Crónica

Odebrecht y el Metro: destrucción del Parque del Este

El Generalísimo Francisco de Miranda no es un parque cualquiera. Es una obra de arquitectura paisajística que fue modelo en América Latina. La ausencia de un plan de mantenimiento y las afectaciones que ha sufrido por la toma de Odebrecht en su zona norte y la pasarela a La Carlota por el sur, aunado a la sequía y la muerte de algunas de sus especies, han hecho que su paisaje ya no sea digno de admirar

Fotografías: Emily Avendaño
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 “No asumo la paternidad de nada que yo cree y sea modificado”. La frase la pronunció en 1975 el artista plástico y paisajista brasileño Roberto Burle-Marx. Cabría preguntarse si en este momento quien proyectó más de 2.000 jardines y parques en todo el mundo asumiría algún parentesco con el Parque del Este, o como se llama desde 2006: Generalísimo Francisco de Miranda.

No hace falta entrar para percibir la anarquía y las alteraciones. En su franja norte —que colinda con la avenida Francisco de Miranda— el verde perdió la batalla. El pulso lo ganó, y por mucho, Odebrecht con las obras para la construcción de la Línea 5 del Metro de Caracas. Desde la entrada original —ahora cerrada y tapada con una pared de concreto y bolsas negras— hacia el este todo el paisaje del parque es imperceptible para quienes circulan por la avenida. Lo único que está a la vista es una concretera y el aluminio descolorido de decenas de containers.

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El sitio no parece que albergara la obra paisajística más importante del brasileño Burle-Marx fuera de su país. Pasadas las 4:00 pm se convierte en terminal de autobuses —y baño público— para quienes se dirigen a Guarenas y Guatire. El golpe más contundente de Odebrecht ocurrió a principios de 2015 cuando se anunció que el pórtico original sería sustituido por otro provisional, hecho a pocos metros del que se inauguró en enero de 1961, a consecuencia de la construcción de la estación Hugo Chávez. La nueva entrada —notablemente más pequeña— no ofrece una vista panorámica del paisaje, como sí lo hacía la anterior. En cambio, al entrar hay otro muro que tapa todo lo que se pudiera ver hacia la izquierda. Obliga a subir y a bajar luego otras escaleras para llegar a la Plaza de Acceso, pensada para recibir monumentalmente a los visitantes y que ahora también está partida en dos, atravesada por una reja tapada con bolsas negras y coronada con un alambre de púas. Quien ose asomarse cuando la reja queda abierta se encontrará con una nueva escena de descuido: bolsas de basura arrumadas en la escalinata y maleza creciendo a sus anchas. Este es el primer choque que genera la vista del Parque del Este, sin haber pasado de la Concha Acústica.

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Ataques por el sur

Al sur del parque ocurre algo similar: en el lindero que colinda con la autopista Francisco Fajardo aterriza estrepitosa la pasarela que en algún momento conectará al Parque del Este con el Parque Bolívar, en La Carlota. Hasta ahora ese puente no conduce a ninguna parte, porque poco se ha hecho para cumplir con la promesa de Hugo Chávez de convertir la base área en una nueva zona verde para Caracas. Nuevamente es el Estado el agresor de su propio patrimonio, esta vez a través de la Oficina Presidencial de Planes y Proyectos Especiales y del extinto Ministerio para la Transformación de la Gran Caracas, quienes estuvieron a cargo del puente para el que se aprobaron alrededor de 400 millones de bolívares, entre 2011 y 2014.

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Esta estructura también se encuentra cercada, pero desde abajo puede verse cómo algunas de las plantas que utilizaron en el ornato se marchitan. “El parque está siendo atacado por diferentes puntos”, resume Elías González, presidente de la Sociedad Venezolana de Arquitectos Paisajistas. “Han ocurrido intervenciones que dañan o deterioran el patrimonio paisajista. Este no es sólo un parque público. Es una obra que representa la arquitectura paisajista moderna, con valores únicos como el diseño de sus circuitos y la disposición de las colecciones vivientes”, afirma González.

