses es en que todavía hay mucho por hacer y no piensan dejar de hacerlo. Las ciudades existen, a pesar de la irresponsabilidad gubernamental, porque sus habitantes dan la cara.

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