Investigación

Birras escasas y más caras, cerveceros se restean

La falta de cerveza se suma a la lista de carencias. Un extraño fado se respira en expendios, taguaras y bares. Donde hay, ya se anuncian aumentos insólitos. Como siempre, la picaresca nacional no abandona el ímpetu ya alicaído para buscar el atajo: otras bebidas espirituosas levantan más o menos el ánimo

Texto: Luz Elena Carrascosa | Fotografías: Manaure Quintero
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Hay escalas de valores y valores en escala: Venezuela tiene su peso en cerveza, celebra con “cajuelas” y donde se ponga un “vacío” lleno que se quiten pesares y llantos. La tradicional birra inaugura, acompaña partidos en tv, marida con comida china y, además, sirve para creer que se recupera el eslabón perdido en las peores resacas. Apacigua el calor y es un coadyuvante para casi todo: largar una charla, hacer hallacas y hasta para levantarle la sazón a un guiso en el momento más Julia Child del beodo. La versatilidad de este querido néctar se abre, se sorbe y dispara un glorioso zumbido rapidito. Además, supone un plus incuestionable.

Para 2014, según el diario El Mundo Economía & Negocios, el país figuraba como el octavo en un ranking de 50 de sólida tradición cervecera. La Consultora Bonial desarrolló un estudio, al finalizar la gran bonanza cervecera Oktoberfest en Múnich, que arrojó lo siguiente: “Venezuela es el único país latinoamericano en el top ten”.

Un artículo del año 2015 y del portal de noticias BBC Mundo reitera la presencia. Esta vez en el tercer lugar de los países latinoamericanos con mayor consumo. Según datos de la Organización Mundial para la Salud (OMS), Venezuela bebe un promedio de 89 litros de la rubia al año per cápita.

En esta “Tierra de Gracia” no hay un jueves ni un viernes que muchos no sientan el ardor por libar una birra. Sin embargo, comienza una nueva etapa, un “no hay” más. El pasado 21 de abril, Empresas Polar —productor del 80% de la cerveza que se consume en patio— emitió una notificación en la que planteaba sin muchos aliños: “no hemos podido reponer nuestro inventario y sólo tenemos cebada malteada para producir hasta el 29 de abril. Dada esta circunstancia nos vemos obligados a suspender la producción de cerveza y malta hasta lograr acceso a las divisas necesarias para la procura de materia prima”. Otro incordio más para este atroz reality criollo en su edición 2016.

La amenaza había sido cantada desde hace un año. En diversas redes y medios de comunicación, había corrido también la noticia “queda cerveza para un mes”. Un ultimátum que, para el ADN cervecero nacional, no es una pelusa. En julio de 2015, el portal Runrunes publicó una entrevista a Omaira Sayago, representante de la Cámara Venezolana de Fabricantes de Cerveza (Caveface), en la que habló de los inventarios y avisó que se agotarían en agosto de ese año —justo cuando comenzó a echarse de menos la presencia de la bebida. Un mes más tarde, Polar anunció: “Cervecería Polar calcula que en los próximos días se restablecerá la producción en las instalaciones afectadas, que representa solo 25% de la producción nacional actual”.

Con las cuatro plantas de Polar cerradas, solo Regional está proporcionando rubias al mercado, donde las remanentes del oso y las frescas de la catira se consiguen detalladas entre 450 y 880 bolívares, dependiendo de la presentación. Pero en junio otro problema se avecina: un pronunciado aumento de precios. El presidente de la Federación Venezolana de Licoreros y Afines, Enzo Arrieta, explicó al diario zuliano La Verdad que actualmente los depósitos y bodegones reciben de los distribuidores la caja de cerveza en 4.700 bolívares, lo que posiciona su venta al público entre 6.000 y 7.000 bolívares dependiendo del tipo. “La primera quincena de junio la cerveza sufrirá un incremento aproximado de 2.000 bolívares. A precio de camión quedaría en 6.580, aproximadamente, lo que ubicaría la venta final entre 9.000 y 10.000 bolívares por caja”, aseguró Arrieta. El líder gremial dijo que los licoreros están “guapeando” con la venta de otros rubros para no cerrar sus comercios. “El problema es que la mayoría de los productos han aumentado y las ventas han mermado en 75% en el último trimestre”, comentó.

