Internacional

Los nuevos oficios de la emigración venezolana

La impaciencia por no saber cuándo llegará el fin de la crisis económica-social ha hecho que los venezolanos se enrumben en una vida fuera de las fronteras a como dé lugar. Atrás queda la familia y el mosaico de Cruz-Diez, pero también el título profesional. "Irse demasiado" pasa por aprender oficios de aplicación universal para poder “resolverse” allí donde los acojan

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De Caracas a Táchira fue el último viaje que emprendió Marby Colmenarez en 2015. Su anhelo era visitar a sus abuelos porque desde hace meses una idea ronda su cabeza: irse del país. Ella, que antes no estaba segura, confirmó que su vida debía continuar en tierras extranjeras cuando el autobús donde se trasladaba fue secuestrado por unos delincuentes armados. Aunque ya es costumbre escuchar historias de ultratumba sobre la inseguridad, nunca se está preparado para encarar una. A sus 27 años, agradece a Dios que no le pasó nada más allá de perder pertenencias materiales.

Ahora Marby se instruye para saber servir tragos en la academia Bartender On. Graduada en Comunicación Social, sabe que para conseguir empleo con prontitud en condición de extranjera debe ser capaz de incursionar en un oficio distinto a su carrera profesional. Ya tiene un boleto de avión con el destino estampado: Chile. “Yo nunca he viajado. Es primera vez que saldré del país y los nervios me atacan, pero hay que probar y de paso yo tengo un hijo de siete años. En este momento no me voy con él porque no me alcanza y si voy a pasar roncha allá, paso roncha sola. Primero voy a estabilizarme y después haré lo posible para llevármelo”, expresa. Su prima, residenciada en el país andino, le comentó que las propinas que gane le servirán para ahorrar dinero mientras encuentra un empleo acorde con su profesión.

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La decisión de ejercer una ocupación que no amerite ser profesional, radica en la premisa basada en la movilización turística que poseen otros países. Chile es atractivo porque mantiene el tercer lugar como destino sudamericano con mayor número de visitas internacionales y en 2013 ingresaron 2.581 millones de dólares producto de la actividad turística de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadísticas del país. “Levantarse en el exterior con la familia requiere muchos recursos. Si existe la posibilidad, es mejor consolidar la fuente de ingresos y luego llevar a la familia”, comenta Saúl Rodríguez, quien todavía evalúa la posibilidad de marcharse este año.

El turismo es un ingreso seguro en países como España, que en 2015 lideró el índice de Competitividad Turística de Viajes y Turismo del Foro Económico Mundial (FEM). Superó por primera vez a Francia y Alemania como destino más atractivo. Tan solo en agosto de 2015 recibió 9,2 millones de viajeros. Es decir, el  equivalente a que todos los habitantes de Distrito Capital, Aragua, Carabobo y Zulia se hubiesen ido a veranear a Europa, a pesar de la reciente y dura devaluación del bolívar.

Esas cifras alientan a Saúl para escoger a España como su plan A –emigrar dejó de ser opción sino obligación para muchos-, puesto que ya cuenta con la nacionalidad. Ha realizado talleres dictados por Cacao Real para conocer los usos del cacao venezolano y aprender a hacer chocolate derivado de él. “Me veo en la necesidad de irme con una posibilidad adicional porque soy profesional, pero no tengo 20 años. Conseguir trabajo afuera, salvo que vayas recomendado por una empresa reconocida o vayas en un área profesional muy específica, es difícil”, comenta el administrador de 52 años de edad a quien le gustaría emprender un negocio propio al otro lado del charco.

“Hay mucha competencia en los negocios de comida pero todos, salvo que sean muy malos, tienen una posibilidad porque el turismo allá sí se mueve. Hablar de cacao venezolano y de chocolate hecho con cacao venezolano es muy interesante”, expresa.

La del estribo

Se espera que la inflación en 2016 se cifre entre 300% y 700% en Venezuela. Un rango bastante amplio e impredecible en el cual al venezolano solo le queda repetir el dicho popular “Que Dios nos agarre confesados”. Pero Miguel Castillo prefiere rezar menos y aprender más para poder irse del país. Este año comenzó a tomar los talleres de bartender porque la coctelería despertó su curiosidad y la ve como un puente para emplearse fuera de las fronteras. “Laboralmente estoy estable porque manejo negocios. El problema es la situación en que estamos. ¿Qué hago yo con tener un estatus, ser dueño de negocios donde ganas bien, pero no tienes calidad de vida? Prefiero estar en otro lado. ¿Que aquí soy dueño de una empresa y allá voy a ser empleado? No importa, es la calidad de vida lo que se impone cuando uno piensa en su futuro, la familia, los hijos y su educación”, sostiene.

España también le guiñó el ojo a Miguel porque su esposa, hija de españoles, está tramitando la nacionalidad. Espera poder irse con ella y su hija de tres años de edad a Tenerife donde tienen familia que hará menos brusco el cambio de residencia. Sostiene que si no fuese por el deterioro social, se quedaría en Venezuela, pero por los momentos el futuro lo vislumbra siendo inmigrante en otro país.

