Entrevista

Popescu: "Cuando pasan cosas terribles no importa la ideología"

El rumano Constantin Popescu es el autor del filme La Desaparición, cuyo título original es Pororoca, suerte de onomatopeya tupí-guaraní que cuenta las gigantescas olas que se crecen cuando el mar y el río Amazonas chocan, provoca una fuerza que socava, destruye. Fue su tercera película, con la que compitió en 2017 en la sección oficial del Festival de Cine de San Sebastián, donde ganó una concha de plata. En 2018 fue jurado de la edición. Clímax presenta la serie Hablemos de cine

TEXTO Y PORTADA: Andreína Mujica | FOTOGRAFÍAS EN EL TEXTO: Andreína Mujica, EFE
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Isaki Lacuesta ganó la Concha de Oro de Festival de San Sebastián en 2011 con Los pasos dobles y la volvió a ganar en 2018 con Entre dos aguas. Fue la decisión del jurado encabezado por el cineasta Alexander Payne, el mismo que entregó su Premio especial del Jurado a Alpha (The Right To Kill), de Brillante Mendoza. El tercer premio en importancia, el de Mejor Director, fue otorgado al argentino Benjamín Naishtat por su película Rojo, cuyo protagonista, Darío Grandinetti, fue aplaudido como Mejor Actor. El premio de interpretación femenina recayó en la actriz de Blind Spot, Pia Tjelta.

Antes de esas y otras premiaciones, Constantin Popescu (Bucarest, 1973) había llegado a Donostia no como competidor sino como invitado, para ser uno de lo seis jurados principales de la cita. Es un hombre más bien calmado, reflexivo, no parece tener apuro de nada. Al final, él gusta de contar historias cotidianas y vive la suya con esa sencillez.

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-¿Cómo llega usted al cine o el cine a usted?

-Hasta los siete u ocho años quería ser actor y después a los 12 quería hacer películas, lo supe desde muy chico. Yo coqueteé con la literatura, publiqué un libro alguna vez; lo leo ahora y sé que no tengo tanto talento, yo leo mucho, pero mi forma de expresión es a través del cine.

-Su cine habla del vacío que nos lleva al vértigo, perder un hijo o perder la madre, pérdidas incalculables. ¿Qué será perder un país?

-Es una pregunta fuerte, depende también del momento de la vida de cada uno. Busco la palabra, la verdad. Lo ideal es que el cine logre curar heridas y no solo muestre realidades y rescate la memoria. Intentar curar heridas también depende de la edad del público, del momento histórico, social, político o económico en que llegue a la pantalla. Intentamos enseñar al mundo lo que significa tu país, tus costumbres, tu dolor, tus amores, las angustias como rumanos. Perder el país es perder una parte de ti, eso cuando se trata de dictaduras. El cine puede ayudar a rescatar la historia pero no tiene la certeza de curar heridas.

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-¿A Mircea Cartarescu, autor de El ruletista y de El ala izquierda, se lo imagina en el cine? ¿Trabajaría con otros escritores?

-Tengo libros de autores rumanos con los cuales pienso un día grabar una película, pero me gusta contar historias de los rumanos. Creo que muchas veces se nos pierden los detalles que son los que construyen nuestra realidad. Me gusta hablar sobre nuestras historias. Hace años hice un corto con un grupo de amigos, Cuentos de la edad de oro, basado en historias agridulces de la dictadura en los 80. En mi corto te ríes con los pelos de punta. Para la época preferimos no decir de quién era cuál corto, pero eso ya hace mucho. Yo dirigí la historia de un policía que tiene un cerdo en un apartamento pequeño; no había comida y matar un cerdo en un apartamento es muy complicado. Como es tradición en Rumania cada diciembre cocinamos un cerdo, te imaginarás cómo fue eso, pues por allí va la historia.

-¿Las heridas dejadas por Ceauşescu (1965-1989), ese vacío que queda después de grandes tragedias, las puede llevar el cine?

-A veces uno habla de un tema y el público ve más allá, detrás de ese vacío por desgracia muchas veces no hay nada más. El cine a veces puede ser durísimo, te muestra una imagen y no hay ni sonido ni palabras y quedas boquiabierto, hay dolores que no se pueden expresar.

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-En esta ocasión sólo tenemos una película argentina en la sección oficial. ¿Qué conoce y que le gusta del cine latinomericano ?

-El cine de América del Sur va más allá del realismo mágico, creo que tiene una forma dulce de mostrar la realidad y de trabajar en la pantalla. No quiero decir nombres, pues de verdad me gusta mucho. El cine es un rompecabezas y, sin tener el mismo idioma, la misma realidad, al final todo el mundo entiende lo que hablan los cineastas en un par de horas, eso lo hace diferente. Me pasa con las películas que dependen de lo que estoy viviendo. Por ejemplo, mi top ten de las películas que más me han gustado van dando paso a una nueva, la última fue Aquarius, de Kleber Mendoza, con Sonia Braga. Me encantó. Todo en ella tenía lago diferente, especial. Ahora trabajo en una historia con un personaje principal femenino, y eso me cuesta un montón. Me gusta decir que no soy experto y que a pesar de que resulta difícil es un reto que me encanta. Las relaciones entre mujeres y hombres son difíciles, para mí es una suerte de provocación trabajar estos personajes.


-¿Qué piensa de la comedia en el cine? ¿Quiere hacer comedia?

-Es difícil hacer que el público en una sala de cine salga de su realidad. La comedia es un género mayor, no menor. En estos momentos es muy difícil reír en mi país; sé que no es el único. Uno ríe porque hay que seguir, pero hay muy poco porque reír en mi país. Vengo de una familia de izquierdas, pero cuando pasan cosas terribles no importa ni a qué clase social ni ideología pertenece el personaje.

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-¿Cómo es el financiamiento del Estado para el séptimo arte en Rumania?

-En mi país obtienes puntos por festivales a los que has sido invitado, cómo te ha ido en taquilla; así recibimos un número de puntos que luego se traducen en financiamiento del Estado. Hay un reglamento que traduce premios y otros parámetros en financiamiento. Para el cineasta es fundamental tener esta base de dinero en tu país y luego buscar coproducción en Europa o en el mundo.

-¿Cómo ve el mundo en la actualidad?

-El mundo ahora está muy mal. Intentamos salir de un hueco negro y no lo logramos, por ahora, no lo hemos logrado. Un director nunca es un juez, se hace preguntas. Yo estoy en una búsqueda constante de preguntas, porque el cine se hace preguntas y espera que juntos lleguemos a dar con algunas respuestas, que se espera sean las más correctas.

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