El agüita llegó hasta mayo

Si bien este trabajo pretende dar cuenta de lo que consumirán los fanáticos de la rubia en el caso de su inevitable ausencia, al menos por un largo y ardiente verano, y causada por el zarpazo del Gobierno hacia la empresa de Lorenzo Mendoza y a su vez a la población, cinco fuentes consultadas hicieron gala de un acorazado hermetismo. Aunque muy cordiales, mientras blindados y anónimos, solo ocurrió un leak inesperado y citable durante una entrevista telefónica. Uno de los consultados, trabajador de Polar, el 27 de abril soltó: “mañana paran Zulia y San Joaquín”. Y continuó críptico: “Cortijos y Barcelona paradas ya. Pero mándame por mensaje las preguntas y te las contesto.” Esta última oración pareciera ser el protocolo Polar para enviar a todo el que pregunta a un limbo junto a Godot.

Asimismo, Vanessa Gómez, coordinadora de Comunicaciones Estratégicas de Empresas Polar, amable y parca, contestó una llamada telefónica pero declinó dar informaciones por esa vía e hizo hincapié en que «la mejor manera de obtener respuestas es solicitarlas por email. La persona encargada de manejar el tema y esa información haría lo posible por contestar la solicitud». O lo que es igual: ticket de ida al limbo.

En enero del 2014, Polar publicó un comunicado en el que explicaba “la situación ocasionada por el retraso en la liquidación de divisas para importar materia prima y otros insumos”. Exponía que “la viabilidad de la producción estaba en riesgo” y que “de acuerdo con la normativa SICAD, publicada en Gaceta Oficial No. 40.201, de fecha 4 de Julio de 2013, Empresas Polar no puede acceder a este mecanismo complementario de obtención de divisas, por lo que depende únicamente de las divisas autorizadas por CADIVI (que ya han sido agotadas en pagos e inversión de insumos y materias primas) y liquidadas por el Banco Central de Venezuela para pagarle a los proveedores internacionales”.

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La entrevista del periodista Vladimir Villegas a María Guinand, directora de Gestión de Gente de la Polar, en su programa “Vladimir a la 1″, revela más sobre el motivo de la suspensión de las plantas. Guinand cuenta de la no asignación de divisas y añade que también solicitaron al Gobierno el acceso al mecanismo complementario —recién bautizado en marzo como Dicom— “y esto no ha sido posible hasta la fecha (…) pero sí sabemos que otras empresas del sector, como el competidor y otras empresas del sector productivo nacional sí han podido acceder al Dicom”.

Un video confeccionado por el canal de noticias NTN24 ofrece declaraciones por parte de los empleados de Polar, quienes expresan su preocupación por la inminente paralización de la empresa y la consecuencia fatal de la pérdida de empleos para más de 10 mil trabajadores directos, sin contar pequeños comerciantes que también dependen del consorcio, unas 300 mil personas.

Por otra parte, el editorial pone en evidencia que se trata de una querella personal y desproporcionada hacia Mendoza desde el Ejecutivo quien, a través de un par de berrinches antológicos registrados en el video, lo llama “ladrómmm” y “traidorrrr”, además de pronunciar una serie de chillidos con el mismo nivel de perjuicio que tienen las pataletas de Kiko y El Chavo: “Bandido, diablo”, “diablo te dije y diablo te quedaste”.

Aquel ejercicio distópico, de que el día en que se terminara la cerveza se formaría la sampablera, llegó. Y no por “decretar” ni por ninguna otra cábala New Age, sino porque hace mucho Polar y el país completo operan en “fiado”. Por lo momentos imaginar cualquier escenario sin cervecita en mayo, resulta cruel.

Plan de contingencia: Superior y Cocuy artesanal

La dinámica y el body language de los propietarios de los expendios de licores, quienes sí brindan despepitadamente información acerca del tema, muestran opiniones opuestas: la contrariedad se solucionará en unos cuatro o cinco meses. Más acostumbrado a la seguridad de lo tardío, el dueño de una licorería de El Marqués habla de un regreso de Polar y sus productos hacia finales de octubre. “Si no le dan los dólares se meten en tronco de broma con el pueblo”, dijo muy llano con su acento portugués. Otro propietario de otro local, en Sebucán, luce menos optimista. “No se va a solucionar. No creo que le quiten la planta, pero no van a ceder”. Ante la pregunta de otras alternativas para saciar ese apetito, afirmó: “sí salen otros licores, pero cerveza es cerveza y Polar es Polar. Es la que más se vende”.