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“Cuando uno emigra, obvio que desea conseguir trabajo en su rama o en algo que disfrute mucho, pero ante la incertidumbre, siempre hay que pensar en un plan B. Por lo general uno escucha a gente decir que nunca se iría a lavar pisos o a servir mesas, pero esa decisión realmente no recae sobre uno, sino que dependen de las circunstancias”, comenta su tocayo Miguel Zambrano, periodista, diagramador e ilustrador, para explicar por qué antes de mudarse a Argentina en 2014 se inscribió en un taller de bartender con su novia en Venezuela. Surgió como un gusto compartido y se convirtió en su boleta de salida del país.

Para su fortuna, no fue necesario hacer de tales habilidades aprendidas una práctica laboral. Desconoce cuánto hubiera ganado como salario fijo, pero un conocido suyo que a veces hace de barman, puede obtener en una buena noche hasta 450 dólares en propinas. Un monto nada despreciable para algún venezolano que esté acostumbrado a mendigar divisas en su país natal.

El lente de la partida

La fotografía es un oficio muy atractivo para los jóvenes. Algunos consideran que las imágenes de un futuro prometedor solo pueden capturarlas en tierra extranjera. Scarlett Barroyeta tiene 19 años y desde noviembre de 2015 inició sus estudios en la Escuela Foto Arte (EFA) de Caracas, luego abandonar la carrera de Antropología que cursaba en la Universidad Central de Venezuela. “Perdí un semestre en mi casa haciendo nada”, expresa para explicar cómo el paro universitario puso el punto final en su decisión de marcharse. A mediados de este año su dirección incluirá Argentina como país de residencia.

Las pisadas de Scarlett no recorrerán más los pasillos de la casa que vence la sombra. Su título en Antropología espera lograrlo en Buenos Aires y no en la obra de Carlos Raúl Villanueva. En la capital sureña, además espera poder fusionar su carrera con su gusto por las imágenes y así proyectarse internacionalmente. Mientras el éxito llega, espera resolver su estadía “matando tigres” tomando fotos. En ella el realismo se adelanta a la nostalgia. “¿A quién no le gustaría volver? pero una vez que tú haces una vida afuera y encuentras un posicionamiento profesional es muy difícil que vayas a regresar”, admite sin titubeo.

La directora de la Escuela Foto Arte, Arlette Montilla, asegura que de 12 estudiantes que hay en cada curso, al menos cuatro anuncian explícitamente que tienen intenciones de emigrar. “Me da muchísima tristeza, pero entiendo que van en búsqueda de oportunidades y una mejor situación a futuro. A pesar de todo, me enorgullece mucho que escojan a la Escuela Foto Arte como el lugar que les da certificación en el exterior. Les permite además entrar en otras academias de renombre internacional. Practican, aprenden y se llevan ese conocimiento. Eso me hace sentir una responsabilidad mayor con los alumnos”.

Incluso, la plantilla de profesores de la institución ha tenido que renovarse constantemente porque los docentes emprenden proyectos fuera de la frontera sin intención de retornar. Han incorporado clases por Skype a sus prácticas académicas. “Nuestros cursos online tienen 95% de participación de venezolanos en el exterior. De 12, 10 están afuera”, indica Montilla. Así EFA ofrece la oportunidad de mantener el arraigo que persigue el criollo que migró, además de la oportunidad de instruirse en su idioma nativo.

Gente made in Venezuela

Ciudadanos es lo poco que se exporta al mundo desde Venezuela. En diferentes edades, tamaños y colores se puede conseguir ADN criollo esparcido por el mundo. Hasta Rosinés Chávez se fue a París. El gobierno se mantiene silente en cuanto a cifras oficiales. Le ha puesto un velo al fenómeno para no tener que asumir la diáspora como una realidad de la cual es en parte responsable. En 2013 el entonces ministro de Juventud y ahora diputado Héctor Rodríguez afirmó que “yo no siento que la mayoría de los jóvenes se quiera ir del país. Los números sobre migración me dicen que no. El porcentaje no es mayor que el de América Latina y la mayoría de los jóvenes que se está yendo a estudiar después regresa. Creo que la migración es un mito”, pero no mostró la data que soportaba tal afirmación.

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De acuerdo con el informe La emigración en Venezuela durante la última década (2000-2010) escrito por la experta en demografía Anitza Freitez, entre 2005 y 2010, el número de venezolanos que residen en el exterior pasó de 378 mil a 521 mil. El sociólogo Tomás Páez reveló en 2015 una cifra más ambiciosa en su libro La voz de la diáspora venezolana. Según sus estudios, hay 1,6 millones de oriundos que se marcharon a otras tierras.

Pese a que Venezuela no será un país fantasma, su historia se seguirá escribiendo sin ese 5% de población que cambió al país de las misses, las explotadas y la gasolina más barata del mundo por cualquier destino que le prometiera un futuro estable. Ser profesional o no, ya no es un debate existencial.

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