Política

Lo que hay detrás del diálogo entre el gobierno y la oposición

La oposición venezolana ha elevado la apuesta internacional hasta los despachos más importantes de la comunidad global. Atrás quedaron los tiempos de reuniones de bajo perfil o con sectores de poca influencia. Llegaron las grandes ligas. La respuesta es fuerte: países y hasta bloques regionales condenan a Maduro y su Constituyente, amenazan con sanciones y pudieran ser pivotes en salidas y transiciones negociadas. Para ello, hace falta más que denuncias

Portada: AP | Fotografías: Agencias
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El apretón de manos entre Julio Borges, presidente de la Asamblea Nacional venezolana, y Emmanuel Macron, primer mandatario de Francia, puede leerse entre líneas. Sí, la jornada del 4 de septiembre fue satisfactoria: la sonrisa del caraqueño y la reciprocidad del galo lo evidencian. El francés expresó su preocupación sobre Venezuela y su disposición a ayudar con medicamentos y comida, mientras acusó a Maduro de “dictador”. Fue la misma gira que paseó a Borges, Freddy Guevara y Eudoro Gonzáles por los despachos de Angela Merkel, canciller alemana; Mariano Rajoy, presidente español y Theresa May, primera ministro de Inglaterra.

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Apenas días después, el ministro de Asuntos Exteriores francés, Jean-Yves Le Drian, anunció el 12 de septiembre que se retomaría el diálogo entre el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición venezolana. El riesgo de sanciones económicas por parte de la Unión Europea, amenaza que el canciller parisino le expuso a su par criollo Jorge Arreaza, fueron el empujón definitivo. España lo sabe: el ministro de Exteriores, Alfonso Dastis, afirmó que no era suficiente sentarse a dialogar, sino que era indispensable un proceso “sin dilación de negociaciones”.

En las redes sociales hubo condenas y suspicacias. En la Mesa de la Unidad, desmentidos, como el de Tomás Guanipa; y luego matices y turbiedades: habrá “exploración” previa, no será en la misma mesa –aunque sí–, esperamos por condiciones. En República Dominicana comenzaron las conversaciones con el presidente Danilo Medina y el facilitador José Luis Rodríguez Zapatero, con el visto bueno de Naciones Unidas. La primera conclusión es que la plática formal iniciará el 27 de septiembre.

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Una tarea de años

El teflón del que gozó la revolución bolivariana se desvaneció. Hasta hace pocos años, era impensable para la oposición venezolana reunirse con un primer mandatario o un canciller de alguna nación vecina siquiera. Williams Dávila, miembro de la Comisión de Política Exterior de la Asamblea Nacional (AN), recuerda que era “dificilísimo”, y hasta “imposible”. El diputado explica que Hugo Chávez dominaba la región por medio de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba) –impulsada en sus inicios por Venezuela y Cuba- y convencía al Mercado del Sur (Mercosur) –asumido por el entonces presidente como una alternativa al “imperio norteamericano”.

“Fueron inteligentes en el lobby internacional y lograron posicionar su criterio en diversos sectores de la política que les era favorable a ellos y contrarios a la oposición”, valora el diputado de Acción Democrática (AD) Edgar Zambrano. Además, José Miguel Insulza, secretario general de la OEA entre 2005 y 2010, reconocía el liderazgo carismático del barinés y afirmaba que en América Latina había plena democracia, a pesar de los tintes autoritarios del venezolano. “Y la ONU no nos paraba”, remata Dávila, y continúa: “Hasta el gobierno del Norte veía que había un discurso y unas actitudes nacionalistas con Chávez y con Maduro en sus inicios, y nosotros estábamos convenciéndolos de todo lo contrario. Nos veían divididos y débiles. Nuestro discurso no convencía”.

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Pero a punta de golpes se fue desvaneciendo el civismo y la institucionalidad del “socialismo del siglo XXI” puertas afuera. Las agresiones a varios diputados en el propio palacio legislativo en 2013 prendieron las alertas. La elección presidencial de ese año, que culminó con un ajustado resultado sin reconteo –una brecha de apenas 1,52%–, dejó en tela de juicio la victoria electoral del hoy Presidente. Uno a uno, cada elemento fue abriendo una zanja entre Miraflores y las simpatías foráneas, lo que fue “negándole credibilidad a los argumentos y discursos que esgrimía para incriminar a la oposición de traidores”. Dávila rememora que entonces comenzaron a recibir respuestas solidarias de distintos parlamentos, como Perú, Chile, Paraguay; apoyo que tomaría forma a partir de enero de 2016 cuando se instaló una nueva Asamblea Nacional, con mayoría opositora.

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Poquito a poco

“Fuimos tejiendo esa alfombra de apoyo. Teníamos que demostrar que el régimen ya no era mayoría y que había una alternativa de poder”, atestigua el adeco. Desde la Comisión de Política Exterior se predicó en giras por las comisiones homólogas de la región. Cancilleres, diputados y senadores en Brasil, Uruguay, Paraguay, Argentina, Chile, escuchaban. En Guatemala y Honduras se abrieron y en México, Canadá y Estados Unidos hubo eco.

