Sociedad

¡Qué haya Navidad!, pese a la crisis

Cuando la crisis aprieta y la comida se encarece, más puede la voluntad de celebrar la Navidad. También aplica aquello de ser precavidos. Varias familias cuentan cómo se apertrecharon desde mediados de año para poder tener unas felices fiestas

Fotografía: Dagne Cobo
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Cada rincón en la casa de Lucía Pérez grita que es Navidad. Desde el Santa en la puerta de entrada de su apartamento hasta las toallas para secarse las manos en el baño. Decenas de mini pesebres ocupan las superficies lisas de su casa. El mantel del comedor, los individuales, hombres de nieve de piso y, por supuesto, el arbolito cubierto de flores mandadas a hacer en tela especialmente para la ocasión. En ese rincón de La Candelaria no se dejarán de celebrar estas fiestas.

Lucía vive sola. Su hijo migró a Chile hace tres años, y su mamá falleció el 14 de diciembre del año pasado. Nunca ha hecho hallacas, pero en 2017 –cuando la hiperinflación aprieta más que nunca– se aventuró. Fue una decisión en equipo entre ella, su hermana y una amiga de la infancia que califica ya como miembro de la familia. Eso sí, no fue una disposición apresurada. En agosto resolvieron que harían hallacas y en ese mismo mes acordaron empezar a comprar todos los ingredientes.

Comenzaron adquiriendo todo lo que pudieran guardar. Las pasas le costaron 120.000 bolívares el kilo (ahora está en 320.000); las aceitunas más de 110.000 (700.000 cuestan en diciembre); las alcaparras 120.000. Un conocido les vendió el cochino en 285.000 y la carne la consiguieron en 150.000. Bachaquearon una paca de Harina P.A.N. y destinaron seis kilos para la comida navideña y el resto se lo repartieron. Dice, preocupada, que todavía les falta el pollo, pero que una prima acordó que se los conseguiría. “Es importante que no se pierdan las costumbres. Me ilusiona la reunión familiar para prepararlas, echar broma y que recordemos todos a mi mamá”, confiesa la trabajadora social.

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Cuando piensa en que carne ahora no hay y en la escalada de los precios en diciembre azuzados por la hiperinflación, sabe que empezar a comprar desde agosto fue la mejor decisión. Quizás, en diciembre no lo habrían hecho. No saben cuántas hallacas saldrán, pero las repartirán de forma equitativa. Confían que la inversión les ayude a resolver las cenas del 24 y del 31 de diciembre.

Lo mismo tratará de hacer Yelitza Manzo. En su casa no fueron tan precavidos. La decisión de hacer las hallacas fue de último minuto, pero actuaron rápido. El 9 de diciembre mientras algunos venezolanos se debatían entre ir o no ir a votar en las elecciones del 10 de diciembre, en la casa de Manzo había fiesta. Ella, su esposo y tres de sus hijos se reunieron a la una de la tarde. La médico retirada cocinó el guiso un día antes. El sábado hubo que lavar las hojas, ella y su esposo amasaron, sus hijas picaron todo y una vez que todos los insumos estuvieron puestos en potecitos repartidos en la mesa cada quien asumió su puesto. Yelitza y su hija mayor extendían la masa sobre las hojas, la hija más pequeña ponía los adornos, luego envolvían y el papá amarraba. La tarea les llevó hasta pasadas las ocho de la noche. El resultado: 60 hallacas y unos cuantos bollitos.

“La cosa está tan mala que uno no tiene mucho ánimo, pero esta es una tradición de todos los años. Nos reunimos y tratamos de pasarla bien. Buscamos hacer algo positivo, sin importar que salieran pocas o muchas”, asevera Yelitza. Utilizan la receta de la abuela. Con algunas variaciones para incorporar los modos de la familia del esposo. La médico intentó reducir algunos ingredientes en aras de economizar, pero así como sus hijos presionaron para que mantuviera la tradición también presionaron para que la fórmula no variara. “Por ejemplo, nosotros utilizamos como adorno una rueda de huevito sancochado, o dos tiritas de pimentón. Pensé en no ponerle el huevo pero los muchachos reclamaron, y tampoco quisieron que usáramos una sola tira de pimentón”.

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El 24 se reunirán en casa y el 25 en la casa de los abuelos. Para el 31 espera cocinar lentejas. De lo único que se privarán es del arbolito. Yelitza está por desempolvar su colección de mini nacimientos. “Diciembre es la época más bonita del año. No hay que dejarlo pasar, así sea a pequeña escala hay que hacer un esfuerzo por seguir, rescatar las tradiciones y esperar que las cosas cambien. Diciembre es tiempo de compartir”.

