Cultura

La nueva camada del teatro venezolano

En tiempos de crisis las artes bullen y explotan. Quizá porque las mentes curiosas necesitan crear y, de alguna manera, explicar lo que ven a su alrededor. El teatro venezolano renace de entre escombros. El arduo trabajo de jóvenes actores, directores y dramaturgos invadió los escenarios y conquistó al público. Aquí un ejemplo de cómo tres muchachos con su talento salvan

Texto: Eduardo Puyana
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Aunque la situación actual pinta mal y más de una puerta se ha cerrado, no todo es color de hormiga. Grupos de teatro lo mismo que dramaturgos, escenógrafos, directores y actores con sus empeños rescatan una industria que hace migas con las artes y la belleza. Nuevas voces se alzan con propuestas tan innovadoras como reflexivas. Un soplo fresco que ventila a las tablas y hace creer que no todo está perdido.

Si bien es cierto que gran parte de la cartelera teatral está copada por comedias ligeras, exaltadas por repartos de renombre y montajes de espectáculo, gente de televisión que luego de los cierres de la programación de canales migraron a los escenarios en vivo, existen otras propuestas que van más allá de lo comercial.

Un grupo de talentosos jóvenes ha decidido abrir paso entre las fanfarrias de la fama para darle cabida a un estilo de teatro limpio, fresco y sencillo, basado en historias que se reflejen en sus espectadores. Tienen una gran responsabilidad: el poder de decir las cosas tal cual y como son.

Leonardo Van Schermbeek: vive el momento

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Dio sus primeros pasos en El Chichón, el teatro para niños de la Universidad Central de Venezuela, mientras cursaba el sexto grado del ciclo básico. Fue allí donde tuvo la oportunidad de conocer, con sus propios ojos, actuación. Se convertiría más adelante en su pasión.

Seis años después, la Universidad Católica Andrés Bello se encargaría de desarrollar y forjar su formación actoral desde las aulas de Comunicación Social y en el escenario de Teatro UCAB. Lo hace con el apoyo de su directora —para ese entonces Virginia Aponte—, quien considera su mayor inspiración.

Aunque inicialmente se formó como actor, otros intereses e inquietudes cruzaron su cabeza, dándole la oportunidad de vivir las historias desde otra perspectiva: la dirección. Fue entonces como, por primera vez, representó bajo sus propios lineamientos, su tesis de grado, la obra Cabaret. Desde entonces, continúa conociendo a Leonardo “el director” sin separarse de los guiones y diálogos que lo llevaron hasta ahí. “Desde que me gradué, no he parado. Creo que tener distintos puntos de vista permite entender el oficio con mayor profundidad y responsabilidad, sin dejar a un lado el mérito que cada quien tiene en el equipo”, explica Van Schermbeek.

Esto se ve sustentado en su participación como director de la obra La Lección de Ionesco –1950– en el Primer Festival de Jóvenes Directores 2015 del Trasnocho Cultural, la oportunidad perfecta. Para mayor sorpresa, en la segunda semana de marzo fue galardonado, entre otras 7 obras, con el primer lugar del festival. Será premiado con una temporada de dos meses en las instalaciones del lugar a partir del 21 de marzo.

“Esta es una emocionante noticia. Debo decir que como actor aun siento nervios, pero como director, la sensación es aún más profunda. Una vez que arranca el espectáculo ya no se puede hacer más nada. Solo confiar, tener fe en los actores y ver la obra como un invitado más. Esto sigue siendo nuevo para mí”, afirma Leonardo.

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*Foto: Raquel Cartaya

¿Qué hace que tu trabajo como director resalte del resto?

Es algo complicado de explicar, apenas estoy comenzando. Busco desarrollar una puesta muy limpia y sin demasiados elementos para que el trabajo recaiga netamente en los actores. Esto fue algo que aprendí y vi en mi aprendizaje en el Teatro UCAB. Un montaje con movimientos exactos puede ser parte de la clave.

Fernando Azpúrua: esfuerzo sin edad

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Con 24 años, este dramaturgo caraqueño ha dado mucho de qué hablar. Su trabajo ha sido merecedor de preseas como el Premio Isaac Chocrón 2014 en la categoría “Mejor dramaturgia” por su obra Niños lindos. Además se llevó un segundo reconocimiento como “Mejor dirección” por parte de su compañera Rossana Hernández.

Niños lindos da cuenta de la homofobia. Lamentablemente, muy sonada en Venezuela. La pieza narra los amores de dos primos que se enamoran. Uno de ellos parte a la ciudad. La distancia entre Caracas y el pueblo donde vivían los separa y aparece un tercero, la pareja actual del recién estrenado caraqueño. “Lo interesante es que parecía ser que era más impactante el hecho de que fueran primos a que fueran homosexuales y de esta manera el cliché de la homofobia y desamor se introduciría en el público por debajo de la mesa”, expresa Azpúrua.

Llegó a las tablas como muchos otros. Desde pequeño participó en tallercitos en su colegio y entre su inocencia e inmadurez logró ver con claridad exactamente a lo que quería dedicarse en un futuro. Aunque es fiel partidario de los textos clásicos, la necesidad de tocar temas que no se encontraban en ese repertorio lo llevo a la escritura. “Si se puede escribir, ¿por qué no?”, comenta con orgullo.