En visitas realizadas a bares y licorerías establecidos en el este de la ciudad pudo observarse lo siguiente: un legendario bar de Los Dos Caminos estaba cerrado un jueves a las 6 pm y el sábado a las 5 pm; dos licorerías destapaban cervezas diferentes a la Polar botella negra: Regional Light y Pilsen, Tovar clásica, la versión Hefe Weizen, Regional y Zulia. Un local chino, de nombre juguetón, Kok Fu Xin, solo servía Zulia, Polar Ice y cena.

Durante la tarde del sábado, el sub alternativo dive de Pajaritos, en el barrio del mismo nombre situado entre Los Palos Grandes y Altamira, no tenía ni una botella. Los empleados de una licorería vecina dijeron: “Lo único que vas a conseguir es Tovar o las artesanales”, cuyas botellas, estas últimas de un litro, varían entre 3200 y 4000 bolívares.

Lo cierto es que el habitué a la taguara y al bar ya había trazado instintivamente otra escapatoria para sus noches libertinas. Y así, con premeditación, otras espirituosas enfilan la lista de preferencias del paisano bebedor. La Maracucha, una simpática vendedora de loterías y café en Boleíta, se confiesa cervecera pero bebe “guarapita” cuando no la encuentra. “Mezclo mi San Tomé con jugo de guayaba y muchacha, eso queda divino”.

Como sustitutos de la acostumbrada birra, figuran el ron como la elección número uno y el nativo cocuy en segundo lugar. El dueño de la licorería de Sebucán —anteriormente mencionada— dice que “el borrachito toma lo que sea, pero generalmente opta por el Superior o Carta Roja —entre Bf. 750 y 1350, las botellas más pequeñas— antes que comprar el aguardiente”. Y sigue: “el cocuy sale, pero no tanto el Lara, los artesanales se venden bastante bien. Las botellas oscilan entre 1500 y 9 mil. Los pavitos lo compran mucho”.

Anny, entrevistada en otro local chino, sin nombre y en el que solo había Zulia, dijo: “yo tengo dos vacíos en mi casa. Uno a veces lo presto, el otro es mío exclusivamente”. Añadió: “pero no sufro por la cerveza, si no consigo, tomo Sevillana —otra nomenclatura para el tinto de verano criollo. Sangría con hielo y lo mezclo con Chinotto o 7 Up”. Y otras veces si quiere gastar menos, bebe: “Maraquita, ¿no sabes qué es Maraquita? Es anís con limón y hielo granizado y queda al tiroteo. Súper cartelúo, pero eso es cuando no consigo cerveza y quedo picada”.

San Arnulfo, óyenos

El futuro próximo imaginable es una Venezuela con varios grupos en la opción cañera. Un sector acogerá marcas como Regional y Zulia en poquísimas cantidades —actualmente solo representa el 20% de la cerveza producida por Cervecería Regional y 20% de la consumida en el país. Otro trasegará cervezas artesanales y semi industrializadas como Tovar —la primera cerveza producida en el país en 1843 y ahora distribuida por Ron Santa Teresa— y Destilo —de reciente entrada en el mercado nacional. Luego está el grueso de marcas asequibles de ron y, por supuesto, el precolombino cocuy, hermano del mezcal, que pareciera elevarse como la esperanza de un pueblo sin pan.

Su pasado turbio —el cocuy fue ilegal y clandestino desde 1974 hasta 2013— y su ancestral pedigrí —es uno de los tres productos con denominación de origen en Venezuela— lo convierten en una especie de Princesa de Mónaco de los licores: pendenciero y noble a la vez. Últimamente se ha colado en catas en la ciudad y cada vez está más presente en la coctelería local, bien sea en shot o en versiones del mojito cubano y del pisco sour. Es bastante probable que el porvenir del beodo criollo esté en este licor tan antiguo.

El agave cocui, la planta de la que se obtiene, es de fácil mantenimiento y resistente al trópico seco latinoamericano. Aunque frente a la actual adversidad climática y otras, Venezuela solo pareciera subscrita a los infratrópicos más abatidos. En estos casos desesperados las invocaciones a San Arnulfo de Soissons, santo patrono de los cerveceros, bien valen.

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