Hallacas no es lo único que se cocina en diciembre. Lucía tiene pensado hacer su propia versión de una torta negra, más parecida a una torta de chocolate, y su hermana, Mary, se encargará del pan de jamón. “Dependiendo del precio del papelón también quiero hacer un dulce de lechoza”, se aventura aún más Lucía.

Mary, encargada en una tienda, responde que es cuestión de experimentar, en la medida en que los precios lo permitan. Afirma que en la tienda en la que trabaja son pocas las personas que han llegado a comprar arbolitos: “Buscan lo que está en oferta. Teníamos unas luces que no se vendían porque habían pasado de moda, y las pusimos en 20.000 bolívares y se las llevaban, en la calle están entre 90.0000 y 150.000. Lo mismo nos pasó con las bambalinas. La gente se las lleva aunque estén pasadas de moda”.

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Con la esperanza del Niño Jesús

Beatriz de Guerra no quiso repetir la mala experiencia del año pasado cuando llegó diciembre y no tenía cómo comprar los regalos del Niño Jesús para sus hijos. No compró los juguetes con anticipación, pero desde octubre comenzó a “matar tigres”. Todo el dinero extra que obtuvo fue para los juguetes. “No he comprado ropa, ni zapatos. Por mi mente no pasa hacer hallacas o comprar un pan de jamón. Me centré en lo importante, que para mí era el Niño Jesús, así fuese una cosa sencilla”.

Desde principios de noviembre comenzó a tantear qué quería su hijo de tres años de edad. Su Santa es moderno. La carta se la envían por correo electrónico a la dirección [email protected]. Su hija mayor, de 11 años, la ayuda con el más pequeño. Como ella ya conoce el secreto mejor guardado por los padres se convirtió en cómplice. Aunque eso no quita que también reciba un obsequio: pinceles y marcadores para que continúe pintando mandalas, su nuevo entretenimiento.

“Le compré tres jugueticos y una pista de carritos que conseguí barata. Además de un robot que le llevó Santa al colegio a la fiesta de Navidad. Él no sabe de eso, pero ya no son los juguetes de moda, porque esos cuestan 4, 5, 8 y hasta 10 millones de bolívares”.

Beatriz sabe que en diciembre lo más importante es reunir a las familias. Así que el 24 irá a cenar a la casa de su suegra que se encargó de las hallacas. También comprando los ingredientes desde octubre. Después de cenar regresarán a casa, harán una pijamada y verán películas alusivas a la época para esperar que sea la medianoche y se repartan los regalos.

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Mélida González tiene un hijo de cinco años de edad. Dice, satisfecha, que le compró el regalo del Niño Jesús en julio. Un Nintendo DS que hace seis meses le costó en 350.000 bolívares y que ahora ha visto en las vitrinas hasta en 2 millones de bolívares. Tomó la previsión por la crisis y la oportunidad: “Me lo ofrecieron barato”.

También adornó la casa porque su hijo se lo pidió. Juegos de baño, manteles y servilletas aluden a la temporada. Le faltó el arbolito, no puso porque no tiene y la situación del país no le permite adquirir uno. Los estrenos para el pequeño también los comenzó a comprar desde julio. Es mamá divorciada. Así que al papá del niño le corresponde comprar la ropa para el 24 y a ella la del 31. El acuerdo incluye que el papá también le compre otro regalo de Niño Jesús.

El Niño Jesús de Josué, el nieto de dos años de edad de María Mendoza, también está guardado desde julio. En el trabajo de su hija hicieron una feria de juguetes y desde entonces adquirieron el regalito. La casa de María hace esquina, y a ella a sus 75 años suele vérsele parada en su puerta. Conoce a muchos en La Pastora y en diciembre solía mantener las puertas abiertas para las visitas. “Todo el que llegara no se iba sin comerse una hallaca o sin llevarse dos o tres”. Esta vez no hizo tantas como para regalar, pero hizo. Le salieron 50 hallacas y 25 bollitos. Hace algunos años hacía más de 100. “Aunque haya crisis debemos alegrarnos nosotros mismos, así sea pobremente, pero hacerlo”. Y aunque este año no hay estrenos, adornó su casa con arbolito y nacimiento, con la confianza de que el año que viene será mejor.

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Son 53 años liderando la hechura de las hallacas en diciembre. Desde hace algunos años traspasó el bastón a sus hijas y ahora las dirige: “Este carrizo –el presidente Maduro– no nos va a amedrentar con el costo de la vida. Estas son tradiciones de toda la vida, que no nos van a arrebatar”.

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