El 7 de julio de 1998, el parque fue decretado como un Bien de Interés Cultural de la Nación, según la Gaceta Oficial 36.490. La ejecución estuvo a cargo del Ministerio de Obras Públicas, que encomendó el proyecto a la firma arquitectónica Burle Marx Arquitectos y Asociados. La obra se desarrolló entre 1957 y 1961, con la participación de los arquitectos paisajistas Fernando Tábora y John Stoddart, y de los venezolanos Carlos Guinand, quien fue uno de los más activos impulsores del proyecto, y el botánico Leandro Aristeguieta, a quien se le agradece la colección de flora del parque.

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Pese a que el 20 de enero de 1961 ocurre la inauguración bajo el gobierno de Rómulo Betancourt, las obras continuaron hasta 1963. Stoddart, quien aún permanece activo, es parco al referirse a la situación actual del Parque del Este: “Tengo más de seis meses sin ir y no puedo opinar porque no lo he visto recientemente”. Confía en que la nueva entrada sea provisional y que el Metro cumpla con su palabra de reconstruir la original. Sin embargo, no da plazos. Más que hablar del valor paisajístico del parque que, asegura, ha sido suficientemente documentado, subraya que hay que hablar de cómo lograr que esos paisajes se mantengan. Para eso, dice, hay que acudir ante el Instituto Nacional de Parques.

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Sin equipo especializado

Marlene Sifontes, secretaria de organización del Sindicato Unitario Nacional de Empleados Públicos de Inparques, asevera que de ser una “bandera” de la institución ahora es ejemplo de abandono: “Es la mayor prueba de la desidia de las actuales autoridades de Inparques”. Asegura que no cuentan con motos para hacer recorridos dentro de las instalaciones, que quienes recogen la basura utilizan prestadas las bicicletas de los vigilantes, tampoco tienen desmalezadoras, ni camiones cisterna. “Los baños de la oficina del parque no funcionan, y hace poco colapsaron por las aguas negras”, dice.

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Quienes sí se han paseado recientemente por las 77 hectáreas desarrolladas del Parque del Este —en total tiene 82—se topan con un paisaje desolador. La capa vegetal desapareció de diversas áreas y dejó el suelo al descubierto, y donde aún crece la hierba la maleza supera por mucho la altura de los tobillos.

Varios drenajes están tapados así que también aparecieron pozos en las caminerías, después de las lluvias de abril. La inundación se notó más en el lugar en el que ubicaron la pasarela que conecta con La Carlota.

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Raquel Schaffernorth, del Comité de Usuarios para el Rescate y Defensa del Parque del Este, dice que se trata el sitio como si fuese un parque nacional y no uno de recreación: “Está supeditado a los cambios del clima, en lugar de que haya programas de mantenimiento. Es un parque totalmente silvestre. Se ha perdido mucha de la cobertura gramínea y ahora hay diversidad de montecitos. Hay poca gente preparada y los obreros no saben cuándo podar. Tratan al parque como si fuese un terreno”. José Matute, biólogo y secretario general de Sunep-Inparques, explica que el personal está en constante rotación, lo que les dificulta obtener el conocimiento técnico necesario. Afirma que no hay un equipo encargado del tratamiento fitosanitario, y que para cuidar las plantas dependen de la colaboración de los propietarios del vivero situado junto al parque.

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Por esta falta de atención una de las vistas más emblemáticas podría desaparecer. Por lo menos 11 de los chaguaramos que se encuentran al comienzo del parque se quedaron sin corona. “Los chaguaramos han tenido fuertes y repetidos ataques de gusanos, y como no reciben un adecuado tratamiento fitosanitario se agotan y mueren”, explica Matute. Agrega que la sequía ha afectado además el nivel freático del parque, lo que puede ocasionar que las raíces de los árboles no absorban suficiente agua, exponiéndolos también a la muerte. “A través del vivero de Inparques hay un plan de reposición de especies, se hace un esfuerzo con poco personal, pero el sistema de riego está parado. El vivero produce, pero Inparques no tiene personal para sembrar”, indica el representante gremial.

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Se llevan el agua

El Parque del Este cuenta con 10 pozos de agua subterránea, pero en estos momentos sólo 1 se encuentra operativo. Los representantes del sindicato de Inparques denunciaron que cada día van al parque por lo menos 30 camiones cisternas de empresas privadas a buscar agua en ese pozo. “Cada uno hace entre 2 y 5 viajes al día, y cargan entre 8.000 y 10.000 litros de agua cada uno. Lo permiten porque el parque no cuenta con sus propias cisternas y a cambio del agua que se llevan deben colaborar llevando agua para llenar las lagunas y el riego”, dice Matute. Asegura que el año pasado reparar el sistema que permite el funcionamiento de los pozos dañados costaba 13 millones de bolívares, por cada uno.

