Crónica

Mi vida con el CLAP: La incertidumbre viene en combo

Control y dominación a la orden del día. El Gobierno no se limita a las cajas y las bolsas. En los CLAP son ambiciosos, quieren más y más poder. Ahora entregan combos, juguetes, hasta organizan la llegada de las bombonas de gas. En este caso, a caballo (casi) regalado sí se le miran los colmillos y más si son rojos rojitos. Clímax presenta una serie dedicada a la cotidianidad impuesta a través de la entrega de comida de los CLAP 

ILUSTRACIÓN: DANIEL HERNÁNDEZ
Publicidad

Los tentáculos perversos de control de los CLAP no solo se limitan a la entrega de bolsas y cajas. En algunos sectores, “los beneficios” de estar inscritos en las listas del Gobierno también incluyen combos de comida, oportunidad para ir a comprar productos regulados al Mercal y, en ocasiones, hasta juguetes para los niños. Más y más dominación.

Como dije, eso solo ocurre en algunas zonas. La ayuda no es para todos, sino para quien convenga. En los dos años que en mi casa en Catia llevamos recibiendo la bolsa CLAP, nos han ofrecido los combos de comida una sola vez. Pero hace unas cuantas semanas la vocera nos llamó de la noche a la mañana para decirnos que estuviésemos pendiente porque en los próximos días llegaría uno de esos dichosos combos. Creí que era una broma. ¿De cuándo a acá hacen eso aquí? ¿Qué les picó? Que alguien haga una raya en el techo.

El supuesto combo era un cartón de huevos, un pollo entero y carne. ¿De qué tipo, cuántos gramos? Nadie sabía, los CLAP son una constante incertidumbre. A los días llegó, o al menos una parte de él. Nos avisaron que solo entregarían el pollo porque los otros productos no estaban aún. Supongo que no era buena idea dejar que se dañaran esperando y prefirieron entregarlos de una vez. Nos dijeron que tampoco era necesario que pagáramos, sino cuando fuese enviado lo que faltaba.

El resto del combo nunca llegó. Y no explicaron nada, ni pidieron los reales. Se hicieron los locos, lo dejaron así. ¿Y los combos? Más nunca hablaron de ellos. Llegó una vez y a medias. Eso fue todo.

En casa de unos familiares los reciben frecuentemente. Cartones de huevos, pollo, carne, verduras. Aunque no siempre envían suficientes para todos los vecinos. Ahí queda de parte del vocero elegir quién puede recibirlos. Unas veces unos, otras veces otros. Si te toca hoy, no te tocará mañana.

Por mi zona tampoco es habitual la oportunidad de ir al Mercal que queda a unas cuantas cuadras a comprar productos regulados. Si lo han hecho unas cinco veces es mucho decir. Las veces que han avisado es por harina, aceite o mantequilla. Hace algunas semanas me extrañó leer en el grupo de los CLAP del edificio que harían una jornada de venta de pescado, al parecer por la Semana Santa. Una amiga que vive en el centro, mucho más cerca de Miraflores que yo, me ha contado que casi todos los fines de semana hacen esas jornadas en su sector. Qué manguangua, ¿no?

Como le digo siempre a mi mamá, ya nada me extraña de los CLAP. Ni sus retrasos, ni sus paquetes a los que siempre les faltan productos, ni los que vienen ya dañados. En mi casa estamos cada vez menos pendientes de cuándo entregan la bolsa. Si llegó, bien. Al final del día, eso no lo cubre todo. La verdad es que si la gente esperara por las dichosas bolsas o cajas para poder comer, lo harían menos de lo que ya no lo hacen. Porque en el fondo eso no es lo importante. Control y más control.

 

 

 

 

 

 

 

Publicidad
Publicidad