Luis Almagro ahora encabezaba la OEA, sin la actitud esquiva de Insulza, confiesa Dávila. Además, los diputados nunca tocaron puertas con las manos vacías. Cada visita se acompañaba de informes, que fueron distribuidos a cuanto despacho hizo falta. También, Capriles sostuvo encuentros con los presidentes Mauricio Macri y Juan Manuel Santos. Mientras, se daban reuniones con embajadores en Caracas.

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Con los primeros mandatarios de México, Colombia y Canadá se mantuvo comunicación fluida. Fue cuestión de estrategia para Dávila: “México comenzaba a tener gran importancia en el continente con Enrique Peña Nieto, quien profundizó las relaciones con América Latina; Argentina, con Macri, tenía una impacto notable en Mercosur; Canadá ejercía  influencias en las islas de América en el Caribe; y Colombia, por las relaciones que siempre han existido entre ese país y Venezuela. Fue una visión de estadistas y de legisladores”.

A lo largo de 2017 se ha notado el apoyo de la comunidad internacional a la oposición, con cara institucional a través de la Asamblea Nacional (AN) ganada con votos. De forma inversamente proporcional, la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) es vista con malos ojos. A comienzos de agosto, 12 países de la región firmaron la Declaración de Lima, un documento donde ratifican el desconocimiento a la fraudulenta Constituyente, la legitimidad de la Asamblea Nacional y de la fiscal general ahora en el exilio, Luisa Ortega Díaz. El 11 de septiembre, la cabeza del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, manifestó su desacuerdo con la instalación de la ANC, declaró que no reconocerá sus acciones y pidió sanciones individuales contra los autores de la represión vivida en el país durante 2017.

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El Sistema Interamericano discute si en Venezuela se han cometido delitos de «lesa humanidad». Incluso la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha puesto su ojo al norte del sur de América, y a través de distintos comités y relatorías. El último informe emitido por el Alto Comisionado de los Derechos Humanos confirmó la violación de DDHH de manera extendida y deliberada al momento de reprimir durante los cuatro meses de manifestaciones que exigían, entre otras peticiones, elecciones para “salir de Maduro”. “Crímenes contra la humanidad” pudieron haberse cometido en aquellas protestas, remató el comisionado Zeid Ra’ad al Hussein, quien urgió abrir una investigación internacional.

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El queso de la tostada

La presión internacional se evidencia hasta en el lenguaje oficial, curado y medido, que se usa al momento de referirse a Venezuela. El gobierno de Estados Unidos catalogó a Maduro el 31 de julio de este año como “dictador”; primera vez. Ese mismo día, el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, reiteró la etiqueta de “dictadura”, que rescató Macron en septiembre.

Reino Unido, Perú, Colombia, Argentina y Francia también han alineado sus discursos. Es una ola que parece solo crecer. “El deterioro galopante de la situación económica y política llama la atención a nivel internacional. La oposición ya no necesita realmente hacer mucho lobby, el gobierno genera esas reacciones solo con sus decisiones fallidas”, apunta la internacionalista Giovanna de Michelle. “Se despertó una actitud de alertas tempranas y diplomacias preventivas para evitar que la confrontación en el país siguiera”, asegura el diplomático de carrera y analista internacional Óscar Hernández Bernalette.

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A pesar de la retórica gastada del oficialismo, el fracaso del socialismo del siglo XXI es un hecho en gran parte de América y Europa, “es lo que más ha logrado demostrar la oposición al reunirse y conversar”, indica De Michelle. Desde su óptica, Venezuela es un estado fallido ante el mundo, y la presión externa es necesaria e indispensable para corroborarlo. “Actualmente se transita hacia una deslegitimación tal del gobierno de Maduro que se traduzca en una pérdida absoluta del reconocimiento internacional”, avizora.

El Departamento del Tesoro de Estados Unidos sancionó ya a los cabecillas de la nomenclatura gubernamental, incluyendo Maduro, y la canciller alemana Angela Merkel no descarta que los europeos impongan castigos a Miraflores. Pero la tan mentada y manida “presión internacional” puede no ser determinante, ni suficiente. “No hay instrumento u organización que tenga la capacidad de cambiar un gobierno u obligar a cambiar sus políticas. Por la vía indirecta, les hace al gobierno costoso seguir con su comportamiento”, indica Giovanna De Michelle.

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Pero si otros países se inmiscuyen en un proceso de transición, varias puertas se abren. Experiencias en otras latitudes condujeron incluso a garantías de asilo para primeros mandatarios en apuros. Así sucedió en Gambia, en África, con su presidente Yahya Jammeh, derrotado en elecciones pero decidido a aferrarse a la silla que ocupó por 22 años. Entonces, la Comunidad Económica de Estados de África Occidental movió sus hilos y el dictador aceptó abandonar el palacio para exiliarse en Guinea Ecuatorial a comienzos de 2017. Un refugio que puso fin a esa crisis política.

El proceso que inició en República Dominicana ya acordó un «grupo de países amigos» que sirvan de garantes y acompañantes de los acuerdos. En principio, Chile, México, Bolivia y Nicaragua asumirán esa tarea. Dos naciones más pudieran sumarse y convertirse en los grandes facilitadores de salidas democráticas en Venezuela.

Eso sí, tal cosa solo será posible si frontera adentro hay el liderazgo, la fuerza, la legitimidad y la sapiencia necesaria para saber surfear esa ola. Fallas comunicacionales, contradicciones, peleas internas, acusaciones intestinas y fotos como esta, no ayudan:

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