Muestra sus conocimientos en actuación, asistencia de producción, dirección y, por supuesto, lo suyo: la dramaturgia. “El teatro, a diferencia de otras artes, te permite probar las distintas ramas que tiene. Es muy enriquecedor. De esta forma logras entender el trabajo como tal. Son transiciones”, afirma Fernando. “No sé qué pasará más adelante, pero hasta ahora he conseguido mantener el equilibrio entre la escritura y actuación”.

En dirección, Fernando afirma que se vive en una situación país que siente la necesidad de plantear ideas que puedan llegar al público, en busca de un cambio, un abrir y cerrar de ojos en los venezolanos. “Muchas obras, se enfocan en realidades como la escasez y considero que esto es sumamente delicado. Obviamente estoy de acuerdo con que ‘es una realidad’ y también sé que es terrible, pero el arte no debe responder de esa forma, no debe ser aburrido. Una de las cosas más bonitas que tiene el teatro es justamente hablar sobre el ser humano, abordando temas universales”.

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¿Consideras que formas parte de la generación de relevo?

Al principio sí, pero luego escuché algo en el Festival Latinoamericano de Teatro que me hizo pensar sobre ello. Es cierto que actualmente existe una generación de relevo en el teatro venezolano, pero ese peso hay que quitárselo de encima. Se debe vivir en el ahora porque todo es pasajero y a la larga no se sabe quién se va a quedar o quien va a dejar las tablas por otra cosa. Gente se va y gente nueva llegará, es así.

Actualmente, actúa en la obra Piel Mercurio, una producción dirigida por la reconocida actriz venezolana Diana Volpe, que se encuentra en temporada hasta el 12 de abril en la Caja de Fósforos de la Concha Acústica de Bello Monte. De noche, luego de las presentaciones, retoma su pasión: escribir.

Gabriel Agüero: él cree

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A los 12 años y con el impulso de su familia, tuvo la oportunidad de formar parte de los Niños Actores de Venezuela —NAVE. Destacó y le fue otorgado el papel principal de la obra Oliverio. Gracias a su éxito se presentó en más de cien ocasiones en distintos espacios.

Al culminar sus estudios de bachillerato, retomó las riendas del espectáculo y de la afectación. Decidió formar parte del grupo Rajatabla, donde se lanzó de cabeza a la actuación y le dio un rumbo a su vida. En paralelo, hizo algunos talleres y se graduó en la Escuela de Artes de la Universidad Central de Venezuela. Saboreó la dirección con su proyecto de tesis, un trabajo titulado Saverio el cruel.

“Es lamentable que no tengamos más universidades de artes escénicas que se enfoquen en lo práctico y no en la teoría. Se debe insistir en que se creen más opciones para un medio de formación y expresión tan importante como este”, resalta Agüero.

Un recuerdo reafirma su amor por la materia. La idea de viajar y mostrar sus proyectos. Se presentó junto a Rajatabla en el año 2007 con la producción El coronel no tiene quien le escriba. Luego de conquistar Caracas zarpó a Argentina. Los aplausos retumbaron. “Como actor fue una experiencia realmente gratificante. Conocer otros públicos y sentir que llegaste a ellos reconfirma que eso es exactamente lo que quieres hacer. Es el lugar donde quieres estar”, cuenta Gabriel.

¿Amor al arte?

No es fácil hacer teatro en este país. Sobre todo un tipo que es diferente y no complaciente. Muchos lo hacen por mostrarse, pues el aplauso es satisfactorio. Ese no es mi caso. El teatro tiene que ser una vía de algo más. Transmitir algo que se quiere decir. No se resume en la satisfacción de un aplauso, eso es cierto. Es algo tan efímero y pasajero que vive el espectador durante la función, pero que queda en un recuerdo, en una imagen, en una conexión. Eso es lo que me llena.

Me interesa el tipo de teatro que no es una comedia servida. Me gustan las obras en las que no todo esté dicho y el público deba usar su cabeza. El teatro debe ser comercial y generar dinero y beneficios para los actores pero este no es su único fin. El teatro está pasando por momentos difíciles. El esfuerzo no es recíproco con lo monetario o con la asistencia del público. Hoy después de mucho trabajo la gente ha empezado a llenar las salas fuera de lo comercial

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¿No tienes miedo a no sostenerte?

¡Pues claro! Comenzó desde que arrancó esta aventura. Es una realidad, no un miedo. Si las condiciones del país siguen así, el teatrero pelará bolas. Si entras en este mundo es porque estás dispuesto a soportar los embastes. Directores, actores y dramaturgos aceptaron el reto sabiendo que esto es sumamente complicado. Mantenerse económicamente es cuesta arriba. El asunto es que detrás de todo esto y, desde mi punto de vista, se puede modificar. Mientras se crea profundamente en lo que haces los demás es secundario

Su dedicación y compromiso le han otorgado el Premio Marco Antonio Ettedgui de la Fundación Rajatabla en su décimo séptima edición de este año 2015 en la categoría trabajo actoral. En 2013 también tuvo una mención especial en el marco de esta premiación. Hoy sorprende a su audiencia, esa que lo sigue y empuja a la creación, en la pieza Piel Mercurio, como actor principal.

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