Salud

Mejor perder el seno que la vida

Nancy Chamorro se salvó del veneno abrasador de las células cancerígenas, aunque perdió su seno derecho en la batalla. Escapó de las estadísticas: seis de cada 15 mujeres fallecen diariamente en Venezuela. En el Día mundial de la lucha contra el cáncer de mama, Nancy se siente tan vencedora como femenina

Fotografía: Dagne Cobo Buschbeck
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Hay quienes dicen que la tercera vez es la vencida. Para Nancy Chamorro tiene que serlo. Batallar dos veces contra el cáncer en el seno derecho y una en el esternón es más que suficiente. A sus 58 años está agotada, incluso de contar su larga e intermitente relación con los nódulos malignos. “Me siento cómoda siempre y cuando no se me vuelva a repetir, porque ya no sé si pueda soportar una cuarta vez. Para mí, lo importante no es lo estético, sino la vida y la salud”.

Doblegar al cáncer por partida triple la ha curtido y sensibilizado a la vez. A diario afronta —con la mejor disposición e ímpetu— la mastectomía radical que le practicaron en 2013; hoy aprecia lo simple, lo ordinario por su banal cotidianidad: baños de sol o el abrazo de la familia. Trata de que sus días transcurran con normalidad, pese al mal recordatorio que supone fijarse una teta falsa. “Tengo que estar más pendiente ahora, porque a veces salgo de la casa y me tengo que devolver a buscar la prótesis”, dice con una leve sonrisa, quizá el bizqueo del olvido, empecinarse a una rutina aún con el cuerpo mutilado. E insiste en que nada ha cambiado. Sin embargo, su camisa delata la pérdida, esculpe la no simetría de su frente. Ella sabe de maquillaje —artilugios de mujer, una goma hace las veces de lo cercenado— y además se unta labial y polvos, se arregla su pelo negro. “Yo no me veo diferente y si me viera, no me doy cuenta”, suelta. La femineidad es inmanente en su andar.

Un nódulo de casi dos centímetros de diámetro la sorprendió en 2013, cuando pensó que había erradicado el cáncer hormonodependiente que sufrió hace 26 años. Para entonces, los médicos especialistas y oncólogos le removieron parte del tejido mamario y los ovarios —fuentes primarias de estrógeno y causa. La intervención clínica previno que fuese parte de las 2.063 fallecidas en ese año, de acuerdo con el Ministerio de Salud. En esta oportunidad, el tósigo contaminó su seno derecho, “se reprodujo muy rápido y en muy poco tiempo”, recuerda. Las células cancerígenas no necesitaron hormonas para volver con mayor agresividad. La mujer tuvo que someterse al mismo proceso que pensó haber superado: radioterapia, quimioterapia, pastillas varias y una dosis de incredulidad. “Era imposible. ¿Cómo podía ser que luego de tanto tiempo saliera otra vez? Yo no lo podía creer. Yo creía que me había curado”.

Ante la necesidad de una mastectomía radical, Nancy sopesó: llenar el espacio vacío con una prótesis permanente u olvidarse de ambas mamas para siempre. “Lo consideré en ese momento. Si era por mí me sacaba las dos. Ya estaba obstinada de ese problema. Pero mi doctor me dijo que me iban a sacar solo una”. Nancy se opuso a la propuesta de una reconstrucción mamaria con pieles de distintas partes de su cuerpo. “Mientras menos me tocaran eso, mejor. Yo no quiero estar jurungándome ni poniéndome cosas’”. Las heridas, tan profundas, no en la piel sino en la psique, duelen.

Hoy, sin teta y sin cáncer, “bien” es la palabra con la que Nancy describe su estado anímico. Lo dice casi automáticamente, con una naturalidad forzada. “Lo importante es que estoy viva, no tanto los detalles de esta circunstancia horrible”, confiesa. De quince casos que diagnostican a diario en Venezuela, ella fue uno de esos nueve que sobreviven, de acuerdo con cifras de Senosalud. No deja de sentirse mujer, incluso en la intimidad. La comprensión de su esposo —desde que eran novios— la ayudó a sobrellevar las repercusiones físicas y psicológicas de la enfermedad. Para ella, los sentimientos compensan el haber perdido una de las zonas erógenas por excelencia. “El no tener un seno no ha sido para nosotros ningún impedimento de nada porque uno sigue siendo la misma persona. Es un poco más cuesta arriba en algunas cosas, pero cuando hay amor todo se supera”.

Su cerebro y los recovecos que esconden el ser son sus mayores preocupaciones. Desde hace un año, ha empezado a tratarse con terapias psicológicas en Sanosalud. “Tengo que empezar a analizarme para ver qué es lo que está pasando. Antes uno nunca asociaba eso a la mente, uno creía que era algo orgánico. Pero ahora se escucha que puede ser por causa psicológica”. O sea, teme que el poder del pensamiento o de la palabra no dicha consciente sean las fuentes del perverso mal, somatizar en un cuerpo ya castigado. Quiere mantenerse sana para ver a su hija Mariangel –su milagro, como la llama- convertirse en licenciada. Fue concebida entre tratamientos cuando le diagnosticaron cáncer de esternón. Aún recuerda la fecha: 24 de diciembre de 1994, la única vez que ella y su esposo no se cuidaron. El resultado del desliz ha sido y es para Nancy el estímulo para hacer más “llevadera” su condición.

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