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El sistema de riego del parque tampoco funciona. En el año 2000, con el apoyo del Banco Mundial, se intentó modernizar. Llegaron a instalarse alguno de los nuevos aspersores, pero el sistema que se manejaba de forma computarizada nunca funcionó, debido a que se hicieron mal los cálculos para ubicar el sistema y faltó la instalación de una computadora, recuerda Matute.

Planes engavetados

El paisaje es de las obras de arquitectura más frágiles, especialmente cuando se sobreutiliza. El Parque del Este fue diseñado para atender a 6.000 visitantes semanalmente, de acuerdo con el Catálogo Patrimonial del Municipio Sucre, y Matute asegura que los fines de semana recibe más de 55.000 visitas.

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Para Diana Henríquez, miembro del Comité Científico del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos) y de la International Federation of Landscape Architects, el parque ha sufrido grandes pérdidas: “La primera ocurrió durante las décadas iniciales de funcionamiento cuando se perdió gran parte de la magnífica colección de arbustos y herbáceas que constituyó una muestra nunca antes realizada en la historia de América Latina. Esa colección podría ser recuperable, pero requeriría de grandes esfuerzos y la participación de personajes que comprendieran el compromiso de recolección y diseño que en su momento hicieron Burle Marx y su equipo”. Henríquez alerta que en la actualidad podría ocurrir algo similar: “La extraordinaria colección de árboles del parque está decayendo de forma importante. Es indispensable acometer un plan inmediato para el reemplazo de los grupos de muchas de las especies cuyo ciclo vital no excede los 50 años, en especial de leguminosas, y otras familias, que ya muestran su senilidad”. Subraya que en paralelo es necesario preparar los árboles que habrá que reponer a mediano plazo.

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La arquitecto participó en la elaboración de un plan para ejecutar esta reparación, que incluía presupuestos y acciones tanto en áreas verdes, como en mobiliario. El plan, en el que también estuvo Stoddart, se entregó hace dos años y no se ha hecho nada. En 2003, Henríquez también participó en la elaboración de un Plan de Manejo del Parque del Este que tampoco se aplicó. “Lo que han hecho son obras pirotécnicas y reforestaciones indiscriminadas con especies no recomendables por su carácter invasor, y muy poco con las especies que se están perdiendo. El requisito más importante para hacer una recuperación adecuada en las aéreas verdes es contar con los nuevos árboles, hijos de los existentes, que se han debido reproducir en los viveros del parque. Lamentablemente esto no ha ocurrido”. Califica como una “vergüenza” que se haya demolido la entrada original y como “inexplicable” la construcción del puente hacia La Carlota. “Con el dinero invertido se hubiera podido hacer una restauración de calidad, que el parque amerita, incluyendo drenajes, caminerías, sistema de riego, eléctrico y de iluminación”.

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Los Patios Ornamentales recientemente restaurados por PDVSA La Estancia también presentan fallas. Además, se pintó un mural de Juvenal Ravelo en uno de los muros que Burle-Marx había dejado en obra limpia. “Es inadmisible este tipo de intervenciones. Es como si yo restaurara un cuadro con una obra mía. Han sido un conjunto de cosas que han afectado mucho el parque en un breve período. El Instituto de Patrimonio Cultural debería intervenir”, afirma Elías González, presidente de la Sociedad Venezolana de Arquitectos Paisajistas.

Henríquez es optimista y dice que el parque se puede recuperar, pero señala que primero debe haber conciencia de su gran valor y la necesidad de que el cuidado se haga en forma profesional, planificada y responsable.

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“El Parque del Este es un patrimonio nacional, único paisaje cultural con esa distinción en nuestro país, con una calidad internacionalmente reconocida que lo acreditaría para ser calificado como Patrimonio de la Humanidad. Sin embargo, esto solo podría ocurrir si el Estado venezolano mostrara su capacidad para valorarlo y cuidarlo. Por ahora, los venezolanos solo podemos sentir tristeza y vergüenza por la forma como se cuida el Parque del Este”.

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