Crónica

Los hombres también juegan con muñecas

Millones de personas juegan con muñecas. Pero es tal el afán de insuflarles vida, de creerlas animadas, que algunos convirtieron la diversión en una competencia —también obsesión. Como este grupito de venezolanos que confecciona, pinta, remodela y esculpe Barbies para hacerlas misses. Junto a otros se confrontan para ganar la corona

Fotografía: Héctor Trejo
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La vida plástica es fantástica. Puedes peinar mi cabello y desvestirme en todos lados. Imaginación, la vida es tu creación”, enuncia el pegajoso coro de la canción “Barbie Girl” del grupo Aqua. El pegajoso ritmo hizo bailar a quinceañeras a finales de los 90. Curiosamente, en la infinita fauna que arropa Venezuela, existe un grupo que hace del hit popero una realidad.

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Sharon Cayoné tiene una frondosa melena rubia oscura. El viento intenta retozar con ella, pero la laca impide el jugueteo. Estudia derecho y le apasiona el verdor ambiental. La envuelve un vestido esmeralda, bordado con brillantes y de abultada cola. Su voluptuoso busto se asoma a través del pronunciado escote. Sus accesorios son todo menos modestos. Mide aproximadamente 20 cm. y gozará perpetuamente de la lozanía de los 22 años.

No se trata de una mujer real, de diminutas proporciones, sino de una Barbie reacomodada para parecerlo. La banda que condecora su pecho, la convierte en la representante del estado Anzoátegui. Es que además de ser una muñeca en todos los sentidos, es aspirante a un concurso de belleza.

Una noche de pijamada de amigos, quienes entre risas traviesas presumieron las muñecas que habían acomodado, devino pasarelas, brillo y triunfos. Así nace Miss BD —Barbie Doll— Continente, uno de los tantos concursos de juguetes a pequeña escala que existen en el país tricolor. La abreviatura BD es pertinente, luego que Mattel, una reconocida casa experta en volver plástica la diversión infantil, sancionó el uso del nombre de su muñeca predilecta desde 1959: Barbie.

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Luis Quintero, uno de los fundadores de la micro-gala, pasa sus días embelleciendo con sus brochas a millones de rostros de mujeres y modelos de carne y hueso. Es estilista. Y utiliza su tiempo libre para confeccionar llamativos y pequeñísimos vestidos y accesorios. En su mundo, una cartera roja de lentejuelas es la base idónea de una cola estilo sirena y un anillo funciona como elegantísimo tocado. Este artista de pinceladas ha logrado sustituir melenas enteras y remplazar desde cero el maquillaje de estos curvilíneos lienzos de goma.

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En la unión está la fuerza y por eso, a la hora de participar en las competencias donde se disputa cuál es ejemplar más bello, Quintero tiene un equipo: Edjulú. Un nombre peculiar que nace de la fusión de tres: Edwin, July y Luis. El primero se destaca en la creación de elásticos trajes de baño, la chica del grupo se encarga de las recargadas fantasías de los trajes típicos y, por último, Luis, tiene facilidad para dar forma al garbo del traje de gala.

Llegado el día de la contienda, la convocatoria de participantes es tan variopinta como sus técnicas. “Hay quienes llevan varios cuerpos vestidos ya preparados. También cabezas con diferentes peinados y maquillajes. A la hora de desfilar solo hay que ensamblar las piezas”. Existen, por supuesto, los que pagan a un equipo de profesionales para que dejen a sus muñecas como verdaderas ladronas de miradas. “No los critico pero no me sentiría bien ganando con algo que no hice yo, pero entiendo que no todos tienen las mismas habilidades”, afirma Quintero, satisfecho con su trabajo.

La remodelación estética no se limita a la extensión corporal de este juguete para adultos —y no precisamente uno que despierte a Eros—, su personalidad, gustos y hobbies son creados en torno a la pequeñísima silueta, a la que se bautiza con nombre y apellido.

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“Desde niño jugué con muñecas”, recuera Quintero, evocando aquel episodio de su niñez en el que descubrió la diversión vistiendo y peinando, con la precariedad de las habilidades pueriles, a las Barbies de sus primas en Mérida. “Igual le pasó a Edwin, quien hacía muñequitas de papel y les dibujaba todos sus vestidos”.

En la repisa de Luis, July y Edwin reposan, entre luces, los despampanantes cuerpos de Sharon Cayoné y Cristal Karú De la Sierra Tovar, una gocha de espectacular cara. Relumbran, asimismo, Isis Anath Alí Ratwua, una de raíces egipcias. Sus muñecas son su mayor trofeo. Un trabajo que bien vale el sacrificio, sobre todo si al ganar, el éxito se corona con una diminuta pieza de George Wittels.

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